Paolo Lombardi
Corro hacia la ventana esperando ver lo peor, pero no fue así. Veo cómo se levanta con algo de dificultad, mientras comienza a correr, aunque parece haberse lastimado un pie, pero sigue corriendo.
- ¡Ve por ella! - le doy la orden a Matías y este asiente.
A los 20 minutos, entra Matías sosteniendo a Mia. Todo mi cuerpo está tenso y lo único que quiero es darle una buena lección. Matías se acerca y me dice:
- Ten cuidado, está lastimada.
- Yo no la mandé a saltar de una ventana - me acerco a ella y la tomo fuerte del brazo, ella suelta un grito de dolor.
- ¿¡QUÉ MIERDAS PASA POR TU CABEZA!? - le doy un empujón y cae al suelo.
- ¡DIME! - le doy una patada y veo cómo el aire se le escapa.
- Paolo, cálmate, está lastimada - habla Matías preocupado.
- ¡NO TE METAS! - tengo mucha furia, la pequeña me las pagará. La tomo del brazo y la arrastro mientras escucho sus gritos de dolor.
- Basta, me lastimas - dice ella con un hilo de voz.
- ME VALE M****A, TÚ TE LO BUSCASTE - la llevo al calabozo, le quito la ropa y la dejo solo en ropa interior. Tomo sus manos con una cadena y la empiezo a subir hasta que ya no sienta el piso.
- Te demostraré que conmigo nadie juega - me quito el cinturón y veo miedo en su rostro, eso me hace sentir poderoso.
- No lo hagas, por favor, prometo portarme bien - dice con lágrimas en los ojos.
- Tarde, muy tarde, mi querida Mia - suelto el primer golpe y ella intenta gritar, pero no lo hace. Le doy el segundo y tampoco, así que me desespero y le pego más fuerte. Después de 20 azotes, quedo satisfecho y veo cómo tiembla.
- Aquí te quedarás toda la noche - tomo su ropa y la dejo ahí colgada.
- Amigo, sácala de ahí, no está bien lo que hiciste.
- Matías, no te metas, yo veré cómo la trato.
- Es una chica muy hermosa - miro a Matías con ira.
- Ni se te ocurra - lo tomo del cuello y él sonríe.
- Tranquilo, Paolo, toda tuya.
Me levanto a las 3 am por una horrible pesadilla en la que Mia estaba muerta. No sé por qué, pero corro hacia el calabozo para ver que todo esté en orden y al entrar puedo notar el demonio que soy. Ya tenía un pie bastante hinchado, los brazos los tenía morados y su abdomen estaba rojo con algunas cortaduras por donde salía sangre, al igual que su espalda.
Ella tiene los ojos completamente cerrados y se ve muy quieta para estar en esa posición tan incómoda. Rápidamente corro hacia ella y la suelto de las cadenas, sosteniéndola en mis brazos. Salgo del lugar, pero me paro en seco al ver llegar a Matías a esta hora.
- ¿Qué haces aquí a esta hora? - Matías mira con horror a Mia.
- ¿Eso se lo hiciste tú? - dice señalando sus marcas, pero yo no respondo.
- Llama a un médico ahora - la subo a la habitación y espero a que llegue el médico.
En 10 minutos llega el médico y queda sorprendido por el estado de la paciente, cura sus heridas y coloca una venda en su pie y su brazo lo inmovilizan porque se lo desencajó. De solo pensar en el dolor que debió sentir estando atada, me siento al lado de ella y tomo su mano sintiéndome como una m****a.
- Me pasé, Matías - digo en un susurro.
- ¿Crees que me perdone?
- No lo sé, amigo, es que mira cómo la dejaste, por poco la matas.
- Es que ella... Dios - toco mi cabeza frustrado. - No lo volveré a hacer, la cuidaré, no la volveré a lastimar.
A la mañana siguiente, voy a la cocina para preparar el desayuno de Mia y cuando subo escucho quejidos que me hacen entrar de golpe. Me sorprendo al verla arrastrarse por el suelo hacia la ventana.
- ¡No! - la sostengo, la cargo, pero al hacerlo suelta un grito de dolor.
- ¿Piensas volver a saltar? ¡Estás loca!
- Déjame - dice en un susurro.
- Te traje algo de comer para que te tomes tus pastillas.
- ¿Por qué no me matas mejor? - la coloco en la cama y acaricio su cara.
- Eso no lo pienso hacer.
- ¡Maldita sea, Mia! - le doy una cachetada, pero ella se ríe desquiciada.
- Eso dale, pégame maldito, así me das motivos para odiarte - cuando dice eso, mi rabia se baja automáticamente.
- Lo siento, yo...
- ¡¡Largo!! - señala la puerta.
- Está bien, te dejaré, pero entiéndelo, Mia, tú eres mía, completamente mía.
- Vete al mismísimo infierno - cierro la puerta de golpe y voy a mi despacho.
- ¡Daniel! - entra Daniel a mi despacho.
- Dígame, señor.
- Coloca rejas en la ventana de la señorita Mia - este asiente y se va.
- ¿Cómo sigue la pequeña? - entra Matías.
- Trató de escaparse otra vez.
- Es perseverante.
- ¡No me obedece! Ni le importa si le pego.
- Lo que quieres es que ella te implore y se doblegue a ti, pero por lo que vi, nunca lo va a hacer.
- No sabes cómo odio eso.
Subo a la habitación y la veo sentada cerca de la ventana que ahora tiene rejas. Se le ve cansada y con sus ojos tristes.
- Gracias por terminar de quitarme mi libertad - dice con ironía. - Sí, como sea. ¿Cómo te llamas? - Me sorprendió ese cambio.
- Paolo Lombardi - Le sonrió y ella me da una media sonrisa.
- ¿Cuántos años tienes? - Ahora el que pregunta soy yo.
- 19 ¿Y tú?
- 27 - Es muy joven, pero no importa, es todo mía.
- ¡Genial! Un viejo me obliga a tener relaciones sexuales con él. - Ese comentario no era necesario.
- Pues este viejo te puede hacer gozar si te dejaras.
- Tú no me mueves ni un pelo. Es más, me das asco. - Mi rabia crece y, para no cometer una locura, salgo de ahí dando un portazo a la puerta.
Mia Johnson Me levanto temprano sintiendo mi cuerpo más fuerte, con los medicamentos y las cremas que Paolo me dio, ya me siento mejor, así que aprovecho que él no está para levantarme y darme una ducha. Al salir, me pongo la ropa interior y un poco de crema para después colocarme algo cómodo. Veo hacia la ventana con barrotes y veo que ya empezó a nevar, cosa que me gusta mucho. Escucho cómo abren la puerta y, al reconocer quién es, no me intento mover. — Qué hermosa estás — Paolo coloca una bandeja con comida al lado mío. — Tienes que comer — veo de reojo cómo él me mira. — No tengo hambre — él da una profunda inhalación. — Mira, Mia, estoy tratando de ser paciente contigo, así que más te vale que empieces a comer si no quieres que te la meta a las malas — lo miro a los ojos y después tomo el jugo de naranja, viendo en su cara una sonrisa. — Así me gusta — intento comerme todo el maldito desayuno y cuando termino, él me da un beso. — Me encanta cuando haces caso, princesa, ti
**Mía Johnson** Despierto sintiendo unos brazos rodear mi cintura, así que con mucho cuidado intento voltearme, pero cuando lo hago siento un dolor traspasar todo mi cuerpo, haciendo que suelte un jadeo de dolor. La persona que tengo al lado se levanta de golpe. - ¿Dios mía, estás bien? - era la voz de Paolo. - Me duele - intento tocarme, pero él sostiene mi mano. - No toques, espera, ya te traigo algo para el dolor - sale al baño y a los 5 segundos llega con unas pastillas en sus manos, que sin preguntar me las tomo. Él coloca una almohada detrás para que esté más cómoda y la verdad me sorprende tanta amabilidad. - ¿A qué se debe tanta hospitalidad la tuya? - digo con algo de dificultad. La cara de Paolo se pone pálida y por primera vez veo a este hombre que aparenta ser tan fuerte algo decaído. - Lo siento - cuando dice eso, un nudo se instala en mi garganta y siento como mi cuerpo se pone tenso con ganas de decir lo que siento. - ¿Lo sientes? - digo en un susurro con los dien
Veo cómo Matías me mira incómodo cuando le hice la pregunta de quién era Rose. - ¿Me dirás quién es o te quedarás callado? - digo algo fastidiada. - Mira, Mia, no estoy autorizado para hablar del tema. Y si quieres evitar un problema con Paolo, es mejor que no le preguntes. - Ok. - Doy un paso firme hasta la casa. - ¿Adónde vas? - Toma mi brazo, pero yo me suelto. - Voy a la casa. Se me quitaron las ganas de salir. - Oye, Mia, no te enojes conmigo. - Me volteo y sigo mi camino sin importarme los llamados de Matías. Entro a la habitación algo confundida porque no sé quién es Rose y qué tan importante es para Paolo. - Hola, mi ángel. - Este me intenta dar un beso, pero yo lo esquivo. - ¿Por qué haces eso? - Tomo aire y lo encaro. - ¿Quién es Rose? - Veo cómo la cara de Paolo se desfigura formando una expresión seria. - ¿Nos escuchaste? - dice algo molesto. - Puede que sí. Ahora responde. - Mira, Mia, aquí el que da las órdenes soy yo. Tú simplemente eres un maldito juguete,
Estoy sentada en mi habitación, esperando a que llegue Paolo para llevarme a la famosa cita con la psicóloga. Llevo puesto un pantalón y un crop top, junto con una chaqueta para el frío. -Mi niña, el señor Lombardi la espera abajo - habla Matilda, la nana. -Gracias, nana, - tomo mi bolso y bajo las escaleras hasta encontrarme a Paolo viendo unos papeles. -¿Vamos? - Este me mira, pero no dice nada, solo se da la vuelta y camina hacia la entrada. Estoy sentada en una silla gigante y al frente de mí está la psicóloga Diana, esperando a que cuente algo. -¿No quieres hablar, Mia? -Es algo complicado, doctora. Yo sufrí de estrés fuerte cuando era más joven y a raíz de eso vinieron mis problemas con la comida. Mis padres murieron y yo quedé completamente sola, eso me marcó mucho. -¿Y ahora qué hizo que volvieran tus problemas?- Quería decirle a la doctora que el causante de todo era Paolo, que él me tenía secuestrada y que había abusado de mí, pero antes de entrar me amenazó, así que t
Despierto con un fuerte dolor de cabeza, lo que me hace abrir los ojos. Veo a mi alrededor y sé que estoy en mi cuarto, o bueno, en el que comparto con Paolo. Toco mi cabeza y siento algo en la parte de atrás, pero no sé qué es. - Oye, no te toques - entra Paolo con una bandeja de comida. - ¿Qué me pasó? - este me mira y veo en su cara culpabilidad. - Te caíste - solo dice eso. - Pero ¿cómo? - se sienta y me pasa una sopa de pollo. - Tropezaste en la oficina y te diste con la punta de una mesa - no puedo creer lo torpe que soy. - Vaya, qué torpe soy - observo a Paolo y no sé por qué lo veo más atractivo de lo normal. Su pelo está alborotado y su camisa de botones está medio abierta, dejando ver su perfecto cuerpo. - ¿Qué tantas miras? - A ti - dios, cómo se me suelta eso, mis mejillas se ponen coloradas y veo cómo este sonríe. - ¿Qué tanto ves? - dice con su tono sexy y varonil. Dios, ¿qué me pasa? - Lo sexy que eres - oh, mi dios, ¿por qué estoy diciendo esto? Algo me debier
Mia Johnson Veo el recibo de la floristería y el borrador del mensaje que debía llevar la tarjeta. Las flores iban dirigidas a Rose y eran de parte de Paolo. Siento un profundo dolor ya que él no se comporta así conmigo. - ¿No me vas a responder? - le digo algo seria a Paolo. - Es solo una amiga a la que le tengo cariño - lo miro no muy convencida. - Además, esas flores no llegaron a su destinataria, Rose está secuestrada por un hombre que le quiere hacer la vida imposible - siento una ola de celos pero también pesar por ella porque está privada de su libertad al igual que yo, aunque no sé qué tan mal sea para ella. - Ojalá la encuentren pronto - es lo único que logro decir. - La voy a buscar, juro no parar hasta encontrarla - creo que ya fue suficiente escuchando su m*****a cursilería. - Me voy - doy la vuelta pero él me detiene. - Oye, no te pongas así - dice acariciando mi mejilla. - Si tanto te importa ella, ¿para qué me tienes aquí? ¿No es mejor que vayas y luches por ell
Veo la mejilla de Paolo roja por el golpe que le acabo de dar. Él me mira sorprendido, pero luego veo cómo sus manos se convierten en puños. - Paolo, yo... - él golpea la pared haciéndome asustar. - Lárgate antes de que te dé tu merecido - sin pensarlo, corro hacia la puerta, dejándolo solo gritando como loco. Entro a casa algo alterada y con el corazón a mil. - Hola, preciosa - ¿qué hace Matías aquí? - ¿Qué haces aquí? - le hablo seca. - Vaya, veo que alguien no está de humor. - Sabes que si no estoy de humor, le acabo de dar una cachetada a tu amigo - Matías abre los ojos como plato. - ¿Te hizo algo? - niego con la cabeza. - Por primera vez no me pega, así que eso es un avance. - ¿Quieres comer algo? - No, mejor me voy a descansar, mañana tengo unas reuniones con Paolo - subo y me coloco un camisón para dormir hasta quedar profundamente dormida. A la mañana siguiente me levanto y veo que el lado de Paolo sigue tendido. - No vino a dormir anoche - no sé por qué me siento
Me levanto por unos fuertes ruidos que provienen de la sala. Me levanto con cuidado para poder escuchar mejor y me paro en seco al escuchar la voz de Paolo. - ¡Se fue Matías! - Oye, Paolo, respira que te va a dar algo. - ¡Claro que me va a dar algo! Mia no aparece y todo es por culpa mía. - ¿Qué hiciste, Paolo? - dice Matías reprochándolo, aunque él ya sabía. - Ella se fue a bailar con sus amigos. Te juro que al verla bailando con ese maldito, me llené de celos. Es que... ella es mía, joder. - Siento cómo algo se quiebra. - Oye, Paolo, no vas a dañar mi casa. - ¡La tengo que encontrar! - Retrocedo unos pasos y choco con la mesa de noche haciendo un ruido. - ¿Quién está contigo? - dice Paolo mientras escucho unos pasos acercarse. - Oye, Paolo, espera. - Paolo abre la puerta y su cara pasa de asombro a furia. - ¿Qué mierdas haces tú aquí? - toma con fuerza mi brazo y luego mira la ropa que consiste en una camisa de Matías. - ¿La tocaste? - ahora Paolo mira a Matías enojado. -