Sigo siendo un maldito imbécil que no ha aprendido a comportarse con ella. La he arruinado.—¡Maldita sea!Estrello la botella contra la pared. Las personas que estaban conmigo se asustan e intentan calmarme, pero nadie lo consigue hasta que he destrozado todas las botellas de tequila, whisky, ginebra y demás. Todas y cada una de esas botellas han terminado destrozadas contra la pared.—Oye viejo, ¿qué demonios pasa contigo?—Cierra la boca.—Ya, pero lo que sea que te moleste no debiste desquitarte con el trago.—Pide más, me sobra dinero.—Estupendo. Hermosa, trae más de lo que él destrozó.—¡Sí!Ignoro a todos los que me rodeaban, me siento en uno de los sofás individuales y me quedo observando el techo de aquella sala de aquel bar VIP al que habíamos asistido. Cierro los ojos y la imagen de ella sufriendo por mi culpa regresa una y otra vez sin parar. Al final tuve que ponerme de pie e irme de ese lugar.Intento acerca a ella de varias maneras para pedirle perdón, pero no sabía có
Cuando la vi caer por las escaleras, me sentí culpable. Si tan solo no la hubiera llamado por su nombre, ella no hubiera caído por las escaleras. Corrí tras ella, bajé las escaleras muy rápido y la tomé en mis brazos para llevarla a urgencias. Estaba preocupado por lo que podía pasarle, pero cuando me informan que no había sucedido nada grave me calmo.—Repitan los exámenes, si no fue nada grave, ¿por qué se desmayó de esa manera? Repitan los exámenes.—Señor White, no es necesario. El golpe que ha recibido su esposa en la cabeza fue el causante de dejarla inconsciente, pero al hacer los exámenes no arrojan nada fuera de lo normal. Ella solamente necesita descansar y volver a casa, eso es todo. Ella está bien, se lo aseguro.Su voz sonaba en serio, no parecía estar bromeando ni mintiendo. Así que, terminé aceptando su veredicto y fui con ella para cuidarla. Cuando despertó, me sentí miserable al ver que se ha dado cuenta del golpe que recibí de mi abuelo, pero no fue el golpe lo que m
Nuestra vida ahora era diferente, muy diferente a como fue desde que nos conocimos.Zoe era feliz al tener a Mía como su hija, comenzamos a pasar más tiempo juntos. Me hice cargo de la empresa y todo iba bien. Estábamos muy felices, incluso cuando supimos que tendríamos a nuestro segundo hijo lo éramos más. Siendo sinceros, este bebé que venía en camino era el primero que tendríamos ella y yo, me refiero a que lleve nuestras sangres. Ella ha sido una madre estupenda para Mía y sabía que también lo sería para el nuevo bebé.Yo ansiaba que fuera un niño, quería jugar al fútbol con él y hablar de cosas de hombres. Pero desafortunadamente, Dios ha ordenado que sean solo mujeres en nuestra familia. Admito que estaba un poco triste por no tener un varón, pero estaba feliz por ser padre de nuevo sin importar que era una niña la que vendría a este mundo.—Puedes enseñarle a jugar fútbol a una de nuestras hijas, no te desanimes.—Tienes razón, pero podemos intentar tener más hijos.—Estás deme
El día estaba lluvioso y muy gris. Había olvidado revisar cómo estaría el clima el día de hoy y, por tanto, no portaba un paraguas con el cual cubrirme.—¡Zoe, espera!Al escuchar que gritaban mi nombre, giro mi rostro para ver quién era la persona que pedía que la esperaba.—Daniel, ya te lo dije y no lo repetiré. Deja de seguirme.—Escúchame una última vez, por favor.—No me interesa Daniel, ya no quiero saber de ti. Me demostraste que no eres quien fingías ser, déjame en paz.—Por favor.—No.Antes de que siguiera insistiendo, decido irme sin importar que todo mi cuerpo se mojase por la fuerte lluvia.Corro por las calles lo más rápido que mis piernas me permitían. Estaba a solo unas cuantas cuadras de casa, aunque no pertenecía a una familia rica, nuestra familia tenía un sustento adecuado y solo éramos mi abuela y yo.—Llegaré tarde al trabajo.Al doblar la esquina, frené en seco al ver que un auto muy fino se detiene a unos cuantos metros.Un hombre de traje se baja con una somb
El personal se queda examinan a Mía, mientras yo me cambiaba mi ropa húmeda.Al regresar a la habitación en la que nos pusieron, la otra madre que estaba cuidando de su hijo pequeño, seguís mirándome con odio y no entendía cuál era su problema, después de todo, no la conocía.—¿Cómo te llamas?—Zoe.—Zoe, la bebé, va a estar bien. Debemos esperar los resultados de los exámenes que se le están tomando y podrás llevártela a casa. ¿Está bien?—Sí, gracias enfermera...—Dime Clarisa, búscame si necesitas ayuda.—Muchas gracias, señora Clarisa.—Volveré luego.Asiento con la cabeza en lugar de responderle. La enfermera Clarisa, transmitía seguridad y amor maternal. Se veía que era una mujer dulce y compasiva.Aparentaba ser joven, pero por la manera en cómo me trataba, parecía que debía tener unos treinta y cinco a cuarenta años.Después de que todos salieran de la habitación, me acerco a la pequeña a quien he nombrado Mía. Ella dormía tranquilamente, la habían envuelto en mantas térmicas
—Hola. ¿Quién habla?—Hola jefe, habla Zoe.—Zoe, ¿dónde estás? Tu turno empezó hace rato.—Lo siento mucho, señor José. Me ha surgido un accidente y me encuentro en el hospital en este momento. Siento mucho no cumplir con mi turno el día de hoy, puede descontarlo de mi sueldo. Lo siento.—¿El hospital? ¿Muchacha estás bien?—Sí, señor José. Lamento no ir al trabajo.—No te preocupes, nunca sueles llegar tarde y menos faltar. Como es la primera vez, te lo pasaré. Infórmame cuando te den de alta. Puedes tomarte el resto de la semana libre, no lo descontaré de tu pago, quédate tranquila.—Muchas gracias, señor José. Muchas gracias.—Muy bien, colgaré.—Sí.Sonrío al saber que tenía un buen jefe. El señor José es un hombre de cuarenta y un años, nunca tuvo hijos y esposa. Tiene un restaurante de comida italiana pequeño cerca a mi casa.Desde que cumplí quince años he estado trabajando para él. Actualmente, tengo diecisiete, en cuatro meses cumplo la mayoría de edad y terminaré la escuela
Estaba vez consigo ir sin problemas hasta la cafetería. La furia crecía en mí una y otra vez, todo el que pasaba por mi lado, me evitaba.¿Cómo pude ser tan tonta y dejar que el miedo se apoderará de mí?Tuve que respirar varias veces para conseguir calmarme, pero no lo consigo. Estaba tan enojada que no me di cuenta de que había golpeado la mesa y levantado gritando lo idiota que era él.El haber gritado hace que muchos me miren como un bicho raro. Me vuelvo a sentar y termino de comer mi sándwich y mi jugo.La furia que sentía se va de inmediato cuando observo a mi abuela ingresar a la clínica. Detengo mi caminar para acercarme a ella.—¿Estás bien?—Sí, abuela. No te preocupes.—¿Por qué traes esa ropa?—No tenía un paraguas conmigo, tuve que correr bajo el agua. La enfermera me ha dado su uniforme para no enfermarme.—¿Por qué estás aquí? Si estás bien, vamos a casa.—No podemos irnos.—¿Por qué no?—Mía está aquí.—¿Quién es Mía?—No podemos hablar aquí, lo haremos en casa. Prome
—Comprendo. Me alegra informar que no hay nada malo que pueda poner en riesgo la vida de Mía, aunque encontramos que sufre de asma, parece que es hereditario. Tendrán que vigilar que no tenga un ataque, le recetaré algo por si sufre de algún ataque. Aún es pequeña, el hecho de que no tenga más de dos semanas de haber nacido, demuestra lo fuerte que es. Así que no hay de qué preocuparse.Sonrío al saber que ella estaba bien y agradezco por ello.—Muchas gracias, doctor.—No hay de qué, señorita.—Clarisa, ya puedes darle el alta a la bebé. Debo irme, no dude en venir por si sucede algo.—Muchas gracias.El doctor se va dejándonos solas de nuevo, me dejo caer en el suelo y lloro al saber que ella estaba bien.—Gracias, Dios mío, gracias...—Zoe.—Tenía miedo, abuela, creí que ella moriría.—Mi niña.Mi abuela me abraza como cuando lo hacía de niña para que me tranquilice. Una vez que consigo calmarme, miro a la señora Clarisa a la espera de que diga algo y luego miro a Mía que dormía en