10. En el hotel

Aisling se removió incómoda sobre algo duro. Con la mano, palpó algo que no debía mientras intentaba acomodarse. Al escuchar un sonido extraño y sentir una respiración rozando su oído, abrió los ojos de golpe y se incorporó.

El pavor la invadió al darse cuenta de que estaba recostada sobre las piernas de Alaric, quien conducía. No supo qué decir; él no la miraba, como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo, estaba segura de haber tocado algo que lo había hecho gruñir.

Dirigió la mirada a sus piernas y la apartó rápidamente, comprendiendo lo que había agarrado para hacerlo reaccionar así.

—¿Por qué no me despertaste? —le preguntó, encogiéndose en su asiento—. Debiste estar incómodo.

—Necesitabas dormir —respondió Alaric con calma, aunque sus manos aferraban el volante con más fuerza. Tenía un problema evidente entre sus piernas que necesitaba solucionar antes de reventar los pantalones—. ¿Te sientes bien? ¿Tienes hambre?.

—Un poco —contestó, sin mirarlo, el rostro marcado por la vergüe
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