Una vez sin sus zapatos puestos, suspiro y cerró sus ojos, jamás imaginó que el día más especial para una mujer, doliera tanto. Juan David terminaba de dar órdenes al equipo de vuelo, al regresar a su lado sonrió, ver cómo su pecho sube y baja de manera relajada, entendía que necesitaba estar cómoda.
—¿Quieres descansar? —le susurró al verla con los ojos cerrados, ella solo asintió, sus ojos se abrieron de golpe cuando sintió los brazos de Juan David cargándola a la habitación del jet como princesa. —¡Juanda! —Chillo ella. —Me gusta como sueno eso, ¿podrías gritarlo cuando te tenga gimiendo? —propuso con descaro, Marisol golpeó su pecho, algo sonrojada. Una vez llegaron a la habitación, la dejó sobre la cama y se acostó a su lado, beso su cuello y subió a sus labios, escuchando como Marisol soltaba pequeños suspiros, sus toques la encendía; con ganas de seguir a más se subió sobre ella, abriendo las piernas de Marisol para que sintiera su hombría ya bien dura. —¡Juanda! —suspiro entre Gemido al sentirlo —Te deseo como un maldito loco, no dejo de pensar como se sentirá estar dentro de ti. —Le susurró mientras presionaba su hombría. —Descúbrelo cuando quieras —lo retó ronca de la excitación. Sus labios se unieron en un profundo beso, que encaminaba más allá que eso, su deseo era increíblemente fuerte, el vestido de la fiesta era más cómodo, pero difícil de quitar, aunque para Juanda no fue problema al arrancarlo y exponer sus senos, no eran grandes, pero sí perfectos para él, los tocó muy suavemente y un suspiro salió de ambos, Juanda sentía tantas emociones juntas por ese cuerpo frente a él. Su corazón latía tan fuerte, como si nunca hubiese tocado a una mujer, no aguanto el deseo de probarlos y de inmediato metió uno a su boca arrancando de Marisol un fuerte gemido, su lengua en sus pezones dio una fuerte corriente eléctrica, su intimidad recibió esas hondas que la hacían retorcerse, Ambos disfrutaban tanto esa atracción sexual, que no les importaba si aún no se amaban. —¡Oh por Dios Juanda! ¡No pares! —Gimió con su garganta seca de tanto abrir la boca. Juan David disfrutaba escuchar eso, sentía que ella no había disfrutado antes así, subiendo su ego de ser mejor que sus amantes; soltó sus senos para besar todo su abdomen hasta llegar donde una mínima braga le cubría su parte, esa fue quitada, ambas piernas elevadas a sus hombros, besando sus piernas hasta llegar ahí, a ese punto donde podía sentir su humedad, hundió su cabeza sin pensarlo para saborear todo de ella, llevándola a la cima. —¡Aah! —Gemía sin parar Marisol, teniendo su primer orgasmo. —Eres exquisita —le susurro dejando sus piernas estiradas, se levantó y muy lentamente quitaba su ropa sin dejar de verla, Marisol aún respiraba agitada viendo semejante hombría, sus piernas se cerraron un poco más al sentir un leve dolor imaginario, eso, saco una sonrisa de orgullo en Juan David. —Te asombras como si fuera la primera vez o ¿tan pequeño lo tenían ellos? —Le susurró una vez estando entre sus piernas, frotando su entrada, la sensación que sentía Marisol no la dejaba hablar, le quitaba todo el aliento de solo imaginar lo que sentiría al tenerlo dentro; eso sin duda era más fuerte que una discusión en una sala de juntas, un reto más fuerte que ganar un proyecto. Juan David sentía su deseo, ese que era igual al de él, de intenso, ya no quería esperar más, se movió un poco para estar completamente en su entrada y hundirse en ella, aunque Marisol no estaba tan preparada para semejante dolor. —Aaaah, maldición —Gritó Marisol al sentir como su hombría invadió su centro, sus uñas se clavaron en la espalda de Juan David, quien sintió un gran dolor en el pecho, igual o peor de lo que sintió ella, al sentir que ella era virgen, gran peso de su cuerpo cayó sobre ella, beso su cuello y sus lágrimas, acariciando su rostro, acomodando su cabello. Sus pupilas estaban dilatadas, sus labios casi temblando. —Me metiste —reclamo con voz ronca y culposa. —¿Te duele mucho?, no puedo sacarlo, será peor —le susurró al no escuchar nada de ella. —Estoy bien —Logró hablar Marisol con voz ronca. —No me moveré hasta que tú lo quieras —Marisol asintió, sentía su centro palpitar de dolor y un poco de incomodidad. —Eres una caja de sorpresa —admitió dando un suave movimiento habían pasado unos minutos, donde Juan david sintió un pequeño movimiento en ella, eso lo llevo a moverse lentamente; cada segundo aumentaba la velocidad de sus movimientos, hasta escuchar sus gemidos, llevándolo a moverse más rápidos, chupando sus senos y besándola sin querer llegar al clímax rápido. —¡Oh sí,más rápido! — Pedía Marisol al sentir que llegaba al clímax. —Vente conmigo, Sol. —Le susurró entre jadeos él. Unos segundos más y ambos veían estrellas al llegar al límite, cayendo a cada lado con sus respiraciones agitadas, varios minutos estuvieron así, en silencio, pensando en lo rico que fue estar así. —¿Por qué me mentiste? —Rompió Juanda el silencio preguntando. —Mi orgullo no te iba a permitir que me vieras como una virgen tonta y disfrute mucho tu ego roto. —Respondió ella. —Además, que estemos así, es tu culpa por besarme. —Juanda se levantó sorprendido. _¿Mi culpa? —indago con sorpresa y una risita burlona. —Sí, si no me hubieses besado, no tendría deseo de que lo hagas seguido y tampoco la curiosidad de saber del sexo, que por cierto es algo muy rico, —acuso ella viéndolo a los ojos. Juan David estaba que no lo podía creer, detrás de esa mujer calculadora y ambiciosa, también se ocultaba una mujer sin experiencia en algo tan importante como el sexo. —Estoy muy sorprendido, de verdad, jamás imaginé que fueras inexperta en algo tan conocido y cotidiano como el sexo —expresó acariciando sus mejillas. —No permití que chicos se me acercarán, siempre estuve metida en las bibliotecas o en eventos empresariales, —confesó ella, mordiendo su labio inferior al sentir la mano de Juan David, acariciando los morados que había dejado en sus senos. —Entonces yo te besaré y te haré el amor y tendremos sexo, en todos lados, cada hora que se me antoje y de todas las maneras posibles —le decía mientras la cargaba al pequeño baño para lavarse y estar listos, debían estar en sus asientos, ya estaban por llamarlos para aterrizar después de ocho horas de vuelo hasta Madrid. Habían pasado horas y las redes, revistas y programas estaban por explotar, con la boda de ambos. Una boda que muchos habían pensado ya no sería posible, pero una vez más, ambas familias sorprendían al mundo con eso.Unos cuantos minutos y ya ambos estaban en sus asientos con sus cinturones puestos. El dolor en el cuerpo de Marisol la había remover un poco. Una vez el avión se detuvo y podían bajar, Marisol guardó su dolor y caminó lentamente hasta estar en el lugar donde los esperaba una limusina, quien los llevaría a su hotel. Mientras la limusina tomaba su rumbo, ambos veían el camino, por primera vez no estaban metidos en una una tableta o unos documentos. —Es hermoso —Susurro Marisol. Estaban ya en el hotel Four Seasons hotel Madrid. —Más hermosa, eres tú —Aseguró Juan David, ayudándole a bajar. Marisol hacía todo el esfuerzo posible para caminar bien, fue su primera vez, así que su cuerpo le dolía. Informaron su reservación y obtuvieron sus llaves. —¡Juanda! —Chillo Marisol al sentir los brazos de su esposo cargarla como princesa. —Veo que te duele para caminar —Le susurró él, Marisol algo apenada escondió su rostro en el cuello de Juan David, hasta llegar a su habitación, se lanzar
Después de ese incómodo y delicioso desayuno, los esposos decidieron dar un pequeño paseo y tomar algunas fotos que sería publicadas en una revista donde ellos darían la primicia, contando cómo llegaron a ese matrimonio tan repentino para muchos que no conocían esa historia; una de las que siguen reprochando los padres de los dos, aún no estaban del tono convencidos de que ellos llevarán un buen matrimonio. Imaginando que solo lo estaba haciendo para llegar a su objetivo, tener el control completo de ambos legados. —Yo solo espero, que mi niña no sufra —advirtió Mario. No imaginaba ver a su hija sufrir por amor. —Entiendo tu miedo Mario, pero veo a mi hijo muy contento, aseguró respetar a tu hija y yo le creo —intervino Juan carlo muy serio, por esa amenaza que prácticamente hacía él. —Y si no lo hace, se las verá conmigo —amenazó Soledad. —Hablan de Juan David como si Marisol fuese una chica sumisa y tonta. —Replicó Diana. —Y no se atrevan a decir nada, que es así, podría asegur
En la mansión López, aún en la cena, Rocío chillaba por qué su padre no había podido obtener respuesta de Juan David; sus berrinches no tenían fin, ni su madre podía tranquilizarla. —¡Basta, Rocío! —gritó y golpeó la mesa su padre estresado ya. El silencio reinó en unos largos minutos donde ambas mujeres estaban más que sorprendidas por la reacción de López. —Pero papá, por favor. —Musito casi entre llanto Rocío. López no dijo nada al recibir una notificación en su teléfono, colocó sus lentes y abrió el mensaje, con una expresión de tranquilidad y compresión a la situación que leía. —¿Es él,padre? —preguntó Rocío arrebatando el teléfono de las manos de tu padre, para leer lo que decía. López tomó una bocanada de aire, por tal acto de su hija. Mensaje: Señor López, siento no responder antes, como ya sabe, estoy en mi luna de miel y lo estoy disfrutando con mi esposa. Por petición de ella, le aceptaré un desayuno, nos vemos por la mañana. —Responde que sí, papá. —Le exigió Rocío c
Una semana después —Ya deja de quejarte, hombre —replicó Pablo molesto, al escuchar las quejas de Leo. El secretario eficiente de Marisol, un hombre joven y muy trabajador, capaz de hacer cualquier cosa por la mujer que lo llevó a donde está, un empleo para nada fácil, pero que le daba suficiente ingreso para trabajar en su propio emprendimiento. —Lo dices, por qué no eres tú, quien se tiene que callar a esos socios y esas llamadas hasta de madrugada —hablo Leo con su voz quebrada por el llanto fingido. _Ya tienen más de una semana, seguro hoy se aparecen y te da unos días de vacaciones —lo ánimo Pablo, pero Leo sabía que eso era imposible, solo quería que ella llegará y pudiera calmar a sus fastidiosos socios; cosa que no quería Marisol, esos días de vacaciones, la tenían tan tranquila, que no deseaba escucharlos. —Creeme que yo tampoco quiero regresar, mi Sol. —Expresó Juan David. Ya estaban de regreso, sin decirle a nadie o sus teléfonos sonaban sin parar, Juanda se aferraba
La luna de miel se había terminado, no fue por mucho tiempo como ellos lo deseaban, su trabajo era muy importante y el proyecto en marcha de Marisol estaba por llegar al punto donde ella deseaba. Juan David decidió llevarla a la empresa con su chófer y así verla un poco más en su etapa de empresaria. —No creo que podamos almorzar juntos, ¿nos vemos por la tarde? —Hablo Juanda llamando su atención. —Lo sé, creo saltarme esa parte, estoy full, pero iré por la tarde para la entrevista. —Juan David quitó la tablet de su mano, tomó sus manos y las besó. —Me encargaré de enviarte un almuerzo, pero no debes descuidar tus comidas —recalcó Juan David. —Está bien, nos vemos por la tarde —Juanda asintió, besando sus labios hasta quedar sin aire. Marisol se bajó, arregló su falta y lo despidió con la mano; subió al edificio, por las grandes puertas de cristal, sorprendiendo a todos, ya que ella siempre sabía por el ascensor que daba al estacionamiento. —Buenos días. —Saludo Marisol sin dete
—Aah, amor... Se escuchaban los gemidos dentro de la habitación de Marisol y Juan David, sus cuerpos solo se movían por el vaivén que daba, sus manos entrelazadas sintiendo esa sensación de placer. Una deliciosa mañana, probando sus cuerpos como si no lo hubiesen hecho hace mucho; Juan David cambiar de posición llevando las manos de su esposa arriba de su cabeza, chupaba sus senos logrando escuchar jadeos de placer, entraba y salía sin dejar de ver sus gesto, sintiendo aún más ganas de hacerla suya sin compasión. Su trasero ya se encontraba frente a él, recibiendo un azote y luego un beso. —Quisiera hacer más en este bello trasero —le susurró en el oído. —Debo trabajar... Aah. —Juanda se hundió en ella, dejándola sin aire. Sus estocadas eran rápidas y fuertes, sus manos jalaban el cabello de Marisol algo suave, escuchando sus gemidos y casi gritos de placer. Sus cuerpos ya estaban en el aire de la sensación que sentían al estar llegando al límite, las piernas de Marisol temblaba
Un día importante e inolvidable, encuentros inesperados, que solo era el comienzo de muchos; la tranquilidad de dos personas que solo buscaban llevar su relación en completa paz y tranquilidad, para beneficio de muchos. La familia Matos y Cortázar, estaban más que feliz al saber que sus herederos estaban yendo bien, no solo en su relación, también sus empresas, no tanto con Marisol, donde esos tres socios no querían seguir su orden, su molestia de que fuera una mujer, precisamente quién llevará el timón del barco, era mucha y aun peor, su personalidad y ambición que no permitía descubrir su punto débil, ese donde podría distraerla y bajarla de ese puesto. Cada paso que ella daba, eran vigilados por personas mal intencionadas. —Mi sol, cuidate mucho de esos socios imbéciles —le pidió Juan David, estando ambos en la mesa tomando el desayuno. —Gracias cariño, lo tendré en cuenta —respondió Marisol con una sonrisa. —¿Te llevo? —Lo pensó un momento, sabía que él tenía una reunión muy i
Marisol terminó de firmar unos documentos, tomó una pastilla para calmar un pequeño dolor de cabeza que tenía y evitar uno grande al estar frente a ese trío que seguía con el tema de no seguir con el proyecto de la diseñadora nueva. Su molestia crecía por el simple hecho de que se creían indispensable para la empresa. Eso lo sabía Juan David y para eso, se le ocurrió apoyar el proyecto de su esposa, volviéndose su socio a cambio de nada. Ninguna de las dos familias perdía, siempre que sus empresas crecieran y su matrimonio fluyera hasta el punto de tener el primer bisnieto. —Señorita Aguirre, no la voy a necesitar aquí por ahora, pero si en la empresa Cortázar, lleve mi propuesta para el Nuevo proyecto de la señora Matos, se la acabo de enviar a su correo para que lo imprima —le explicó Juan David. —Sí señor. —respondió Patricia; llegó a su puesto para imprimir el documento y marcharse al destino previsto. Sus manos ya temblaban, solo pensaba en que volvería a ver a ese pelirrojo d