El avión descendía para aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Moscú-Sheremétievo. Sergei Stepanovich se sacudía el sueño y empezaba a alistarse para la salida. El chofer de la empresa debería estar ahí esperándolo afuera. Calculaba que aún se iba a tardar diez o quince minutos en llegar al área de salida de los pasajeros.
Estando ya afuera, se extrañó de la ausencia del chofer. No se veía por ningún lado la oscura limusina que debería estar ahí esperando. Sacó el móvil y telefoneó a Greta, pidiéndole cuentas por el descontrol en los planes y el incumplimiento en los tiempos. Ya él estaba acostumbrado a formular planes y a que tales planes se cumplieran al pie de la letra. Se cumplían o alguien era despedido, esa era la norma. Greta ofreció enviarle otra limusina.—No, Greta, olvídalo. No quiero otra limusina, voy a tomar un taxi.Se dirigió hacia el área de taxis y en seguida se le acercó un automóvil del servicio y Sergei lo abordó. Otra vez venía contemplando extasiado la maravillosa vista del diseño urbano de la ciudad. Esas imponentes edificaciones lo hacían conectarse con aquellas teorías que tratan de explicar cómo fueron levantadas las pirámides. Gigantescos bloques del tamaño de una casa, que pesaban varias toneladas, fueron transportados por los egipcios, sin que hasta ahora se haya podido demostrar cómo lo hicieron, pues no tenían maquinarias pesadas que pudieran levantar semejante carga.El taxista se detiene pues advierte que hay una obstrucción en la vía. Se ven luces y sirenas de ambulancias. Sergei se recuesta y piensa en que esto le va a traer más retrasos. Mira hacia las luces de la ambulancia y logra ver que se trata de un accidente de auto. Parece que un camión aplastó a otro vehículo. Desde el ángulo en que observa Sergei, no se distingue bien el vehículo, pero él se inclina un poco y logra visualizar que es un vehículo color negro, grande y largo, parece una limusina…Sergei salió corriendo fuera del taxi y logra verificar que el vehículo aplastado tiene la insignia de la empresa. De inmediato, corre hasta una ambulancia en donde ve que llevan un cuerpo. Se trata de Walter, uno de sus choferes, parece que aún está con vida. Intenta verlo de cerca, pero le ordenan apartarse. Solo logró que le dijeran hacia dónde lo transportaban. Vuelve hasta el taxi, entra y le dice al chofer: —Vamos, rápido, al Hospital Central.El chofer del taxi logró maniobrar y salir hacia atrás. Luego tomó la autopista donde podía manejar a una mayor velocidad. Condujo siguiendo de cerca a la ambulancia. Sergei no podía dejar de pensar en la familia de Walter, tenía una esposa y una hija pequeña. Nunca llegó a conocerlas, pero llegó a conversar sobre ellas con su chofer en alguna ocasión en que el trayecto se hizo aburrido y monótono. Walter decía que ellas eran su vida, su única familia, que no podía concebir el estar separado de ellas, el ser despojado de ellas. Sergei ni siquiera sabía que podía recordar esas conversaciones, pero vinieron de un solo golpe a su mente en ese momento de emergencia.La ambulancia llegó al hospital y el taxi de Sergei seguía detrás. Se activaron los controles de emergencia del centro médico y salieron enfermeros que trasladaron al paciente desde la ambulancia hasta una camilla en la rampa. Luego lo condujeron hacia el interior del edificio. Sergei también pasó al interior y llegó hasta el área de espera. Allí se sentó, alerta de cualquier información sobre el estado en que se encontraba su chofer. Decidió llamar a Greta, su secretaria, y notificarle sobre el siniestro para que la empresa conociera lo sucedido al chofer y a la limusina corporativa, y también para que la familia de Walter fuera informada.Cuarenta minutos estuvo Sergei sentado en aquella sala de espera, cuando escuchó a la recepcionista del hospital decir:—¿Algún familiar del señor Walter Gólubev?—Él es mi chofer— respondió Sergei—¿cómo se encuentra él? ¿Es muy grave su estado?—En unos minutos, él médico tratante, el doctor Semiónov, le dará información sobre el estado en que se encuentra el paciente. Pero queríamos consultar algunos detalles sobre la cobertura de los gastos que va a generar la estadía del paciente en nuestro centro hospitalario. Al parecer, la póliza que reporta el paciente no tiene la cobertura necesaria.—¿La póliza no tiene la cobertura necesaria?—repitió Sergei extrañado, pero de inmediato reaccionó:—Bueno, eso no importa, aquí tiene mi tarjeta. Por favor, cargue a mi cuenta todos los gastos que genere el paciente. Luego miró a dos personas, madre e hija, que se acercaron a la recepción a preguntar por Walter Gólubev. El se dirigió a ellas, presentándose:—Yo soy Sergei Stepanovich. Walter es mi chofer, aunque yo no estaba con él cuando ocurrió el accidente. Estamos esperando por el médico tratante para que nos dé información sobre el estado de Walter. Me dijeron que iba a estar aquí en pocos minutos.La recepcionista lo interrumpe, señalando con el dedo:—Miren, allí viene el doctor Semiónov.Sergei, junto con las dos mujeres, se dirige al médico: —Hola, disculpe, nos dijeron que usted es el doctor Semiónov.—Artur Semiónov, para servirle. ¿En qué puedo ayudarle?—Nosotros somos familiares de Walter Gólubev. Queremos saber cómo está él.—Bien. Él va a ser transferido a terapia intensiva. Por ahora, sus signos vitales están controlados. Sufrió fractura en tres costillas y varias contusiones, algunas más fuertes que otras, pero que, en general, parecen manejables. Sólo hay un detalle que no está funcionando como debería. Aún le estamos haciendo los exámenes pertinentes, pero quisiera aprovechar para preguntarle a los familiares si el paciente sufre de algún tipo de deficiencia renal. —Yo soy Tanya, esposa de Walter, y ella es Polina, nuestra hija. Mi esposo, desde su nacimiento, tiene un solo riñón, pero nunca ha tenido ningún tipo de deficiencia renal. Él suele hacerse chequeos regulares, al menos una vez al año.El médico contesta:—Esa información es muy importante, porque si ese riñón funcionaba perfectamente, los síntomas que estamos viendo deben estar indicando, e indican sin duda alguna, que su riñón ha sido severamente afectado por el impacto.Sergei escuchaba con detenimiento lo que el médico decía, pero algo lo distrajo. No daba crédito a lo que sus ojos veían en ese momento: Por uno de los pasillos del hospital, venía entrando Irini Sokolova.Sergei se sorprendió mucho de ver a Irini en aquel lugar, pero se sorprendió más aún al ver que la indumentaria que ella portaba era propia de un médico residente. La miró venir, la miró al cruzar, y miró alejarse. Hubo un momento en que ella pareció mirar hacia donde él estaba, pero no hizo ningún gesto. Eso lo convenció de que ella aún seguía molesta con él.—...Vamos a estar realizando unos exámenes para establecer el verdadero estado de ese riñón, pero ya les estoy adelantando mi opinión sobre el resultado más probable que esas pruebas podrían arrojar. Pienso que, a más tardar, mañana, podremos dar un diagnóstico más certero— así finalizaba el discurso del doctor Semiónov.—¿Y no lo podemos ver en este momento, doctor?— preguntó Tanya.—No. Tiene que entender que su estado es delicado. Él necesita descansar y tener una supervisión médica permanente. Es muy probable que para este momento ya lo estén trasladando a terapia intensiva. Lo que sí pueden hacer los familiares, en virtud
—¿Qué tal si te digo que sí eres compatible, que tu riñón puede ser colocado en el paciente sin ningún tipo de problema?Sergei escucha a Irini y se queda absorto, perplejo. En su cara se nota que la noticia le causa mucha sorpresa.Irini continua:—Eso pensé… Tú cara de espanto lo dice todo. Solo te estoy tomando el pelo, aún no podemos saber si eres compatible o no. Esta prueba es rápida, pero no tanto. Aún hace falta hacerle la misma prueba al paciente para poder establecer elementos coincidentes.Sergei respira aliviado y dice:—Realmente me engañaste. No sabía que eras así. Ya te estoy conociendo.—Ya te dije que no nos conocemos, eso es especialmente cierto considerando que solo hemos hablado por muy pocos días. Pero sí es bueno que tú sepas que eso de donar un órgano, y especialmente un riñón, no es para todo el mundo. Debes tener mucha convicción de que lo quieres hacer. Eso no se puede hacer con miedo o dudas. En la mayoría de los casos, es algo que tú haces por un familiar,
—Tu eres el único rico que conozco que se codea con un plebeyo como yo— comentaba Yuri, mientras almorzaba con Sergei.—Para mí, tú no eres ningún plebeyo. Tú eres más humano y más culto que muchas personas que he visto en la alta sociedad— contesta Sergei. —Comencé a escribir un libro. Es una historia sobre un matrimonio arreglado.—No quiero que escribas sobre mí. —No te preocupes. Tampoco es que voy a escribir que mi protagonista se llama Sergei Stepanovich. Nadie nunca va a asociar mi historia contigo.—¿Y por qué escribes? No creo que te vayas a hacerte rico con eso.—Eso nadie lo sabe. Pero sería justo decir que escribo simplemente porque me gusta— contesta Yuri.—¿Imagino que quieres llegar a ser un Tolstoi?—Más bien, quisiera ser como Fyodor Dostoievski. ¿Sabías tú que Dostoievski escribió su obra “El Jugador'' en 26 días? que llegó a ser un clásico de la literatura mundial.—No lo sabía, pero vi la película. Era un apostador empedernido— aclara Sergei.—Sí, era un apostado
La luz del alba tocaba la punta de la torre de transmisión, en la parte superior del edificio sede de la corporación Stepanov. La claridad se extendía lentamente sobre toda la ciudad, mientras la vida y el movimiento acelerado iban despertando y cobrando fuerza. No había un edificio más alto en toda la región, aquí se encontraban los silenciosos testigos de los primeros destellos de luz matutina que golpeaban la ciudad.Sergei se encontraba frente a un gran ventanal contemplando la maravilla del sol naciente. Había pasado la noche allí, en la empresa. Eso hacía a veces cuando necesitaba meditar o cuando el trabajo requería su presencia constante. Su oficina daba acceso a una recámara con todas las comodidades que un mortal podría necesitar. Estuvo allí sentado, tomándose un café, hasta que casi se hizo la hora de comenzar a llegar los empleados de la torre. Se preparó para el inicio del día, tomó una ducha temprana, se cambió de ropa y se sentó frente a su computadora a revisar los r
Nikolai Stepanov recibió una llamada. No era exactamente de su agrado aquella llamada, lo conectaba con un pasado que él prefería olvidar. Por mucho tiempo, él había sido dueño y señor de aquella gran corporación. Nada lo molestaba, nada lo incomodaba, cualquier cosa que amenazara con alterar su paz y su tranquilidad, él simplemente lo desaparecía. Él era un hombre de acción, de soluciones firmes y radicales. No había espacio para la duda en su doctrina de vida. Desde un compartimiento especial en su escritorio, sacó una pistola Glock 17 y la guardó en su traje. No sabía lo que podía esperar, pero decidió estar preparado.—Ya que estás aquí, te propongo que nos reunamos, prefiero no hablar esto por teléfono. Te veo donde hablamos la última vez.La lujosa oficina mostraba acabados de muy buen gusto, de estilo barroco-francés. De un lado, tenía acceso a un gran salón de conferencias, donde solía reunirse con directivos de la empresa. Del otro lado, tenía un amplio cristal transparente q
Una cordillera de montañas blancas se extendía en el horizonte oscurecido. El hielo y el frío parecían ser los amos del valle. Solo algunos pinos y abedules conservaban aún rastros de verde, la mayoría de ellos ya habían sido cubiertos por una gruesa capa de nieve, sumidos en un largo letargo, esperando, anhelantes, el cálido advenimiento de la primavera.El avión sobrevolaba la gélida región de Krásnaya Poliana. Olga e Irini viajaban hacia allá para presenciar los juegos de invierno, un espectáculo raro de ver que no sucedía todos los años. Tenían reservaciones para el Hotel Rixos, uno de los más prestigiosos de la zona.—No puedo esperar para disfrutar del spa—expresaba Olga.—Y yo me muero por nadar en la cálida piscina, pero no vinimos por eso, eso lo podíamos conseguir en Moscú—responde Irini.—¿Y entonces a qué vinimos? ¿a buscar novio?— contesta Olga, riéndose.—Deja de molestarme, ¿por qué siempre tienes que estar hablando de hombres?—Tal vez porque veo que te hace falta uno.
—¡Suéltame! ¡Maldito infeliz!— se oían los gritos de Olga desde su habitación.Irini salió corriendo hacia la habitación vecina para socorrer a su amiga en aprietos, su corazón latía a toda prisa. Encontró la puerta cerrada, pero escuchaba los gritos que venían desde dentro. Con desesperación golpeó la puerta.—¿Qué está pasando ahí? ¡Olga! ¡Abre la puerta!De pronto, se detuvieron los gritos y la habitación quedó en silencio. A los pocos segundos la puerta se abrió y se asomó su amiga con el rostro descompuesto.—Irini, discúlpame, es que tuve una pesadilla horrible.—Ay, Olga..., qué susto me diste.—Pues yo aún tengo el miedo a flor de piel. ¿No puedo ir a tu cuarto y quedarme allí a dormir contigo?—¿En esa cama tan pequeña? vamos a estar incómodas las dos.—Prefiero dormir incómoda que dormir con este miedo tan terrible.—Bueno... Si te sientes así, entonces vente para mi habitación. No quiero que me despiertes de nuevo con otro grito como ese.Se fueron las dos a la habitación
—¿Puedo hacerles compañía?Las chicas se sorprendieron al ver a Sergei en ese sitio tan alejado. Se levantaron y lo saludaron animosamente, como alguien que saluda a un compañero de aventuras pues presiente que la aventura se pondrá aún mejor.—Qué sorpresa verte aquí. ¿Cuándo llegaste?— preguntó Irini.—Ayer en la mañana— contesta Sergei.Olga agrega:—Te salvaste del estado de alerta que hubo ayer en toda la zona por la ola de frío. Estuvimos presas en el aeropuerto, hasta que una familia se condolió de nosotras y nos ofrecieron hospedaje.Sergei contesta:—No puede ser, ¿y durmieron bien? Eso ayer estaba feo afuera. Nosotros no salimos por esa razón, aunque aquí dentro del hotel uno se aísla completamente de las inclemencias del clima de afuera.Irini sintió una pequeña incomodidad. Quiso preguntar algo, pero se contuvo. Por alguna razón pensó que debía evitar mostrar demasiada ansiedad por la intriga que sentía en ese momento. Pero Olga hizo la pregunta que ella evitaba hacer:—¿Y