Mientras el auto avanzaba, el corazón de Aisling latía con fuerza, agitado y temeroso. Estaba sentada sobre las piernas de Alaric, mientras Gerd conducía de regreso a Berlín tras haber sido recibidos por los hombres de Alaric en el puerto de Emden.¿Qué pasó con la promesa? Alaric le había asegurado que dejaría el asunto de "Mel" en el olvido porque confiaba en ella, pero claramente no lo hacía. En lugar de eso, envió a Gerd a investigar, y si no fuera porque él ocultó lo que descubrió... ahora ni siquiera estarían tan unidos como lo estaban.Sabía que todo era culpa suya. Fue ella quien mintió primero, quien le ocultó que seguía en contacto con Marcus y le fabricó una historia falsa. Aun así, la situación se volvía cada vez más amarga.—¿Qué tienes? —La voz grave de Alaric, susurrada en su oído, la hizo sobresaltarse—. Has estado callada desde que salimos del hotel de la isla, ¿todo bien?No, nada estaba bien. Pero no podía reclamarle, porque si lo hacía, todo saldría a la luz y tant
Aisling, esta vez, decidió no esperarlo. No iba a caer en la misma rutina, así que terminó de cenar y se retiró a su habitación, preparándose para descansar.Se metió en la cama y cerró los ojos, aferrándose a la vana esperanza de conciliar el sueño. Sin embargo, su mente no dejaba de preguntarse dónde estaría Alaric. Si apenas habían llegado, ¿tenía que irse tan pronto a trabajar? La noche ya había caído, y como en la isla, él no regresaba.Poco después, se quedó dormida acariciando suavemente el dije de mariposa que colgaba de su cuello. Lo que debía ser un sueño reparador se convirtió en una pesadilla: se veía a sí misma llorando con amargura, sin entender la razón, pero sintiendo un dolor profundo mezclado con odio. Esa tormenta de emociones la hizo despertar de golpe, con un jadeo, mientras el sudor perlaba su frente.Se incorporó rápidamente, respirando entrecortada. Pasó las manos por su rostro, y al intentar encender la lámpara de la mesita de noche, un grito ahogado escapó de
Aisling cerró la puerta del auto con un golpe seco, un gesto claro para los guardaespaldas que la seguían como sombras molestas: su presencia no era bien recibida. Caminó por el sendero de piedras de mármol blanco hasta la imponente puerta principal de la mansión de su amiga. Tocó el timbre dos veces antes de que la anciana Elena, abuela de Dorothea, apareciera con una cálida sonrisa en los labios.—Bienvenida, Aisling —le dijo con afecto—. Vamos, pasa, Thea te espera en su habitación.—Gracias, señora Elena —sonrió Aisling, entrando acompañada de los dos gorilas que Alaric había asignado para vigilarla.—¿Les apetece algo de beber? Los padres de Thea no están, así que yo me encargo de atenderlos —ofreció Elena con una dulzura que casi parecía angelical.Aisling reprimió una risa, desconfiando de esa calma. Sabía que esa anciana no era lo que aparentaba. Recordaba la última vez que las llevó a una fiesta; lejos de ser una inocente abuelita, parecía una mujer hecha para el negocio suc
Aisling escuchó a su amiga por un buen rato mientras le contaba, entusiasmada, sobre el famoso ruso del que se había enamorado. Pero, poco a poco, algo en el comportamiento de Dorothea comenzó a cambiar. Estaba actuando de manera extraña, lanzando miradas furtivas a su teléfono y respondiendo mensajes con una sonrisa traviesa, como si supiera algo que Aisling no. Cuando Aisling intentó marcharse, su amiga la detuvo, casi suplicándole que se quedara un poco más.El desconcierto de Aisling creció hasta que un traqueteo, que venía de la ventana, la hizo ponerse alerta. Dorothea sonrió de oreja a oreja y corrió a abrirla de par en par. Antes de que Aisling pudiera preguntar qué ocurría, Marcus apareció trepando por la ventana, aterrizando torpemente en el suelo con una queja de dolor.Aisling se quedó paralizada. Sintió cómo su rostro perdía color, su garganta se cerraba, y un nudo se formaba en su estómago.«Esto es una locura... no puede ser», pensó.—¿Qué demonios está pasando aquí? —e
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, dejando el bolso sobre la cama—. Pensé que vendrías más tarde.—¿No querías que viniera? —replicó el hombre sin mirarla. —No he dicho eso.—Entonces, ¿por qué llegas hasta ahora? —Alaric se enderezó, girándose hacia ella. Sus ojos chispeaban de furia—. Te dije que quería encontrarte aquí cuando regresara.—Llegaste mucho antes de lo que dijiste, eso no es culpa mía —respondió, encogiéndose de hombros, mientras luchaba por mantener la calma a pesar del miedo que sentía al desafiarlo—. Estuve con mi amiga, el tiempo se fue volando. No puedo controlar eso.—Aisling... —Alaric se levantó lentamente de la cama, acercándose con una amenaza apenas contenida en su andar. Aisling no retrocedió, manteniéndose firme—. Te di un poco de libertad, pero bajo mis condiciones.—No he hecho nada malo. Llegar unos minutos tarde no me convierte en una pecadora, ¿o sí? ¿Qué es lo que realmente te molesta?.—Cambia ese tono cuando hables conmigo —le ordenó, agarrándola de
La noche oscura había caído, y Aisling debía prepararse para la cena. Se había recluido en su habitación el resto del día tras el entrenamiento con Alaric. Él no volvió después de eso, y lo agradeció profundamente; no sabría cómo enfrentarlo de nuevo.Se levantó con pereza de la cama y se dirigió a la ducha, donde permaneció sumergida en las frías aguas de la tina, dejando que no solo le calaran los huesos, sino que también despejaran su mente.Tras el baño, buscó ropa en su armario. La misma rutina de siempre: algo que cubriera las marcas. Tomó algo a la ligera, se vistió, peinó su cabello, y se sentó en la cama, esperando. Al fin y al cabo, eso era lo único que una muñeca humana como ella debía hacer.Poco después, oyó dos suaves golpes en la puerta. Sabía que era Kate, porque el déspota de Alaric ni siquiera se molestaba en llamar antes de invadir su privacidad. Abrió la puerta y encontró a Kate esperándola.—Los invitados están por llegar —le dijo—. ¿Ya está lista?.—Sí —asintió,
Su beso colmó todos sus sentidos, y ella se dejó llevar, ahogándose en su esencia, con la esperanza de que el fuego de su contacto borrara la huella del dolor y la culpa. Se le escapó un gemido y él le apretó el cuello con una mano mientras recorría su costado con la otra. El calor de su piel atravesaba la fina tela del vestido y de la ropa interior, erizándole el vello de los brazos. Le sujetó el muslo y estrujó la tela entre los dedos, al tiempo que apartaba sus labios de los de ella y descendía hacia su garganta.Ella echó la cabeza hacia atrás para darle acceso, aunque, en lo más profundo de su mente, sabía que no debería hacerlo. Sin embargo, disfrutaba del contacto de sus labios sobre su piel.—No deberíamos hacer esto aquí —murmuró ella —en el pasillo no. —Aquí y ahora —le susurró él mientras le rozaba la clavícula con los dientes y le bajaba una hombrera del vestido. La caricia le provocó un cosquilleo que la hizo arder por dentro, llenándola de una humedad intensa.—Alguien
—¿Otra… vez? —Aisling quedó atónita cuando Alaric le arrancó la ropa sin piedad, dejando su piel expuesta. Luego, con una mirada oscura, se desvistió frente a ella, sin desviar sus ojos de su cuerpo. —Uno contigo simplemente no es suficiente —la levantó sin esfuerzo y la depositó en la cama—. ¿De verdad crees que no podrás soportarlo? La última vez fueron tres; apenas estoy calentando.Aisling, aún jadeante, temblaba con el recuerdo de cómo su cuerpo había sido sometido contra la pared. No estaba segura de poder resistir una segunda vez, pero verlo ahí, con su erección dura y desafiante, la hacía desearlo aún más. Su centro latía con un hambre insaciable, pidiendo ser llenado de nuevo.—Hazlo —murmuró, con una chispa de reto en su mirada.—Date la vuelta.—¿Qué?.—Quiero verte en cuatro sobre la cama, Liebling —ordenó él, su voz ronca mientras se aferraba a la empuñadura de su longitud, aún húmeda—. Muéstrame ese tierno coño. Sé una buena niña y abre bien para mí.Aisling se mordió e