Unos cuantos minutos y ya ambos estaban en sus asientos con sus cinturones puestos.
El dolor en el cuerpo de Marisol la había remover un poco. Una vez el avión se detuvo y podían bajar, Marisol guardó su dolor y caminó lentamente hasta estar en el lugar donde los esperaba una limusina, quien los llevaría a su hotel. Mientras la limusina tomaba su rumbo, ambos veían el camino, por primera vez no estaban metidos en una una tableta o unos documentos. —Es hermoso —Susurro Marisol. Estaban ya en el hotel Four Seasons hotel Madrid. —Más hermosa, eres tú —Aseguró Juan David, ayudándole a bajar. Marisol hacía todo el esfuerzo posible para caminar bien, fue su primera vez, así que su cuerpo le dolía. Informaron su reservación y obtuvieron sus llaves. —¡Juanda! —Chillo Marisol al sentir los brazos de su esposo cargarla como princesa. —Veo que te duele para caminar —Le susurró él, Marisol algo apenada escondió su rostro en el cuello de Juan David, hasta llegar a su habitación, se lanzaron a la cama y quedaron rendidos, era aún muy de mañana cuando llegaron y no tenían energía para nada. Cuatro horas después —Que rico dormí —afirmó Marisol revisando su celular. —Deja ese teléfono —le exigió Juan David quitando el teléfono de su manos, lo apago y lo guardo en la maleta de ella. —!Juanda!— se quejó ella. —¿Nos damos un baño y salimos a desayunar o almorzar? —Propuso juan David para desviar el tema, quitando su ropa frente a ella, quien solo lo observaba mordiendo su labio inferior, esos gestos despertaba una excitación inmensa en él, Marisol se sorprendió por tener grandes pensamientos morbosos, que ella no podía creer que se podían sentir. —¿Esa mirada es una invitación? —preguntó él acercándose, al estar ella sentada en la cama, su hombría quedó cerca de su cara, Marisol como una mujer sin miedo a nada, llevó su mano hasta esa vara dura, soltando un gemido al tocar eso tan duro y firme. —¡Joder!, cómo me gustan tus gemidos —Susurro entre jadeos Juan David, cerrando los ojos al sentir esas delicadas manos en su hombría sin hacer nada. —Has algo mujer, que me vuelvo loco —le exigió Juan David, su silencio le recordó que era inexperta en ese tema, puso su mano arriba de la de ella para dar suaves movimientos, que sacaban gruñidos de él y gemidos de ella. Juan David abrió sus ojos y la detuvo, la invitó a pararse para besar sus labios, su cuello, ir quitando sus prendas sin dejar de tocarla, escuchando esos suspiros que solo él los había escuchado. Una vez sin nada de ropa, seguía rozando su piel con sus manos, besando su cuerpo, recorriendo cada centímetro de su ser, con su lengua. Abrió sus piernas y se fue adentrando, no quería lastimarla. —¡Juan! —Gimió fuerte al sentir cuando entró en ella. —Me tienes loco, mi sol, eres exquisita. —Le susurraba dando pequeños movimientos. —Esto me gusta —Le hablo entre sus labios, sus cuerpos se movían por el vaivén que daba Juanda. —¿Quieres experimentar más? —preguntó Juan David, deseando verla en cuatro para él, cosa que hizo al ver que ella asintió. —Si quieres que pare, me dices. —Le pidió él, para luego darle una nalgada que la hizo gritar. Marisol no pudo decir que no lo hiciera, al sentir una emoción diferente al ser embestida y azotada al mismo tiempo, pero Juan David no lo quiso hacer por tanto tiempo, ya tendrían tiempo para mostrarle más, sus cuerpos sudaban y seguían sin querer parar. Habían cambiado de posición, ahora Juan David la tenía en sus caderas, pegada a la pared, con su cara en sus pechos dando todo de sí para ambos llegar a un explosivo orgasmo. _¡Oh por Dios!, esto es demasiado rico —Dijo Marisol con la voz agitada. —Rica eres tú, mi Sol —le dijo él cargándola al baño. —¿Ese apodo? —preguntó con una sonrisa, una vez estando ambos en la tina. —Te diré así desde ahora, te sentirás bien —le susurró al oído, masajeando su cuerpo con una esponja. —Tengo hambre —hablo ella después de unos minutos en la tina. —Yo más, aunque eres muy rica, necesito energía —aseguró Juan David, haciendo reír a Marisol. Salieron de la tina, se arreglaron algo cómodos para salir por un desayuno casi almuerzo, el tiempo pasaba volando, Marisol sentía que su cuerpo dolía pero no se arrepentía de nada, su cuerpo se erizaba solo pensar en Juan David, sin ropa. —Te puedo cargar —Se burló él, al verla caminar lento. —No, debo acostumbrarme, no se sabe en qué lugares me hagas esto y deba actuar mejor —recalcó Marisol, eso hizo reír a Juanda de asombro. —¿No te molestará que te tome donde yo quiera? —preguntó con asombro. —Mientras no salgamos como unos pervertidos en primera plana de revistas y programas de chismes, no hay problema —confirmó Marisol viéndolo a los ojos. —¿Por qué nuestros abuelos no nos presentaron antes? —reprocho asombrado por su respuesta. —Hasta que no vieron que si somos maduros para manejar sus imperios, no lo decidieron. —Respondió ella muy tranquila. —Creo que esos acuerdos no son tan importantes, ¿no crees? —Marisol se echó a reír. _¿Ya quieres incumplir los acuerdos? Hay unos muy importantes para mí —aclaró ella con sus manos en su mentón, esperando su comida, viendo los lindos ojos y bella sonrisa de su esposo, era perfecto para ella, cuando Juan David estaba por responder, se escuchó una voz. —¡Juan, qué sorpresa! —Chilló una mujer acercándose a Juan David besando sus dos mejillas, ignorando a Marisol. —Rocío, qué sorpresa. —Habló Juan David un poco incómodo al ver cómo ignoró a Marisol. —No espere verte tan rápido, llegué hace unas horas —le dijo ella, tomando asiento sin saludar a Marisol quien solo se concentro en comer de su comida a penas el mesero la llevó, moría de hambre. —Y quien te acompaña. —siguió hablando sin dejarlo hablar, recordando que Juan David no estaba solo. —Marisol Matos. —Respondió Marisol después de tragar. —Esposa de Juanda. —Continuó Marisol con una sonrisa, borrando la sonrisa de Rocío de inmediato. —¿Te casaste? —Reprochó rocío de inmediato. —Mi madre mandó la invitación hace un mes ¿No sabías? —recalcó Juan David molesto ya, por la actitud de Rocío. —Me tengo que ir —habló Rocío levantándose y marchándose sin despedirse. —¿Te la cogiste? —Interrogó Marisol. —¡No! —respondió Juanda ofendido. Pero la mirada acusadora de Marisol lo preocupó. —No lo quise hacer, es una mujer mimada, solo sabe gastar y su padre le cumple los caprichos tontos —explico viendo que su plato de comida no estaba. —Te pedí otro mientras tratabas de respirar por los toques de esa mujer —comentó Marisol, haciéndole señas al mesero, que llegó con la comida de Juanda, al retirarse, Juan David tomó la mano de Marisol y besó su dorso. —Gracias, mi Sol. —Marisol sonrió a su beso. Ellos seguían con su comida y uno que otro coqueteo que encendían a Marisol; mientras que Rocío le gritaba a su padre lo malo que era por no decirle que su amor se casaba. —¡Por está actitud no te dije, eras capaz de ir y hacer un espectáculo que me costaría la sociedad con los Matos! —Le gritó Jorge López, un empresario más del montón de ambiciosos y que trabajó mucho para tener una sociedad con los Matos. —Invitalo a cenar padre, por favor, así conocemos a su esposa y vemos si no es buena para él —propuso muy calmada que su padre se asustaba, si le decía que no, tendría que escuchar sus berrinches seguido. —Le mandaré un mensaje. —Le respondió él, haciendo que sonriera feliz y corriera a su habitación en busca de algo lindo para ponerse e impresionar a Juan David. Que estuviese casado, no significaba nada para ella, un divorcio podría ser la solución.Después de ese incómodo y delicioso desayuno, los esposos decidieron dar un pequeño paseo y tomar algunas fotos que sería publicadas en una revista donde ellos darían la primicia, contando cómo llegaron a ese matrimonio tan repentino para muchos que no conocían esa historia; una de las que siguen reprochando los padres de los dos, aún no estaban del tono convencidos de que ellos llevarán un buen matrimonio. Imaginando que solo lo estaba haciendo para llegar a su objetivo, tener el control completo de ambos legados. —Yo solo espero, que mi niña no sufra —advirtió Mario. No imaginaba ver a su hija sufrir por amor. —Entiendo tu miedo Mario, pero veo a mi hijo muy contento, aseguró respetar a tu hija y yo le creo —intervino Juan carlo muy serio, por esa amenaza que prácticamente hacía él. —Y si no lo hace, se las verá conmigo —amenazó Soledad. —Hablan de Juan David como si Marisol fuese una chica sumisa y tonta. —Replicó Diana. —Y no se atrevan a decir nada, que es así, podría asegur
En la mansión López, aún en la cena, Rocío chillaba por qué su padre no había podido obtener respuesta de Juan David; sus berrinches no tenían fin, ni su madre podía tranquilizarla. —¡Basta, Rocío! —gritó y golpeó la mesa su padre estresado ya. El silencio reinó en unos largos minutos donde ambas mujeres estaban más que sorprendidas por la reacción de López. —Pero papá, por favor. —Musito casi entre llanto Rocío. López no dijo nada al recibir una notificación en su teléfono, colocó sus lentes y abrió el mensaje, con una expresión de tranquilidad y compresión a la situación que leía. —¿Es él,padre? —preguntó Rocío arrebatando el teléfono de las manos de tu padre, para leer lo que decía. López tomó una bocanada de aire, por tal acto de su hija. Mensaje: Señor López, siento no responder antes, como ya sabe, estoy en mi luna de miel y lo estoy disfrutando con mi esposa. Por petición de ella, le aceptaré un desayuno, nos vemos por la mañana. —Responde que sí, papá. —Le exigió Rocío c
Una semana después —Ya deja de quejarte, hombre —replicó Pablo molesto, al escuchar las quejas de Leo. El secretario eficiente de Marisol, un hombre joven y muy trabajador, capaz de hacer cualquier cosa por la mujer que lo llevó a donde está, un empleo para nada fácil, pero que le daba suficiente ingreso para trabajar en su propio emprendimiento. —Lo dices, por qué no eres tú, quien se tiene que callar a esos socios y esas llamadas hasta de madrugada —hablo Leo con su voz quebrada por el llanto fingido. _Ya tienen más de una semana, seguro hoy se aparecen y te da unos días de vacaciones —lo ánimo Pablo, pero Leo sabía que eso era imposible, solo quería que ella llegará y pudiera calmar a sus fastidiosos socios; cosa que no quería Marisol, esos días de vacaciones, la tenían tan tranquila, que no deseaba escucharlos. —Creeme que yo tampoco quiero regresar, mi Sol. —Expresó Juan David. Ya estaban de regreso, sin decirle a nadie o sus teléfonos sonaban sin parar, Juanda se aferraba
La luna de miel se había terminado, no fue por mucho tiempo como ellos lo deseaban, su trabajo era muy importante y el proyecto en marcha de Marisol estaba por llegar al punto donde ella deseaba. Juan David decidió llevarla a la empresa con su chófer y así verla un poco más en su etapa de empresaria. —No creo que podamos almorzar juntos, ¿nos vemos por la tarde? —Hablo Juanda llamando su atención. —Lo sé, creo saltarme esa parte, estoy full, pero iré por la tarde para la entrevista. —Juan David quitó la tablet de su mano, tomó sus manos y las besó. —Me encargaré de enviarte un almuerzo, pero no debes descuidar tus comidas —recalcó Juan David. —Está bien, nos vemos por la tarde —Juanda asintió, besando sus labios hasta quedar sin aire. Marisol se bajó, arregló su falta y lo despidió con la mano; subió al edificio, por las grandes puertas de cristal, sorprendiendo a todos, ya que ella siempre sabía por el ascensor que daba al estacionamiento. —Buenos días. —Saludo Marisol sin dete
—Aah, amor... Se escuchaban los gemidos dentro de la habitación de Marisol y Juan David, sus cuerpos solo se movían por el vaivén que daba, sus manos entrelazadas sintiendo esa sensación de placer. Una deliciosa mañana, probando sus cuerpos como si no lo hubiesen hecho hace mucho; Juan David cambiar de posición llevando las manos de su esposa arriba de su cabeza, chupaba sus senos logrando escuchar jadeos de placer, entraba y salía sin dejar de ver sus gesto, sintiendo aún más ganas de hacerla suya sin compasión. Su trasero ya se encontraba frente a él, recibiendo un azote y luego un beso. —Quisiera hacer más en este bello trasero —le susurró en el oído. —Debo trabajar... Aah. —Juanda se hundió en ella, dejándola sin aire. Sus estocadas eran rápidas y fuertes, sus manos jalaban el cabello de Marisol algo suave, escuchando sus gemidos y casi gritos de placer. Sus cuerpos ya estaban en el aire de la sensación que sentían al estar llegando al límite, las piernas de Marisol temblaba
Un día importante e inolvidable, encuentros inesperados, que solo era el comienzo de muchos; la tranquilidad de dos personas que solo buscaban llevar su relación en completa paz y tranquilidad, para beneficio de muchos. La familia Matos y Cortázar, estaban más que feliz al saber que sus herederos estaban yendo bien, no solo en su relación, también sus empresas, no tanto con Marisol, donde esos tres socios no querían seguir su orden, su molestia de que fuera una mujer, precisamente quién llevará el timón del barco, era mucha y aun peor, su personalidad y ambición que no permitía descubrir su punto débil, ese donde podría distraerla y bajarla de ese puesto. Cada paso que ella daba, eran vigilados por personas mal intencionadas. —Mi sol, cuidate mucho de esos socios imbéciles —le pidió Juan David, estando ambos en la mesa tomando el desayuno. —Gracias cariño, lo tendré en cuenta —respondió Marisol con una sonrisa. —¿Te llevo? —Lo pensó un momento, sabía que él tenía una reunión muy i
Marisol terminó de firmar unos documentos, tomó una pastilla para calmar un pequeño dolor de cabeza que tenía y evitar uno grande al estar frente a ese trío que seguía con el tema de no seguir con el proyecto de la diseñadora nueva. Su molestia crecía por el simple hecho de que se creían indispensable para la empresa. Eso lo sabía Juan David y para eso, se le ocurrió apoyar el proyecto de su esposa, volviéndose su socio a cambio de nada. Ninguna de las dos familias perdía, siempre que sus empresas crecieran y su matrimonio fluyera hasta el punto de tener el primer bisnieto. —Señorita Aguirre, no la voy a necesitar aquí por ahora, pero si en la empresa Cortázar, lleve mi propuesta para el Nuevo proyecto de la señora Matos, se la acabo de enviar a su correo para que lo imprima —le explicó Juan David. —Sí señor. —respondió Patricia; llegó a su puesto para imprimir el documento y marcharse al destino previsto. Sus manos ya temblaban, solo pensaba en que volvería a ver a ese pelirrojo d
Recuerdo. En un apartamento de lujo, con música a todo volumen, bebida y otras cosas ilegales para menores de edad; se encontraban muchos Jóvenes, eufóricos por celebrar esa noche su graduación y otras cosas más. Siendo irresponsables de sus acciones y decisiones. Cometiendo errores que marcarían sus vidas para siempre. —Leo, estoy muy nerviosa —confesó Patricia tocando el brazo de Leo, para que sintiera sus manos sudar. —Y yo muy molesto, no puedo creer que no pienses bien las cosas —reclamo Leo. —No me molestes, eres mi amigo, apóyame —exigió la chica inocente. —Por que soy tu amigo, te lo digo, ese idiota solo quiere usarte, sufrirás mucho —Leo trataba de hacerle entender. —Nena, viniste —interrumpió el causante de la discordia. —Si —habló ella muy tímida. —Toma, para que entres en calor, vengo por ti más tarde —Le habló en el oído, ignorando a Leo en lo absoluto. —¿Qué te dijo ese idiota? —preguntó Leo molesto. —Que me tomara esto para entrar en calor y el venía por mí m