Estaba vez consigo ir sin problemas hasta la cafetería. La furia crecía en mí una y otra vez, todo el que pasaba por mi lado, me evitaba.
¿Cómo pude ser tan tonta y dejar que el miedo se apoderará de mí?
Tuve que respirar varias veces para conseguir calmarme, pero no lo consigo. Estaba tan enojada que no me di cuenta de que había golpeado la mesa y levantado gritando lo idiota que era él.
El haber gritado hace que muchos me miren como un bicho raro. Me vuelvo a sentar y termino de comer mi sándwich y mi jugo.
La furia que sentía se va de inmediato cuando observo a mi abuela ingresar a la clínica. Detengo mi caminar para acercarme a ella.
—¿Estás bien?
—Sí, abuela. No te preocupes.
—¿Por qué traes esa ropa?
—No tenía un paraguas conmigo, tuve que correr bajo el agua. La enfermera me ha dado su uniforme para no enfermarme.
—¿Por qué estás aquí? Si estás bien, vamos a casa.
—No podemos irnos.
—¿Por qué no?
—Mía está aquí.
—¿Quién es Mía?
—No podemos hablar aquí, lo haremos en casa. Prometo que te diré toda la verdad, lo juro. Pero necesito que me apoyes en esto.
—¿Qué hiciste ahora?
La mirada que me daba mi abuela hacía que me sintiera chiquita. No sabía cómo decirle todo, así que susurré lo más importante.
—Yo... Me convertí en madre joven.
—¿Qué dijiste?
—Hablemos en otro lugar, por favor.
No dejo que diga nada, así que le sujeto de la mano y la llevo hasta la habitación donde estaba Mía esperándonos.
Suspiro antes de abrir la puerta y entrar con mi abuela, estoy más que segura de que querrá matarme cuando sepa la verdad.
—Señora Clarisa.
Ella se voltea para verme, me sonríe y observo que tenía a Mía en sus brazos dándole de comer.
—Mía se ha despertado con hambre y como no estabas, he decidido darle un poco de biberón. Espero que no te moleste.
—No me molesta, gracias por hacerlo.
Me sentía culpable, el mentirle sobre la verdad de Mía hacía que me sintiera muy mal.
—Zoe...
Miro a mi abuela que me mira extrañada, hago que entre y cierro la puerta con seguro. Era momento de ser honesta con ellas, iba a necesitar de su ayuda sobre lo que debía hacer.
—¿Es usted la abuela de Zoe?
—Así es, ¿quién es usted?
—Soy Clarisa, trabajo aquí como enfermera.
—Comprendo, pero el bebé.
—Su bisnieta es muy tranquila, no ha llorado desde que llegó con Zoe. Gracias a Dios que la ha traído a tiempo, la bebé ya no estaba respirando, conseguimos estabilizarla y esperamos los resultados de sus exámenes para ver si es posible que vaya a casa. Zoe... No veo que tu abuela trajera ropa para Mía consigo.
Al escuchar mi nombre reacciono para ver a ambas mujeres. Las miro y comienzo a caminar de un lado a otro.
—Zoe.
Miro a mi abuela quien me sujetaba de la mano para que me detuviera y le diera una explicación de lo que pasaba.
—Mía no es mi hija, señora Clarisa. He mentido, pero tengo una razón para haberlo hecho.
—Mi niña, ¿qué hiciste?
—¿Mía no es tu hija?
—No lo es.
—Entonces, ¿quiénes son sus padres?
—No lo sé.
Ambas mujeres se miran entre ellas y luego me miran, la señora Clarisa retrocede un paso con Mía aún en sus brazos e inmediatamente explico la situación.
—La encontré en una caja cuando salí de la escuela. Iba camino a mi trabajo, cuando vi a un auto muy caro detenerse. Un hombre bajó con una caja en sus brazos, fue muy extraño y él daba mucho miedo. No pude ver su rostro por el paraguas que llevaba. Cuando se fue, iba a seguir mi camino, pero escuché el llanto de Mía. Al abrir la caja estaba ella, no estaba respirando y corrí con ella en mis brazos hasta este hospital, necesitaba ayuda y no sé por qué la nombré Mía, ni el por qué mentí sobre ser su madre. Lo que sí sé es que esa persona estaba esperando que la bebé muriera ahí.
—Entonces, ¿no secuestraste a esta bebé?
Observo a la señora Clarisa ofendida por lo que ha dicho.
—No lo hice, no secuestré a nadie, ni la roba, ni nada. Digo la verdad. Abuela te juro que digo la verdad, nunca te he mentido y no lo haré con algo tan delicado.
—Te creo mi niña.
—Si no eres su madre, debo reportarlo ante los servicios sociales para que se hagan cargo de la bebé.
—¡No! La llevarán a un orfanato, estará sola y si la encuentra ese hombre, podría asesinarla.
—Zoe.
—Señora Clarisa, créame, si ese hombre no deseará la muerte de esa bebé. No la habría dejado en aquel lugar donde nunca pasa las personas. Siempre paso por ahí, porque es un atajo a mi trabajo, pero siempre está solo ese lugar. Si no quisiera a la bebé muerta, pudo haberla llevado al orfanato. ¿No lo creen?
Ambas se miran dudosas, pero luego sus expresiones me dan a entender que estoy en lo cierto.
—Mi nieta tiene razón. Lo más sensato es haberla dejado en un orfanato, no en la calle y menos con ese clima tan horrendo.
—Aun así, debo reportarlo. Es mi deber como enfermera de este hospital.
—Por favor, deme una oportunidad. Quiero darle un hogar a Mía, buscaré a sus padres y cuidaré de ella.
—Pero hija...
—Abuela, por favor.
Las lágrimas y la tristeza se adueñan de mí. No quería alejarme de Mía, aunque fuera tan solo unas horas el haberla encontrado.
No quería perderla. Ella era una bebé adorable, no quería alejarme de ella y me dolía pensar que debía hacerlo.
Ninguna dice nada, solamente nos quedamos en silencio. Escucho algunos pasos acercarse aquí, quito el seguro de la puerta y las miro suplicando que no digan nada.
—Veo que llegaste antes Clarisa.
—Sí, doctor. Vine a ver cómo estaba Mía.
—Comprendo. Me alegra informar que no hay nada malo que pueda poner en riesgo la vida de Mía, aunque encontramos que sufre de asma, parece que es hereditario. Tendrán que vigilar que no tenga un ataque, le recetaré algo por si sufre de algún ataque. Aún es pequeña, el hecho de que no tenga más de dos semanas de haber nacido, demuestra lo fuerte que es. Así que no hay de qué preocuparse.Sonrío al saber que ella estaba bien y agradezco por ello.—Muchas gracias, doctor.—No hay de qué, señorita.—Clarisa, ya puedes darle el alta a la bebé. Debo irme, no dude en venir por si sucede algo.—Muchas gracias.El doctor se va dejándonos solas de nuevo, me dejo caer en el suelo y lloro al saber que ella estaba bien.—Gracias, Dios mío, gracias...—Zoe.—Tenía miedo, abuela, creí que ella moriría.—Mi niña.Mi abuela me abraza como cuando lo hacía de niña para que me tranquilice. Una vez que consigo calmarme, miro a la señora Clarisa a la espera de que diga algo y luego miro a Mía que dormía en
Me había enamorado de un conjunto color rosa pastel. Traía su blusita, pantaloncito, medias, guantes y un gorrito, todo en rosa pastel con algunos detalles en blanco. Una de las vendedoras nos permite vestir a la bebé en uno de los vestidores, se veía hermosa con ese conjunto. Beso, su cabecita y sonrío. —Mía, soy Zoe, tu nueva mamá. Te prometo que te cuidaré y haré que te conviertas en una niña muy fuerte. No sabía si era normal el sentir aquel sentimiento que estaba experimentando. Pero me sentía completa con la pequeña Mía, era como si de verdad fuera mi hija y a quien había comenzado a amar con sinceridad. Salgo con ella en mis brazos, cuando mi abuela y la señora Clarisa la ven vestida, se dejan llevar por su instinto maternal y comienzan a expresar lo bella que se ve. Incluso las vendedoras del almacén se emocionaron al verla. —Hemos escogido varias cosas para Mía, espero que te guste. Observo a la señora Clarisa, quien estaba enseñando varios conjuntos. Al igual que cobija
—Siempre que la alimentes debes sacarle los gases, de esta manera. ¿Lo entiendes?—Lo entiendo perfectamente.—Muy bien, cuando llegue el momento de cambiarle sus pañales, te explicaré como se hace y también de cómo debes bañarla.—De acuerdo, gracias abuela. No sé qué haría sin ti.—Estamos juntas en esto, jamás te dejaría sola.—Lo aprecio mucho, en serio lo aprecio mucho.—No te preocupes mi niña, lograremos sacar adelante a esta bebé. Tú y yo, siempre.—Siempre.Me sentía la mujer más afortunada, aunque no contaba con la presencia de mis padres. Contaba con una mujer maravillosa. Mi abuela siempre me ha apoyado en todas mis decisiones, ella me conoce mejor que cualquier otra persona.Siempre fui de las que personas que es responsable con sus actos. Y todo eso se debe a que ella fue quien me enseñó a tener valores.Cuando llegó el momento de aprender a colocar un pañal, no fue lo que esperaba. Mía había hecho un desastre en su pañal. Mi abuela no dejaba de reírse por mis caras, seg
—Buenos días, ¿quién es la madre?—Buenos días, soy yo.—Llena este formulario primero.—Por supuesto.La señora Clarisa toma a Mía en sus brazos para facilitarme la tarea del formulario. Comienzo a llenar todos los datos que me piden, excepto uno. Al terminar, le regreso el formulario junto con los documentos que pedían para el registro.Estaba empezando a sentirme nerviosa por el hecho de que habíamos falsificado la fecha de nacimiento de Mía. Podríamos ir presas si se enteraban de que era falso y luego me arrebatarían a Mía.El hombre gordo y barbudo, me mira extraño y vuelve a dirigir su mirada a los documentos que tenía en sus manos.Podía sentir mi corazón latir con fuerza y el cómo mis manos sudaban por lo nerviosa que me encontraba.Al ver la mirada de aquel hombre, hacía que me pusiera más nerviosa antes de que él volviera a hablar.—No escribiste el nombre del padre.—Yo... Mi hija no tendrá el apellido de su padre, él no quiere saber nada de ella. Nos ha abandonado, señor.
Decidí estudiar gastronomía, siempre me había apasionado esa carrera y estaba cerca a cumplir ese sueño.Luché duro para conseguir una beca completa, la universidad estaba cerca, así que podía irme a pie todos los días para ahorrar todo lo que más pueda.La señora Clarisa ha estado al tanto de nosotras, nos ha ayudado un tiempo con gastos del hogar. Ha sido fantástico tenerla con nosotras, no solo nos ayudó cuando estábamos en una crisis económica, sino que también nos ha ayudado con el cuidado de Mía.La primera vez que mi bebé se enfermó y tuvo una fuerte fiebre, fue ella quién nos ayudó para que el doctor examinará a Mía y fue la peor experiencia de mi vida. No dormí bien durante el tiempo en que Mía estuvo bajo observación, debido a las altas fiebres que presentaba. Falté a la escuela unos días debido a ello.Cuando uno de mis profesores se enteró de que tenía una hija, se quedó sorprendido. Nunca me vieron con una enorme barriga, ni nada por el estilo, así que era normal que las
No era buena para hacer amigos, así que cuando quise hacerme amiga de alguien, me doy cuenta de que todo el mundo ya había confirmado sus grupos.Como no había nadie con quien iniciar una amistad y no debíamos ver clases el día de hoy, me doy media vuelta para irme.Decido recorrer un poco el campus de la universidad, observaba todo maravillada. Cualquiera se podía dar cuenta de que era mi primer día en la universidad, estaba siendo demasiado obvia con ello.Estaba tan distraída mirando a todos lados, que no me fijé cuando tropecé con alguien.—Fíjate por dónde caminas.—Lo lam...Me sorprendo el volver a tomarme con él en mi primer día en la universidad. Ha pasado un año desde que lo vi y desde que me obligó a disculparme con esa mujer y que, además, se atrevió a lastimarme. Comenzaba a enojarme al recordar aquel día.Ese día me juré demostrarles a todos que se equivocarían conmigo y él era uno de ellos. Durante todo este tiempo, jamás olvidé su rostro y el de aquella mujer. De todas
Me sobresalto al escuchar el grito de mi abuela, así que corro hasta donde ella estaba para ver qué había pasado.—¿Qué ha sucedido?—¡Zoe! ¡Mira!—¡Oh por Dios!Mi pequeña estaba dando sus primeros pasos, salto emocionada por verla dar sus primeros pasos.—Ven con mamá... Ven...Poco a poco ella iba dando los pasitos, hacía a mí. Sonrío ampliamente al ver que ha llegado a mí. Un flash llega a mis ojos, al ver de dónde provenía, me doy cuenta de que era mi abuela quien nos había tomado una foto.—Tengo las fotos, ¡Las tengo!Ella se veía muy feliz por este maravilloso momento.—Lástima que la señora Clarisa se lo ha perdido.—Le enseñaré las fotos cuando llegue del trabajo.—De acuerdo.Nos quedamos un rato más mirando a mi pequeña como caminaba. Hice algunos vídeos de ella caminando y riéndose de lo que decíamos.A la hora de dormir, la alimenté y le di un baño para llevarla a la cama.Antes de quedarme dormida subo las fotos y los vídeos en mis redes sociales expresando mi felicidad
Al día siguiente, comencé mi día sin ningún contratiempo. Asistí a mis clases e hice mi turno extra en el restaurante.Durante la noche, escucho que Mía llora sin parar. Me levanté asustada y al tocar su frente, su temperatura estaba demasiado elevada. Corrí hasta donde solía guardar sus medicamentos para casos de emergencia, le doy a tomar algo para la fiebre, pero a medida que pasaba los minutos. Su fiebre no disminuía y tampoco su dolor.—¿Qué le pasa a Mía?Miro a mi abuela, quien había entrado a la habitación para ver que sucedía.—Tiene mucha fiebre, le he dado medicamento, pero no hace efecto. Su temperatura no deja de subir.—Debes llevarla al hospital antes de que le dé un ataque más fuerte. Me cambiaré de ropa.—Abuela.—¿Qué?—Mejor quédate, es muy tarde y necesitas descansar. Yo iré al hospital con Mía y me quedaré con ella, te llamaré por si sucede algo.—No te dejaré ir sola, iré contigo.—Por favor, quédate en casa. Hoy estuviste débil, no debes exigirte mucho. Confía e