Capítulo 50
Durante el viaje, después de un breve intercambio inicial, ambos permanecieron en silencio. Daniel conducía su auto habitual, manteniendo una velocidad constante y cómoda, aparentemente consciente del estado de ánimo de Lucía.

Al llegar a la zona residencial, el guardia de seguridad saludó a Lucía:

—Señorita Mendoza, hace tiempo que no la veíamos. ¿Estuvo de viaje?

Lucía respondió con una sonrisa leve, sin decir nada. Daniel miró su perfil, pero no preguntó. Llegaron en silencio a la entrada de la villa y Daniel detuvo el auto.

—Espérame un momento, por favor. Sacaré los libros y volveré —dijo Lucía, bajando del auto.

—¿No necesitas ayuda? —preguntó Daniel.

Ella negó con la cabeza:

—No es necesario, no son muchos libros. Puedo sola.

Lucía se dirigió a la villa y tocó el timbre. Se escuchó la voz de María:

—¡Ya voy, ya voy!

Al ver a Lucía, María exclamó con alegría:

—¡Señorita Mendoza! ¡Por fin ha vuelto!

Lucía sonrió levemente y explicó:

—Solo vine a recoger algunas cosas...

—¿Ya llega
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