Aisling regresó a su habitación envuelta en una toalla, lista para cambiarse. Alaric le había dicho que se preparara para salir a desayunar frente a la playa.Sin embargo, lo último que le importaba en ese momento era salir o hacer algo divertido. Se quedó frente al espejo, su rostro encendido de vergüenza al recordar lo que había pasado en la tina. Su cuello estaba lleno de marcas visibles y las mordidas de Alaric, que casi perforaron su piel. El ardor era intenso, pero lejos de quejarse, ese extraño placer mezclado con dolor le había gustado más de lo que quería admitir.Deslizó sus dedos por sus labios, hinchados por las veces que él los había devorado, mordido y probado tanto en la habitación como en el baño. Sentía una ligera incomodidad, pero más allá del ardor persistente, su cuerpo aún estaba sensible. Ni siquiera podía cerrar del todo los muslos sin sentir la hinchazón en su zona íntima, producto de la fricción de la boca, lengua y dedos de Alaric. Le dolía, sí, pero esa sens
—¿Qué te sucede? —Aisling lo enfrentó, con los ojos entrecerrados. Aunque su expresión la desconcertaba, no estaba dispuesta a soportar su mal humor una vez más—. Es normal que hablemos de esto, ¿no? De independizarme. Ya soy mayor de edad.Alaric apretó la mandíbula. No podía permitirse perder el control, no ahora, después de haber ganado un poco de su confianza. Tenía que cambiar de enfoque.—Aisling —susurró mientras colocaba un mechón de su cabello detrás de la oreja—. ¿Por qué surge esto de repente? ¿Por qué quieres ser independiente?.—¿Cómo que por qué? —resopló—. Porque ya soy mayor, debo irme en cualquier momento.—No, no te irás —su tono frío apareció de inmediato, haciendo que Aisling frunciera el ceño—. Eres una niña, Aisling.—No lo soy. Tengo diecinueve.—¿Quién te ha llenado la cabeza con esas ideas? —su pregunta la paralizó por un momento—. ¿Esa amiga tuya? No deberías ni siquiera estar pensando en esto.—¿Y por qué no? Deja de tratarme como si fuera una ignorante, Ala
Aisling llegó a su habitación y se dejó caer en la cama con un "plof" en el colchón, sonriendo con satisfacción. Había tenido el mejor día de su vida, uno como nunca antes había disfrutado.Abrazó a su oso de peluche y soltó un largo suspiro. Alaric la había llevado a varios lugares de entretenimiento, probaron comidas extrañas y, tras mucha insistencia, él accedió a tomarse incontables fotos en cada lugar que visitaban. Por primera vez, él le permitió hacer todo lo que deseaba.—¿Contenta? —preguntó Alaric al entrar a la habitación, sentándose en el borde de la cama. Ella lo miró con una sonrisa radiante—. Parece que te encantó nuestro día de turismo.—Mucho. Este lugar es un paraíso —respondió, incorporándose un poco—. Y con tu compañía, todo fue perfecto. ¿Te divertiste?.—Por supuesto que sí —le revolvió el cabello con ternura—. Hoy me arrastraste a todo lo que quisiste.—Porque lo prometiste.—Así es, lo hice.—Debería hacer una lista de los lugares a los que quiero ir. Nos queda
Era ya muy tarde en la noche. Aisling estaba en su cama, envuelta de pies a cabeza entre las sábanas. Apenas había cenado, solo lo hizo porque Gerd insistió, pero no tenía apetito, sabiendo que todo volvía a ser lo mismo con Alaric. Nada mejoraba.Sus ojos empezaban a cerrarse cuando, de repente, los abrió de golpe al sentir una presencia en la habitación. Reconocía ese aroma y esa energía, y le molestaba que surtieran efecto en ella justo en ese momento. La oscuridad cubría todo, no podía ver nada, pero sabía que él estaba allí. Se mantuvo de espaldas.—¿Qué haces aquí a esta hora? —preguntó, con la voz un poco ronca por haber llorado hasta el agotamiento, no solo por Alaric, sino también por los recuerdos de su padre. En momentos así, deseaba que él estuviera vivo para consolarla.—Más bien, ¿qué haces tú despierta a esta hora, Liebling? —Aquel apodo la descolocó, erizando su piel. Siempre tenía efecto en ella, y lo último que deseaba en ese instante era escuchar ese cariñoso términ
Aisling sonrió con picardía al despertar antes que Alaric y darse cuenta de que estaba acurrucada encima de él, sus brazos envolviéndola con fuerza. Siempre era él quien madrugaba primero y se quedaba observándola mientras dormía, pero esta vez las tornas habían cambiado.Con un gesto travieso, le pellizcó suavemente la nariz, esperando alguna reacción. Alaric solo frunció el ceño, sin despertarse del todo. No conforme, comenzó a acariciarle el rostro con delicadeza, pero él seguía inmóvil. Fue hasta que le dio pequeños besos en las mejillas, acercándose a su oreja y bajando lentamente por su cuello, que Alaric se removió, soltando una leve risa.—Haces cosquillas —murmuró, todavía con los ojos cerrados.—Despierta —insistió ella entre risas, plantando más besos —. Vamos, ogro dormilón, es hora.—Liebling, basta —repitió él con una sonrisa, negándose a abrir los ojos —. No sigas haciendo eso...Aisling soltó una risita al escucharlo y se inclinó más cerca, sus labios rozando apenas l
Alaric tomó el cuenco del postre de la mesa y guió a Aisling hacia el juego de sofás en el salón de la suite. Dejó el postre sobre la mesita de centro y se giró hacia ella, cuyos ojos reflejaban confusión, sin entender qué estaba planeando él.—Levanta los brazos —ordenó, esta vez con un tono autoritario.—¿Qué? ¿Para qué?.—Haz todo lo que te ordeno sin objeciones, Liebling —dijo, deslizando el dedo bajo su mentón—. Me gusta cuando eres obediente. Ahora hazlo, sin decir una palabra, ¿entendido?.Ella obedeció con un asentimiento, sumisa ante su control. Levantó los brazos como le había ordenado, y en ese instante, él tomó el borde de su corto pijama, deslizándolo por encima de su cabeza, dejándola desnuda, salvo por el pantis que llevaba puesto. Aisling reaccionó al instante, bajando los brazos para cubrir sus pechos, ya que no llevaba sostén.—¿Por qué me desnudas aquí? —preguntó, mirando nerviosa a su alrededor, como si alguien pudiera verlos—. Vamos a la habitación...Alaric ignor
—Trágalo.La orden de Alaric dejó a Aisling descolocada. Tenía todavía la erección en la boca, recibiendo los últimos disparos de su éxtasis. Sentía que se ahogaba y quería soltar una arcada.—Sé una buena chica para mí, Aisling; la recompensa espera por ti —instó con malicia, sabiendo que había dado justo en el clavo.Aisling cerró los ojos con fuerza y sacó la erección de su boca, tragando todo el líquido de un solo empujón, haciendo una mueca desagradable en el proceso. Nunca había probado un sabor así, bizcoso y salado, con un toque amargo que se le quedó en la garganta, un sabor que le resultaba difícil de describir.—Qué buena chica eres —la levantó del suelo y la subió sobre él—. ¿Estás bien, Liebling?.Aisling asintió con la cabeza, todavía aturdida y mareada por la experiencia, que había sido un poco brusca. Le dolía la comisura de los labios y la garganta, sentía un leve ardor y tenía los ojos llorosos.—Hey, mírame —le tomó el rostro entre sus manos, preocupado—. Me excedí
Con un beso en la frente y una caricia en el cabello, Alaric dejó a Aisling durmiendo en su habitación. Quedó exhausta después de lo último que hicieron, así que la ayudó a bañarse y permaneció a su lado hasta que se quedó dormida.Salió al salón, donde Gerd, su asistente, lo esperaba. Alaric se dirigió al minibar para servirse un trago, mientras su asistente observaba meticulosamente cada uno de sus movimientos. Finalmente, Alaric se sentó, soltando un suspiro de cansancio.—Señor, ¿puedo preguntarle algo? —inquirió Gerd, con cierta cautela. Sabía que no debía entrometerse en los asuntos personales de Alaric, pero había una razón para hacerlo.—Adelante. Por algo estás aquí.—Es sobre la señorita —Alaric se detuvo, frunciendo el ceño—. No quiero entrometerme, pero... ¿es consciente de lo que está haciendo y en qué situación se encuentra? La señora...—Gerd —lo interrumpió con frialdad—. Sé lo que hago y por qué lo hago.—¿Piensa mantenerlo en secreto?.—Debo hacerlo —respondió, bebie