Capitulo 6

Una vez sin sus zapatos puestos, suspiro y cerró sus ojos, jamás imaginó que el día más especial para una mujer, doliera tanto. Juan David terminaba de dar órdenes al equipo de vuelo, al regresar a su lado sonrió, ver cómo su pecho sube y baja de manera relajada, entendía que necesitaba estar cómoda.

—¿Quieres descansar? —le susurró al verla con los ojos cerrados, ella solo asintió, sus ojos se abrieron de golpe cuando sintió los brazos de Juan David cargándola a la habitación del jet como princesa.

—¡Juanda! —Chillo ella.

—Me gusta como sueno eso, ¿podrías gritarlo cuando te tenga gimiendo? —propuso con descaro, Marisol golpeó su pecho, algo sonrojada.

Una vez llegaron a la habitación, la dejó sobre la cama y se acostó a su lado, beso su cuello y subió a sus labios, escuchando como Marisol soltaba pequeños suspiros, sus toques la encendía; con ganas de seguir a más se subió sobre ella, abriendo las piernas de Marisol para que sintiera su hombría ya bien dura.

—¡Juanda! —suspiro entre Gemido al sentirlo

—Te deseo como un maldito loco, no dejo de pensar como se sentirá estar dentro de ti. —Le susurró mientras presionaba su hombría.

—Descúbrelo cuando quieras —lo retó ronca de la excitación.

Sus labios se unieron en un profundo beso, que encaminaba más allá que eso, su deseo era increíblemente fuerte, el vestido de la fiesta era más cómodo, pero difícil de quitar, aunque para Juanda no fue problema al arrancarlo y exponer sus senos, no eran grandes, pero sí perfectos para él, los tocó muy suavemente y un suspiro salió de ambos, Juanda sentía tantas emociones juntas por ese cuerpo frente a él.

Su corazón latía tan fuerte, como si nunca hubiese tocado a una mujer, no aguanto el deseo de probarlos y de inmediato metió uno a su boca arrancando de Marisol un fuerte gemido, su lengua en sus pezones dio una fuerte corriente eléctrica, su intimidad recibió esas hondas que la hacían retorcerse,

Ambos disfrutaban tanto esa atracción sexual, que no les importaba si aún no se amaban.

—¡Oh por Dios Juanda! ¡No pares! —Gimió con su garganta seca de tanto abrir la boca. Juan David disfrutaba escuchar eso, sentía que ella no había disfrutado antes así, subiendo su ego de ser mejor que sus amantes; soltó sus senos para besar todo su abdomen hasta llegar donde una mínima braga le cubría su parte, esa fue quitada, ambas piernas elevadas a sus hombros, besando sus piernas hasta llegar ahí, a ese punto donde podía sentir su humedad, hundió su cabeza sin pensarlo para saborear todo de ella, llevándola a la cima.

—¡Aah! —Gemía sin parar Marisol, teniendo su primer orgasmo.

—Eres exquisita —le susurro dejando sus piernas estiradas, se levantó y muy lentamente quitaba su ropa sin dejar de verla, Marisol aún respiraba agitada viendo semejante hombría, sus piernas se cerraron un poco más al sentir un leve dolor imaginario, eso, saco una sonrisa de orgullo en Juan David.

—Te asombras como si fuera la primera vez o ¿tan pequeño lo tenían ellos? —Le susurró una vez estando entre sus piernas, frotando su entrada, la sensación que sentía Marisol no la dejaba hablar, le quitaba todo el aliento de solo imaginar lo que sentiría al tenerlo dentro; eso sin duda era más fuerte que una discusión en una sala de juntas, un reto más fuerte que ganar un proyecto.

Juan David sentía su deseo, ese que era igual al de él, de intenso, ya no quería esperar más, se movió un poco para estar completamente en su entrada y hundirse en ella, aunque Marisol no estaba tan preparada para semejante dolor.

—Aaaah, maldición —Gritó Marisol al sentir como su hombría invadió su centro, sus uñas se clavaron en la espalda de Juan David, quien sintió un gran dolor en el pecho, igual o peor de lo que sintió ella, al sentir que ella era virgen, gran peso de su cuerpo cayó sobre ella, beso su cuello y sus lágrimas, acariciando su rostro, acomodando su cabello. Sus pupilas estaban dilatadas, sus labios casi temblando.

—Me metiste —reclamo con voz ronca y culposa.

—¿Te duele mucho?, no puedo sacarlo, será peor —le susurró al no escuchar nada de ella.

—Estoy bien —Logró hablar Marisol con voz ronca.

—No me moveré hasta que tú lo quieras —Marisol asintió, sentía su centro palpitar de dolor y un poco de incomodidad.

—Eres una caja de sorpresa —admitió dando un suave movimiento habían pasado unos minutos, donde Juan david sintió un pequeño movimiento en ella, eso lo llevo a moverse lentamente; cada segundo aumentaba la velocidad de sus movimientos, hasta escuchar sus gemidos, llevándolo a moverse más rápidos, chupando sus senos y besándola sin querer llegar al clímax rápido.

—¡Oh sí,más rápido! — Pedía Marisol al sentir que llegaba al clímax.

—Vente conmigo, Sol. —Le susurró entre jadeos él.

Unos segundos más y ambos veían estrellas al llegar al límite, cayendo a cada lado con sus respiraciones agitadas, varios minutos estuvieron así, en silencio, pensando en lo rico que fue estar así.

—¿Por qué me mentiste? —Rompió Juanda el silencio preguntando.

—Mi orgullo no te iba a permitir que me vieras como una virgen tonta y disfrute mucho tu ego roto. —Respondió ella.

—Además, que estemos así, es tu culpa por besarme. —Juanda se levantó sorprendido.

_¿Mi culpa? —indago con sorpresa y una risita burlona.

—Sí, si no me hubieses besado, no tendría deseo de que lo hagas seguido y tampoco la curiosidad de saber del sexo, que por cierto es algo muy rico, —acuso ella viéndolo a los ojos.

Juan David estaba que no lo podía creer, detrás de esa mujer calculadora y ambiciosa, también se ocultaba una mujer sin experiencia en algo tan importante como el sexo.

—Estoy muy sorprendido, de verdad, jamás imaginé que fueras inexperta en algo tan conocido y cotidiano como el sexo —expresó acariciando sus mejillas.

—No permití que chicos se me acercarán, siempre estuve metida en las bibliotecas o en eventos empresariales, —confesó ella, mordiendo su labio inferior al sentir la mano de Juan David, acariciando los morados que había dejado en sus senos.

—Entonces yo te besaré y te haré el amor y tendremos sexo, en todos lados, cada hora que se me antoje y de todas las maneras posibles —le decía mientras la cargaba al pequeño baño para lavarse y estar listos, debían estar en sus asientos, ya estaban por llamarlos para aterrizar después de ocho horas de vuelo hasta Madrid.

Habían pasado horas y las redes, revistas y programas estaban por explotar, con la boda de ambos. Una boda que muchos habían pensado ya no sería posible, pero una vez más, ambas familias sorprendían al mundo con eso.

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