Estoy sentada en mi habitación, esperando a que llegue Paolo para llevarme a la famosa cita con la psicóloga. Llevo puesto un pantalón y un crop top, junto con una chaqueta para el frío.
-Mi niña, el señor Lombardi la espera abajo - habla Matilda, la nana.
-Gracias, nana, - tomo mi bolso y bajo las escaleras hasta encontrarme a Paolo viendo unos papeles.
-¿Vamos? - Este me mira, pero no dice nada, solo se da la vuelta y camina hacia la entrada.
Estoy sentada en una silla gigante y al frente de mí está la psicóloga Diana, esperando a que cuente algo.
-¿No quieres hablar, Mia?
-Es algo complicado, doctora. Yo sufrí de estrés fuerte cuando era más joven y a raíz de eso vinieron mis problemas con la comida. Mis padres murieron y yo quedé completamente sola, eso me marcó mucho.
-¿Y ahora qué hizo que volvieran tus problemas?- Quería decirle a la doctora que el causante de todo era Paolo, que él me tenía secuestrada y que había abusado de mí, pero antes de entrar me amenazó, así que tengo miedo.
-No puedo decirle.
-¿Por qué no? - Me levanto como un resorte.
-Mejor terminemos aquí. - Ella suelta un suspiro.
-Mira, Mia, quiero ayudarte, pero si tú no te abres conmigo, será muy difícil hacerlo.
-Mire, doctora, mi vida es una m****a. Alguien se encargó de terminar de cagarse en mi vida y dudo mucho que eso se pueda reparar. - Salgo del consultorio y veo a Paolo esperándome.
-¿Cómo te fue? - Paso derecho, pero antes le digo:
-Como la m****a. - Llegamos al estacionamiento y él conduce, pero antes paramos a comer.
-¿Qué ocurrió en la consulta que te tiene molesta? - Pregunta Paolo.
-Sabes, no entiendo por qué me dijiste que fuera si no puedo hablar nada.
-Mia, no quiero tener problemas contigo.
-Pues ya los tienes. - Su celular empieza a sonar y veo que está el nombre de Rose. Este de inmediato contesta, dejándome sola.
-Maldito. - No sé por qué siento celos si debería odiarlo por todo lo que hizo. Él vuelve a entrar, pero llega con una cara de perros.
-¿Pasa algo?
-No preguntes y vamos. -Toma con algo de fuerza mi brazo y me saca arrastras del lugar.
-Paolo, me lastimas. - Subimos al carro y este comienza a manejar endemoniado. Al llegar a casa, él se mete a su despacho y, a los 20 minutos, empiezo a escuchar cómo todo se quiebra, así que corro para ver qué pasa. Pero fue grave error.
-¿Qué mierdas haces aquí? - Grita Paolo furioso.
-Quería saber si estabas bien - digo con voz tímida.
-Largo, m*****a - Sus palabras están llenas de odio, lo que hace que me quede en shock, pero reacciono al ver cómo este lanza su vaso de vidrio cerca de mí, haciendo que varios vidrios salten y me lastimen.
-¡Eres un animal! - Cuando intento salir, este toma de mi cabello y lo jala, haciendo que retroceda.
-¿Qué dijiste? -Me voltea con fuerza y luego siento una fuerte cachetada.
-Ten respeto conmigo, Mia, no abuses - Toco mi mejilla asustada.
-Vete a la m****a - Subo corriendo y me encierro en la habitación, dejándome caer por la puerta.
-¿Qué pasó?... Todo iba tan bien - Escucho cómo empiezan a golpear la puerta.
-¡Abre, m*****a! ¡No me hagas tirar la puerta! - Paolo trata de tumbarla por un buen rato, pero falla. Entonces dejo de escuchar ruido y me da una tranquilidad. Me tiro a la cama y comienzo a llorar hasta quedarme dormida.
Siento unas manos recorrer todo mi cuerpo. Me levanto de golpe y me asusto al ver a Paolo sentado encima de mí con una sonrisa que da miedo.
-¿Qué haces, Paolo? -Digo asustada.
-Si no la puedo tener a ella, entonces te voy a poseer a ti hasta que se me dé la regalada gana - Este comienza a tocarme y a besarme de una manera brusca.
-¡Ya suéltame!- Me muevo, pero lo único que logro es que este me dé un golpe en la cara.
-¡Quédate quieta, quiero gozar! -Retira mi ropa, rompiéndola, y cuando intento ver su mirada, veo que no hay nada.
-No lo hagas - Digo con lágrimas en los ojos, pero a él no le importa. Entra en mí con violencia mientras da golpes a mi cuerpo y así se la pasa toda la noche entre golpes y violaciones por parte de Paolo.
Despierto sintiendo dolor en todo mi cuerpo, pero en especial en mi cara. Me levanto con cuidado y cuando me veo al espejo, varias lágrimas salen mientras suelto sollozos. Me meto a la ducha y comienzo a tallar mi cuerpo intentando sacar toda la violencia recibida anoche. Me sumerjo en el agua tratando de borrar ese momento. Escucho unos golpes.
-Mia, te quiero en media hora lista. Ponte ropa formal. - No respondo nada, pero salgo y me coloco lo que él me pidió.
Tapo los golpes con maquillajes y bajo las escaleras.
-¿Qué desayunarán? - Dice la nana, pero Paolo aún no me mira.
-Yo nada, gracias - Ahora sí la mirada de Paolo se posa en mí.
-Tienes que comer - Habla lanzando una mirada amenazante, así que tomo una manzana y la empiezo a comer.
-Contento - Este bufa y salimos de la casa.
-¿A dónde vamos? - Pregunto intrigada.
-Vamos a mi empresa, querías hacer algo, pues trabajarás como mi asistente personal - No quería esto, quería estudiar diseño de modas.
-Está bien - Llegamos al edificio y subimos en el ascensor bajo la atenta mirada de todos, pero a él
- Está bien. Llegamos al edificio y subimos en el ascensor bajo la atenta mirada de todos, pero a este parece no importarle. Entramos a una enorme oficina y este me indica que me siente.
- Bueno, trabajarás para mí. Pero hay reglas: nada de desobedecer. Si intentas escapar, irá peor. Y por último, nada de hombres. Tú eres mía. - Toma mi cara y hace que lo bese, pero como estoy tan lastimada, suelto un gemido de dolor. Él me suelta.
- Te llevaré a tu oficina. - Yo asiento y me levanto hasta llegar a una linda oficina con una preciosa vista a la ciudad.
- ¿Te gusta? - Pregunta Paolo mirándome.
- Sí, es muy linda.
- Perfecto, déjame que te instales. Ahora te mandaré lo que tienes que hacer. - Comienzo a organizar algunas cosas hasta que siento unos golpeteos en la puerta.
- Hola, ¿tú eres la nueva, verdad? - Aparece una chica castaña de estatura mediana y ojos café.
- Sí, me llamo Mia.
- Hola, Mia. Mi nombre es Samanta. - Ella extiende su mano y yo la recibo.
- Mucho gusto, Samanta.
- ¿Qué te parece ir a almorzar juntas?
- Claro, me encantaría.
- Perfecto, a la 1 pm te espero abajo. - Ella sonríe y sale de la oficina.
A la 1 pm voy a la oficina de Paolo y toco la puerta, escuchando un "adelante".
- Hola, Paolo, quería decirte que voy a almorzar con una compañera. - Él me mira y frunce el ceño.
- ¿Qué compañera?
- Se llama Samanta, la acabo de conocer. - Digo algo temerosa.
- Espero que sea verdad lo que me estás diciendo. No te quiero cerca de ningún hombre, recuerda que te vigilo, Mia.
- No tienes por qué tratarme así. - Salgo dando un portazo a la puerta y bajo las escaleras hasta llegar a recepción y encontrarme con Samanta.
- Hola, vamos. - Ella asiente y vamos al restaurante.
- ¿Qué quieres pedir? - Pregunta Samanta.
- Me puedes dar una ensalada con un vaso de agua. - Samanta me mira asustada.
- ¿Solo comerás eso?
- Sí. - Digo apenada.
- Oye, no quiero ser metida, pero estás muy flaca. Deberías comer más, aunque eres hermosa.
- Gracias, Samanta. ¿Qué te parece si pedimos un postre después? - Ella asiente mientras comenzamos a hablar de nuestras vidas, aunque omito la parte donde digo que estoy secuestrada.
- ¡Fede! - Grita Samanta mientras abraza a un joven de unos 20 años, muy apuesto.
- Hola, Sam, ¿cómo estás?
- Bien, Fede. Mira, te presento, ella es Mia. Mia, él es Fede, mi mejor amigo y trabaja aquí. Es contador. - Él extiende su mano y luego me da un beso en la mejilla, cosa que me hace sonrojar.
- Un placer, Mia. - Me sonríe.
- ¿Te quedas con nosotras, Fede? - Pregunta Samanta.
- ¡Claro! - Federico es muy gracioso. Todo este rato nos hizo reír a ambas, pero veía que en ningún momento me quitaba la mirada de encima.
- ¡Mia! - Escucho una voz que conozco perfectamente, haciendo que me sobresalte.
- Con que aquí estabas. - Paolo me mira con cara de asesino y luego mira a Federico.
- Señor, buenos días. - Dicen ambos.
- Buenos días. Veo que ya conocieron a MI novia. - Ambos me miran y veo cómo Paolo mira a Fede fulminándolo con la mirada.
- Sí, señor, muy bonita. - Dice Samanta sin saber qué hacer.
- Bueno, amor, vamos, hay trabajo que hacer. - Yo asiento.
- Adiós, gracias por el almuerzo. - Ambos subimos, pero puedo ver lo tenso que está, y cuando entramos a su oficina, siento un ardor en mi mejilla cuando este me cachetea.
- ¿Qué mierdas fue lo que te dije...?
- Dios, cálmate, no hice nada. - Este toma mi cabello haciendo que suelte un grito.
- ¡Por qué nunca haces caso!
- Me lastimas. - Chillo mientras este comienza a dar besos en mi cuello y luego a chuparlo, dejando marcas.
- ¡Tú eres mía, entiéndelo! - Me suelto como puedo y ahora la que da el golpe soy yo.
- Vete a la m****a. - Cuando voy a salir, este me toma otra vez del cabello y en un ataque de ira me empuja, haciendo que tropiece y me pegue en la punta de una mesa. Siento un profundo mareo junto con dolor de cabeza y al tocarme la parte donde me duele, veo que tengo sangre en los dedos. Paolo, al ver la sangre, palidece y corre hacia mí.
- ¡Dios mío, Mia, tranquila, ya llamo a un médico! - Siento mis ojos pesados, así que los cierro, escuchando cómo Paolo grita pidiendo que no me duerma, pero es inútil. Me dejo llevar por la oscuridad...
Despierto con un fuerte dolor de cabeza, lo que me hace abrir los ojos. Veo a mi alrededor y sé que estoy en mi cuarto, o bueno, en el que comparto con Paolo. Toco mi cabeza y siento algo en la parte de atrás, pero no sé qué es. - Oye, no te toques - entra Paolo con una bandeja de comida. - ¿Qué me pasó? - este me mira y veo en su cara culpabilidad. - Te caíste - solo dice eso. - Pero ¿cómo? - se sienta y me pasa una sopa de pollo. - Tropezaste en la oficina y te diste con la punta de una mesa - no puedo creer lo torpe que soy. - Vaya, qué torpe soy - observo a Paolo y no sé por qué lo veo más atractivo de lo normal. Su pelo está alborotado y su camisa de botones está medio abierta, dejando ver su perfecto cuerpo. - ¿Qué tantas miras? - A ti - dios, cómo se me suelta eso, mis mejillas se ponen coloradas y veo cómo este sonríe. - ¿Qué tanto ves? - dice con su tono sexy y varonil. Dios, ¿qué me pasa? - Lo sexy que eres - oh, mi dios, ¿por qué estoy diciendo esto? Algo me debier
Mia Johnson Veo el recibo de la floristería y el borrador del mensaje que debía llevar la tarjeta. Las flores iban dirigidas a Rose y eran de parte de Paolo. Siento un profundo dolor ya que él no se comporta así conmigo. - ¿No me vas a responder? - le digo algo seria a Paolo. - Es solo una amiga a la que le tengo cariño - lo miro no muy convencida. - Además, esas flores no llegaron a su destinataria, Rose está secuestrada por un hombre que le quiere hacer la vida imposible - siento una ola de celos pero también pesar por ella porque está privada de su libertad al igual que yo, aunque no sé qué tan mal sea para ella. - Ojalá la encuentren pronto - es lo único que logro decir. - La voy a buscar, juro no parar hasta encontrarla - creo que ya fue suficiente escuchando su m*****a cursilería. - Me voy - doy la vuelta pero él me detiene. - Oye, no te pongas así - dice acariciando mi mejilla. - Si tanto te importa ella, ¿para qué me tienes aquí? ¿No es mejor que vayas y luches por ell
Veo la mejilla de Paolo roja por el golpe que le acabo de dar. Él me mira sorprendido, pero luego veo cómo sus manos se convierten en puños. - Paolo, yo... - él golpea la pared haciéndome asustar. - Lárgate antes de que te dé tu merecido - sin pensarlo, corro hacia la puerta, dejándolo solo gritando como loco. Entro a casa algo alterada y con el corazón a mil. - Hola, preciosa - ¿qué hace Matías aquí? - ¿Qué haces aquí? - le hablo seca. - Vaya, veo que alguien no está de humor. - Sabes que si no estoy de humor, le acabo de dar una cachetada a tu amigo - Matías abre los ojos como plato. - ¿Te hizo algo? - niego con la cabeza. - Por primera vez no me pega, así que eso es un avance. - ¿Quieres comer algo? - No, mejor me voy a descansar, mañana tengo unas reuniones con Paolo - subo y me coloco un camisón para dormir hasta quedar profundamente dormida. A la mañana siguiente me levanto y veo que el lado de Paolo sigue tendido. - No vino a dormir anoche - no sé por qué me siento
Me levanto por unos fuertes ruidos que provienen de la sala. Me levanto con cuidado para poder escuchar mejor y me paro en seco al escuchar la voz de Paolo. - ¡Se fue Matías! - Oye, Paolo, respira que te va a dar algo. - ¡Claro que me va a dar algo! Mia no aparece y todo es por culpa mía. - ¿Qué hiciste, Paolo? - dice Matías reprochándolo, aunque él ya sabía. - Ella se fue a bailar con sus amigos. Te juro que al verla bailando con ese maldito, me llené de celos. Es que... ella es mía, joder. - Siento cómo algo se quiebra. - Oye, Paolo, no vas a dañar mi casa. - ¡La tengo que encontrar! - Retrocedo unos pasos y choco con la mesa de noche haciendo un ruido. - ¿Quién está contigo? - dice Paolo mientras escucho unos pasos acercarse. - Oye, Paolo, espera. - Paolo abre la puerta y su cara pasa de asombro a furia. - ¿Qué mierdas haces tú aquí? - toma con fuerza mi brazo y luego mira la ropa que consiste en una camisa de Matías. - ¿La tocaste? - ahora Paolo mira a Matías enojado. -
Llevo encerrada en este lugar durante 2 semanas sin recibir la luz del día. Paolo viene y me trae comida, pero siempre recibo uno que otro golpe, ya que no consumo alimento ni le hablo, cosa que le molesta. - Hola preciosa, te traje tu comida - deja la charola con la comida sobre una mesa y me mira. - ¿Cómo estás, mi amor? - cínico, ¿cómo crees que estoy? - Tú qué crees, Paolo - respondo seca y destilando odio. Este me toma con fuerza del cabello. - ¡A mí no me hables así! Quiero respeto de parte tuya - me tira a la cama y yo rápidamente me siento. - El respeto te lo debes ganar, imbécil - estampa su puño en mi cara, haciendo que mi labio inferior se abra empezando a sangrar, varias lágrimas empiezan a caer por mis ojos. - Y yo que pensaba dejarte salir hoy, pero con esto es mejor que te quedes más tiempo para que recapacites - ¡No! No quiero quedarme más aquí. - ¡No, Paolo, déjame salir! - este niega y sale, dejándome encerrada. Comienzo a golpear la puerta y a gritar mientras
Mía Hoy por fin salgo del maldito hospital. Ya quería salir de aquí, aunque lo que en realidad quería era estar muerta. Paolo se ha quedado estos dos días a mi lado y es un maldito martirio porque odio su presencia, pero lo que más odio es que me pida perdón, porque sé que nunca le perdonaré todo lo que me ha hecho. -Vamos, preciosa - tomo mi bolso y salgo con Paolo de la habitación. -Te tengo una sorpresa, te encantará -no respondo, solo me dedico a ver el paisaje hasta que llegamos a casa. Antes de cruzar esa puerta, me detengo en la entrada con mucho terror de lo que pueda pasar apenas entre. -No puedo - hablo en un susurro y él se acerca a mí. -Cariño, todo estará bien, lo prometo -Paolo me habla con tanta dulzura que creo que es mentira todo. -Vamos, entra. Tienes que darte un baño y alimentarte - él me entra a la casa, pero cada paso que doy es como si estuviera caminando directo al infierno. Entro a la habitación y me siento en la cama mientras Paolo acomoda todo. -Ve, da
Escucho el sonido de mi despertador que me indica que ya es hora de levantarme; son las 7:30 am y tengo clase a las 9, así que tengo tiempo. Salto de la cama y me meto a la ducha, tardando 10 minutos. Cuando salgo, busco algo que ponerme en el armario y cuando lo encuentro, comienzo a vestirme. Cuando ya estoy lista, bajo a desayunar. - ¡Qué hermosa estás! - Paolo me sobresalta al sentirlo por detrás. - Paolo, Dios, casi me matas de un susto. - Lo siento - veo una leve sonrisa y este me indica que me siente. - Come para que tengas energía - yo asiento y comienzo a comer. - Mia, tengo que decirte algo - lo miro con atención. - Vas a tener a dos guardaespaldas. - ¿Qué? ¡No, Paolo, ni loca! No quiero tener a dos gorilas siempre conmigo. - Mia, es por tu bien y además ellos van a mantener una distancia. Por favor, Mia, colabora con esto, ¿sí? - En ese momento me acuerdo de la amenaza que hay con los rusos. - Está bien, pero que mantengan su distancia. - Perfecto, ven a conocerlo
Estoy acostada en la cama, esperando a que venga la enfermera y me haga la curación de la herida que me hizo ese desgraciado ayer. Desafortunadamente, no pude ir a la universidad, pero tengo amigos muy buenos que me dijeron que me pasarían los apuntes, así que por esa parte estoy tranquila. Me levanto para darme un baño, pero cuando estoy solo en ropa interior, veo esa horrible marca en mi pierna. -M*****a marca, ahora nunca se quitará. -No digas eso.- La voz de Paolo me sobresalta, haciendo que por instinto tome la toalla y me tape con ella. -Haré todo lo posible por borrar esa marca de tu preciosa pierna -Él me sienta en el lavado y luego toma mi pierna, la que tiene la marca, y comienza a darle besos, haciendo que mi centro se concentre en leves descargas. .-¿Qué haces, Paolo?- digo con dificultad. -Quiero consentirte - Vuelve a lo suyo, así que me rindo y me dejo hacer. Paolo comienza a besar la parte interna de mis piernas, abriéndome un poco para tener mejor acceso a esa par