Capitulo 3

El día pasaba, el sol se ocultaba y Marisol seguía con la idea de ese beso, cansada decidió ir a casa y saber que se traía su abuelo. 

Mientras que Juan David no dejaba de pensar en esos labios, en ese perfume que aún seguía impregnado en su traje. Recostado en el espaldar de su cama, indagando un poco más sobre ella.

Esa misma noche, la familia Matos, iría a una cena a la mansión de la familia Cortázar, donde pondrían fecha de la tan esperada boda; esa que daría envidia a muchos y abriría puertas a otros.

Dos familia muy poderosas en unión, era una desventajas para muchos socios de ambas empresas, que buscaban un matrimonio con esa familia, ya no tenían oportunidad, no pudieron tratando de que muchos y muchas tratarán de seducirlos, pues eran dos personas que sabían la intención de cada uno.

—Mi niña, no puedo creer que te dejes manipular por tu abuelo. —reclamo muy disgustada la madre de Marisol.

—No es una manipulación, mamá, sabes que no me importa el precio que pagué para obtener todo lo que nos corresponde. —Marisol habló segura, sacando un suspiro de su madre.

—Madre, para que te quedes tranquila —le habló Marisol, tomando sus manos.

—Me gusta ese imbécil y no dejaré que se burle de mí —Las palabras de Marisol sorprendieron a su madre, pero la hizo sonreír.

Los planes de ambos, eran muy parecidos, matar varios pájaros de un solo tiro. Obtenían lo que querían, cuidaban sus espaldas y podían ser felices en sus camas, así de fácil veían todo y Juan David trataba de explicarle eso a sus padres.

—Para tranquilidad de ambos, esa mujer me encanta y yo no le disgusto, así que podremos llevar un buen matrimonio.  —Explicó muy serio y seguro Juan David.

—¿Cómo sabes que no te traerá problemas, hijo? —Interrogó su padre.

—Es muy ambiciosa, pero inteligente, trabajadora y hermosa —Respondió con una sonrisa.

—Eso me ayudará mucho, es perfecta para tenerla a mi lado, ya lo verán. —Aseguró Juan David, dejando a sus padres un poco tranquilos.

Los minutos pasaron y ya todos llegaban a la mansión, saludando con abrazos y besos en sus mejillas, solo faltaba la persona más importante de la cena.

—Ya pronto baja mi nieta, muchacho —Comunicó el viejo Mariano Cortázar.

—¿Puedo ir por ella? —pidió un poco apenado.

—Claro, arriba al final del pasillo —respondió el viejo, Juan David asintió con una sonrisa, viendo la mala cara de su suegro.

Mientras ellos hablaban de los nietos que querían tener, Juan David tocó suave la puerta de la habitación, escuchando un adelante; al entrar, vio a Marisol tratando de subir el cierre del vestido, con su cabeza algo doblada, no se percató de quien había entrado aunque tenía el espejo frente a ella.

—Mama, que bueno que viniste, ayúdame —gimió cansada Marisol sin ver quién era.

—No soy tu mama, pero si podría ser tu papi. —Le habló Juan David, haciendo que Marisol levantará su mirada y lo viera a través del espejo.

—¿Qué haces aquí? —Interrogó ella sorprendida.

—Vine por mi prometida —respondió Juan David, acercándose a ella, ayudando a subir el cierre sin dejar de verla a los ojos por el espejo, viendo como ella se mordió el labio inferior al sentir sus dedos rozar su piel, lo calentaba, la volteo y besos sus labios, la pego a él uniendo sus cuerpos.

—Vamos o juro que adelantó la noche de bodas. —Le susurró entre sus labios.

—¿Cómo estás tan seguro que tendremos esa noche de bodas? —reprochó Marisol.

—Tu lo deseas tanto como yo —aseguró Juan David, tomándola por la mano para salir, como una pareja normal, siendo vista por todos, que formaban una sonrisa de alegría.

—Me alegra que hayan resuelto su indiferencia. —Comentó Armando.

—Estaba por decir lo mismo. —Le siguió Mariano.

—¿Esto no es una actuación? —interrogó Mario, padre de Marisol.

—Buena pregunta— —le atinó Juan Carlos Matos.

—¡Basta! —Exclamaron las madres de ambos chicos.

No solo sorprendiéndome entre sí, también a todos los demás.

—No tienen que preocuparse tanto, somos dos personas maduras, sabemos lo que queremos y si quieren tranquilidad, estaremos bien. —Aseguró Marisol.

—Mi prometida tiene razón, estaremos bien, nos haremos muy felices, trabajaremos de la mano siempre —declaró Juan David, besando el dorso de la mano de Marisol, haciendo que sintiera un cosquilleo en todo su cuerpo, sonrió disimulando su sonrojo.

—Si no hay nada más que decir, —Mariano pensó un momento.

—En un mes se casan...

—¿En un mes pueden preparar la mejor boda del siglo? —preguntó Marisol, sintiendo las miradas de todos.

—Si se casan dos familias importantes, debe ser la mejor boda y si así lo quiere mi prometida, se hará. —Agregó Juan David dejando a todos con una cara de sorpresa.

—Mes y medio, pagarán lo que sea para que hagan eso a tu gusto. —Declaró Mariano dejando a Marisol contenta.

Aunque no a todos, sus padres no veían cuál era la prisa que tenían.

El resto de la cena lo pasaron hablando de los negocios que tenían planeado hacer, mientras Juan David y Marisol se disculparon para salir un rato y disfrutar de un poco de aire libre.

—¿No te molesta que sea tan ambiciosa? —indago curiosa, Marisol.

—No, me i***a a saber cómo eres en otras cosas —Le hablo en doble sentido.

—Mm, algo sumisa, tal vez —dijo ella sin verlo a los ojos, pero sentía su mirada.

—Eso no lo creeré, hasta verlo —Le dijo Juan David, sacando una sonrisa de ella; Él bajó y abrió la puerta del copiloto ayudándola a bajar.

Entraron a un club en la zona VIP, sentados en un amplio sofá.

—Podemos conocernos un poco  —propuso Juan David, pasando el brazo por detrás para estar más cerca de ella.

—Me parece bien —Respondió ella.

Así hablando de todo lo que ambos hicieron durante esos años en otros países, sus primeros éxitos en los negocios, las cosas que se perdían por querer estar metidos de lleno en el mundo empresarial; a la hora de preguntar sobre lo sentimental, Marisol solo sonrió.

No tenía nada que decir sobre eso y tampoco se lo diría.

—Por tu silencio, no me dirás nada. —Reprochó Juan David.

—Eso quedó en el pasado, ya vámonos, mañana tenemos trabajo —habló ella al ponerse de pie, pero Juan David tenía otros planes, la alzó por el brazo de manera delicada y la sentó en su regazo.

—No nos iremos, sin que antes me des un beso. — Le susurró en su oído, mandando corrientes eléctricas al cuerpo de Marisol, quien no podía hacer nada, solo se dejo llevar por el beso de Juan David en su cuello, la acomodo un poco para llegar a sus labios y reclamarlos como el mejor caramelo que haya comido, hasta que la falta de aire los separó.

—Ya vamos o no podre esperar a la noche de bodas —susurró entre sus labios, Marisol se levantó y él la siguió, agarrados de manos salieron del club, para así cada uno ir a su hogar, debían dejar todo organizado antes de la boda, ya que tendrán su luna de miel por una semana.

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