—¿De verdad te vas a casar, desgraciado?—explotó Zaira, gerente de imagen.
—Calma, mi amor, las cosas no son lo que parecen—responde Sergei, tratando de apaciguar a aquella fiera.—Pues a mí me parece que ya no le vas a hablar a tu papá sobre lo nuestro. ¿Acaso estoy equivocada? ¿O todavía estás esperando “EL MOMENTO APROPIADO”?—Baja la voz, por favor…—Es que ya estoy harta, Sergei, estoy harta de esperar por ti, harta de tus desplantes, de tus excusas, de tus mentiras.—Mi amor, esto no es una mentira. Es un negocio de mi padre, una de esas “alianzas estratégicas”, pero esta vez me tocó a mí secundarlo. Debo simular, al menos por un año, un matrimonio feliz… —¿Sabes qué? No me interesa. No necesitas darme explicaciones y yo no quiero escucharlas. No quisiera tener que volver a oír aquella historia de que “por razones corporativas” no puedes llevarle la contraria a tu padre.Sergei la vio retirarse. Él sabía bien que sí era capaz de llevarle la contraria a su padre, pero lo cierto es que en esta ocasión no tenía ganas de hacerlo. Se quedó un momento allí, mirando a la distancia, y luego se dirigió a su oficina.Estuvo revisando los reportes de varias empresas pertenecientes a la corporación y se detuvo en un problema legal que había en una ensambladora de autos en la ciudad de Uliánovsk, a doce horas de distancia. Era probable que aquello pudiera ser manejado por los abogados de la empresa, pero había un delicado precedente en este caso y Sergei quería asegurarse personalmente de darle una solución definitiva al problema. Llamó a su secretaria y le dijo:—Por favor, Greta, toma nota de una lista de seis cosas que quiero que hagas.La secretaria, de inmediato, contesta:—Estoy preparada, señor, dígame qué necesita.Como piloto experto, Sergei, a toda velocidad, dispara:—Primero: Consigue uno de los juegos de copias certificadas de los registros de la ensambladora en Uliánovsk. Me traes eso, junto con una copia simple de todo el juego. Segundo: Llama a Shevchenko y dile que hay problemas con ese registro, que voy saliendo para allá, que espere mi llamada. Tercero: Llama a Ninette, en el aeropuerto, y dile que me consiga un vuelo a Uliánovsk, para dentro de una hora. Cuarto: Llama a nuestro hotel allá y asegúrate de que mi suite esté lista, con ropa para dos días, y que me envíen la limusina al aeropuerto. Quinto: Te dejo aquí el portafolio. Coloca adentro los documentos que te pedí y déjalo abierto para yo revisar. Sexto: Dile al chofer de aquí que esté listo y alerta para que me lleve al aeropuerto a abordar el avión. Tomo una ducha y me cambio de ropa. Tienes diez minutos. Apúrate con eso.—En seguida, señor.Quince minutos después, Sergei iba en una limusina camino del aeropuerto. Desde atrás, le habló a su chofer:—Calculé que nos va a tomar media hora llegar hasta el aeropuerto. ¿Qué opinas tú, Walter?—Veinticinco minutos, señor.—Bien. Así me gusta.El paisaje en la ciudad siempre se ve lleno de vida. Los altos rascacielos y el increíble diseño urbano declaran, mil y una vez, la maravilla del ingenio humano. La gente va y viene, desapareciendo en la maraña de calles. Parecen perder su propia identidad, parecen fundirse todos con una entidad superior, el alma misma de la ciudad, que lo absorbe todo.Sergei no podía dejar de pensar que tal vez la vida en la ciudad aliena a los hombres y los convierte en autómatas. Olvidan la relación primitiva que tienen con el polvo y la tierra, de donde fueron tomados. Ignoran, además, el origen celeste, de dónde vienen, y el destino final, hacia dónde van. Estaba consciente de que él mismo era un pequeño bote perdido en ese gran mar. Solo es posible tener una visión completa cuando se contemplan las cosas desde arriba, o cuando se mira el mundo desde el interior de una limusina que viaja a toda velocidad…—Ya llegamos, señor— anuncia Walter, mientras le abre la puerta a Sergei para que salga.—¡Caramba! ¿Ya llegamos? ¿Seguro que fueron veinticinco minutos?—Más o menos, señor— responde el chofer, con una sonrisa.Sergei se encamina hacia la entrada principal del aeropuerto, atraviesa la entrada y se dirige hacia la zona de pasajeros. Saca el teléfono y se dispone a hacer una llamada, pero de inmediato lo vuelve a guardar pues logra divisar, a la distancia, a Ninette, quien lo espera en el punto de control de acceso. Allí le da el boleto de avión y se despide:—¡Que tenga buen viaje!—Gracias.Atravesó el Check In, con los respectivos controles, y llegó hasta el área de embarque, donde calculó que aún tenía tiempo para comer algo ligero en el restaurante. Al volver del restaurante, aún faltaban once minutos para la hora de salida de su avión. Caminó hacia la puerta que indicaba su boleto, luego se detuvo, sacó el teléfono e hizo una llamada:—¡Aló, Nina! Soy yo, tu amor imposible […] Sí, sí, sí… Voy para allá, ya casi estoy montado en el avión. Si quieres nos vemos. Si quieres te paso buscando. [...] Bien. Muy bien. Asegúrate de estar lista en dos horas.Cuando estaba terminando la llamada, ya se escuchaban los altoparlantes que anunciaban la salida de su avión. Pasó por la puerta de acceso, siguiendo una línea de personas. Minutos más tarde, ya estaba volando a Uliánovsk.Una hora y cuarenta minutos tardó el avión en llegar a su destino. Cerca de la salida, Sergei sacó el teléfono e inició otra llamada:—¡Shevchenko! Ya estoy aquí en Uliánovsk. Pensaba ir primero al hotel, pero prefiero, antes, ir contigo al ayuntamiento para resolver esto de una vez. Yo voy directo para allá y allá te espero.Miró a su alrededor, y decidió llamar al hotel para darles su ubicación y preguntar por la limusina. A los pocos minutos, llegó el auto con las insignias del hotel. El chofer se bajó y le abrió la puerta.—Hola, Igor. Vamos al edificio del ayuntamiento. Hay un problemita que quiero arreglar allí.—Claro, señor, de inmediato.Más tarde, Sergei discutía con Dimitri Petrov, funcionario del ayuntamiento, quien fue responsable de imponer una sanción y un cierre temporal a la ensambladora de autos del grupo Stepanov.—Le informo, señor Stepanovich, que su ensambladora de autos está en situación de ilegalidad, porque el registro no ha sido actualizado siguiendo la providencia más reciente, la de mayo de este año. No establece claramente la naturaleza de la actividad que realiza de la forma que indican las directrices que se especifican allí. Se les dio un periodo de seis meses a las empresas para alinearse a esta providencia, y aún su empresa no se ha puesto al día en este requerimiento.—Amigo Dimitri, ya eso lo hicimos desde el primer momento en que fue publicada esa providencia. El nuevo registro fue firmado y sellado por esta misma dependencia. ¿Ahora no aparece? Lo que usted está haciendo es un abuso de poder. ¿Usted tiene idea de la magnitud de las pérdidas por un día en que la ensambladora no abra sus puertas?Dimitri observaba a Sergei de manera impasible, conservando una sonrisa casi burlona. Pero su rostro se tornó en terror cuando vio entrar a un hombre alto de pelo blanco, vestido de saco y corbata. Dimitri Lo miró y dijo:—¡Juez Shevchenko!El juez saludó a Sergei y le dijo:—Ya estoy aquí. Déjame manejar esto. Dame la documentación que trajiste. Sergei le entregó los papeles, salió y esperó afuera.Quince minutos después, salió el juez, le entregó las copias simples ahora selladas con sello húmedo y firmadas como recibido por Dimitri. Luego le dijo a Sergei:—Ya fue reversada la sanción, ya no va a haber ningún cierre. —Es increíble el grado de corrupción que uno encuentra a veces en estas dependencias. Pareciera que si se mueve dinero, estos funcionarios creen que tienen que recibir su parte, y el monto que ellos digan, más allá de los impuestos que se pagan—expresa Sergei.—Sabes que puedes demandarlos ¿verdad?—Claro que lo sé, y puedes tener por seguro que lo voy a hacer. Estas cosas no se deben dejar así. De verdad te agradezco tu ayuda y la rápida respuesta.—No hay de qué. Para eso estamos los amigos. Ambos hombres se despiden y Sergei aborda de nuevo la limusina. Pocos minutos más tarde, después de hacer una llamada, le ordena al chofer desviarse a cierta dirección para recoger a alguien, una mujer llamada Nina…A llegar al punto de encuentro, Sergei le dice al chofer:—Esa es.Señalaba, en una esquina, a una pelirroja alta de exuberantes curvas y cara de ángel. Ella lucía un vestido rojo que mostraba toda su belleza.Igor salió del vehículo y le abrió la puerta a la chica, quien al entrar saludó a Sergei con un profundo y húmedo beso.—No sabes cómo te he extrañado, mi amor—señala Nina.—Y yo a ti, mi cielo—corresponde Sergei.—¿Por qué no habías venido a verme?—Cosas del trabajo.—Bueno, ya no importa. Ya estás aquí.— lo besa otra vez y, recogiéndose el vestido, se sienta a horcajadas sobre él…—Calma… Guarda un poco para el hotel...—advierte Sergei.Minutos más tarde, el chofer se detuvo en la entrada del hotel. Se bajaron Sergei y Nina, y apareció un botones que tomó el portafolio de Sergei. Caminan lentamente hacia el lobby y luego hacia la recepción del hotel. La recepcionista Saluda:—Bienvenido, Señor Stepanovich. Su suite está lista, tal como lo ordenó.— le entregó las llaves al botones, quien los condujo hacia el ascensor y luego hasta la entrada de la habitación.Una vez en la habitación, saltaron con violencia sobre la cama. Él estaba sobre ella y ella tenía sus piernas alrededor de él, mientras ambos se fundían en un beso interminable. Ambos dieron rienda suelta, por largas horas, a toda una furia de deseos que parecía contenida por días, meses o años.Más tarde, después de casi agotadas las energías de los amantes, Sergei estaba sentado sobre la cama, mientras Nina estaba en el baño. Sonó el teléfono de Sergei. Él no quería contestar, pero decidió hacerlo, al darse cuenta de que era una llama de Irini. Él contesta:—¡Hola! ¿Cómo está la prometida más prometida de todas? Realmente no esperaba una llamada tuya, después de que te molestaras así conmigo esta mañana.—No sé qué quiere decir eso de “la prometida más prometida”, pero sí quería pedirte disculpas por haberte hablado fuerte. Meditando hoy sobre eso, me doy cuenta de que no hay una verdadera razón para que yo me moleste contigo.En ese preciso instante, viene saliendo Nina del baño, y grita:—¿Dónde está mi semental? ¿Ese potro salvaje ya está listo para una cuarta ronda de pasión y de sexo?Sergei al teléfono: —¡Aló! ¡Aló! ¡ALOOOOOO!...—Ya no había nadie al otro extremo de la línea.El avión descendía para aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Moscú-Sheremétievo. Sergei Stepanovich se sacudía el sueño y empezaba a alistarse para la salida. El chofer de la empresa debería estar ahí esperándolo afuera. Calculaba que aún se iba a tardar diez o quince minutos en llegar al área de salida de los pasajeros.Estando ya afuera, se extrañó de la ausencia del chofer. No se veía por ningún lado la oscura limusina que debería estar ahí esperando. Sacó el móvil y telefoneó a Greta, pidiéndole cuentas por el descontrol en los planes y el incumplimiento en los tiempos. Ya él estaba acostumbrado a formular planes y a que tales planes se cumplieran al pie de la letra. Se cumplían o alguien era despedido, esa era la norma. Greta ofreció enviarle otra limusina.—No, Greta, olvídalo. No quiero otra limusina, voy a tomar un taxi.Se dirigió hacia el área de taxis y en seguida se le acercó un automóvil del servicio y Sergei lo abordó. Otra vez venía contemplando extasiado la mara
Sergei se sorprendió mucho de ver a Irini en aquel lugar, pero se sorprendió más aún al ver que la indumentaria que ella portaba era propia de un médico residente. La miró venir, la miró al cruzar, y miró alejarse. Hubo un momento en que ella pareció mirar hacia donde él estaba, pero no hizo ningún gesto. Eso lo convenció de que ella aún seguía molesta con él.—...Vamos a estar realizando unos exámenes para establecer el verdadero estado de ese riñón, pero ya les estoy adelantando mi opinión sobre el resultado más probable que esas pruebas podrían arrojar. Pienso que, a más tardar, mañana, podremos dar un diagnóstico más certero— así finalizaba el discurso del doctor Semiónov.—¿Y no lo podemos ver en este momento, doctor?— preguntó Tanya.—No. Tiene que entender que su estado es delicado. Él necesita descansar y tener una supervisión médica permanente. Es muy probable que para este momento ya lo estén trasladando a terapia intensiva. Lo que sí pueden hacer los familiares, en virtud
—¿Qué tal si te digo que sí eres compatible, que tu riñón puede ser colocado en el paciente sin ningún tipo de problema?Sergei escucha a Irini y se queda absorto, perplejo. En su cara se nota que la noticia le causa mucha sorpresa.Irini continua:—Eso pensé… Tú cara de espanto lo dice todo. Solo te estoy tomando el pelo, aún no podemos saber si eres compatible o no. Esta prueba es rápida, pero no tanto. Aún hace falta hacerle la misma prueba al paciente para poder establecer elementos coincidentes.Sergei respira aliviado y dice:—Realmente me engañaste. No sabía que eras así. Ya te estoy conociendo.—Ya te dije que no nos conocemos, eso es especialmente cierto considerando que solo hemos hablado por muy pocos días. Pero sí es bueno que tú sepas que eso de donar un órgano, y especialmente un riñón, no es para todo el mundo. Debes tener mucha convicción de que lo quieres hacer. Eso no se puede hacer con miedo o dudas. En la mayoría de los casos, es algo que tú haces por un familiar,
—Tu eres el único rico que conozco que se codea con un plebeyo como yo— comentaba Yuri, mientras almorzaba con Sergei.—Para mí, tú no eres ningún plebeyo. Tú eres más humano y más culto que muchas personas que he visto en la alta sociedad— contesta Sergei. —Comencé a escribir un libro. Es una historia sobre un matrimonio arreglado.—No quiero que escribas sobre mí. —No te preocupes. Tampoco es que voy a escribir que mi protagonista se llama Sergei Stepanovich. Nadie nunca va a asociar mi historia contigo.—¿Y por qué escribes? No creo que te vayas a hacerte rico con eso.—Eso nadie lo sabe. Pero sería justo decir que escribo simplemente porque me gusta— contesta Yuri.—¿Imagino que quieres llegar a ser un Tolstoi?—Más bien, quisiera ser como Fyodor Dostoievski. ¿Sabías tú que Dostoievski escribió su obra “El Jugador'' en 26 días? que llegó a ser un clásico de la literatura mundial.—No lo sabía, pero vi la película. Era un apostador empedernido— aclara Sergei.—Sí, era un apostado
La luz del alba tocaba la punta de la torre de transmisión, en la parte superior del edificio sede de la corporación Stepanov. La claridad se extendía lentamente sobre toda la ciudad, mientras la vida y el movimiento acelerado iban despertando y cobrando fuerza. No había un edificio más alto en toda la región, aquí se encontraban los silenciosos testigos de los primeros destellos de luz matutina que golpeaban la ciudad.Sergei se encontraba frente a un gran ventanal contemplando la maravilla del sol naciente. Había pasado la noche allí, en la empresa. Eso hacía a veces cuando necesitaba meditar o cuando el trabajo requería su presencia constante. Su oficina daba acceso a una recámara con todas las comodidades que un mortal podría necesitar. Estuvo allí sentado, tomándose un café, hasta que casi se hizo la hora de comenzar a llegar los empleados de la torre. Se preparó para el inicio del día, tomó una ducha temprana, se cambió de ropa y se sentó frente a su computadora a revisar los r
Nikolai Stepanov recibió una llamada. No era exactamente de su agrado aquella llamada, lo conectaba con un pasado que él prefería olvidar. Por mucho tiempo, él había sido dueño y señor de aquella gran corporación. Nada lo molestaba, nada lo incomodaba, cualquier cosa que amenazara con alterar su paz y su tranquilidad, él simplemente lo desaparecía. Él era un hombre de acción, de soluciones firmes y radicales. No había espacio para la duda en su doctrina de vida. Desde un compartimiento especial en su escritorio, sacó una pistola Glock 17 y la guardó en su traje. No sabía lo que podía esperar, pero decidió estar preparado.—Ya que estás aquí, te propongo que nos reunamos, prefiero no hablar esto por teléfono. Te veo donde hablamos la última vez.La lujosa oficina mostraba acabados de muy buen gusto, de estilo barroco-francés. De un lado, tenía acceso a un gran salón de conferencias, donde solía reunirse con directivos de la empresa. Del otro lado, tenía un amplio cristal transparente q
Una cordillera de montañas blancas se extendía en el horizonte oscurecido. El hielo y el frío parecían ser los amos del valle. Solo algunos pinos y abedules conservaban aún rastros de verde, la mayoría de ellos ya habían sido cubiertos por una gruesa capa de nieve, sumidos en un largo letargo, esperando, anhelantes, el cálido advenimiento de la primavera.El avión sobrevolaba la gélida región de Krásnaya Poliana. Olga e Irini viajaban hacia allá para presenciar los juegos de invierno, un espectáculo raro de ver que no sucedía todos los años. Tenían reservaciones para el Hotel Rixos, uno de los más prestigiosos de la zona.—No puedo esperar para disfrutar del spa—expresaba Olga.—Y yo me muero por nadar en la cálida piscina, pero no vinimos por eso, eso lo podíamos conseguir en Moscú—responde Irini.—¿Y entonces a qué vinimos? ¿a buscar novio?— contesta Olga, riéndose.—Deja de molestarme, ¿por qué siempre tienes que estar hablando de hombres?—Tal vez porque veo que te hace falta uno.
—¡Suéltame! ¡Maldito infeliz!— se oían los gritos de Olga desde su habitación.Irini salió corriendo hacia la habitación vecina para socorrer a su amiga en aprietos, su corazón latía a toda prisa. Encontró la puerta cerrada, pero escuchaba los gritos que venían desde dentro. Con desesperación golpeó la puerta.—¿Qué está pasando ahí? ¡Olga! ¡Abre la puerta!De pronto, se detuvieron los gritos y la habitación quedó en silencio. A los pocos segundos la puerta se abrió y se asomó su amiga con el rostro descompuesto.—Irini, discúlpame, es que tuve una pesadilla horrible.—Ay, Olga..., qué susto me diste.—Pues yo aún tengo el miedo a flor de piel. ¿No puedo ir a tu cuarto y quedarme allí a dormir contigo?—¿En esa cama tan pequeña? vamos a estar incómodas las dos.—Prefiero dormir incómoda que dormir con este miedo tan terrible.—Bueno... Si te sientes así, entonces vente para mi habitación. No quiero que me despiertes de nuevo con otro grito como ese.Se fueron las dos a la habitación