Ya era de mañana. Aisling se removió en su cama, molesta por la luz que entraba por la ventana. Abrió los ojos y notó que esta ya estaba abierta.—Señorita —la voz de Kate la sobresaltó. Aún estaba aturdida—, el señor la espera en el comedor para el desayuno.—¿Qué hora es? —preguntó mientras se tapaba la cara con la sábana, somnolienta.—Son las ocho de la mañana.—Quiero dormir un poco más, me duele la cabeza...—¿El medicamento no le ayudó anoche?.—Parece que no.—Entonces le avisaré al señor.En ese momento, Aisling abrió los ojos de golpe, recordándolo todo. Había estado borracha, armando un escándalo con gritos y golpes. Lo último que hizo fue tomar una ducha, comer la sopa de Kate y el medicamento.—¡Espera! —detuvo a Kate antes de que saliera—. Estoy bien, bajaré. Solo necesito arreglarme primero.—Está bien, la espero.Aisling salió disparada de la cama, dejando la sábana tirada en el suelo mientras buscaba desesperadamente algo que ponerse. Dejó todo un caos en la habitació
—Me iré de viaje, Marcus —anunció Aisling en voz baja, sosteniendo su móvil mientras estaba en su habitación. Acababa de terminar sus clases de piano y había visto varios mensajes de él, aunque sabía perfectamente que podían comunicarse por otro teléfono—. Partimos mañana. Te escribiré cuando regrese, pero por favor, deja de enviarme mensajes. —Solo quería escuchar tu voz, aunque fuera un momento —dijo Marcus. Las mejillas de Aisling se sonrojaron mientras volvía a poner el seguro en la puerta y se sentaba en la cama—. ¿Cuánto tiempo estarás fuera? Quisiera verte.—Una semana. Solo espera, de algún modo podremos vernos, te lo prometo. —Está bien, pero... ¿podrías llamarme cuando tengas un momento? —insistió él—. Es difícil soportar esto. —Lo haré, pero no me llames ni me escribas, podrían descubrirnos.—Todavía no entiendo por qué te prohíben tantas cosas, Aisling, ya eres lo suficientemente mayor para decidir por ti misma.Aisling guardó silencio. Era un tema que no le gustaba abo
Aisling se removió incómoda sobre algo duro. Con la mano, palpó algo que no debía mientras intentaba acomodarse. Al escuchar un sonido extraño y sentir una respiración rozando su oído, abrió los ojos de golpe y se incorporó.El pavor la invadió al darse cuenta de que estaba recostada sobre las piernas de Alaric, quien conducía. No supo qué decir; él no la miraba, como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo, estaba segura de haber tocado algo que lo había hecho gruñir.Dirigió la mirada a sus piernas y la apartó rápidamente, comprendiendo lo que había agarrado para hacerlo reaccionar así. —¿Por qué no me despertaste? —le preguntó, encogiéndose en su asiento—. Debiste estar incómodo.—Necesitabas dormir —respondió Alaric con calma, aunque sus manos aferraban el volante con más fuerza. Tenía un problema evidente entre sus piernas que necesitaba solucionar antes de reventar los pantalones—. ¿Te sientes bien? ¿Tienes hambre?.—Un poco —contestó, sin mirarlo, el rostro marcado por la vergüe
**Momentos antes**Cuando Alaric salió del baño, la vio ahí, tendida en la cama. Su mano descansaba sobre su abdomen, y la corta blusa dejaba parte de su piel expuesta, al igual que sus piernas, cubiertas apenas por esos shorts diminutos.Él ya estaba cambiado, porque a ella le incomodaba verlo casi desnudo, algo que, sin querer, le molestaba. Se suponía que debía controlarse en su presencia, pero sus oscuros deseos querían aflorar naturalmente.Desvió la mirada de ese cuerpo pequeño e indefenso en la cama y se concentró en terminar de arreglarse frente al espejo. Estaba tenso, demasiado tenso, necesitaba mantener la distancia antes de cometer un error del que pudiera arrepentirse más tarde.Pero no pudo evitarlo. Terminó de vestirse, se giró y se sentó en la cama, justo a su lado. La observó dormir plácidamente, como si no estuviera a solas con él en esa habitación, como si de verdad creyera que él era una buena persona. Se dio cuenta de lo inocente e ingenua que era, tan fácil de en
Aisling regresó a la habitación a toda prisa, agitada, con los pulmones ardiendo por la carrera que había hecho para escapar de ese lugar. Al cerrarse dentro, los guardaespaldas se acercaron rápidamente, llamando a su puerta y preguntando si estaba bien. Ella respondió con rapidez que sí, que todo estaba en orden, mientras sacaba algo de ropa de su maleta con manos temblorosas, desesperada por adelantarse a la llegada de Alaric. Sabía que debía mantener la calma y actuar con naturalidad. Lo mejor sería meterse a la ducha y calmar sus nervios. Si Alaric descubría que lo había seguido y lo había visto con otra mujer, se metería en serios problemas. Lanzó su teléfono sobre la cama y se encerró en el baño, asegurando la puerta con el pestillo. Con manos torpes, se deshizo de la ropa rápidamente y encendió la regadera, permitiendo que el agua caliente cubriera su cuerpo. Miró sus manos, que aún temblaban, mientras las imágenes de lo que había presenciado seguían clavadas en su mente. Apr
Aisling comenzó a moverse en la cama, incómoda. Tenía frío, así que, desesperada, buscó el cálido cuerpo humano que estaba a su lado. Parecía un pequeño gatito ronroneando al recibir una suave caricia en la cabeza, y justo así se sintió cuando percibió la calidez de aquella mano.Pero, cuando su subconsciente le gritó que despertara, lo hizo de forma automática, recordando que no solía dormir acompañada de nadie. Se encontró de frente con el rostro de Alaric, quien la observaba fijamente con esos bellos ojos oscuros, los cuales tenían un brillo extraño al mirarla detenidamente.Estaba abrazada a él, con una pierna encima de su cuerpo mientras lo rodeaba. Al darse cuenta de su posición, Aisling dio un brinco y se incorporó en la cama, conmocionada, retrocediendo tanto que estuvo a punto de caerse por el borde de no ser porque Alaric le sostuvo el brazo, levantándose también.—Ten cuidado —le dijo con su voz ronca—. Si te caes de espaldas desde esta altura, podrías romperte un hueso.—¿
—Alaric, por favor —suplicó en un susurro. Quería mirar a cualquier otro lugar que no fuera ese rostro perfecto, pero estaba atrapada.—No has respondido a mi pregunta, Aisling.—Pero no así...—Solo responde —insistió.¿Cómo podía hacerlo, estando tan cerca de él? Su mano grande aprisionaba su cintura, y la miraba con esa intensidad que la desarmaba.—No... —empezó a decir, con la voz temblorosa—, no me acostumbro aún a ti.—Así que eso es lo que sucede —no apartó la mirada—. ¿No quieres que nuestra relación sea más llevadera?.—Sí... —No sabía lo que decía, solo respondía por inercia, porque toda su atención estaba en esa extraña sensación en su estómago. ¿Eran mariposas?.—Aisling, mírame —le tomó el mentón, sus cuerpos pegándose aún más—. Estás distraída.—Cualquiera lo estaría en esta situación.—¿Estás nerviosa?.—Un poco, sí.—¿Por qué?.—Porque... estoy encima de ti, y muy... muy cerca.—¿Te molesta o te incomoda?.Mordió su labio inferior antes de responder. Sabía la respuest
—Aisling, por Dios, di algo —insistió Alaric. La chica seguía inmóvil, sin pronunciar palabra, con la mirada fija, no en su rostro, sino en su entrepierna, que ya estaba cubierta—. Oye, mírame.Finalmente, Aisling salió de su burbuja de asombro cuando Alaric se movió hacia ella. Por reflejo, retrocedió.—¿Qué haces en mi habitación? —preguntó Alaric, manteniendo una distancia prudente para no asustarla—. ¿Viniste a decirme algo? Parecías apurada.—Ah... yo... —balbuceó, sin saber qué decir. Lo miró a los ojos; él parecía calmado, sereno, a pesar de que hacía solo un momento estaba sorprendido—. Lo siento, no sabía que estabas... bueno... desnudo.Alaric se pasó una mano por el cabello, sin saber cómo manejar la situación. Esa chiquilla, además de imprudente, parecía ajena a muchas cosas. ¿Qué debía hacer ahora? Si su intención era evitar incomodarla, todo había terminado peor de lo que imaginaba.—No pasa nada, está bien, Aisling —respondió, buscando calmar la tensión entre ambos—. No