26. Tocándolo

La luz de la mañana se filtraba por el ventanal de la habitación. Aisling seguía durmiendo, acurrucada plácidamente, casi encima de su gran oso de peluche humano.

Un cosquilleo en su rostro la hizo abrir los ojos. Frente a ella, esos dos abismos negros la observaban detenidamente. Alaric no parpadeaba, concentrado en mirarla, mientras ella seguía aferrada a él, descansando en su pecho con los brazos rodeándolo.

Se sorprendió, pero esta vez no se alejó bruscamente como lo había hecho antes. En lugar de eso, le sostuvo la mirada. Incluso recién despierta, él seguía siendo igual de apuesto.

—Te mueves mucho cuando duermes —dijo él, rompiendo el hechizo entre ambos—. ¿Es una manía tuya?.

—No suelo dormir acompañada de nadie, aún no me acostumbro a compartir la cama —respondió ella, apartando la mirada de sus intensos ojos—. Fuiste tú quien quiso que me quedara.

—Lo sé, porque a veces es agradable dormir en compañía.

—Tú estás acostumbrado a dormir acompañado de mujeres —murmuró Aisling.

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