Alaric tomó el cuenco del postre de la mesa y guió a Aisling hacia el juego de sofás en el salón de la suite. Dejó el postre sobre la mesita de centro y se giró hacia ella, cuyos ojos reflejaban confusión, sin entender qué estaba planeando él.—Levanta los brazos —ordenó, esta vez con un tono autoritario.—¿Qué? ¿Para qué?.—Haz todo lo que te ordeno sin objeciones, Liebling —dijo, deslizando el dedo bajo su mentón—. Me gusta cuando eres obediente. Ahora hazlo, sin decir una palabra, ¿entendido?.Ella obedeció con un asentimiento, sumisa ante su control. Levantó los brazos como le había ordenado, y en ese instante, él tomó el borde de su corto pijama, deslizándolo por encima de su cabeza, dejándola desnuda, salvo por el pantis que llevaba puesto. Aisling reaccionó al instante, bajando los brazos para cubrir sus pechos, ya que no llevaba sostén.—¿Por qué me desnudas aquí? —preguntó, mirando nerviosa a su alrededor, como si alguien pudiera verlos—. Vamos a la habitación...Alaric ignor
—Trágalo.La orden de Alaric dejó a Aisling descolocada. Tenía todavía la erección en la boca, recibiendo los últimos disparos de su éxtasis. Sentía que se ahogaba y quería soltar una arcada.—Sé una buena chica para mí, Aisling; la recompensa espera por ti —instó con malicia, sabiendo que había dado justo en el clavo.Aisling cerró los ojos con fuerza y sacó la erección de su boca, tragando todo el líquido de un solo empujón, haciendo una mueca desagradable en el proceso. Nunca había probado un sabor así, bizcoso y salado, con un toque amargo que se le quedó en la garganta, un sabor que le resultaba difícil de describir.—Qué buena chica eres —la levantó del suelo y la subió sobre él—. ¿Estás bien, Liebling?.Aisling asintió con la cabeza, todavía aturdida y mareada por la experiencia, que había sido un poco brusca. Le dolía la comisura de los labios y la garganta, sentía un leve ardor y tenía los ojos llorosos.—Hey, mírame —le tomó el rostro entre sus manos, preocupado—. Me excedí
Con un beso en la frente y una caricia en el cabello, Alaric dejó a Aisling durmiendo en su habitación. Quedó exhausta después de lo último que hicieron, así que la ayudó a bañarse y permaneció a su lado hasta que se quedó dormida.Salió al salón, donde Gerd, su asistente, lo esperaba. Alaric se dirigió al minibar para servirse un trago, mientras su asistente observaba meticulosamente cada uno de sus movimientos. Finalmente, Alaric se sentó, soltando un suspiro de cansancio.—Señor, ¿puedo preguntarle algo? —inquirió Gerd, con cierta cautela. Sabía que no debía entrometerse en los asuntos personales de Alaric, pero había una razón para hacerlo.—Adelante. Por algo estás aquí.—Es sobre la señorita —Alaric se detuvo, frunciendo el ceño—. No quiero entrometerme, pero... ¿es consciente de lo que está haciendo y en qué situación se encuentra? La señora...—Gerd —lo interrumpió con frialdad—. Sé lo que hago y por qué lo hago.—¿Piensa mantenerlo en secreto?.—Debo hacerlo —respondió, bebie
—¿Con quién te escribías tan sonriente? —increpó Alaric, entornando los ojos hacia ella—. Vamos, quiero saber.—Es... una amiga —mintió rápidamente, intentando que su voz sonara lo más natural posible—. ¿Desde cuándo estabas ahí atrás? ¿Te gusta espiar conversaciones ajenas?.—¿Amiga, dices? —su tono era escéptico. Miró la pantalla del teléfono y comenzó a leer los mensajes—. Veamos quién es esa amiga que te hace sonreír tan radiante.—Espera —trató de quitarle el teléfono, pero Alaric, mucho más alto que ella, solo tuvo que levantar el brazo para impedirlo.—¿Por qué? ¿Ocultas algo, Liebling? —su tono, suave pero cargado de amenaza, la estremeció.—Ya no soy una niña, Alaric, esa es mi privacidad. Devuélveme el teléfono, por favor —le exigió, extendiendo la mano y frunciendo el ceño. Alaric enarcó una ceja—. Te dije que hablo con una amiga.—Quiero comprobar que eso sea cierto —replicó—. No tienes por qué ponerte ansiosa si no ocultas nada, Liebling.—Te vas por horas y me dejas sola
Gerd se quitó los lentes, se pasó una mano por la cara con frustración y maldijo en voz alta. Estaba solo en su habitación, mientras su jefe cenaba con Aisling.Estaba dispuesto a encargarse de la investigación del número que Alaric le había dado, pero los resultados cambiaron todo drásticamente. ¿Por qué lo metían en esos líos de pareja? Ahora no sabía qué hacer con lo que había descubierto sobre ese contacto.Se ajustó los lentes nuevamente y miró la pantalla de su laptop. Marcus Gleen, veinte años, graduado de la misma escuela que Aisling. Familia adinerada, negocios inmobiliarios, atlético, con redes sociales activas, siempre presente en eventos y fiestas. Había rastreado todo a partir de ese número de teléfono.—Esto es una mierda —murmuró Gerd, llevándose las manos a la cabeza.Aisling había engañado a Alaric, y si él entregaba la información sobre esa tal "Mel" a su jefe, desataría el caos. Gerd conocía demasiado bien la naturaleza posesiva de Alaric y lo furioso que se pondría
A la mañana siguiente, Aisling hizo un intento fallido de levantarse de la cama, todavía somnolienta y con un terrible dolor de cabeza. Pero no pudo hacerlo debido a un fuerte agarre alrededor de su estómago. Abrió los ojos ampliamente, parpadeando ante la luz de la mañana.Quiso volver a moverse, pero el mismo agarre se lo impidió. Se dio la vuelta y ahí estaba él, rodeándola con ambos brazos, con su pecho pegado a su espalda. Estaba atrapada; ni siquiera podía moverse un milímetro lejos de Alaric.Se miró a sí misma entre las sábanas; estaba en bragas. Se sonrojó porque no recordaba mucho de la noche anterior, solo la cena, y luego fueron a un bar. Bebió y bebió, y luego...—¿Despierta? —la voz ronca de Alaric en su oreja la sacudió—. Deja de moverte tanto.—Oye... —murmuró con pena—. ¿Hicimos algo anoche?.—Si te refieres a sexo, no pasó nada. De ser así, no podrías mover ni un dedo, créeme.—Eres un tonto —musitó, ruborizada.—¿No recuerdas nada de lo que hiciste? —preguntó en su
El día pasó volando. Aisling y Alaric disfrutaron juntos en el jacuzzi, contemplando el paisaje marino mientras ella, casi a regañadientes, lo convencía de tomarse varias fotos juntos. Saborearon comidas exquisitas, y el tiempo se esfumó como si fuera un suspiro.Al caer el sol, Aisling se preparaba en la habitación que compartía con Alaric. Él le había sugerido que usara sus pijamas habituales de seda, así que eligió una corta de satén negro, con solo un par de pantis debajo. Se aplicó un poco de crema en brazos y piernas, y dejó su cabello suelto, como solía hacerlo casi siempre.Se sentó en la enorme cama king-size, esperando a Alaric, quien había desaparecido hacía un rato. ¿Qué estaba planeando? ¿No iban a tener su primera noche? Los nervios y la ansiedad comenzaron a apoderarse de ella.De repente, dos golpes suaves en la puerta la sacaron de sus pensamientos. Se levantó de un salto para abrir. No podía ser Alaric, ya que él entraría por su cuenta. Al abrir, se encontró con el m
Aisling quedó tendida sobre la cama, agitada y temblorosa. El orgasmo que acababa de experimentar había sido increíble; la dureza con la que Alaric la había llevado al abismo del placer la estremecía. Sabía que dentro de él había un hombre cariñoso, pero también uno rudo y salvaje, y ella los deseaba a ambos.Se levantó lentamente, con las entrañas cálidas y la mente nublada. Alaric la había llevado al límite de la consciencia, con la negrura acechando en la periferia de su visión y la euforia recorriéndole las venas como un torrente imparable.Él permanecía de rodillas sobre la cama, observándola mientras se incorporaba. Ahora era su turno de hacerle sentir lo mismo. Quería brindarle el mismo placer que acababa de experimentar, poner en práctica lo que había aprendido y seducirlo. Le pasó la mano por la pierna, sintiendo la suavidad de la tela del pantalón bajo sus dedos. Él la observaba con las aletas de la nariz ligeramente dilatadas, siguiéndola con la mirada. Continuó el recorr