La suelto con brusquedad, haciéndola tambalear. Su expresión, entre furia y desconcierto, me alimenta más la rabia. Giro hacia mi abuela, buscando su juicio. —¿Qué piensas, abuela? ¿Eso te dice algo?. Mi abuela desvía la mirada hacia Margaret, sus ojos reflejan una mezcla de sorpresa y decepción.
El guardia, en un acto desesperado, saca su arma. Pero Leo y Tom ya tienen las suyas apuntando antes de que él pueda reaccionar del todo. —Baja esa cosa si no quieres terminar con un agujero en la cabeza —le digo con una calma glacial, acercándome lo suficiente para que sienta la amenaza real en mi
|Aisling Renn| Me pregunto si Alaric siempre fue así o si yo desperté ese monstruo en él. Oculta tras las cortinas, el eco de lo que acabo de presenciar me deja un nudo ácido en el estómago, un malestar que no puedo sacudirme. Sus palabras no llegaron a mí con claridad, pero el lenguaje de su ros
Lo último que quiero es depender de alguien otra vez. Con lo que tengo debería bastar. No hay tiempo que perder. Si me quedo, Alaric será capaz de cualquier cosa. Solo debo esperar un poco por Zelda. Ellos aceptan en silencio, evitando preguntas que no necesitan respuestas. Aunque imagino que sosp
Su confesión desata un huracán dentro de mí. Mi mano suelta su brazo y, sin pensarlo, se cierra sobre su cabello. Margaret grita, pero sus protestas son apenas ruido. La obligo a mirarme, acercando su rostro al mío, mientras mis ojos destellan el infierno que ella misma ha provocado. —Si algo le pa
|Aisling Renn| El estupor se refleja en mi rostro cuando veo al licenciado de pie en el umbral. Lleva un maletín en la mano, y su voz, formal y pausada, pregunta por mí. La madre de Thea, quien lo ha recibido, gira hacia mí con una mirada cargada de preocupación. —Soy yo —digo al acercarme, y el
—Gracias —respondo, ida en mis pensamientos. El licenciado se pone de pie y se despide con un leve gesto antes de salir. Apenas se cierra la puerta, siento que el aire en mis pulmones pesa. Este dinero, estas propiedades… no sé si significan un nuevo comienzo o un ancla que me conecta aún más a Al
Un escalofrío recorre mi espalda. Retrocedo, incapaz de apartar la vista de esa figura que parece surgir de una pesadilla. —¿Quién eres? —logro articular, con la voz temblorosa. No responde. Sus ojos, ocultos en la sombra de la capucha, permanecen fijos en mí. Su silencio y su apariencia me recuer