Capítulo 406
Sin embargo, cuando ambos miraron, no había ninguna Lucía.

Manuel se encogió de hombros: —¿De qué otra forma iban a detenerse?

—Todos somos adultos, ¿no podemos resolver los problemas de una manera menos infantil?

Jorge: —Él perdió los estribos y atacó primero.

Mateo: —¡Porque se lo merecía!

—Ya basta, cálmense los dos. Si Lucía aparece de verdad, ninguno saldrá bien parado.

Jorge apretó los labios.

Mateo se quedó en silencio.

Diego tuvo una idea: —Vamos al hospital a tratar esas heridas.

Mateo: —No hace falta —levantó la mirada fríamente hacia Jorge—. Te lo repito, no podrás conquistarla. Ríndete de una vez.

—¿Tú crees? —Jorge sonrió levemente—. Eso habrá que verlo. Mi historia con ella está por escribirse, mientras que la tuya... ya terminó.

Los ojos de Mateo se enrojecieron y trató de atacar de nuevo, pero Diego lo detuvo rápidamente.

Jorge soltó: —Rabia de impotente —y subió a su coche, marchándose.

Mateo se soltó bruscamente de Diego: —¡Suéltame! ¿Ya se fue, qué más puedo hacer?

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