Mia Johnson
Cuando ese hombre se quedó observándome, sentí cómo todo mi cuerpo se electrizaba. Su mirada me penetraba por completo, pero no dejé que me viera asustada. Al contrario, mostré valentía y me sentí orgullosa por eso. El hombre se retiró y vi cómo uno de sus hombres me tomaba del brazo.
- Acompáñeme.
- ¿A dónde me llevan? - dije intentando zafarme.
- Ya lo verás, ahora coopera. - Me metieron en un auto sin dejarme tapar a cada rato. Observé las miradas de esos hombres, pero ninguno hizo nada. Después de 15 minutos, llegamos a una casa enorme custodiada por varios hombres con armas.
- Vamos, el jefe espera. - Me bajaron y caminé como pude bajo la mirada de todos esos hombres hasta que entré al despacho y el hombre, al verme, sus ojos se pusieron rojos.
- ¿¡No la taparon!? - Sacó su saco y me lo colocó encima, cosa que agradecí.
- De ahora en adelante, nadie la puede tocar o mirar de una manera incorrecta porque ella es mía, de mi propiedad. - Abrí mis ojos como platos al escuchar sus palabras.
- Déjenos. - Ordenó y los hombres se fueron.
- Al fin solos, preciosa. - Se acercó peligrosamente a mí y yo, por instinto, retrocedí.
- ¡No! - Este me tomó con fuerza del brazo y me dejó inmovilizada contra la pared.
- ¡No te alejes de mí!
- Por favor, déjame ir. - Este se rió.
- Eso no pasará, ahora eres mía, toda mía. - Comenzó a besarme de una manera bastante brusca, mientras con su mano apretaba mi trasero y luego mis pechos.
- Eres hermosa. - Temblé pensando en lo que ese hombre me iba a hacer. - Vamos a la habitación. - No me moví, no era capaz de reaccionar. Este tomó mi brazo y me sacó arrastras del lugar.
Al llegar a la habitación, este me tumbó en la cama y sentí mi cabeza ir a mil cuando comenzó a besarme por todo el cuerpo.
- Vas a ser el mejor juguete de todos. - Quitó mi corpiño y es ahí cuando reaccioné.
- ¡NO, SUÉLTAME IMBÉCIL! - Di golpes a su pecho, pero lo que recibí fue una cachetada que me dejó algo aturdida.
- ¡Eres mía! - Bajó mis bragas de un tirón. Justo en ese momento, recordé las palabras de mi amiga Lucy.
"Si alguna vez te van a violar, es mejor que te quedes quieta y no digas nada, solo espera a que termine porque si te resistes, será peor."
Tragué todas las emociones que sentía y me quedé quieta.
- Eres una obra de arte. - Susurró en mi oído, mientras sentía cómo me penetraba. Mi feminidad comenzó a doler por la forma tan brusca como lo hacía, pero no emití ningún sonido, ni hice ningún movimiento. Solo esperé a que terminara.
- ¿Por qué no te mueves? ¿Por qué no gritas de placer? - Este me gritaba moviéndose más, pero lo único que hice fue apartar mi mirada y dejar que una lágrima saliera de mi rostro. Este se desesperó y salió de mí.
- ¡Jodida m****a! ¡No traje a una puta muñeca que no se mueva, traje a una puta humana, así que haz algo! - No hice nada, seguí callada. Entonces, él salió, dejándome ahí desnuda y adolorida, pero me alegré porque él no pudo terminar.
Paolo Lombardi
Estoy cabreado, furioso. No quiero a una puta muñeca, quiero una humana que se mueva y gima mi nombre cada vez que la follo. Pero al parecer, a la señorita se le dio por resignarse quedándose quieta como una puta estatua, haciendo que mi excitación desapareciera.
- ¡Daniel! - Grité y apareció mi mano derecha.
- Llama a Elena, dile que venga ya.
A la hora, estoy más relajado, después de sacar mi bronca con Elena, ya lo que quiero es subir y ver cómo está mi angelito.
Subo a su cuarto y veo que no está en su cama, pero escucho unos sollozos provenientes del baño, así que abro la puerta y la veo de espaldas, frotándose la piel que ya está bastante roja.
- Basta, te vas a lastimar, ángel. - Le quito la esponja, pero esta no me mira, lo que comienza a desesperarme. La tomo del mentón y hago que me mire.
- ¡Mírame cuando te hablo! - Sus ojos están tristes y algo apagados.
- Ven, vamos a meternos a la cama. - Ella abre los ojos como platos.
- ¿Dormiré con usted? - Dice con voz temblorosa.
- Sí, ahora eres mía, debe ser así.
La saco y veo su cuerpo desnudo, pero no decido intentar nada. Se ve cansada... Oh vamos Paolo, ¿y a ti desde cuándo te importa si está cansada? La tumbo en la cama y me posiciono encima de ella. Esta respira entrecortadamente y cuando estoy por entrar, ella dice:
- Que sea rápido.
Entro como una bestia viendo su mueca de dolor en su rostro. De seguro fui brusco, pero a la m****a, se siente bien estar así. La penetro con fuerza, pero vuelvo a sentir que estoy con una puta muñeca. Toco sus pechos, su clítoris y nada, ni un puto sonido. ¿Es que no le parezco atractivo o qué?
El clímax me llega y caigo rendido al lado suyo.
- Sé que ahora no me correspondes, pero más adelante me pedirás más. - Ella se da la vuelta dándome la espalda y yo la tomo, pegando su espalda desnuda a mi pecho.
A la mañana siguiente, escucho cómo alguien vomita y al tocar la parte de la chica, no está. Me levanto como un rayo y ahí la veo, sentada pegada al sanitario, diciendo:
- Solo es estrés, cálmate, Mía - así que se llama Mía.
- ¿Preciosa, estás bien? - me acerco a ella, que luce pálida.
- Sí, estoy bien - intenta pasar por mi lado, pero no la dejo.
- ¿Mi beso?
- Acabo de vomitar.
- Ya vi cuando te lavaste los dientes - la tomo de la cintura y la beso, pero vuelve y juega, no me corresponde.
- ¡BÉSAME! Bésame ahora - ella se niega, así que la rabia me consume y le doy una fuerte cachetada que la hace caer al suelo. La vuelvo a parar y la miro.
- ¿¡Ahora sí me vas a besar!? - ella me mira con odio, pero no llora, solo se acerca y me besa. Meto mi lengua en su boca y siento la gloria, pero sé que lo hace por obligación.
- Ves que sí puedes obedecer - ella se va a la cama y vuelve a acostarse dándome la espalda.
- Te traeré ropa, adiós, preciosa - salgo, pero antes escucho un "te odio" que, la verdad, no me gustó en absoluto.
- Hey, amigo - entra Matías, mi otra mano derecha y mejor amigo.
- ¿Qué cuentas, Matías?
- Te quería invitar a una fiesta, habrá alcohol y sexo, mucho sexo - me río.
- Gracias, amigo, pero aquí tengo algo mejor que eso - me imagino a mi preciosa Mía desnuda en mi cama.
- ¿Cómo que amigo? - en eso se escucha el ruido de una ventana quebrarse, el ruido me alarma de inmediato. Subo a la habitación de Mía corriendo, al abrir la puerta la veo a punto de saltar.
- Mía, no vayas a saltar, eso está muy alto - digo preocupado, si salta se podría romper algo o en el peor de los casos, morir. En eso aparece mi amigo, que también mira la escena horrorizado.
- Preciosa, no hagas eso, ven - le habla Matías, pero ella me ve y me sonríe.
- Antes muerta que contigo - sin que yo me lo espere, ella salta.
- ¡¡No!!
Paolo Lombardi Corro hacia la ventana esperando ver lo peor, pero no fue así. Veo cómo se levanta con algo de dificultad, mientras comienza a correr, aunque parece haberse lastimado un pie, pero sigue corriendo. - ¡Ve por ella! - le doy la orden a Matías y este asiente. A los 20 minutos, entra Matías sosteniendo a Mia. Todo mi cuerpo está tenso y lo único que quiero es darle una buena lección. Matías se acerca y me dice: - Ten cuidado, está lastimada. - Yo no la mandé a saltar de una ventana - me acerco a ella y la tomo fuerte del brazo, ella suelta un grito de dolor. - ¿¡QUÉ MIERDAS PASA POR TU CABEZA!? - le doy un empujón y cae al suelo. - ¡DIME! - le doy una patada y veo cómo el aire se le escapa. - Paolo, cálmate, está lastimada - habla Matías preocupado. - ¡NO TE METAS! - tengo mucha furia, la pequeña me las pagará. La tomo del brazo y la arrastro mientras escucho sus gritos de dolor. - Basta, me lastimas - dice ella con un hilo de voz. - ME VALE M****A, TÚ TE LO BUSCAS
Mia Johnson Me levanto temprano sintiendo mi cuerpo más fuerte, con los medicamentos y las cremas que Paolo me dio, ya me siento mejor, así que aprovecho que él no está para levantarme y darme una ducha. Al salir, me pongo la ropa interior y un poco de crema para después colocarme algo cómodo. Veo hacia la ventana con barrotes y veo que ya empezó a nevar, cosa que me gusta mucho. Escucho cómo abren la puerta y, al reconocer quién es, no me intento mover. — Qué hermosa estás — Paolo coloca una bandeja con comida al lado mío. — Tienes que comer — veo de reojo cómo él me mira. — No tengo hambre — él da una profunda inhalación. — Mira, Mia, estoy tratando de ser paciente contigo, así que más te vale que empieces a comer si no quieres que te la meta a las malas — lo miro a los ojos y después tomo el jugo de naranja, viendo en su cara una sonrisa. — Así me gusta — intento comerme todo el maldito desayuno y cuando termino, él me da un beso. — Me encanta cuando haces caso, princesa, ti
**Mía Johnson** Despierto sintiendo unos brazos rodear mi cintura, así que con mucho cuidado intento voltearme, pero cuando lo hago siento un dolor traspasar todo mi cuerpo, haciendo que suelte un jadeo de dolor. La persona que tengo al lado se levanta de golpe. - ¿Dios mía, estás bien? - era la voz de Paolo. - Me duele - intento tocarme, pero él sostiene mi mano. - No toques, espera, ya te traigo algo para el dolor - sale al baño y a los 5 segundos llega con unas pastillas en sus manos, que sin preguntar me las tomo. Él coloca una almohada detrás para que esté más cómoda y la verdad me sorprende tanta amabilidad. - ¿A qué se debe tanta hospitalidad la tuya? - digo con algo de dificultad. La cara de Paolo se pone pálida y por primera vez veo a este hombre que aparenta ser tan fuerte algo decaído. - Lo siento - cuando dice eso, un nudo se instala en mi garganta y siento como mi cuerpo se pone tenso con ganas de decir lo que siento. - ¿Lo sientes? - digo en un susurro con los dien
Veo cómo Matías me mira incómodo cuando le hice la pregunta de quién era Rose. - ¿Me dirás quién es o te quedarás callado? - digo algo fastidiada. - Mira, Mia, no estoy autorizado para hablar del tema. Y si quieres evitar un problema con Paolo, es mejor que no le preguntes. - Ok. - Doy un paso firme hasta la casa. - ¿Adónde vas? - Toma mi brazo, pero yo me suelto. - Voy a la casa. Se me quitaron las ganas de salir. - Oye, Mia, no te enojes conmigo. - Me volteo y sigo mi camino sin importarme los llamados de Matías. Entro a la habitación algo confundida porque no sé quién es Rose y qué tan importante es para Paolo. - Hola, mi ángel. - Este me intenta dar un beso, pero yo lo esquivo. - ¿Por qué haces eso? - Tomo aire y lo encaro. - ¿Quién es Rose? - Veo cómo la cara de Paolo se desfigura formando una expresión seria. - ¿Nos escuchaste? - dice algo molesto. - Puede que sí. Ahora responde. - Mira, Mia, aquí el que da las órdenes soy yo. Tú simplemente eres un maldito juguete,
Estoy sentada en mi habitación, esperando a que llegue Paolo para llevarme a la famosa cita con la psicóloga. Llevo puesto un pantalón y un crop top, junto con una chaqueta para el frío. -Mi niña, el señor Lombardi la espera abajo - habla Matilda, la nana. -Gracias, nana, - tomo mi bolso y bajo las escaleras hasta encontrarme a Paolo viendo unos papeles. -¿Vamos? - Este me mira, pero no dice nada, solo se da la vuelta y camina hacia la entrada. Estoy sentada en una silla gigante y al frente de mí está la psicóloga Diana, esperando a que cuente algo. -¿No quieres hablar, Mia? -Es algo complicado, doctora. Yo sufrí de estrés fuerte cuando era más joven y a raíz de eso vinieron mis problemas con la comida. Mis padres murieron y yo quedé completamente sola, eso me marcó mucho. -¿Y ahora qué hizo que volvieran tus problemas?- Quería decirle a la doctora que el causante de todo era Paolo, que él me tenía secuestrada y que había abusado de mí, pero antes de entrar me amenazó, así que t
Despierto con un fuerte dolor de cabeza, lo que me hace abrir los ojos. Veo a mi alrededor y sé que estoy en mi cuarto, o bueno, en el que comparto con Paolo. Toco mi cabeza y siento algo en la parte de atrás, pero no sé qué es. - Oye, no te toques - entra Paolo con una bandeja de comida. - ¿Qué me pasó? - este me mira y veo en su cara culpabilidad. - Te caíste - solo dice eso. - Pero ¿cómo? - se sienta y me pasa una sopa de pollo. - Tropezaste en la oficina y te diste con la punta de una mesa - no puedo creer lo torpe que soy. - Vaya, qué torpe soy - observo a Paolo y no sé por qué lo veo más atractivo de lo normal. Su pelo está alborotado y su camisa de botones está medio abierta, dejando ver su perfecto cuerpo. - ¿Qué tantas miras? - A ti - dios, cómo se me suelta eso, mis mejillas se ponen coloradas y veo cómo este sonríe. - ¿Qué tanto ves? - dice con su tono sexy y varonil. Dios, ¿qué me pasa? - Lo sexy que eres - oh, mi dios, ¿por qué estoy diciendo esto? Algo me debier
Mia Johnson Veo el recibo de la floristería y el borrador del mensaje que debía llevar la tarjeta. Las flores iban dirigidas a Rose y eran de parte de Paolo. Siento un profundo dolor ya que él no se comporta así conmigo. - ¿No me vas a responder? - le digo algo seria a Paolo. - Es solo una amiga a la que le tengo cariño - lo miro no muy convencida. - Además, esas flores no llegaron a su destinataria, Rose está secuestrada por un hombre que le quiere hacer la vida imposible - siento una ola de celos pero también pesar por ella porque está privada de su libertad al igual que yo, aunque no sé qué tan mal sea para ella. - Ojalá la encuentren pronto - es lo único que logro decir. - La voy a buscar, juro no parar hasta encontrarla - creo que ya fue suficiente escuchando su m*****a cursilería. - Me voy - doy la vuelta pero él me detiene. - Oye, no te pongas así - dice acariciando mi mejilla. - Si tanto te importa ella, ¿para qué me tienes aquí? ¿No es mejor que vayas y luches por ell
Veo la mejilla de Paolo roja por el golpe que le acabo de dar. Él me mira sorprendido, pero luego veo cómo sus manos se convierten en puños. - Paolo, yo... - él golpea la pared haciéndome asustar. - Lárgate antes de que te dé tu merecido - sin pensarlo, corro hacia la puerta, dejándolo solo gritando como loco. Entro a casa algo alterada y con el corazón a mil. - Hola, preciosa - ¿qué hace Matías aquí? - ¿Qué haces aquí? - le hablo seca. - Vaya, veo que alguien no está de humor. - Sabes que si no estoy de humor, le acabo de dar una cachetada a tu amigo - Matías abre los ojos como plato. - ¿Te hizo algo? - niego con la cabeza. - Por primera vez no me pega, así que eso es un avance. - ¿Quieres comer algo? - No, mejor me voy a descansar, mañana tengo unas reuniones con Paolo - subo y me coloco un camisón para dormir hasta quedar profundamente dormida. A la mañana siguiente me levanto y veo que el lado de Paolo sigue tendido. - No vino a dormir anoche - no sé por qué me siento