**Mía Johnson**
Despierto sintiendo unos brazos rodear mi cintura, así que con mucho cuidado intento voltearme, pero cuando lo hago siento un dolor traspasar todo mi cuerpo, haciendo que suelte un jadeo de dolor. La persona que tengo al lado se levanta de golpe.
- ¿Dios mía, estás bien? - era la voz de Paolo.
- Me duele - intento tocarme, pero él sostiene mi mano.
- No toques, espera, ya te traigo algo para el dolor - sale al baño y a los 5 segundos llega con unas pastillas en sus manos, que sin preguntar me las tomo. Él coloca una almohada detrás para que esté más cómoda y la verdad me sorprende tanta amabilidad.
- ¿A qué se debe tanta hospitalidad la tuya? - digo con algo de dificultad. La cara de Paolo se pone pálida y por primera vez veo a este hombre que aparenta ser tan fuerte algo decaído.
- Lo siento - cuando dice eso, un nudo se instala en mi garganta y siento como mi cuerpo se pone tenso con ganas de decir lo que siento.
- ¿Lo sientes? - digo en un susurro con los dientes apretados.
- Sabes cuántas veces has dicho eso - digo enojada tratando de controlarme.
- Mía, yo... Dios, tú sacas lo peor de mí.
- ¡Tú me secuestraste! - le grito y siento dolor.
- Cálmate.
- No me quiero calmar, eres una mala persona, eres un hombre cruel que no se merece nada, ni siquiera mi amor. ¿Crees que siendo buena persona vas a borrar todos los golpes y las violaciones que me has hecho? - él agacha la mirada, pero yo se la tomo y hago que me mire.
- ¡Mírame! Así como tú me dices que te mire, ahora mírame tú a mí. Eres un maldito y no sabes cuánto te odio. Con todo esto que haces solo alimentas más mi odio. Puedes golpearme todo lo que quieras, Paolo, total yo no puedo nada, si muero antes me harías un favor - él se para como resorte, enojado.
- No digas estupideces, Mía, yo no dejaré que nada te pase.
- Si tú eres el principal en lastimarme - él sale dando un portazo y lo único que logro es soltar un gran suspiro.
A la media hora escucho que alguien abre la puerta y es Matías.
- Hola, preciosa, aquí está tu comida - veo con desagrado la comida y él lo nota.
- Lo siento, señorita, pero debes comer - pone la bandeja en mis pies y toma la cuchara para darme la comida. Vamos, Mía, abre la boca.
- Preciosa, come - abro mi boca y él comienza a darme la sopa sonriendo.
- ¿Ves que está rica? - yo asiento sintiendo mis ganas de vomitar. Cuando por fin termino, él se va y lo primero que hago es pararme con cuidado y caminar hasta el baño para meter dos dedos en mi boca, expulsando toda la m*****a sopa. Al terminar, me veo al espejo y veo lo pálida que estoy.
- ¿Qué haces parada? - brinco al sentir la voz de Paolo.
- Por Dios, casi me matas de un susto - toco mi corazón.
- Estás pálida, ¿todo bien?
- Sí, todo bien.
- Quería darte una sorpresa - me siento con cuidado en la cama.
- ¿Qué es? - pregunto curiosa.
- Vamos a dar una vuelta al jardín.
- Sabes que no puedo moverme mucho - él sonríe.
- Te traje una silla de ruedas, no quiero tenerte más encerrada aquí - sonrío emocionada porque por fin tendré aire.
- Gracias, gracias - él me toma en brazos y bajamos con cuidado hasta que él me sienta en la silla de ruedas.
- Toma, abrígate bien, hace frío - me pasa un abrigo peludo y salimos a dar mi vuelta. Comienzo a ver el jardín que ahora ya se está llenando de nieve.
- Es precioso, hace mucho no veía esto.
- Ahora vas a poder si te portas bien.
- ¿Cuándo dices que me porte bien es acostarme contigo? - él niega.
- Solo no intentes escapar.
- Sabes que eso es imposible - él se acerca y acaricia mi mejilla.
- Mía, quiero darte un poco de libertad, pero si tú no colaboras no voy a poder hacerlo - bajo la cabeza mientras una lágrima sale.
- Esto es injusto, no sé qué viste en mí, pero ojalá nunca te hubiera conocido.
- No digas eso, ángel, eres mi reina y no te dejaré nunca, tú eres mía, entiéndelo - acaricia mi mejilla y me da un beso en la frente.
- Ven, es mejor entrar, hace frío y no quiero que enfermes, además debes descansar - yo asiento mientras él me lleva adentro.
- Señor, la cena está lista - dice Sara.
- Coloca un plato más en la mesa, Mía come con nosotros - ella asiente mientras nos dirigimos a la mesa donde está Matías.
- Hola, preciosa - me ruborizo por su comentario.
- Hola, Matías, qué gusto verte.
- Lo mismo digo - nos sentamos en la mesa y al ver toda esa comida siento llegar las náuseas.
- ¿Estás bien, ángel? Te veo pálida.
- Sí, no pasa nada - empiezo a comer lentamente y siento la mirada de ambos hombres.
- ¡Dejen de verme! - ellos quitan la mirada y siguen comiendo hablando. Cuando termino, le pido rápidamente a Paolo que me suba a la habitación y apenas este se va, vomito todo el contenido. Me siento en la cama y respiro profundo porque un mareo fuerte me mueve, así que me acuesto tratando de calmar mi mareo.
A la mañana siguiente, bajo a la sala para preguntarle a Paolo si puedo salir, pero antes de entrar lo escucho gritar.
- Ya llevamos 5 meses buscándola, necesito que la encuentren como sea - ¿De quién habla?
- Sí, yo iré a esa dichosa fiesta para ver si Rose está ahí - ¿Quién es Rose?
- Amigo, puedes calmarte - era la voz de Matías.
- ¿Cómo quieres que me calme si mi bella Rose sigue perdida? - una pizca de celos llega a mí cuando él dice eso.
- Amigo, la vamos a encontrar.
- Eso espero, amigo, ya quiero que pase este mes para ir a esa dichosa fiesta.
- Tranquilo, pronto la podrás ver.
- Yo solo deseo poder verla otra vez.
- Recuerda que tú ahora tienes a Mía y Rose está con alguien - siento un golpe.
- Lo de Mía es otro cuento, solo la quiero para mi placer, en cambio a Rose sí la amo - no sé por qué, pero siento como si algo dentro de mí se haya roto, una lágrima traicionera se escapa de mis ojos, pero rápidamente la limpio. La puerta se abre dejando ver a Matías y a Paolo, ambos al verse sus caras cambian.
- ¿Ángel, hace cuánto estás aquí? - dice Paolo algo nervioso.
- No hace mucho - digo tratando de controlar mis emociones - quería saber si podía dar mi paseo de hoy.
- Claro, espera, voy contigo - dice él, pero yo lo detengo.
- No, me gustaría que me acompañara Matías, tú debes tener muchas cosas por hacer - él mira a su amigo para después verme a mí.
- Yo puedo... - lo interrumpo.
- No quiero molestar, Paolo - él asiente y Matías sale detrás de mí.
Al llegar al jardín, me volteo y miro con seriedad a Matías.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?
- ¿Quién es Rose? ...
Voten y comenten.
Veo cómo Matías me mira incómodo cuando le hice la pregunta de quién era Rose. - ¿Me dirás quién es o te quedarás callado? - digo algo fastidiada. - Mira, Mia, no estoy autorizado para hablar del tema. Y si quieres evitar un problema con Paolo, es mejor que no le preguntes. - Ok. - Doy un paso firme hasta la casa. - ¿Adónde vas? - Toma mi brazo, pero yo me suelto. - Voy a la casa. Se me quitaron las ganas de salir. - Oye, Mia, no te enojes conmigo. - Me volteo y sigo mi camino sin importarme los llamados de Matías. Entro a la habitación algo confundida porque no sé quién es Rose y qué tan importante es para Paolo. - Hola, mi ángel. - Este me intenta dar un beso, pero yo lo esquivo. - ¿Por qué haces eso? - Tomo aire y lo encaro. - ¿Quién es Rose? - Veo cómo la cara de Paolo se desfigura formando una expresión seria. - ¿Nos escuchaste? - dice algo molesto. - Puede que sí. Ahora responde. - Mira, Mia, aquí el que da las órdenes soy yo. Tú simplemente eres un maldito juguete,
Estoy sentada en mi habitación, esperando a que llegue Paolo para llevarme a la famosa cita con la psicóloga. Llevo puesto un pantalón y un crop top, junto con una chaqueta para el frío. -Mi niña, el señor Lombardi la espera abajo - habla Matilda, la nana. -Gracias, nana, - tomo mi bolso y bajo las escaleras hasta encontrarme a Paolo viendo unos papeles. -¿Vamos? - Este me mira, pero no dice nada, solo se da la vuelta y camina hacia la entrada. Estoy sentada en una silla gigante y al frente de mí está la psicóloga Diana, esperando a que cuente algo. -¿No quieres hablar, Mia? -Es algo complicado, doctora. Yo sufrí de estrés fuerte cuando era más joven y a raíz de eso vinieron mis problemas con la comida. Mis padres murieron y yo quedé completamente sola, eso me marcó mucho. -¿Y ahora qué hizo que volvieran tus problemas?- Quería decirle a la doctora que el causante de todo era Paolo, que él me tenía secuestrada y que había abusado de mí, pero antes de entrar me amenazó, así que t
Despierto con un fuerte dolor de cabeza, lo que me hace abrir los ojos. Veo a mi alrededor y sé que estoy en mi cuarto, o bueno, en el que comparto con Paolo. Toco mi cabeza y siento algo en la parte de atrás, pero no sé qué es. - Oye, no te toques - entra Paolo con una bandeja de comida. - ¿Qué me pasó? - este me mira y veo en su cara culpabilidad. - Te caíste - solo dice eso. - Pero ¿cómo? - se sienta y me pasa una sopa de pollo. - Tropezaste en la oficina y te diste con la punta de una mesa - no puedo creer lo torpe que soy. - Vaya, qué torpe soy - observo a Paolo y no sé por qué lo veo más atractivo de lo normal. Su pelo está alborotado y su camisa de botones está medio abierta, dejando ver su perfecto cuerpo. - ¿Qué tantas miras? - A ti - dios, cómo se me suelta eso, mis mejillas se ponen coloradas y veo cómo este sonríe. - ¿Qué tanto ves? - dice con su tono sexy y varonil. Dios, ¿qué me pasa? - Lo sexy que eres - oh, mi dios, ¿por qué estoy diciendo esto? Algo me debier
Mia Johnson Veo el recibo de la floristería y el borrador del mensaje que debía llevar la tarjeta. Las flores iban dirigidas a Rose y eran de parte de Paolo. Siento un profundo dolor ya que él no se comporta así conmigo. - ¿No me vas a responder? - le digo algo seria a Paolo. - Es solo una amiga a la que le tengo cariño - lo miro no muy convencida. - Además, esas flores no llegaron a su destinataria, Rose está secuestrada por un hombre que le quiere hacer la vida imposible - siento una ola de celos pero también pesar por ella porque está privada de su libertad al igual que yo, aunque no sé qué tan mal sea para ella. - Ojalá la encuentren pronto - es lo único que logro decir. - La voy a buscar, juro no parar hasta encontrarla - creo que ya fue suficiente escuchando su m*****a cursilería. - Me voy - doy la vuelta pero él me detiene. - Oye, no te pongas así - dice acariciando mi mejilla. - Si tanto te importa ella, ¿para qué me tienes aquí? ¿No es mejor que vayas y luches por ell
Veo la mejilla de Paolo roja por el golpe que le acabo de dar. Él me mira sorprendido, pero luego veo cómo sus manos se convierten en puños. - Paolo, yo... - él golpea la pared haciéndome asustar. - Lárgate antes de que te dé tu merecido - sin pensarlo, corro hacia la puerta, dejándolo solo gritando como loco. Entro a casa algo alterada y con el corazón a mil. - Hola, preciosa - ¿qué hace Matías aquí? - ¿Qué haces aquí? - le hablo seca. - Vaya, veo que alguien no está de humor. - Sabes que si no estoy de humor, le acabo de dar una cachetada a tu amigo - Matías abre los ojos como plato. - ¿Te hizo algo? - niego con la cabeza. - Por primera vez no me pega, así que eso es un avance. - ¿Quieres comer algo? - No, mejor me voy a descansar, mañana tengo unas reuniones con Paolo - subo y me coloco un camisón para dormir hasta quedar profundamente dormida. A la mañana siguiente me levanto y veo que el lado de Paolo sigue tendido. - No vino a dormir anoche - no sé por qué me siento
Me levanto por unos fuertes ruidos que provienen de la sala. Me levanto con cuidado para poder escuchar mejor y me paro en seco al escuchar la voz de Paolo. - ¡Se fue Matías! - Oye, Paolo, respira que te va a dar algo. - ¡Claro que me va a dar algo! Mia no aparece y todo es por culpa mía. - ¿Qué hiciste, Paolo? - dice Matías reprochándolo, aunque él ya sabía. - Ella se fue a bailar con sus amigos. Te juro que al verla bailando con ese maldito, me llené de celos. Es que... ella es mía, joder. - Siento cómo algo se quiebra. - Oye, Paolo, no vas a dañar mi casa. - ¡La tengo que encontrar! - Retrocedo unos pasos y choco con la mesa de noche haciendo un ruido. - ¿Quién está contigo? - dice Paolo mientras escucho unos pasos acercarse. - Oye, Paolo, espera. - Paolo abre la puerta y su cara pasa de asombro a furia. - ¿Qué mierdas haces tú aquí? - toma con fuerza mi brazo y luego mira la ropa que consiste en una camisa de Matías. - ¿La tocaste? - ahora Paolo mira a Matías enojado. -
Llevo encerrada en este lugar durante 2 semanas sin recibir la luz del día. Paolo viene y me trae comida, pero siempre recibo uno que otro golpe, ya que no consumo alimento ni le hablo, cosa que le molesta. - Hola preciosa, te traje tu comida - deja la charola con la comida sobre una mesa y me mira. - ¿Cómo estás, mi amor? - cínico, ¿cómo crees que estoy? - Tú qué crees, Paolo - respondo seca y destilando odio. Este me toma con fuerza del cabello. - ¡A mí no me hables así! Quiero respeto de parte tuya - me tira a la cama y yo rápidamente me siento. - El respeto te lo debes ganar, imbécil - estampa su puño en mi cara, haciendo que mi labio inferior se abra empezando a sangrar, varias lágrimas empiezan a caer por mis ojos. - Y yo que pensaba dejarte salir hoy, pero con esto es mejor que te quedes más tiempo para que recapacites - ¡No! No quiero quedarme más aquí. - ¡No, Paolo, déjame salir! - este niega y sale, dejándome encerrada. Comienzo a golpear la puerta y a gritar mientras
Mía Hoy por fin salgo del maldito hospital. Ya quería salir de aquí, aunque lo que en realidad quería era estar muerta. Paolo se ha quedado estos dos días a mi lado y es un maldito martirio porque odio su presencia, pero lo que más odio es que me pida perdón, porque sé que nunca le perdonaré todo lo que me ha hecho. -Vamos, preciosa - tomo mi bolso y salgo con Paolo de la habitación. -Te tengo una sorpresa, te encantará -no respondo, solo me dedico a ver el paisaje hasta que llegamos a casa. Antes de cruzar esa puerta, me detengo en la entrada con mucho terror de lo que pueda pasar apenas entre. -No puedo - hablo en un susurro y él se acerca a mí. -Cariño, todo estará bien, lo prometo -Paolo me habla con tanta dulzura que creo que es mentira todo. -Vamos, entra. Tienes que darte un baño y alimentarte - él me entra a la casa, pero cada paso que doy es como si estuviera caminando directo al infierno. Entro a la habitación y me siento en la cama mientras Paolo acomoda todo. -Ve, da