Capítulo 38
A principios de julio, con el aumento de las temperaturas, la oficina meteorológica emitió una alerta roja. La ola de calor de 35 grados persistía desde hacía una semana. Daniel, tras repetidos cálculos y verificaciones, finalmente había logrado avances en su experimento.

Aprovechando un momento de descanso, subió agotado al séptimo piso, dispuesto a dormir para recuperar energías. De repente, escuchó un ruido proveniente del apartamento de enfrente.

Se detuvo antes de abrir su puerta y se giró hacia la puerta cerrada. Se acercó y tocó:

—Lucía, ¿estás en casa?

No hubo respuesta. Llamó por segunda vez. Silencio de nuevo.

Dudó unos segundos, considerando si debía llamar a la policía, cuando escuchó el clic de la cerradura.

Lucía se asomó, dejando apenas una rendija.

—¿Necesitas algo?

Su expresión era neutral, como si solo abriera por cortesía. Su voz sonaba normal, sin nada extraño. Pero por alguna razón, Daniel sintió que no estaba de buen humor. Como una rosa marchita, a punto de secar
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