Capitulo 7

Unos cuantos minutos y ya ambos estaban en sus asientos con sus cinturones puestos.

El dolor en el cuerpo de Marisol la había remover un poco. Una vez el avión se detuvo y podían bajar, Marisol guardó su dolor y caminó lentamente hasta estar en el lugar donde los esperaba una limusina, quien los llevaría a su hotel. Mientras la limusina tomaba su rumbo, ambos veían el camino, por primera vez no estaban metidos en una una tableta o unos documentos.

—Es hermoso —Susurro Marisol.

Estaban ya en el hotel Four Seasons hotel Madrid.

—Más hermosa, eres tú —Aseguró Juan David, ayudándole a bajar.

Marisol hacía todo el esfuerzo posible para caminar bien, fue su primera vez, así que su cuerpo le dolía. Informaron su reservación y obtuvieron sus llaves.

—¡Juanda! —Chillo Marisol al sentir los brazos de su esposo cargarla como princesa.

—Veo que te duele para caminar —Le susurró él, Marisol algo apenada escondió su rostro en el cuello de Juan David, hasta llegar a su habitación, se lanzaron a la cama y quedaron rendidos, era aún muy de mañana cuando llegaron y no tenían energía para nada.

Cuatro horas después

—Que rico dormí —afirmó Marisol revisando su celular.

—Deja ese teléfono —le exigió Juan David quitando el teléfono de su manos, lo apago y lo guardo en la maleta de ella.

—!Juanda!— se quejó ella.

—¿Nos damos un baño y salimos a desayunar o almorzar? —Propuso juan David para desviar el tema, quitando su ropa frente a ella, quien solo lo observaba mordiendo su labio inferior, esos gestos despertaba una excitación inmensa en él, Marisol se sorprendió por tener grandes pensamientos morbosos, que ella no podía creer que se podían sentir.

—¿Esa mirada es una invitación? —preguntó él acercándose, al estar ella sentada en la cama, su hombría quedó cerca de su cara, Marisol como una mujer sin miedo a nada, llevó su mano hasta esa vara dura, soltando un gemido al tocar eso tan duro y firme.

—¡Joder!, cómo me gustan tus gemidos —Susurro entre jadeos Juan David, cerrando los ojos al sentir esas delicadas manos en su hombría sin hacer nada.

—Has algo mujer, que me vuelvo loco —le exigió Juan David, su silencio le recordó que era inexperta en ese tema, puso su mano arriba de la de ella para dar suaves movimientos, que sacaban gruñidos de él y gemidos de ella.

Juan David abrió sus ojos y la detuvo, la invitó a pararse para besar sus labios, su cuello, ir quitando sus prendas sin dejar de tocarla, escuchando esos suspiros que solo él los había escuchado.

Una vez sin nada de ropa, seguía rozando su piel con sus manos, besando su cuerpo, recorriendo cada centímetro de su ser, con su lengua.

Abrió sus piernas y se fue adentrando, no quería lastimarla.

—¡Juan! —Gimió fuerte al sentir cuando entró en ella.

—Me tienes loco, mi sol, eres exquisita. —Le susurraba dando pequeños movimientos.

—Esto me gusta —Le hablo entre sus labios, sus cuerpos se movían por el vaivén que daba Juanda.

—¿Quieres experimentar más? —preguntó Juan David, deseando verla en cuatro para él, cosa que hizo al ver que ella asintió.

—Si quieres que pare, me dices. —Le pidió él, para luego darle una nalgada que la hizo gritar.

Marisol no pudo decir que no lo hiciera, al sentir una emoción diferente al ser embestida y azotada al mismo tiempo, pero Juan David no lo quiso hacer por tanto tiempo, ya tendrían tiempo para mostrarle más, sus cuerpos sudaban y seguían sin querer parar.

Habían cambiado de posición, ahora Juan David la tenía en sus caderas, pegada a la pared, con su cara en sus pechos dando todo de sí para ambos llegar a un explosivo orgasmo.

_¡Oh por Dios!, esto es demasiado rico —Dijo Marisol con la voz agitada.

—Rica eres tú, mi Sol —le dijo él cargándola al baño.

—¿Ese apodo? —preguntó con una sonrisa, una vez estando ambos en la tina.

—Te diré así desde ahora, te sentirás bien —le susurró al oído, masajeando su cuerpo con una esponja.

—Tengo hambre —hablo ella después de unos minutos en la tina.

—Yo más, aunque eres muy rica, necesito energía —aseguró Juan David, haciendo reír a Marisol.

Salieron de la tina, se arreglaron algo cómodos para salir por un desayuno casi almuerzo, el tiempo pasaba volando, Marisol sentía que su cuerpo dolía pero no se arrepentía de nada, su cuerpo se erizaba solo pensar en Juan David, sin ropa.

—Te puedo cargar —Se burló él, al verla caminar lento.

—No, debo acostumbrarme, no se sabe en qué lugares me hagas esto y deba actuar mejor —recalcó Marisol, eso hizo reír a Juanda de asombro.

—¿No te molestará que te tome donde yo quiera? —preguntó con asombro.

—Mientras no salgamos como unos pervertidos en primera plana de revistas y programas de chismes, no hay problema —confirmó Marisol viéndolo a los ojos.

—¿Por qué nuestros abuelos no nos presentaron antes? —reprocho asombrado por su respuesta.

—Hasta que no vieron que si somos maduros para manejar sus imperios, no lo decidieron. —Respondió ella muy tranquila.

—Creo que esos acuerdos no son tan importantes, ¿no crees? —Marisol se echó a reír.

_¿Ya quieres incumplir los acuerdos? Hay unos muy importantes para mí —aclaró ella con sus manos en su mentón, esperando su comida, viendo los lindos ojos y bella sonrisa de su esposo, era perfecto para ella, cuando Juan David estaba por responder, se escuchó una voz.

—¡Juan, qué sorpresa! —Chilló una mujer acercándose a Juan David besando sus dos mejillas, ignorando a Marisol.

—Rocío, qué sorpresa. —Habló Juan David un poco incómodo al ver cómo ignoró a Marisol.

—No espere verte tan rápido, llegué hace unas horas —le dijo ella, tomando asiento sin saludar a Marisol quien solo se concentro en comer de su comida a penas el mesero la llevó, moría de hambre.

—Y quien te acompaña. —siguió hablando sin dejarlo hablar, recordando que Juan David no estaba solo.

—Marisol Matos. —Respondió Marisol después de tragar. —Esposa de Juanda. —Continuó Marisol con una sonrisa, borrando la sonrisa de Rocío de inmediato.

—¿Te casaste? —Reprochó rocío de inmediato.

—Mi madre mandó la invitación hace un mes ¿No sabías? —recalcó Juan David molesto ya, por la actitud de Rocío.

—Me tengo que ir —habló Rocío levantándose y marchándose sin despedirse.

—¿Te la cogiste? —Interrogó Marisol.

—¡No! —respondió Juanda ofendido. Pero la mirada acusadora de Marisol lo preocupó.

—No lo quise hacer, es una mujer mimada, solo sabe gastar y su padre le cumple los caprichos tontos —explico viendo que su plato de comida no estaba.

—Te pedí otro mientras tratabas de respirar por los toques de esa mujer —comentó Marisol, haciéndole señas al mesero, que llegó con la comida de Juanda, al retirarse, Juan David tomó la mano de Marisol y besó su dorso.

—Gracias, mi Sol. —Marisol sonrió a su beso.

Ellos seguían con su comida y uno que otro coqueteo que encendían a Marisol; mientras que Rocío le gritaba a su padre lo malo que era por no decirle que su amor se casaba.

—¡Por está actitud no te dije, eras capaz de ir y hacer un espectáculo que me costaría la sociedad con los Matos! —Le gritó Jorge López, un empresario más del montón de ambiciosos y que trabajó mucho para tener una sociedad con los Matos.

—Invitalo a cenar padre, por favor, así conocemos a su esposa y vemos si no es buena para él —propuso muy calmada que su padre se asustaba, si le decía que no, tendría que escuchar sus berrinches seguido.

—Le mandaré un mensaje. —Le respondió él, haciendo que sonriera feliz y corriera a su habitación en busca de algo lindo para ponerse e impresionar a Juan David.

Que estuviese casado, no significaba nada para ella, un divorcio podría ser la solución.

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