Veo cómo Matías me mira incómodo cuando le hice la pregunta de quién era Rose.
- ¿Me dirás quién es o te quedarás callado? - digo algo fastidiada.
- Mira, Mia, no estoy autorizado para hablar del tema. Y si quieres evitar un problema con Paolo, es mejor que no le preguntes.
- Ok. - Doy un paso firme hasta la casa.
- ¿Adónde vas? - Toma mi brazo, pero yo me suelto.
- Voy a la casa. Se me quitaron las ganas de salir.
- Oye, Mia, no te enojes conmigo. - Me volteo y sigo mi camino sin importarme los llamados de Matías.
Entro a la habitación algo confundida porque no sé quién es Rose y qué tan importante es para Paolo.
- Hola, mi ángel. - Este me intenta dar un beso, pero yo lo esquivo.
- ¿Por qué haces eso? - Tomo aire y lo encaro.
- ¿Quién es Rose? - Veo cómo la cara de Paolo se desfigura formando una expresión seria.
- ¿Nos escuchaste? - dice algo molesto.
- Puede que sí. Ahora responde.
- Mira, Mia, aquí el que da las órdenes soy yo. Tú simplemente eres un maldito juguete, el cual pretendo utilizar mucho. En cambio, Rose es una maravillosa persona que pronto será mi mujer y, apenas eso pase, tú serás historia. - Mis manos se forman en puño y mi respiración se agita.
- ¿Entonces, por qué m****a me tienes aquí si no soy nadie? - este toma mi brazo con fuerza.
- Cuida tus malditas palabras, Mia, porque no querrás verme enojado. - Me suelto de un jalón.
- Me vale m****a. Ya estoy cansada de ti y de tus maltratos. ¿Por qué no me dejas libre y vas a buscar a tu bella Rose? - este sonríe y me pega a su cuerpo.
- ¿Qué pasa, Mia, acaso estás celosa? - celosa yo. Por favor.
- ¡Por favor, ve con ella a la mismísima m****a, pero déjame en paz!
- Pues fíjate que aún no me he cansado de ti. - Toma mi cintura y me pega contra la pared.
- Eres mi maldito objeto y yo veré lo que hago contigo. - Este sale dejándome sola. Una lágrima traicionera sale de mis ojos al pensar que siempre seré un objeto para él. No sé por qué, pero duele pensar en eso.
Un mes después...
Me encuentro mirando por la ventana hasta que escucho que alguien entra y es Matías con una caja gigante.
- Hola, Mia. - Le doy un cálido abrazo que es correspondido.
- Aquí te manda Paolo. Tienen una fiesta en la noche, así que espero que te pongas más hermosa de lo que eres. - Me ruborizo por su comentario.
- Ok, gracias, Matías. - A las 7 está llegando el peluquero y comienza a hacer su magia. Cuando este termina, tomo el vestido, me lo coloco, y luego me pongo los zapatos hasta quedar lista.
Bajo las escaleras y veo a Paolo y Matías hablar, hasta que ambos notan mi presencia y se quedan mirándome embobados.
- Estás preciosa. - Le doy una sonrisa forzada a Paolo, ya que él piensa que a mí se me olvidó todo lo que me dijo ese día, pero en realidad no fue así. Todos los días de mi vida recuerdo por qué estoy aquí.
- Gracias, Paolo. - Miro a Matías, quien me ve con una sonrisa.
- Estás hermosísima, Mia. - Toma mi mano y me hace dar la vuelta.
- Gracias, Matías.
- Bueno, vamos ya. - Dice Paolo algo serio, así que lo sigo. Al llegar al auto, me toma fuerte del brazo haciéndome mirarlo.
- ¡No coquetees con mi amigo! - dice enojado.
- ¿Y quién te dijo que lo estaba haciendo?
- ¡Tú, vieja m*****a! - no me digas así. Este me sube al carro de mala gana y durante todo el camino ninguno habla, hasta que llegamos al dichoso lugar. Esta fiesta estaba llena de lujos y los invitados eran mafiosos con sus acompañantes que parecían un trofeo, así como me veía yo ahora. Paolo habla con varias personas y logro fijarme en la marca que me dejó en el brazo, maldito.
Una mujer bastante atractiva, con un rostro precioso, hace acto de presencia.
- Bella Rose. - es ella, ¡la famosa Rose!
- Hola, Paolo, ¿cómo estás?
- Bien, Bella Rose. Mira, te presento a Mia, mi acompañante. Mia, ella es Rose.
- Un placer. - Estiro mi mano y ella posa su mirada en mis marcas, lo que me hace sentir incómoda.
- El placer es mío, Mia. - Nos sentamos en una mesa y, después de un rato, Rose se levanta.
- Voy al baño, Mia, ¿me acompañas? - Cuando voy a decir algo, Paolo vuelve a sostenerme con fuerza, haciendo que salga un quejido, y me dice al oído.
- Cuidado con lo que haces - Salgo detrás de Rose y vamos al baño. Al estar adentro, esta no deja de observarme, cosa que me pone incómoda.
- Paolo, ¿te lastima? - Abro mis ojos como platos.
- Mírame, Mia. Puedes confiar en mí. - Una lágrima cae de mi mejilla y él se acerca con una sonrisa y la limpia.
- Todo estará bien. - En esas, escuchamos unos disparos, entonces nos asustamos.
- ¡Mierda! - Unos hombres altos entran al baño y nos sacan a las dos, mientras ambas gritamos como locas. Al estar en el jardín, vemos a un hombre con un traje elegante y su arma en mano.
- Jack.- Dice Rose.
- Hola, pequeña. ¿Me extrañaste? - No entendía lo que pasaba. Lo único que quería era que viniera Paolo. Aquel hombre posa su mirada en mí y sonríe.
- Por más atractiva que me pareces, es mejor desaparecerte.
Toma su arma, apunta hacia mí y, después, escucho cómo tira del gatillo, escuchando un fuerte disparo. Rose me ve con cara de horror y, al ver el porqué, me doy cuenta de que estoy sangrando en mi abdomen.
- ¡No! - caigo al suelo y veo de lejos llegar a Paolo con sus hombres. Este corre hacia mí y me coloca en sus brazos.
- Quédate conmigo - Lo veo por última vez antes de sumergirme en un profundo sueño.
Estoy sentada en mi habitación, esperando a que llegue Paolo para llevarme a la famosa cita con la psicóloga. Llevo puesto un pantalón y un crop top, junto con una chaqueta para el frío. -Mi niña, el señor Lombardi la espera abajo - habla Matilda, la nana. -Gracias, nana, - tomo mi bolso y bajo las escaleras hasta encontrarme a Paolo viendo unos papeles. -¿Vamos? - Este me mira, pero no dice nada, solo se da la vuelta y camina hacia la entrada. Estoy sentada en una silla gigante y al frente de mí está la psicóloga Diana, esperando a que cuente algo. -¿No quieres hablar, Mia? -Es algo complicado, doctora. Yo sufrí de estrés fuerte cuando era más joven y a raíz de eso vinieron mis problemas con la comida. Mis padres murieron y yo quedé completamente sola, eso me marcó mucho. -¿Y ahora qué hizo que volvieran tus problemas?- Quería decirle a la doctora que el causante de todo era Paolo, que él me tenía secuestrada y que había abusado de mí, pero antes de entrar me amenazó, así que t
Despierto con un fuerte dolor de cabeza, lo que me hace abrir los ojos. Veo a mi alrededor y sé que estoy en mi cuarto, o bueno, en el que comparto con Paolo. Toco mi cabeza y siento algo en la parte de atrás, pero no sé qué es. - Oye, no te toques - entra Paolo con una bandeja de comida. - ¿Qué me pasó? - este me mira y veo en su cara culpabilidad. - Te caíste - solo dice eso. - Pero ¿cómo? - se sienta y me pasa una sopa de pollo. - Tropezaste en la oficina y te diste con la punta de una mesa - no puedo creer lo torpe que soy. - Vaya, qué torpe soy - observo a Paolo y no sé por qué lo veo más atractivo de lo normal. Su pelo está alborotado y su camisa de botones está medio abierta, dejando ver su perfecto cuerpo. - ¿Qué tantas miras? - A ti - dios, cómo se me suelta eso, mis mejillas se ponen coloradas y veo cómo este sonríe. - ¿Qué tanto ves? - dice con su tono sexy y varonil. Dios, ¿qué me pasa? - Lo sexy que eres - oh, mi dios, ¿por qué estoy diciendo esto? Algo me debier
Mia Johnson Veo el recibo de la floristería y el borrador del mensaje que debía llevar la tarjeta. Las flores iban dirigidas a Rose y eran de parte de Paolo. Siento un profundo dolor ya que él no se comporta así conmigo. - ¿No me vas a responder? - le digo algo seria a Paolo. - Es solo una amiga a la que le tengo cariño - lo miro no muy convencida. - Además, esas flores no llegaron a su destinataria, Rose está secuestrada por un hombre que le quiere hacer la vida imposible - siento una ola de celos pero también pesar por ella porque está privada de su libertad al igual que yo, aunque no sé qué tan mal sea para ella. - Ojalá la encuentren pronto - es lo único que logro decir. - La voy a buscar, juro no parar hasta encontrarla - creo que ya fue suficiente escuchando su m*****a cursilería. - Me voy - doy la vuelta pero él me detiene. - Oye, no te pongas así - dice acariciando mi mejilla. - Si tanto te importa ella, ¿para qué me tienes aquí? ¿No es mejor que vayas y luches por ell
Veo la mejilla de Paolo roja por el golpe que le acabo de dar. Él me mira sorprendido, pero luego veo cómo sus manos se convierten en puños. - Paolo, yo... - él golpea la pared haciéndome asustar. - Lárgate antes de que te dé tu merecido - sin pensarlo, corro hacia la puerta, dejándolo solo gritando como loco. Entro a casa algo alterada y con el corazón a mil. - Hola, preciosa - ¿qué hace Matías aquí? - ¿Qué haces aquí? - le hablo seca. - Vaya, veo que alguien no está de humor. - Sabes que si no estoy de humor, le acabo de dar una cachetada a tu amigo - Matías abre los ojos como plato. - ¿Te hizo algo? - niego con la cabeza. - Por primera vez no me pega, así que eso es un avance. - ¿Quieres comer algo? - No, mejor me voy a descansar, mañana tengo unas reuniones con Paolo - subo y me coloco un camisón para dormir hasta quedar profundamente dormida. A la mañana siguiente me levanto y veo que el lado de Paolo sigue tendido. - No vino a dormir anoche - no sé por qué me siento
Me levanto por unos fuertes ruidos que provienen de la sala. Me levanto con cuidado para poder escuchar mejor y me paro en seco al escuchar la voz de Paolo. - ¡Se fue Matías! - Oye, Paolo, respira que te va a dar algo. - ¡Claro que me va a dar algo! Mia no aparece y todo es por culpa mía. - ¿Qué hiciste, Paolo? - dice Matías reprochándolo, aunque él ya sabía. - Ella se fue a bailar con sus amigos. Te juro que al verla bailando con ese maldito, me llené de celos. Es que... ella es mía, joder. - Siento cómo algo se quiebra. - Oye, Paolo, no vas a dañar mi casa. - ¡La tengo que encontrar! - Retrocedo unos pasos y choco con la mesa de noche haciendo un ruido. - ¿Quién está contigo? - dice Paolo mientras escucho unos pasos acercarse. - Oye, Paolo, espera. - Paolo abre la puerta y su cara pasa de asombro a furia. - ¿Qué mierdas haces tú aquí? - toma con fuerza mi brazo y luego mira la ropa que consiste en una camisa de Matías. - ¿La tocaste? - ahora Paolo mira a Matías enojado. -
Llevo encerrada en este lugar durante 2 semanas sin recibir la luz del día. Paolo viene y me trae comida, pero siempre recibo uno que otro golpe, ya que no consumo alimento ni le hablo, cosa que le molesta. - Hola preciosa, te traje tu comida - deja la charola con la comida sobre una mesa y me mira. - ¿Cómo estás, mi amor? - cínico, ¿cómo crees que estoy? - Tú qué crees, Paolo - respondo seca y destilando odio. Este me toma con fuerza del cabello. - ¡A mí no me hables así! Quiero respeto de parte tuya - me tira a la cama y yo rápidamente me siento. - El respeto te lo debes ganar, imbécil - estampa su puño en mi cara, haciendo que mi labio inferior se abra empezando a sangrar, varias lágrimas empiezan a caer por mis ojos. - Y yo que pensaba dejarte salir hoy, pero con esto es mejor que te quedes más tiempo para que recapacites - ¡No! No quiero quedarme más aquí. - ¡No, Paolo, déjame salir! - este niega y sale, dejándome encerrada. Comienzo a golpear la puerta y a gritar mientras
Mía Hoy por fin salgo del maldito hospital. Ya quería salir de aquí, aunque lo que en realidad quería era estar muerta. Paolo se ha quedado estos dos días a mi lado y es un maldito martirio porque odio su presencia, pero lo que más odio es que me pida perdón, porque sé que nunca le perdonaré todo lo que me ha hecho. -Vamos, preciosa - tomo mi bolso y salgo con Paolo de la habitación. -Te tengo una sorpresa, te encantará -no respondo, solo me dedico a ver el paisaje hasta que llegamos a casa. Antes de cruzar esa puerta, me detengo en la entrada con mucho terror de lo que pueda pasar apenas entre. -No puedo - hablo en un susurro y él se acerca a mí. -Cariño, todo estará bien, lo prometo -Paolo me habla con tanta dulzura que creo que es mentira todo. -Vamos, entra. Tienes que darte un baño y alimentarte - él me entra a la casa, pero cada paso que doy es como si estuviera caminando directo al infierno. Entro a la habitación y me siento en la cama mientras Paolo acomoda todo. -Ve, da
Escucho el sonido de mi despertador que me indica que ya es hora de levantarme; son las 7:30 am y tengo clase a las 9, así que tengo tiempo. Salto de la cama y me meto a la ducha, tardando 10 minutos. Cuando salgo, busco algo que ponerme en el armario y cuando lo encuentro, comienzo a vestirme. Cuando ya estoy lista, bajo a desayunar. - ¡Qué hermosa estás! - Paolo me sobresalta al sentirlo por detrás. - Paolo, Dios, casi me matas de un susto. - Lo siento - veo una leve sonrisa y este me indica que me siente. - Come para que tengas energía - yo asiento y comienzo a comer. - Mia, tengo que decirte algo - lo miro con atención. - Vas a tener a dos guardaespaldas. - ¿Qué? ¡No, Paolo, ni loca! No quiero tener a dos gorilas siempre conmigo. - Mia, es por tu bien y además ellos van a mantener una distancia. Por favor, Mia, colabora con esto, ¿sí? - En ese momento me acuerdo de la amenaza que hay con los rusos. - Está bien, pero que mantengan su distancia. - Perfecto, ven a conocerlo