Capítulo 43
Mateo aguantó unos segundos antes de colgar abruptamente y poner su teléfono en modo avión. Por fin, silencio total. Al entrar en casa, Mateo sintió que su irritación disminuía. Exhaló profundamente. Mientras subía las escaleras, sus pies lo llevaron inconscientemente a la cocina.

Allí, los utensilios limpios y ordenados evocaron imágenes de Lucía trabajando afanosamente. Preparar el caldo le llevaba tiempo; la noche anterior limpiaba y remojaba los ingredientes. A la mañana siguiente, ya ablandados, los cocía con mijo.

Él solía quejarse de lo complicado que era, pero al volver del trabajo, siempre encontraba el caldo caliente esperándolo. Con el tiempo, dejó de protestar y disfrutó de la comida y del cariño de Lucía. De repente, la puerta principal se abrió.

—¿Señor? —llamó María, enviada por Mercedes.

Preocupada por la fuga de Mateo del hospital y temiendo que algo le pasara estando solo, Mercedes había pedido a María que lo cuidara.

—María, prepara algo de caldo —ordenó Mateo antes
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