Le sonrío, conmovida y llena de gratitud. No digo nada más, pero ella lo entiende. Salgo de la habitación mientras Thea se encarga de empacar mis cosas. Me conoce tan bien que sé que va a elegir justo lo que más necesito. Bajo al segundo piso y comienzo a buscar a Zelda, pero no la encuentro. Le pr
Yo asiento, sintiendo cómo las lágrimas comienzan a resbalar por mis mejillas. —No quiero que te vayas, Aisling. En serio, no quiero. Pero tampoco puedo obligarte a quedarte. —Sus ojos reflejan el mismo dolor que siento yo—. Solo quiero que sepas que siempre podrás contar conmigo, para lo que sea.
|Margaret Adams| Estoy sentada en la mesa de una cafetería, escondida tras unos grandes lentes de sol y un sombrero que vela mi rostro. Frente a mí, está otra mujer con un atuendo tan impecable como el mío. Aunque intentamos pasar desapercibidas, nuestras ropas, propias de la alta sociedad, nos con
—Ese mismo día lo hice, señora. Nadie sospechará. Me deshice de todo —responde con una sonrisa torcida. —Excelente —digo, complacida mientras una sonrisa satisfecha se dibuja en mis labios—. Eres más eficiente de lo que esperaba. Tendrás tu recompensa por esto. Sigue así. —Gracias, señora —contest
|Alaric Kaiser| —Hoy parece estar de excelente humor, señor —dice Gerd al cruzar la puerta de mi oficina—. ¿Le ha sucedido algo bueno?. —Algo muy bueno —respondo sin apartar la vista de los documentos sobre mi escritorio. Llevo días sin poder enfocarme—. Necesito que hagas algo por mí, Gerd. —Dí
Sin embargo, Margaret debe entender su lugar. Por enésima vez, le dejaré claro que Aisling está fuera de su alcance. Hablaré con Kate para reorganizar al personal y asegurarme de que ningún insolente vuelva a atreverse a insultarla. —Señor —la voz de Kate interrumpe mis pasos en el pasillo. Me dete
La suelto con brusquedad, haciéndola tambalear. Su expresión, entre furia y desconcierto, me alimenta más la rabia. Giro hacia mi abuela, buscando su juicio. —¿Qué piensas, abuela? ¿Eso te dice algo?. Mi abuela desvía la mirada hacia Margaret, sus ojos reflejan una mezcla de sorpresa y decepción.
El guardia, en un acto desesperado, saca su arma. Pero Leo y Tom ya tienen las suyas apuntando antes de que él pueda reaccionar del todo. —Baja esa cosa si no quieres terminar con un agujero en la cabeza —le digo con una calma glacial, acercándome lo suficiente para que sienta la amenaza real en mi