El día estaba lluvioso y muy gris. Había olvidado revisar cómo estaría el clima el día de hoy y, por tanto, no portaba un paraguas con el cual cubrirme.—¡Zoe, espera!Al escuchar que gritaban mi nombre, giro mi rostro para ver quién era la persona que pedía que la esperaba.—Daniel, ya te lo dije y no lo repetiré. Deja de seguirme.—Escúchame una última vez, por favor.—No me interesa Daniel, ya no quiero saber de ti. Me demostraste que no eres quien fingías ser, déjame en paz.—Por favor.—No.Antes de que siguiera insistiendo, decido irme sin importar que todo mi cuerpo se mojase por la fuerte lluvia.Corro por las calles lo más rápido que mis piernas me permitían. Estaba a solo unas cuantas cuadras de casa, aunque no pertenecía a una familia rica, nuestra familia tenía un sustento adecuado y solo éramos mi abuela y yo.—Llegaré tarde al trabajo.Al doblar la esquina, frené en seco al ver que un auto muy fino se detiene a unos cuantos metros.Un hombre de traje se baja con una somb
El personal se queda examinan a Mía, mientras yo me cambiaba mi ropa húmeda.Al regresar a la habitación en la que nos pusieron, la otra madre que estaba cuidando de su hijo pequeño, seguís mirándome con odio y no entendía cuál era su problema, después de todo, no la conocía.—¿Cómo te llamas?—Zoe.—Zoe, la bebé, va a estar bien. Debemos esperar los resultados de los exámenes que se le están tomando y podrás llevártela a casa. ¿Está bien?—Sí, gracias enfermera...—Dime Clarisa, búscame si necesitas ayuda.—Muchas gracias, señora Clarisa.—Volveré luego.Asiento con la cabeza en lugar de responderle. La enfermera Clarisa, transmitía seguridad y amor maternal. Se veía que era una mujer dulce y compasiva.Aparentaba ser joven, pero por la manera en cómo me trataba, parecía que debía tener unos treinta y cinco a cuarenta años.Después de que todos salieran de la habitación, me acerco a la pequeña a quien he nombrado Mía. Ella dormía tranquilamente, la habían envuelto en mantas térmicas
—Hola. ¿Quién habla?—Hola jefe, habla Zoe.—Zoe, ¿dónde estás? Tu turno empezó hace rato.—Lo siento mucho, señor José. Me ha surgido un accidente y me encuentro en el hospital en este momento. Siento mucho no cumplir con mi turno el día de hoy, puede descontarlo de mi sueldo. Lo siento.—¿El hospital? ¿Muchacha estás bien?—Sí, señor José. Lamento no ir al trabajo.—No te preocupes, nunca sueles llegar tarde y menos faltar. Como es la primera vez, te lo pasaré. Infórmame cuando te den de alta. Puedes tomarte el resto de la semana libre, no lo descontaré de tu pago, quédate tranquila.—Muchas gracias, señor José. Muchas gracias.—Muy bien, colgaré.—Sí.Sonrío al saber que tenía un buen jefe. El señor José es un hombre de cuarenta y un años, nunca tuvo hijos y esposa. Tiene un restaurante de comida italiana pequeño cerca a mi casa.Desde que cumplí quince años he estado trabajando para él. Actualmente, tengo diecisiete, en cuatro meses cumplo la mayoría de edad y terminaré la escuela
Estaba vez consigo ir sin problemas hasta la cafetería. La furia crecía en mí una y otra vez, todo el que pasaba por mi lado, me evitaba.¿Cómo pude ser tan tonta y dejar que el miedo se apoderará de mí?Tuve que respirar varias veces para conseguir calmarme, pero no lo consigo. Estaba tan enojada que no me di cuenta de que había golpeado la mesa y levantado gritando lo idiota que era él.El haber gritado hace que muchos me miren como un bicho raro. Me vuelvo a sentar y termino de comer mi sándwich y mi jugo.La furia que sentía se va de inmediato cuando observo a mi abuela ingresar a la clínica. Detengo mi caminar para acercarme a ella.—¿Estás bien?—Sí, abuela. No te preocupes.—¿Por qué traes esa ropa?—No tenía un paraguas conmigo, tuve que correr bajo el agua. La enfermera me ha dado su uniforme para no enfermarme.—¿Por qué estás aquí? Si estás bien, vamos a casa.—No podemos irnos.—¿Por qué no?—Mía está aquí.—¿Quién es Mía?—No podemos hablar aquí, lo haremos en casa. Prome
—Comprendo. Me alegra informar que no hay nada malo que pueda poner en riesgo la vida de Mía, aunque encontramos que sufre de asma, parece que es hereditario. Tendrán que vigilar que no tenga un ataque, le recetaré algo por si sufre de algún ataque. Aún es pequeña, el hecho de que no tenga más de dos semanas de haber nacido, demuestra lo fuerte que es. Así que no hay de qué preocuparse.Sonrío al saber que ella estaba bien y agradezco por ello.—Muchas gracias, doctor.—No hay de qué, señorita.—Clarisa, ya puedes darle el alta a la bebé. Debo irme, no dude en venir por si sucede algo.—Muchas gracias.El doctor se va dejándonos solas de nuevo, me dejo caer en el suelo y lloro al saber que ella estaba bien.—Gracias, Dios mío, gracias...—Zoe.—Tenía miedo, abuela, creí que ella moriría.—Mi niña.Mi abuela me abraza como cuando lo hacía de niña para que me tranquilice. Una vez que consigo calmarme, miro a la señora Clarisa a la espera de que diga algo y luego miro a Mía que dormía en
Me había enamorado de un conjunto color rosa pastel. Traía su blusita, pantaloncito, medias, guantes y un gorrito, todo en rosa pastel con algunos detalles en blanco. Una de las vendedoras nos permite vestir a la bebé en uno de los vestidores, se veía hermosa con ese conjunto. Beso, su cabecita y sonrío. —Mía, soy Zoe, tu nueva mamá. Te prometo que te cuidaré y haré que te conviertas en una niña muy fuerte. No sabía si era normal el sentir aquel sentimiento que estaba experimentando. Pero me sentía completa con la pequeña Mía, era como si de verdad fuera mi hija y a quien había comenzado a amar con sinceridad. Salgo con ella en mis brazos, cuando mi abuela y la señora Clarisa la ven vestida, se dejan llevar por su instinto maternal y comienzan a expresar lo bella que se ve. Incluso las vendedoras del almacén se emocionaron al verla. —Hemos escogido varias cosas para Mía, espero que te guste. Observo a la señora Clarisa, quien estaba enseñando varios conjuntos. Al igual que cobija
—Siempre que la alimentes debes sacarle los gases, de esta manera. ¿Lo entiendes?—Lo entiendo perfectamente.—Muy bien, cuando llegue el momento de cambiarle sus pañales, te explicaré como se hace y también de cómo debes bañarla.—De acuerdo, gracias abuela. No sé qué haría sin ti.—Estamos juntas en esto, jamás te dejaría sola.—Lo aprecio mucho, en serio lo aprecio mucho.—No te preocupes mi niña, lograremos sacar adelante a esta bebé. Tú y yo, siempre.—Siempre.Me sentía la mujer más afortunada, aunque no contaba con la presencia de mis padres. Contaba con una mujer maravillosa. Mi abuela siempre me ha apoyado en todas mis decisiones, ella me conoce mejor que cualquier otra persona.Siempre fui de las que personas que es responsable con sus actos. Y todo eso se debe a que ella fue quien me enseñó a tener valores.Cuando llegó el momento de aprender a colocar un pañal, no fue lo que esperaba. Mía había hecho un desastre en su pañal. Mi abuela no dejaba de reírse por mis caras, seg
—Buenos días, ¿quién es la madre?—Buenos días, soy yo.—Llena este formulario primero.—Por supuesto.La señora Clarisa toma a Mía en sus brazos para facilitarme la tarea del formulario. Comienzo a llenar todos los datos que me piden, excepto uno. Al terminar, le regreso el formulario junto con los documentos que pedían para el registro.Estaba empezando a sentirme nerviosa por el hecho de que habíamos falsificado la fecha de nacimiento de Mía. Podríamos ir presas si se enteraban de que era falso y luego me arrebatarían a Mía.El hombre gordo y barbudo, me mira extraño y vuelve a dirigir su mirada a los documentos que tenía en sus manos.Podía sentir mi corazón latir con fuerza y el cómo mis manos sudaban por lo nerviosa que me encontraba.Al ver la mirada de aquel hombre, hacía que me pusiera más nerviosa antes de que él volviera a hablar.—No escribiste el nombre del padre.—Yo... Mi hija no tendrá el apellido de su padre, él no quiere saber nada de ella. Nos ha abandonado, señor.