El día pasaba, el sol se ocultaba y Marisol seguía con la idea de ese beso, cansada decidió ir a casa y saber que se traía su abuelo.
Mientras que Juan David no dejaba de pensar en esos labios, en ese perfume que aún seguía impregnado en su traje. Recostado en el espaldar de su cama, indagando un poco más sobre ella. Esa misma noche, la familia Matos, iría a una cena a la mansión de la familia Cortázar, donde pondrían fecha de la tan esperada boda; esa que daría envidia a muchos y abriría puertas a otros. Dos familia muy poderosas en unión, era una desventajas para muchos socios de ambas empresas, que buscaban un matrimonio con esa familia, ya no tenían oportunidad, no pudieron tratando de que muchos y muchas tratarán de seducirlos, pues eran dos personas que sabían la intención de cada uno. —Mi niña, no puedo creer que te dejes manipular por tu abuelo. —reclamo muy disgustada la madre de Marisol. —No es una manipulación, mamá, sabes que no me importa el precio que pagué para obtener todo lo que nos corresponde. —Marisol habló segura, sacando un suspiro de su madre. —Madre, para que te quedes tranquila —le habló Marisol, tomando sus manos. —Me gusta ese imbécil y no dejaré que se burle de mí —Las palabras de Marisol sorprendieron a su madre, pero la hizo sonreír. Los planes de ambos, eran muy parecidos, matar varios pájaros de un solo tiro. Obtenían lo que querían, cuidaban sus espaldas y podían ser felices en sus camas, así de fácil veían todo y Juan David trataba de explicarle eso a sus padres. —Para tranquilidad de ambos, esa mujer me encanta y yo no le disgusto, así que podremos llevar un buen matrimonio. —Explicó muy serio y seguro Juan David. —¿Cómo sabes que no te traerá problemas, hijo? —Interrogó su padre. —Es muy ambiciosa, pero inteligente, trabajadora y hermosa —Respondió con una sonrisa. —Eso me ayudará mucho, es perfecta para tenerla a mi lado, ya lo verán. —Aseguró Juan David, dejando a sus padres un poco tranquilos. Los minutos pasaron y ya todos llegaban a la mansión, saludando con abrazos y besos en sus mejillas, solo faltaba la persona más importante de la cena. —Ya pronto baja mi nieta, muchacho —Comunicó el viejo Mariano Cortázar. —¿Puedo ir por ella? —pidió un poco apenado. —Claro, arriba al final del pasillo —respondió el viejo, Juan David asintió con una sonrisa, viendo la mala cara de su suegro. Mientras ellos hablaban de los nietos que querían tener, Juan David tocó suave la puerta de la habitación, escuchando un adelante; al entrar, vio a Marisol tratando de subir el cierre del vestido, con su cabeza algo doblada, no se percató de quien había entrado aunque tenía el espejo frente a ella. —Mama, que bueno que viniste, ayúdame —gimió cansada Marisol sin ver quién era. —No soy tu mama, pero si podría ser tu papi. —Le habló Juan David, haciendo que Marisol levantará su mirada y lo viera a través del espejo. —¿Qué haces aquí? —Interrogó ella sorprendida. —Vine por mi prometida —respondió Juan David, acercándose a ella, ayudando a subir el cierre sin dejar de verla a los ojos por el espejo, viendo como ella se mordió el labio inferior al sentir sus dedos rozar su piel, lo calentaba, la volteo y besos sus labios, la pego a él uniendo sus cuerpos. —Vamos o juro que adelantó la noche de bodas. —Le susurró entre sus labios. —¿Cómo estás tan seguro que tendremos esa noche de bodas? —reprochó Marisol. —Tu lo deseas tanto como yo —aseguró Juan David, tomándola por la mano para salir, como una pareja normal, siendo vista por todos, que formaban una sonrisa de alegría. —Me alegra que hayan resuelto su indiferencia. —Comentó Armando. —Estaba por decir lo mismo. —Le siguió Mariano. —¿Esto no es una actuación? —interrogó Mario, padre de Marisol. —Buena pregunta— —le atinó Juan Carlos Matos. —¡Basta! —Exclamaron las madres de ambos chicos. No solo sorprendiéndome entre sí, también a todos los demás. —No tienen que preocuparse tanto, somos dos personas maduras, sabemos lo que queremos y si quieren tranquilidad, estaremos bien. —Aseguró Marisol. —Mi prometida tiene razón, estaremos bien, nos haremos muy felices, trabajaremos de la mano siempre —declaró Juan David, besando el dorso de la mano de Marisol, haciendo que sintiera un cosquilleo en todo su cuerpo, sonrió disimulando su sonrojo. —Si no hay nada más que decir, —Mariano pensó un momento. —En un mes se casan... —¿En un mes pueden preparar la mejor boda del siglo? —preguntó Marisol, sintiendo las miradas de todos. —Si se casan dos familias importantes, debe ser la mejor boda y si así lo quiere mi prometida, se hará. —Agregó Juan David dejando a todos con una cara de sorpresa. —Mes y medio, pagarán lo que sea para que hagan eso a tu gusto. —Declaró Mariano dejando a Marisol contenta. Aunque no a todos, sus padres no veían cuál era la prisa que tenían. El resto de la cena lo pasaron hablando de los negocios que tenían planeado hacer, mientras Juan David y Marisol se disculparon para salir un rato y disfrutar de un poco de aire libre. —¿No te molesta que sea tan ambiciosa? —indago curiosa, Marisol. —No, me i***a a saber cómo eres en otras cosas —Le hablo en doble sentido. —Mm, algo sumisa, tal vez —dijo ella sin verlo a los ojos, pero sentía su mirada. —Eso no lo creeré, hasta verlo —Le dijo Juan David, sacando una sonrisa de ella; Él bajó y abrió la puerta del copiloto ayudándola a bajar. Entraron a un club en la zona VIP, sentados en un amplio sofá. —Podemos conocernos un poco —propuso Juan David, pasando el brazo por detrás para estar más cerca de ella. —Me parece bien —Respondió ella. Así hablando de todo lo que ambos hicieron durante esos años en otros países, sus primeros éxitos en los negocios, las cosas que se perdían por querer estar metidos de lleno en el mundo empresarial; a la hora de preguntar sobre lo sentimental, Marisol solo sonrió. No tenía nada que decir sobre eso y tampoco se lo diría. —Por tu silencio, no me dirás nada. —Reprochó Juan David. —Eso quedó en el pasado, ya vámonos, mañana tenemos trabajo —habló ella al ponerse de pie, pero Juan David tenía otros planes, la alzó por el brazo de manera delicada y la sentó en su regazo. —No nos iremos, sin que antes me des un beso. — Le susurró en su oído, mandando corrientes eléctricas al cuerpo de Marisol, quien no podía hacer nada, solo se dejo llevar por el beso de Juan David en su cuello, la acomodo un poco para llegar a sus labios y reclamarlos como el mejor caramelo que haya comido, hasta que la falta de aire los separó. —Ya vamos o no podre esperar a la noche de bodas —susurró entre sus labios, Marisol se levantó y él la siguió, agarrados de manos salieron del club, para así cada uno ir a su hogar, debían dejar todo organizado antes de la boda, ya que tendrán su luna de miel por una semana.Dos semanas después, la noticia de la boda había llegado al mundo empresarial a nivel nacional e internacional, hijos e hijas de quienes tenían un poco de esperanzas a un matrimonio con esos socios importantes quedó atrás, con la inesperada noticia de esa gran boda. Marisol y Juan David aprovecharon los días para conocerse más, ya fuera en el ámbito laboral o en lo sentimental, sus proyectos pasados, los presentes y también lo que deseaban en un futuro; para ambos en ese matrimonio las cosas no sería tan difícil y llevarse bien tampoco. Tenían una química muy buena y su ambición los lleva a buscar las maneras de que ambos legados crecieran más, cosa que era molesta para muchos en otros países. Las noticias llegaron rápido y los nervios crecían en unos de los tantos socios de Juan David internacionalmente, todo por tener una hija tan caprichosa y consentida. —Encargate de que Rocío no regrese de sus vacaciones hasta después de esta boda —Demandó el viejo, al saber lo obsesionada que
Seis semanas después El gran día había llegado; invitados tanto dentro como fuera del país. La iglesia sería la más prestigiosa de la ciudad, las rosas blancas adornaban todo el lugar, dándole ese toque de lujo, glamour y más. Pero eso no era todo. El salón donde celebrarían el banquete de boda, sobrepasaba el pedido de Marisol. Lámparas de cristal colgando estilo ramo de rosas con cadenas de perlas colgando justo donde estaba la pista de baile. Las mesas con manteles color crema y unos centros de mesas con ramos de rosas blancas Para ambas familia era el dia mas especial, los padres de ambos lloraban de mucha felicidad al ver a sus hijos nerviosos por el paso que estaban a punto de dar; esa era una razón para estar preocupados, ya que no estaban enamorados. —Mi amor, estás muy hermosa —Le dijo entre lágrimas Soledad. —Gracias mamá. —Respondió Marisol viéndose al espejo. —Deseo mucho que seas feliz como yo lo he sido con tu padre —Confesó soledad con un nudo en la garganta. S
Una vez sin sus zapatos puestos, suspiro y cerró sus ojos, jamás imaginó que el día más especial para una mujer, doliera tanto. Juan David terminaba de dar órdenes al equipo de vuelo, al regresar a su lado sonrió, ver cómo su pecho sube y baja de manera relajada, entendía que necesitaba estar cómoda. —¿Quieres descansar? —le susurró al verla con los ojos cerrados, ella solo asintió, sus ojos se abrieron de golpe cuando sintió los brazos de Juan David cargándola a la habitación del jet como princesa. —¡Juanda! —Chillo ella. —Me gusta como sueno eso, ¿podrías gritarlo cuando te tenga gimiendo? —propuso con descaro, Marisol golpeó su pecho, algo sonrojada. Una vez llegaron a la habitación, la dejó sobre la cama y se acostó a su lado, beso su cuello y subió a sus labios, escuchando como Marisol soltaba pequeños suspiros, sus toques la encendía; con ganas de seguir a más se subió sobre ella, abriendo las piernas de Marisol para que sintiera su hombría ya bien dura. —¡Juanda! —suspiro e
Unos cuantos minutos y ya ambos estaban en sus asientos con sus cinturones puestos. El dolor en el cuerpo de Marisol la había remover un poco. Una vez el avión se detuvo y podían bajar, Marisol guardó su dolor y caminó lentamente hasta estar en el lugar donde los esperaba una limusina, quien los llevaría a su hotel. Mientras la limusina tomaba su rumbo, ambos veían el camino, por primera vez no estaban metidos en una una tableta o unos documentos. —Es hermoso —Susurro Marisol. Estaban ya en el hotel Four Seasons hotel Madrid. —Más hermosa, eres tú —Aseguró Juan David, ayudándole a bajar. Marisol hacía todo el esfuerzo posible para caminar bien, fue su primera vez, así que su cuerpo le dolía. Informaron su reservación y obtuvieron sus llaves. —¡Juanda! —Chillo Marisol al sentir los brazos de su esposo cargarla como princesa. —Veo que te duele para caminar —Le susurró él, Marisol algo apenada escondió su rostro en el cuello de Juan David, hasta llegar a su habitación, se lanzar
Después de ese incómodo y delicioso desayuno, los esposos decidieron dar un pequeño paseo y tomar algunas fotos que sería publicadas en una revista donde ellos darían la primicia, contando cómo llegaron a ese matrimonio tan repentino para muchos que no conocían esa historia; una de las que siguen reprochando los padres de los dos, aún no estaban del tono convencidos de que ellos llevarán un buen matrimonio. Imaginando que solo lo estaba haciendo para llegar a su objetivo, tener el control completo de ambos legados. —Yo solo espero, que mi niña no sufra —advirtió Mario. No imaginaba ver a su hija sufrir por amor. —Entiendo tu miedo Mario, pero veo a mi hijo muy contento, aseguró respetar a tu hija y yo le creo —intervino Juan carlo muy serio, por esa amenaza que prácticamente hacía él. —Y si no lo hace, se las verá conmigo —amenazó Soledad. —Hablan de Juan David como si Marisol fuese una chica sumisa y tonta. —Replicó Diana. —Y no se atrevan a decir nada, que es así, podría asegur
En la mansión López, aún en la cena, Rocío chillaba por qué su padre no había podido obtener respuesta de Juan David; sus berrinches no tenían fin, ni su madre podía tranquilizarla. —¡Basta, Rocío! —gritó y golpeó la mesa su padre estresado ya. El silencio reinó en unos largos minutos donde ambas mujeres estaban más que sorprendidas por la reacción de López. —Pero papá, por favor. —Musito casi entre llanto Rocío. López no dijo nada al recibir una notificación en su teléfono, colocó sus lentes y abrió el mensaje, con una expresión de tranquilidad y compresión a la situación que leía. —¿Es él,padre? —preguntó Rocío arrebatando el teléfono de las manos de tu padre, para leer lo que decía. López tomó una bocanada de aire, por tal acto de su hija. Mensaje: Señor López, siento no responder antes, como ya sabe, estoy en mi luna de miel y lo estoy disfrutando con mi esposa. Por petición de ella, le aceptaré un desayuno, nos vemos por la mañana. —Responde que sí, papá. —Le exigió Rocío c
Una semana después —Ya deja de quejarte, hombre —replicó Pablo molesto, al escuchar las quejas de Leo. El secretario eficiente de Marisol, un hombre joven y muy trabajador, capaz de hacer cualquier cosa por la mujer que lo llevó a donde está, un empleo para nada fácil, pero que le daba suficiente ingreso para trabajar en su propio emprendimiento. —Lo dices, por qué no eres tú, quien se tiene que callar a esos socios y esas llamadas hasta de madrugada —hablo Leo con su voz quebrada por el llanto fingido. _Ya tienen más de una semana, seguro hoy se aparecen y te da unos días de vacaciones —lo ánimo Pablo, pero Leo sabía que eso era imposible, solo quería que ella llegará y pudiera calmar a sus fastidiosos socios; cosa que no quería Marisol, esos días de vacaciones, la tenían tan tranquila, que no deseaba escucharlos. —Creeme que yo tampoco quiero regresar, mi Sol. —Expresó Juan David. Ya estaban de regreso, sin decirle a nadie o sus teléfonos sonaban sin parar, Juanda se aferraba
La luna de miel se había terminado, no fue por mucho tiempo como ellos lo deseaban, su trabajo era muy importante y el proyecto en marcha de Marisol estaba por llegar al punto donde ella deseaba. Juan David decidió llevarla a la empresa con su chófer y así verla un poco más en su etapa de empresaria. —No creo que podamos almorzar juntos, ¿nos vemos por la tarde? —Hablo Juanda llamando su atención. —Lo sé, creo saltarme esa parte, estoy full, pero iré por la tarde para la entrevista. —Juan David quitó la tablet de su mano, tomó sus manos y las besó. —Me encargaré de enviarte un almuerzo, pero no debes descuidar tus comidas —recalcó Juan David. —Está bien, nos vemos por la tarde —Juanda asintió, besando sus labios hasta quedar sin aire. Marisol se bajó, arregló su falta y lo despidió con la mano; subió al edificio, por las grandes puertas de cristal, sorprendiendo a todos, ya que ella siempre sabía por el ascensor que daba al estacionamiento. —Buenos días. —Saludo Marisol sin dete