Los rayos del sol bañaron el rostro de Cloe mientras miraba hacia el horizonte. El balcón de su habitación le daba una vista perfecta al jardín lleno de flores y árboles. Aquella imagen seguía asombrándola aún cinco años después de que Fabrizio y ella habían decidido comprar esa casa. No había pasado mucho tiempo antes de que hicieran de aquel lugar, su hogar. Cloe se había asegurado de llenar cada espacio con fotos y adornos de mucho significado sentimental. Pero era la historia que estaban construyendo dentro de sus paredes lo más importante. Los años parecían haber transcurrido demasiado rápido y muchas cosas habían pasado durante ese tiempo. Era más cercana a Maurizio, él nunca podría remplazar a su padre, pero había aprendido a quererlo. Otra relación que había mejorado, era la que tenía con la madre de Fabrizio. Ella seguía siendo… ella, pero ya no le hacía las cosas difíciles. —¿Qué haces levantada tan temprano? —preguntó Fabrizio tomándola por sorpresa. Envolvió los brazos e
2 años atrásCloe tomó el mando del televisor y lo apagó. Giró la cabeza para ver a su hermano y lo encontró dormido. Una de sus piernas colgaba por el costado del sofá. Sacudió la cabeza y una sonrisa se coló en sus labios. Él apenas cabía allí. Horatio era demasiado grande para sus apenas 15 años, no le sorprendía teniendo en cuenta el porte de su padre. Ella, por otro lado, había heredado la altura de su madre. Las personas que lo veían junto a su hermano por primera vez, siempre asumían que él era el mayor.Se levantó y cubrió a Horatio con una de las mantas. Luego tomó una para ella misma y se la colocó sobre los hombros. Con cuidado de no hacer demasiado ruido salió rumbo a la playa. Tenía la esperanza que algo de caminata lograra relajarla lo suficiente para irse a dormir.La luz de la luna brillaba en lo alto y la brisa movía las ramas de las palmeras en la distancia.Se aseguró la manta sobre los hombros y caminó por la orilla durante algunos minutos antes de sentarse en la
Cloe entró corriendo a la casa de sus padres. Iba un poco atrasada, pero había tenido que terminar algunos trabajos de la universidad primero. Estaba en semana de exámenes y apenas había dormido lo suficiente durante los últimos días, pero no había manera de que fuera a faltar a una reunión familiar. Además, necesitaba la distracción y nada mejor que un poco de las locuras de su familia para eso.Sonrió al escuchar las risas a alto volumen que provenían desde la sala.—Hola a todos —saludó animada, pero su sonrisa vaciló al ver a Fabrizio.¿Qué estaba haciendo allí? Fabrizio siempre, al parecer, siempre tenía algo importante que hacer, por lo cual no era demasiado usual encontrarse con él en aquellos eventos. Ese era un motivo por el cual se sentía segura reuniéndose con su familia. No estaba segura de sí soportaría verlo con tanta frecuencia.Se acercó a abrazar a cada uno de los presentes, lo cual, por supuesto, se sintió como una eternidad. A menudo bromeaba que con todos los miemb
Cloe despertó algunas horas después. El día había dado paso a la noche y su habitación estaba iluminada por la luz tenue de una de las lámparas. No recordaba haberla encendido antes de quedarse dormida, pero había estado tan cansada que quizás lo había hecho.Se removió prolongando los segundos para levantarse. Pese al enredo que había sido su mente, había logrado dormirse más rápido de lo esperado, pero aún se sentía algo agotada. Y si era sincera, no estaba lista para enfrentarse a Fabrizio.Él era el ser más extraño que conocía y a veces le era tan difícil entender que pasaba por su mente. Solo él podía presentarse en su habitación como si fueran amigos y no hubiera nada extraño en su presencia allí.—Estás despierta.Se sentó de golpe al escuchar la misma voz que estaba en muchas de sus fantasías. Giró la cabeza hacia Fabrizio deseando que todo fuera producto de su vívida imaginación. Por supuesto, eso era pedir mucho.Fabrizio estaba en uno de los rincones de la habitación sobre
Cloe miró a Fabrizio como si le hubiera salido otra cabeza. Seguro se trataba de una broma, una cruel. Cloe miró alrededor tratando de encontrar donde estaba la cámara escondida.—No estoy de humor para juegos —dijo a la defensiva.—Cloe, hablo muy en serio.Se quedó en silencio aun sin creerle por completo y entonces una idea se le vino a la mente.—¿Acaso estás enfermo? —preguntó, no pudo evitar sonar preocupada—. ¿Se trata de algo terminal?Fabrizio sonrió de lado.—No es nada de eso, pero es bueno saber que todavía te preocupas por mí.—No te hagas ideas equivocadas, soy de las que se preocupan por los perros callejeros. —¿Acabas de compararme con un perro?—¿Hice eso? —preguntó llevándose la mano al pecho y sonriendo con inocencia.Caminó hasta su armario y comenzó a buscar algo que ponerse.—No me has dado una respuesta.—No me agradas —dijo sin girarse a verlo.—Lo has dejado más que claro, pero no era eso lo que te pregunté.—Estoy segura que nunca has preguntado por nada e
Cloe se unió a su familia casi media hora después, aun sintiéndose aturdida por lo que había sucedido. Esperaba que Fabrizio se hubiera marchado, pero tan pronto salió al jardín de atrás sus esperanzas se desvanecieron y su rostro comenzó a calentarse al recordar el beso. Él estaba relajado como si no acabara de poner su mundo cabeza abajo. —¿Humana otra vez? —preguntó Ava con una sonrisa. Su voz le recordó —Eso se podría decir. —Bueno, me alegra saberlo —dijo Laila colgándose en sus hombros—. Esta noche saldremos a bailar, invité a un par de amigos. —¿Qué amigos? —preguntó Fabrizio. —Unos que conocí por allí. —No creo que sea buena idea. —Fabrizio le dio a su hermana una mirada severa. —Fabrizio tiene razón —intervino Piero, el otro hermano de Laila. Laila no pareció ni un poco intimidada. —Papá, está de acuerdo. —Todos ustedes dejen de pelear —intervino Ava—. Es hora de la cena. La esposa de Alessandro era una de las mujeres más dulces que conocía, pero no había nadie en
El frio de la noche espabiló a Cloe. El ruido quedó atrás conforme se alejaban del club. —¿Estás loco? —preguntó tratando de no alzar la voz, no quería llamar más atención de la que ya atraían—. Eres un neandertal. ¿Cómo se te ocurre sacarme así? —Pataleó intentando que Fabrizio la bajara. Él le dio una nalgada en lugar de eso y su indignación creció. —Estate quieta. —¡Maldito imbécil! En cuanto te ponga las manos encima, te aseguró que… —¿Es esa una invitación? Porque estoy más que dispuesto a aceptar. Sus pezones se endurecieron y el lugar entre sus muslos se humedeció. Culpo al alcohol por eso. —Te digo que me bajes. —Esta vez no sonó tan decidida. Fabrizio la colocó en el suelo a un lado de su coche. Cloe no esperó ni un segundo antes de comenzar a despotricar contra él. —No tenías ningún derecho a hacer eso, estaba pasándola bien hasta que tu interferiste. —¿Te divertías bailando con un extraño solo para tratar de molestarme? —Noticia de última hora, el mundo no gira e
—¿Hay algo que quieras compartir con nosotros? —preguntó su padre la mañana siguiente.Todos los ojos estaban puestos en Cloe. Su hermano había recuperado su habitual tranquilidad para esa mañana y tenía una sonrisa de diversión pintada en el rostro. —¿A qué te refieres? —La mejor manera de salir de aquello era fingir no saber de lo que hablaba.Su padre alzó una ceja.—Vamos, cariño. Eres mi hija, está en el manual que no puedes ocultarme nada. Creí que ya lo sabrías a estas alturas.Su madre soltó una carcajada.—Déjala en paz, ella decidirá cuándo hablar con nosotros sobre lo que está sucediendo.—Nada está sucediendo —dijo de inmediato y a sus propios oídos sonó demasiado a la defensiva.Sus padres y su hermano asintieron, pero ninguno de ellos parecía convencido.—En serio —insistió.—Nadie dijo lo contrario —comentó su padre sin perder la sonrisa—. Solo quería saber que está sucediendo entre tú y Fabrizio.—Estás perdiendo el tiempo, papá —intervino Horatio—. Ella dice que no t