—Eso no es verdad, Aisling. Eres importante para mí, más de lo que imaginas. —No, yo sé que no es así. Todo es tu culpa: mi sufrimiento, que las personas a mi alrededor me odien, todo esto empezó por ti. ¿Y aun así te atreves a decir que soy importante para ti, Alaric?. —Despediré a cada uno de
—Quiero que te cases —soltó sin rodeos—. Estaba pensando que ya eres un hombre maduro, hecho y derecho, exitoso, pero te falta lo más importante: una familia. —No digas sandeces, abuela, no necesito eso. —Escúchame —colocó ambas manos sobre las suyas—. ¿No has pensado en que necesitas un hereder
En realidad, el poder y la influencia no era lo que más le importaba a la anciana en ese momento, pero lo usaba como un anzuelo. Sabía que a Alaric lo único que le interesaba eran sus negocios, vivir su vida a su manera, sin ataduras. Pero ella deseaba algo más para él: una familia, una razón para s
|Aisling Renn| No respondo. Lo que acaba de confesar no hace más que exponer lo egoísta y mezquino que puede llegar a ser. Sabía que tenía un deber, un compromiso inquebrantable, y aun así, eligió arrastrarme con él. Ignoró mis sentimientos, ignoró a su prometida, ignoró todo. ¿De verdad cree que
Sus ojos se iluminan de satisfacción. Una sonrisa lenta se extiende por su rostro antes de que tome mi cara entre sus manos y me bese, como si mi aceptación fuera su victoria. —Gracias, pequeña. —Su aliento roza mis labios mientras habla—. No te vas a arrepentir, te haré feliz. —Me besa con más fer
Le sonrío, conmovida y llena de gratitud. No digo nada más, pero ella lo entiende. Salgo de la habitación mientras Thea se encarga de empacar mis cosas. Me conoce tan bien que sé que va a elegir justo lo que más necesito. Bajo al segundo piso y comienzo a buscar a Zelda, pero no la encuentro. Le pr
Yo asiento, sintiendo cómo las lágrimas comienzan a resbalar por mis mejillas. —No quiero que te vayas, Aisling. En serio, no quiero. Pero tampoco puedo obligarte a quedarte. —Sus ojos reflejan el mismo dolor que siento yo—. Solo quiero que sepas que siempre podrás contar conmigo, para lo que sea.
|Margaret Adams| Estoy sentada en la mesa de una cafetería, escondida tras unos grandes lentes de sol y un sombrero que vela mi rostro. Frente a mí, está otra mujer con un atuendo tan impecable como el mío. Aunque intentamos pasar desapercibidas, nuestras ropas, propias de la alta sociedad, nos con