CAPÍTULO 6

                                                                   NAHAN

Voy caminando solo, camino medio perdido dentro de mi propio palacio sin saber con certeza qué hacer ni cómo actuar. 

Al final, ¿qué diablos me está pasando?

Vagando por la casa, sin que me dé cuenta, ya estoy en la cocina, como un niño, procurando el apoyo de Thurayya.

Thura es mi tía, fue mi niñera y nana, además de ser mi cocinera, ama de llaves y oreja ambulante en las horas que preciso y también cuando no quiero. 

Entro en la cocina y las tres cocineras se mueven despavoridas, así que cruzo la puerta. A veces esos protocolos me hinchan las pelotas. Ergo, lo acepto, intentando demostrarme alguna autoridad, aunque esté tan perdido, cruzo las manos en el pecho y les agradezco moviendo la cabeza.

Jasmine se anticipa y devuelve el gesto, curvándose innecesariamente.

—Buen día, majestad.

—Buen día, Jasmine, Fatimah, Nair, ¿Dónde está Thurayya? 

Fátima da un paso al frente y balbucea intentando explicar, ¿por qué será que la mayoría de las veces, las personas balbucean al hablar conmigo? ¿Será que parezco tan rígido? Prefiero no pensar en la respuesta.

—Thurayya fue a recibir al proveedor de especias, ¿quiere que la llame, señor? 

—No, no es necesario.

Sé que mi cara no es de las mejores, pero ellas no precisan verme como si fuesen corderos que van a morir.

—Pueden continuar con sus deberes, yo voy a esperarla aquí. —Me siento y miro el reloj, aguardo tres minutos, detesto esperar, me irrita cuando quiero hablar con esa vieja insoportable y ella no está aquí. ¿Cómo será que Jafar la está pasando en el sótano? ¿comerá? Veré con mis propios ojos. Grito en dirección de la puerta—. Thurayya, ¿dónde estás? 

Lavo mis manos para disfrazar mi tensión desde el café y cuando miro por la puerta, ahí viene ella, gorda y hosca, los arrastrando los zapatos por todo el pasillo, sus enormes caderas golpearon la puerta. Ella traía dos fardos grandes en los brazos, rezongando como siempre. 

—¿Algún incendio en su suite, mi señor?

—No, ¿por qué Thura? 

—Estoy vieja, mis oídos pueden explotar con sus gritos. ¿Podría ser gentil y tomar uno de estos fardos para mí?

Las otras cocineras huyen como ratones listos para ver una catástrofe, ellas saben que mis peleas con Thura son para quien tiene corazón fuerte.

Tomo los dos fardos de sus brazos flácidos y ella me encara sonriente. 

—Siempre soy gentil contigo, Thura, si no fuese un hombre noble, ya estarías burlándote en el calabozo, con una cuerda bien fuerte, amarrada en los puños. 

Ella hace un movimiento como si fuese a curvarse y me mira con sus ojitos vívidos y arrugados.

—Acepte mi agradecimiento, no consigo bajar más, me duele la columna, mi amado rey. 

Y ando de un lado para otro y ella me observa, yendo en dirección al fuego viejo de la leña, que solo ella insiste en continuar usando.

—¿El señor durmió?

Yo niego con la cabeza, ella continúa escuchándome, callada y observadora, después, trajo un plato para la mesa, me toma del brazo obligándome a sentar. 

—Coma un poco de mahmoul e fatayer, hechos hoy, recién horneados.

Me niego a su oferta y ella levanta una ceja, me río y tomo el plato de su mano. Ella me sirve una taza humeante de café amargo, con una pizca generosa de cardamomo y un chorrito de leche, de la que me gusta. 

—Ya sé sobre el incidente con la brasileña. 

—Curioso.

—¿Olvidas que Jafar es mi hijo? Él está muy afligido por el error de sus hombres. ¿Debo hacer las maletas de la extranjera? 

¿Cómo puedo explicar eso a Thura o a cualquier otra persona que ella se va a quedar? Sé que lo correcto es enviarla de vuelta para casa. 

Sería una misión peligrosísima, ya que, ciertamente, el Sheikh Hafiq blindó el país por todos lados. 

Pero ahora no es la venganza la que me impide libertarla, es como yo me siento… La manera descompasada que mi corazón pulsa cuando miro a aquella chica. 

Ella me hace sentir de una manera que hace muchos años no sentía.

Para ser sincero, incluso durante mi boda, creo que nunca fui tomado por esas sensaciones inquietantes y extrañas que yo siento cuando estoy cerca de Bianca. 

Mi boda fue meticulosamente planeada por nuestras familias, nos entendemos en nuestros propósitos, Ishna fue una compañera irreparable, discreta, culta, modelada para ser una reina.

Y ella me dio una hija hermosa, pero esos temblores, esa angustia, el calor de en mi sexo, para mí, todo eso es nuevo y yo no puedo leer bien con el descontrol, lo inesperado… Lo nuevo, en ocasiones, asusta. 

—No, no voy a liberarla, Thura.

—Yo la vi de lejos, ¿qué pretendes hacer con ella? —Yo me froto la barbilla, pensando en qué decir, y ella se levanta, da una palmada en mi hombro y sigue fregando—. Come y bebe el café que se está enfriando. Ya entendí, ella precisa de ropa y un guardia para acompañarla, ¿el señor pretende dejarla sin ver la luz del sol, encerrada en el cuarto?

Yo engullo una pieza grande de fatayer en la boca y niego vehementemente. 

—Guardias no, son jóvenes, pueden faltarle el respeto y yo tendría que castigarlos, una asistente para acompañarla donde quiera ir.

—¿Dónde quiera ir?

—Por aquí, claro, no voy a correr el riesgo de perderla. Quiero decir, de que se pierda por ahí, ella no conoce el palacio, la ciudad, podría perderse. ¡Ah! Tú entiendes lo que quiero decir, Thura.

Thurayya sonrió más de lo que me gustara, detesto esa manía de que se ría cuando estoy nervioso, mirándome con ese su gesto de quien sabe todo, ¡ah! Infiernos, ella comprendió lo que dije, no es como si yo tuviese miedo de perderla, al final, Bianca no es nada mío, es solo mi huésped involuntario. Thura retira el plato vacío que tengo delante y completa:

—Es muy bonita, Nahan.

—No sé, no reparé en ello.

Thura levanta la ceja y balanceó la cabeza, como si fuese todavía aquel niño idiota que iba a sus brazos cuando papá me golpeaba. 

Yo finjo que no percibo su sarcasmo. Sonriente, cuánto más vieja, más aguzada es, yo todavía tomo valor y sigo su juego, molesto, intrusivo e irritante… Y yo soy un imbécil porque no vivo sin ella.

—Voy allá arriba para dar un vistazo a la niña, darle algunas ropas. —Y salió quejándose, sin preocuparse si la escuchaba—. Ay, ay, ese niño miente tan mal. 

 Mahmoul y fatayer- Rosquita rellena de dátiles y masa de hojaldre con manzana y nueces.

Cardamomo es una expecie muy usada en el Oriente Medio

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