—Ese mismo día lo hice, señora. Nadie sospechará. Me deshice de todo —responde con una sonrisa torcida. —Excelente —digo, complacida mientras una sonrisa satisfecha se dibuja en mis labios—. Eres más eficiente de lo que esperaba. Tendrás tu recompensa por esto. Sigue así. —Gracias, señora —contest
|Alaric Kaiser| —Hoy parece estar de excelente humor, señor —dice Gerd al cruzar la puerta de mi oficina—. ¿Le ha sucedido algo bueno?. —Algo muy bueno —respondo sin apartar la vista de los documentos sobre mi escritorio. Llevo días sin poder enfocarme—. Necesito que hagas algo por mí, Gerd. —Dí
Sin embargo, Margaret debe entender su lugar. Por enésima vez, le dejaré claro que Aisling está fuera de su alcance. Hablaré con Kate para reorganizar al personal y asegurarme de que ningún insolente vuelva a atreverse a insultarla. —Señor —la voz de Kate interrumpe mis pasos en el pasillo. Me dete
La suelto con brusquedad, haciéndola tambalear. Su expresión, entre furia y desconcierto, me alimenta más la rabia. Giro hacia mi abuela, buscando su juicio. —¿Qué piensas, abuela? ¿Eso te dice algo?. Mi abuela desvía la mirada hacia Margaret, sus ojos reflejan una mezcla de sorpresa y decepción.
El guardia, en un acto desesperado, saca su arma. Pero Leo y Tom ya tienen las suyas apuntando antes de que él pueda reaccionar del todo. —Baja esa cosa si no quieres terminar con un agujero en la cabeza —le digo con una calma glacial, acercándome lo suficiente para que sienta la amenaza real en mi
|Aisling Renn| Me pregunto si Alaric siempre fue así o si yo desperté ese monstruo en él. Oculta tras las cortinas, el eco de lo que acabo de presenciar me deja un nudo ácido en el estómago, un malestar que no puedo sacudirme. Sus palabras no llegaron a mí con claridad, pero el lenguaje de su ros
Lo último que quiero es depender de alguien otra vez. Con lo que tengo debería bastar. No hay tiempo que perder. Si me quedo, Alaric será capaz de cualquier cosa. Solo debo esperar un poco por Zelda. Ellos aceptan en silencio, evitando preguntas que no necesitan respuestas. Aunque imagino que sosp
Su confesión desata un huracán dentro de mí. Mi mano suelta su brazo y, sin pensarlo, se cierra sobre su cabello. Margaret grita, pero sus protestas son apenas ruido. La obligo a mirarme, acercando su rostro al mío, mientras mis ojos destellan el infierno que ella misma ha provocado. —Si algo le pa