CAPÍTULO 2

Espera, el sujeto acaba de llamarlo Majestad, ¿Qué está sucediendo aquí? 

—¿Por qué él te llamó majestad?

Él me mira con sarcasmo irritante y casi sonríe.

—Pensé que ustedes los occidentales eran más inteligentes. Es obvio, ¿por qué alguien sería llamado majestad? Hoy estoy generoso, te voy a dar tres opciones. Opción uno: Porque soy un conserje de la Mezquita. Opción dos: Un mercader de tapetes voladores. Ah, tal vez sea el propio Aladino. Soy el rey de este país, Nahan Zayn Asi Tarif. Y llevarla a su casa en Qatar no va a ser posible, usted está en Manama, no en Bahréin. 

¡Cielos! Él es el rey de este país, yo nunca escuché hablar de ese lugar, ¿dónde está? ¿Está cerca de Qatar? Estoy presa aquí con este sujeto psicótico, amenaza con matarme y yo no sé por qué voy a morir. 

Cómo es la vida irónica. 

Yo nazco y soy criada en Río de Janeiro, donde está las favelas más peligrosas del país y la primera vez que dejo Brasil, moriré en este lugar completamente desconocido, y mi querida hermana nunca va a conseguir encontrarme. 

Pienso en todo eso y, sin que me pueda contener, lloro… Lloro porque soy joven, no podré vivir todo lo que soñé. 

Ella llora y sin que yo espere, mi corazón es tomado por sensaciones inquietantes. 

Parece ser tan joven, creo que menos de 21 años, los ojos son tan azules, vivos, inquisidores.

Los labios llenos, ella es delicada. 

La piel es muy blanca y los cabellos largos caen por los hombros estrechos dándole un aspecto de fragilidad. 

Miro a la cama, la palidez de su figura contrasta con el satén negro y mis piernas me conducen a ella, sin que lo desee, como un imán. 

Su cuerpo tiene formas suaves, irritantemente femeninas, me atrae como fuego, mucho, más de lo que quisiera.  

¿Qué está sucediéndome? ¿Por qué siento esta atracción por ella? La miro y miro nuevamente, sin conseguir desviar la mirada de ella. 

Si ella no fuese la mujer de otro hombre, creo que yo no lo pensaría dos veces, la tomaría para mí, sin oportunidad de dejarla escapar. 

Fuego, Fuego 

Concéntrate, concéntrate Nahan. 

Deje de llorar, no pasa de una artimaña femenina para ablandar su corazón. 

Recuerda seguir con … el plan. ¡Es lo que tienes que hacer!

DEJA DE MIRARLA… 

Conseguirás llegar hasta el final. El objetivo es la arquitectura de todo el espectáculo, entrar en contacto con el Sheikh Karim o su hijo, el actual gobernador de Qatar, el príncipe Hafiq Hassan. 

Decirles el motivo por el que su esposa está siendo sacrificada. Recordarles la sangre de mi familia aún está fresca en sus manos y luego, matarla. 

Así como a mi Ishna, así como a mi pequeña Amira, mi hijita. 

Ella tendrá que morir, aunque mis instintos masculinos están implorándome salvarla. 

Eso es lo que voy a hacer. Mi deseo masculino nunca anulará mis compromisos de rey. 

Yo nunca lo haré.

Nunca. 

                                                                 

                                                                  NAHAN

Ella continúa llorando, sin hacer alardes, quieta y plácida como una oveja hacia el sacrificio. Me molesta que esa chica frágil no luche, no me joda, parece que todavía no cree en el fin que le espera. Y yo, extrañamente, también miro cuidadosamente en esos profundos y vívidos ojos azules y tengo dificultad para creer que seré capaz de acabar con su vida. 

Pero mis planes tienen que seguir su curso, Sheikh Karim no dudó un segundo en tener piedad con mi esposa y mi hija.

Él sabía que en aquel carro maldito se encontraban las únicas personas que hacían que mi vida tuviese algún sentido y, todavía así, mandó a hacerlo volar. 

Desde ese día, mi vida también saltó en pequeños y miserables pedacitos de autocompasión, de ira, de deseo de venganza.

Recoger mis añicos se tornó una tarea inútil, me limité entonces a hacer lo que hago mejor: gobernar mi país rumbo al progreso, con el pulso firme, castigando ejemplarmente a los insurgentes. Y mi gobierno no tiene espacio para el caos, este lo reservo para mi vida personal. Para mi pueblo, solo lo mejor. 

Soy distanciado de mis pensamientos, solo por la voz baja y trémula de la reina Antonia. 

—¿Cuánto quiere de rescate? Tengo amigos, podría hablar con ellos.

Interrumpo su tentativa de implorar por su vida, eso solo va a hacerme sentir peor de lo que me siento. 

—No se trata de dinero, ojo por ojo, diente por diente, querida mía.

—Pero…

—Shhh, silencio, voy a dejarle dormir, descanse a voluntad, mientras la mantengo viva, haga de este palacio su humilde casa.  —Cuando estoy en la puerta, me siento atraído en escuchar un poco más su suave voz—. No piense en escapar, ¿entiende bien?

—Sí, señor. 

Esas palabras llegan a mi sexo como un choque, el tono bajo y levemente encorvado en que me llamó “señor”, me hace fantasear con ella tendida en mi cama con la boca entreabierta pidiéndome: “señor, por favor, fólleme, estoy lista y mojada para recibirlo, mi señor…  ¡Más fuerte, quiero que me penetre más fuerte, señor!

¡ALLAH! ¡Por favor! Yo no necesito de estos pensamientos, definitivamente no necesito de fantasías con una mujer que no conozco y que, además, es esposa de mi principal enemigo. 

No, ¡Yo no quiero esto!, Basta.

Cerré la puerta y fui al encuentro de Jafar en la oficina. Él está de pie, yendo de un lado a otro, como una presa acorralada, algo malo está aconteciendo. 

Cierro la puerta detrás de mí y Jafar da un salto, en pánico. 

Sigo en silencio hasta mi mesa de reuniones, me siento, girando en los dedos el rosario de mi madre, le señalo una silla frente a mí y voy directo al asunto. 

—¿Qué era eso tan importante que deseaba hablar conmigo?

Jafar es el brazo derecho de mi gobierno, el jefe de mi guardia, una de las pocas personas en que confío, es mi primo y un profundo conocedor de los meandros y entrañas del reino de Bahrein. 

—Mi rey, el asunto es grave. El señor sabe cuánto siempre he sido fiel, lo grande de nuestra amistad….

Siendo él mi primo y mi mejor amigo, no tengo tiempo para perderlo en rodeos. No soy un hombre de palabras curvas, me gusta lo recto, el tiro certero, precisión es una cualidad y una virtud que busco incansablemente en mi vida.

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