36. Recompensa

—Trágalo.

La orden de Alaric dejó a Aisling descolocada. Tenía todavía la erección en la boca, recibiendo los últimos disparos de su éxtasis. Sentía que se ahogaba y quería soltar una arcada.

—Sé una buena chica para mí, Aisling; la recompensa espera por ti —instó con malicia, sabiendo que había dado justo en el clavo.

Aisling cerró los ojos con fuerza y sacó la erección de su boca, tragando todo el líquido de un solo empujón, haciendo una mueca desagradable en el proceso. Nunca había probado un sabor así, bizcoso y salado, con un toque amargo que se le quedó en la garganta, un sabor que le resultaba difícil de describir.

—Qué buena chica eres —la levantó del suelo y la subió sobre él—. ¿Estás bien, Liebling?.

Aisling asintió con la cabeza, todavía aturdida y mareada por la experiencia, que había sido un poco brusca. Le dolía la comisura de los labios y la garganta, sentía un leve ardor y tenía los ojos llorosos.

—Hey, mírame —le tomó el rostro entre sus manos, preocupado—. Me excedí
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