Sergei se sorprendió mucho de ver a Irini en aquel lugar, pero se sorprendió más aún al ver que la indumentaria que ella portaba era propia de un médico residente. La miró venir, la miró al cruzar, y miró alejarse. Hubo un momento en que ella pareció mirar hacia donde él estaba, pero no hizo ningún gesto. Eso lo convenció de que ella aún seguía molesta con él.
—...Vamos a estar realizando unos exámenes para establecer el verdadero estado de ese riñón, pero ya les estoy adelantando mi opinión sobre el resultado más probable que esas pruebas podrían arrojar. Pienso que, a más tardar, mañana, podremos dar un diagnóstico más certero— así finalizaba el discurso del doctor Semiónov.—¿Y no lo podemos ver en este momento, doctor?— preguntó Tanya.—No. Tiene que entender que su estado es delicado. Él necesita descansar y tener una supervisión médica permanente. Es muy probable que para este momento ya lo estén trasladando a terapia intensiva. Lo que sí pueden hacer los familiares, en virtud de que muy probablemente se llegue a necesitar un donante de riñón, es hacerse las pruebas de compatibilidad. —He leído que esas pruebas pueden tardar meses en ser completadas—responde Tanya.—Eso era cierto hasta hace poco. Este hospital es pionero en el desarrollo de tecnología de punta que ha permitido reducir el tiempo de espera a pocas horas, a veces, incluso, se logra en minutos— aclara el médico.—Que bueno, ¿puedo hacerme esa prueba ahora?— preguntó Tanya.—Les aclaro que es imperativo que el donante sea de sexo masculino. Los trasplantes de riñón de mujer a hombre tienen una tasa casi nula de éxito. El familiar aquí presente—Semiónov señala a Sergei— podría hacerse esa prueba si lo desea.Polina, con lágrimas en los ojos, miró a Sergei, esperando la natural respuesta negativa, pues él no era familiar del paciente. Sergei sintió pena del drama que ellas estaban viviendo, y decidió contestar:—Por supuesto que sí quiero hacerme esa prueba. ¿A dónde tengo que ir?—Le voy a hacer una orden para que los resultados sean cruzados con los de su familiar convaleciente. Con esa orden, usted puede ir al laboratorio, al final del pasillo “C”, ese que tenemos a la derecha. La prueba no debería tardar más de cuarenta minutos.El médico sacó una libreta parecida a un talón de récipes, y elaboró la orden, firmando y sellando el papel. Sergei tomó la orden, se despidió del doctor y siguió con Tanya y Polina hacia el pasillo indicado. Recorrieron el largo pasillo, donde había distintas dependencias del hospital, hasta que encontraron el laboratorio.Preguntó por la prueba a una persona que estaba allí. Él entregó la orden y le pidieron que esperara unos minutos afuera. Se sentó un rato con las mujeres, pero poco después le ordenaron pasar al interior. Allí había raros dispositivos que no supo reconocer, pero que le hicieron recordar lo que el médico hablaba sobre “tecnología de punta”. Le pidieron que se quitara la camisa y se acostara en una camilla, al lado de una máquina con un panel digital, que le llegaba a la cintura. Le tomaron una muestra pequeña de sangre y lo esparcieron en una placa de vidrio que fue colocada en un compartimiento especial de la máquina. Le pusieron frente a su cara algo que parecía ser un sofisticado lector de retina, sintió un impacto de luz y de inmediato se lo retiraron. Al final, le colocaron varios sensores en las regiones de pecho y abdomen.La chica que operaba la máquina le dijo:—Va a estar así acostado alrededor de quince minutos. Procure estar lo más relajado posible. Yo vuelvo dentro un rato.—¿Y cómo es tu nombre?— preguntó Sergei.—Ah, perdón. Yo soy Alina. Por favor, relájese que yo vuelvo en unos minutos. —Muy bien. Perfecto. Relajado estoy. Mente en blanco…Sergei se recostó y miró hacia el techo raso. No había mucho que ver ahí, fuera de los raros aparatos. ¿Se preguntaba si todos ellos eran tecnología innovadora? Luego pensó en la inesperada manera en que se arruinaron los planes del día. El solo hecho de verse allí acostado, en un lugar muy distinto a donde él pensaba estar, ponía en entredicho toda la doctrina sobre disciplina y compromiso que desde niño le había inculcado su padre. Pensó que tal vez era cierto aquello de que el hombre solo es una brizna de paja arrastrada por el furioso vendaval.—Creo que ya la lectura está completa. Son sumamente interesantes algunos de los valores que ya se ven aquí. Sergei miró, esperando ver a Alina, pero se sorprendió de encontrar allí, como un ángel caído del cielo y que aparece de la nada, a su prometida Irini. —¡Hola! ¿Y qué haces tú aquí? te vi por el pasillo hace rato, pero no quisiste verme. Pensé entonces que sigues molesta conmigo— expresó Sergei.—Yo trabajo aquí, aunque es una historia larga y complicada. No te vi en el pasillo y no estoy molesta contigo. Creo que ya habíamos adelantado un poco de que nos va a tocar mantener nuestras vidas separadas. — Contesta Irini.—Pero viviendo juntos…—Bueno, sí… Además, creo que no podría molestarme nada de lo que tú hagas. Ya yo sé cómo eres, y la vida a la que estás acostumbrado. Lo que no entiendo es… ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué te estás haciendo esta prueba? Vi tu nombre en la ficha y vine a ver si de verdad eras tú.—Mi chofer sufrió un grave accidente en la limusina.Irini sintió un inesperado sobresalto:—¿Y a ti qué te pasó? ¿Te golpeaste?—No… Yo no estaba con él. Yo venía del aeropuerto cuando vi la limusina accidentada, entonces decidí seguir a la ambulancia.—¿Y para qué es esta prueba de compatibilidad? —Al parecer, su riñón sufrió daño en el accidente y, para colmo de males, él nació con un solo riñón.Irini se sorprende mucho y pregunta:—¿Y tú serías capaz de donarle un riñón a tu chofer?—La verdad es que ni siquiera he pensado en eso. El doctor creyó que yo era un familiar del paciente y acepté hacerme esta prueba porque su esposa y su hija no pueden. Honestamente, no creo que resulte compatible, eso sería demasiada casualidad pues yo ni siquiera soy familia suya.—¿Y qué tal si te digo que sí eres compatible?—¿Qué tal si te digo que sí eres compatible, que tu riñón puede ser colocado en el paciente sin ningún tipo de problema?Sergei escucha a Irini y se queda absorto, perplejo. En su cara se nota que la noticia le causa mucha sorpresa.Irini continua:—Eso pensé… Tú cara de espanto lo dice todo. Solo te estoy tomando el pelo, aún no podemos saber si eres compatible o no. Esta prueba es rápida, pero no tanto. Aún hace falta hacerle la misma prueba al paciente para poder establecer elementos coincidentes.Sergei respira aliviado y dice:—Realmente me engañaste. No sabía que eras así. Ya te estoy conociendo.—Ya te dije que no nos conocemos, eso es especialmente cierto considerando que solo hemos hablado por muy pocos días. Pero sí es bueno que tú sepas que eso de donar un órgano, y especialmente un riñón, no es para todo el mundo. Debes tener mucha convicción de que lo quieres hacer. Eso no se puede hacer con miedo o dudas. En la mayoría de los casos, es algo que tú haces por un familiar,
—Tu eres el único rico que conozco que se codea con un plebeyo como yo— comentaba Yuri, mientras almorzaba con Sergei.—Para mí, tú no eres ningún plebeyo. Tú eres más humano y más culto que muchas personas que he visto en la alta sociedad— contesta Sergei. —Comencé a escribir un libro. Es una historia sobre un matrimonio arreglado.—No quiero que escribas sobre mí. —No te preocupes. Tampoco es que voy a escribir que mi protagonista se llama Sergei Stepanovich. Nadie nunca va a asociar mi historia contigo.—¿Y por qué escribes? No creo que te vayas a hacerte rico con eso.—Eso nadie lo sabe. Pero sería justo decir que escribo simplemente porque me gusta— contesta Yuri.—¿Imagino que quieres llegar a ser un Tolstoi?—Más bien, quisiera ser como Fyodor Dostoievski. ¿Sabías tú que Dostoievski escribió su obra “El Jugador'' en 26 días? que llegó a ser un clásico de la literatura mundial.—No lo sabía, pero vi la película. Era un apostador empedernido— aclara Sergei.—Sí, era un apostado
La luz del alba tocaba la punta de la torre de transmisión, en la parte superior del edificio sede de la corporación Stepanov. La claridad se extendía lentamente sobre toda la ciudad, mientras la vida y el movimiento acelerado iban despertando y cobrando fuerza. No había un edificio más alto en toda la región, aquí se encontraban los silenciosos testigos de los primeros destellos de luz matutina que golpeaban la ciudad.Sergei se encontraba frente a un gran ventanal contemplando la maravilla del sol naciente. Había pasado la noche allí, en la empresa. Eso hacía a veces cuando necesitaba meditar o cuando el trabajo requería su presencia constante. Su oficina daba acceso a una recámara con todas las comodidades que un mortal podría necesitar. Estuvo allí sentado, tomándose un café, hasta que casi se hizo la hora de comenzar a llegar los empleados de la torre. Se preparó para el inicio del día, tomó una ducha temprana, se cambió de ropa y se sentó frente a su computadora a revisar los r
Nikolai Stepanov recibió una llamada. No era exactamente de su agrado aquella llamada, lo conectaba con un pasado que él prefería olvidar. Por mucho tiempo, él había sido dueño y señor de aquella gran corporación. Nada lo molestaba, nada lo incomodaba, cualquier cosa que amenazara con alterar su paz y su tranquilidad, él simplemente lo desaparecía. Él era un hombre de acción, de soluciones firmes y radicales. No había espacio para la duda en su doctrina de vida. Desde un compartimiento especial en su escritorio, sacó una pistola Glock 17 y la guardó en su traje. No sabía lo que podía esperar, pero decidió estar preparado.—Ya que estás aquí, te propongo que nos reunamos, prefiero no hablar esto por teléfono. Te veo donde hablamos la última vez.La lujosa oficina mostraba acabados de muy buen gusto, de estilo barroco-francés. De un lado, tenía acceso a un gran salón de conferencias, donde solía reunirse con directivos de la empresa. Del otro lado, tenía un amplio cristal transparente q
Una cordillera de montañas blancas se extendía en el horizonte oscurecido. El hielo y el frío parecían ser los amos del valle. Solo algunos pinos y abedules conservaban aún rastros de verde, la mayoría de ellos ya habían sido cubiertos por una gruesa capa de nieve, sumidos en un largo letargo, esperando, anhelantes, el cálido advenimiento de la primavera.El avión sobrevolaba la gélida región de Krásnaya Poliana. Olga e Irini viajaban hacia allá para presenciar los juegos de invierno, un espectáculo raro de ver que no sucedía todos los años. Tenían reservaciones para el Hotel Rixos, uno de los más prestigiosos de la zona.—No puedo esperar para disfrutar del spa—expresaba Olga.—Y yo me muero por nadar en la cálida piscina, pero no vinimos por eso, eso lo podíamos conseguir en Moscú—responde Irini.—¿Y entonces a qué vinimos? ¿a buscar novio?— contesta Olga, riéndose.—Deja de molestarme, ¿por qué siempre tienes que estar hablando de hombres?—Tal vez porque veo que te hace falta uno.
—¡Suéltame! ¡Maldito infeliz!— se oían los gritos de Olga desde su habitación.Irini salió corriendo hacia la habitación vecina para socorrer a su amiga en aprietos, su corazón latía a toda prisa. Encontró la puerta cerrada, pero escuchaba los gritos que venían desde dentro. Con desesperación golpeó la puerta.—¿Qué está pasando ahí? ¡Olga! ¡Abre la puerta!De pronto, se detuvieron los gritos y la habitación quedó en silencio. A los pocos segundos la puerta se abrió y se asomó su amiga con el rostro descompuesto.—Irini, discúlpame, es que tuve una pesadilla horrible.—Ay, Olga..., qué susto me diste.—Pues yo aún tengo el miedo a flor de piel. ¿No puedo ir a tu cuarto y quedarme allí a dormir contigo?—¿En esa cama tan pequeña? vamos a estar incómodas las dos.—Prefiero dormir incómoda que dormir con este miedo tan terrible.—Bueno... Si te sientes así, entonces vente para mi habitación. No quiero que me despiertes de nuevo con otro grito como ese.Se fueron las dos a la habitación
—¿Puedo hacerles compañía?Las chicas se sorprendieron al ver a Sergei en ese sitio tan alejado. Se levantaron y lo saludaron animosamente, como alguien que saluda a un compañero de aventuras pues presiente que la aventura se pondrá aún mejor.—Qué sorpresa verte aquí. ¿Cuándo llegaste?— preguntó Irini.—Ayer en la mañana— contesta Sergei.Olga agrega:—Te salvaste del estado de alerta que hubo ayer en toda la zona por la ola de frío. Estuvimos presas en el aeropuerto, hasta que una familia se condolió de nosotras y nos ofrecieron hospedaje.Sergei contesta:—No puede ser, ¿y durmieron bien? Eso ayer estaba feo afuera. Nosotros no salimos por esa razón, aunque aquí dentro del hotel uno se aísla completamente de las inclemencias del clima de afuera.Irini sintió una pequeña incomodidad. Quiso preguntar algo, pero se contuvo. Por alguna razón pensó que debía evitar mostrar demasiada ansiedad por la intriga que sentía en ese momento. Pero Olga hizo la pregunta que ella evitaba hacer:—¿Y
Irini estaba acostada en la cama, observando que su compañera no vino a dormir en toda la noche. Se preguntaba si debía preocuparse e intentar localizarla. De pronto, sonó la puerta y vio entrar a Olga, al parecer recién bañada y con una amplia sonrisa en su rostro.—¿Y dónde estabas tú, desvergonzada?— pregunta Irini.—¿Tú qué crees?—responde Olga— aproveché la oportunidad. Esas oportunidades que tú nunca aprovechas. Anoche te vi pasar hacia la habitación y me di cuenta de que dejaste a ese pobre hombre herido y maltrecho.—¿No te da vergüenza, Olga? Si a Yuri apenas lo conociste ayer. ¿Qué estará pensando de ti?—No. No fue con Yuri con quien me acosté, fue con Sergei...—¿Qué?— preguntó Irini, sorprendida.—Ah... Viste que sí te importa. ¿Por qué te haces la insensible? Yo sé bien que el hombre te gusta, yo no te haría algo así, primero me corto una mano. Y si acaso te preocupa lo que Yuri estará pensando de mí, luego se lo preguntamos. Más tarde vamos a salir los cuatro a ver los