Nikolai Stepanov recibió una llamada. No era exactamente de su agrado aquella llamada, lo conectaba con un pasado que él prefería olvidar. Por mucho tiempo, él había sido dueño y señor de aquella gran corporación. Nada lo molestaba, nada lo incomodaba, cualquier cosa que amenazara con alterar su paz y su tranquilidad, él simplemente lo desaparecía. Él era un hombre de acción, de soluciones firmes y radicales. No había espacio para la duda en su doctrina de vida. Desde un compartimiento especial en su escritorio, sacó una pistola Glock 17 y la guardó en su traje. No sabía lo que podía esperar, pero decidió estar preparado.—Ya que estás aquí, te propongo que nos reunamos, prefiero no hablar esto por teléfono. Te veo donde hablamos la última vez.La lujosa oficina mostraba acabados de muy buen gusto, de estilo barroco-francés. De un lado, tenía acceso a un gran salón de conferencias, donde solía reunirse con directivos de la empresa. Del otro lado, tenía un amplio cristal transparente q
Una cordillera de montañas blancas se extendía en el horizonte oscurecido. El hielo y el frío parecían ser los amos del valle. Solo algunos pinos y abedules conservaban aún rastros de verde, la mayoría de ellos ya habían sido cubiertos por una gruesa capa de nieve, sumidos en un largo letargo, esperando, anhelantes, el cálido advenimiento de la primavera.El avión sobrevolaba la gélida región de Krásnaya Poliana. Olga e Irini viajaban hacia allá para presenciar los juegos de invierno, un espectáculo raro de ver que no sucedía todos los años. Tenían reservaciones para el Hotel Rixos, uno de los más prestigiosos de la zona.—No puedo esperar para disfrutar del spa—expresaba Olga.—Y yo me muero por nadar en la cálida piscina, pero no vinimos por eso, eso lo podíamos conseguir en Moscú—responde Irini.—¿Y entonces a qué vinimos? ¿a buscar novio?— contesta Olga, riéndose.—Deja de molestarme, ¿por qué siempre tienes que estar hablando de hombres?—Tal vez porque veo que te hace falta uno.
—¡Suéltame! ¡Maldito infeliz!— se oían los gritos de Olga desde su habitación.Irini salió corriendo hacia la habitación vecina para socorrer a su amiga en aprietos, su corazón latía a toda prisa. Encontró la puerta cerrada, pero escuchaba los gritos que venían desde dentro. Con desesperación golpeó la puerta.—¿Qué está pasando ahí? ¡Olga! ¡Abre la puerta!De pronto, se detuvieron los gritos y la habitación quedó en silencio. A los pocos segundos la puerta se abrió y se asomó su amiga con el rostro descompuesto.—Irini, discúlpame, es que tuve una pesadilla horrible.—Ay, Olga..., qué susto me diste.—Pues yo aún tengo el miedo a flor de piel. ¿No puedo ir a tu cuarto y quedarme allí a dormir contigo?—¿En esa cama tan pequeña? vamos a estar incómodas las dos.—Prefiero dormir incómoda que dormir con este miedo tan terrible.—Bueno... Si te sientes así, entonces vente para mi habitación. No quiero que me despiertes de nuevo con otro grito como ese.Se fueron las dos a la habitación
—¿Puedo hacerles compañía?Las chicas se sorprendieron al ver a Sergei en ese sitio tan alejado. Se levantaron y lo saludaron animosamente, como alguien que saluda a un compañero de aventuras pues presiente que la aventura se pondrá aún mejor.—Qué sorpresa verte aquí. ¿Cuándo llegaste?— preguntó Irini.—Ayer en la mañana— contesta Sergei.Olga agrega:—Te salvaste del estado de alerta que hubo ayer en toda la zona por la ola de frío. Estuvimos presas en el aeropuerto, hasta que una familia se condolió de nosotras y nos ofrecieron hospedaje.Sergei contesta:—No puede ser, ¿y durmieron bien? Eso ayer estaba feo afuera. Nosotros no salimos por esa razón, aunque aquí dentro del hotel uno se aísla completamente de las inclemencias del clima de afuera.Irini sintió una pequeña incomodidad. Quiso preguntar algo, pero se contuvo. Por alguna razón pensó que debía evitar mostrar demasiada ansiedad por la intriga que sentía en ese momento. Pero Olga hizo la pregunta que ella evitaba hacer:—¿Y
Irini estaba acostada en la cama, observando que su compañera no vino a dormir en toda la noche. Se preguntaba si debía preocuparse e intentar localizarla. De pronto, sonó la puerta y vio entrar a Olga, al parecer recién bañada y con una amplia sonrisa en su rostro.—¿Y dónde estabas tú, desvergonzada?— pregunta Irini.—¿Tú qué crees?—responde Olga— aproveché la oportunidad. Esas oportunidades que tú nunca aprovechas. Anoche te vi pasar hacia la habitación y me di cuenta de que dejaste a ese pobre hombre herido y maltrecho.—¿No te da vergüenza, Olga? Si a Yuri apenas lo conociste ayer. ¿Qué estará pensando de ti?—No. No fue con Yuri con quien me acosté, fue con Sergei...—¿Qué?— preguntó Irini, sorprendida.—Ah... Viste que sí te importa. ¿Por qué te haces la insensible? Yo sé bien que el hombre te gusta, yo no te haría algo así, primero me corto una mano. Y si acaso te preocupa lo que Yuri estará pensando de mí, luego se lo preguntamos. Más tarde vamos a salir los cuatro a ver los
—No, papá, yo no me quiero casar. ¡No me voy a casar!—Hijo… Estuviste de acuerdo en la conveniencia de que los padres escojan una pareja adecuada para sus hijos jóvenes— respondió su padre.—No tenía idea de que estuviéramos hablando de mí, nunca acepté que ese fuera mi deseo, nada más lejos de mi aspiración. Todavía, antes de casarme, hay cosas que quiero hacer, mares que recorrer, montañas que escalar. Aunque te dije que apruebo la doctrina de los matrimonios arreglados, yo prefiero escoger yo mismo a la persona con quien deseo pasar el resto de mi vida, ese es mi derecho ¿no te parece?Sergei respiraba acelerado por la inesperada discusión con su padre. Siempre se había sometido a la autoridad del patriarca, siempre había evitado llevarle la contraria. Pero esto era algo muy distinto a cualquier imposición que antes le hubiera hecho el viejo Nikolai.Nikolai Stepanov era el presidente y accionista mayoritario de una corporación internacional con sede en Rusia. Desde esa sede se co
Sergei quedó impactado al escuchar aquel nombre. No reaccionaba, solo miraba a Irini mientras ella seguía hablando:—Soy Irini Papastavros. Soy tu prometida, tonto…—No puede ser… ¿Y cómo es que vinimos a conocernos aquí por casualidad?—No es casualidad, llevo varios días tratando de contactarte. Parece que yo supe del compromiso antes que tú. Pensé que deberíamos hablar, aunque aún no hemos sido presentados formalmente.—Estoy perfectamente de acuerdo en que deberíamos hablar. No estoy a gusto con la noticia de nuestro matrimonio y me imagino que tú tampoco. — Sergei hizo una pausa, pues se percató de un detalle muy raro en lo que ella acababa de decir, así que cambió el tema:— Espera un momento… Parece que me has estado siguiendo. Hoy me seguiste, eso es obvio. ¿Cómo hiciste para no perderme en la autopista? Allí corrí como un bólido, pocos autos podrían haberme seguido el paso.—Ya yo sabía en qué auto andabas, así que contraté a un piloto que puede ser tanto o más rápido que tú.
—¿De verdad te vas a casar, desgraciado?—explotó Zaira, gerente de imagen.—Calma, mi amor, las cosas no son lo que parecen—responde Sergei, tratando de apaciguar a aquella fiera.—Pues a mí me parece que ya no le vas a hablar a tu papá sobre lo nuestro. ¿Acaso estoy equivocada? ¿O todavía estás esperando “EL MOMENTO APROPIADO”?—Baja la voz, por favor…—Es que ya estoy harta, Sergei, estoy harta de esperar por ti, harta de tus desplantes, de tus excusas, de tus mentiras.—Mi amor, esto no es una mentira. Es un negocio de mi padre, una de esas “alianzas estratégicas”, pero esta vez me tocó a mí secundarlo. Debo simular, al menos por un año, un matrimonio feliz… —¿Sabes qué? No me interesa. No necesitas darme explicaciones y yo no quiero escucharlas. No quisiera tener que volver a oír aquella historia de que “por razones corporativas” no puedes llevarle la contraria a tu padre.Sergei la vio retirarse. Él sabía bien que sí era capaz de llevarle la contraria a su padre, pero lo cierto