Cloe entró corriendo a la casa de sus padres. Iba un poco atrasada, pero había tenido que terminar algunos trabajos de la universidad primero. Estaba en semana de exámenes y apenas había dormido lo suficiente durante los últimos días, pero no había manera de que fuera a faltar a una reunión familiar. Además, necesitaba la distracción y nada mejor que un poco de las locuras de su familia para eso.
Sonrió al escuchar las risas a alto volumen que provenían desde la sala.
—Hola a todos —saludó animada, pero su sonrisa vaciló al ver a Fabrizio.
¿Qué estaba haciendo allí? Fabrizio siempre, al parecer, siempre tenía algo importante que hacer, por lo cual no era demasiado usual encontrarse con él en aquellos eventos. Ese era un motivo por el cual se sentía segura reuniéndose con su familia. No estaba segura de sí soportaría verlo con tanta frecuencia.
Se acercó a abrazar a cada uno de los presentes, lo cual, por supuesto, se sintió como una eternidad. A menudo bromeaba que con todos los miembros de su familia extendida podrían formar su propia ciudad. Padres, hermanos, tíos, primos, abuelos, amigos.
Cuando se detuvo frente a Fabrizio no pudo evitar soltar una de las ironías que salía de su boca cada vez que la veía.
—Que honor que decidieras honrarnos con tu presencia —dijo con falsa dulzura.
Su padre se soltó a reír al igual que su tío Valentino. El resto permaneció en completo silencio, pero, sin necesidad de mirarlos, sabía que se estaban divirtiendo. Estaban más que acostumbrados a que no fuera demasiado amable con él, aunque nadie sabía el verdadero motivo.
—Cloe —saludó él con un escueto movimiento de cabeza.
No le sorprendió ni un poco que no reaccionara a su provocación. Siempre tan controlado, a veces al punto de volverla loca. Se había repetido una y otra vez que debía dejar de importarle todo lo que tuviera que ver con él, pero decirlo no era tan fácil como hacerlo.
—¿Almorzamos? —preguntó su madre recordándole que no estaban solos.
Se dio la vuelta con una sonrisa enorme en el rostro.
—Por supuesto.
Se acomodaron alrededor de la enorme mesa y evitó hacer una mueca cuando Fabrizio se sentó frente a ella.
Sobre la mesa había una variedad de comida que era obra de su madre y tías, de la mayoría de ellas. Su tía Lia, ella no podía cocinar, incluso si de eso dependía su vida.
—¿Cómo va la universidad? —preguntó su tío Valentino mientras llenaba su plato con todo lo que podía.
—Agotador, necesitaré una semana de sueño completo una vez termine con los exámenes.
—¿Cuántos te faltan?
—Un par de ellos y luego podré disfrutar de un merecido descanso.
—No entiendo cómo fue que se te ocurrió estudiar física —intervino su padre.
—Es una suerte que saliera más inteligente que tú —comentó Adriano con bastante seriedad.
Horatio extendió la mano para chocar el puño con su tío, mientras sus primas solo sacudieron la cabeza para nada sorprendidas con el comentario.
Las únicas veces que sus padres se comportaban como los hombres adultos que eran, era cuando estaba en una sala de negocios o cuando alguno de sus hijos hacía algo realmente malo. Incluso sus tíos, Alessandro y Adriano, que eran los más serios, siempre estaban lanzándose indirectas entre ellos y a los demás.
La comida continuó en el mismo ambiente agradable. Las bromas no faltaron y las risas tampoco. Sus tíos y primos siempre tenían nuevas anécdotas que contar. Aunque ella tuvo que esforzarse más de lo normal para no distraerse con la presencia de Fabrizio.
Él se mantuvo en silencio la mayoría del tiempo, a menos que alguien le hiciera alguna y siempre respondía con oraciones cortas. Aunque no necesitaba hablar para hacer notar su presencia, podía sentir su mirada clavada sobre ella como si la estuviera llamando.
Para alguien que había hecho un trabajo más que bueno ignorándola durante los últimos dos años, ahora parecía demasiado interesado en ella. En otra época, una donde era una niña ilusionada, habría pensado que por fin comenzaba a verla como la mujer que era, pero hace tiempo había entendido que no podía asumir nada en lo que respectaba a él. Ni siquiera cuando la besaba como si la deseara.
Cansada de sentir su escrutinio, lo confrontó con la mirada y se cruzó de brazos. Una pregunta clara en mente:
«¿Qué demonios quieres?»
Como si el pudiera leerle la mente, Fabrizio le dio una sonrisa ladina y su temple flaqueó. Maldit0 fuera por tener ese poder sobre ella.
Los siguientes segundos ambos se enfrentaron en una batalla de miradas y habría ganado de no ser porque Laila, su mejor amiga y la hermana de Fabrizio, la llamó.
—¿Qué sucede? —preguntó mirándola.
—¿Puedes pasarme la ensalada? —Ella le dio una sonrisa cómplice.
—Por supuesto.
Después de eso, volvió a actuar como si Fabrizio no estuviera sentando justo en frente de ella.
Al acabar de almorzar sus padres salieron al jardín trasero y ella se disculpó para subir un rato a su habitación a descansar. Apenas podía mantener los ojos abiertos y sentía que podía quedarse dormida allí mismo.
Apenas se había terminado de cambiar cuando la voz de Fabrizio la sobresaltó.
—Este lugar no ha cambiado demasiado con los años.
—¡¿Qué diablos?! —Se dio la vuelta y lo encontró cruzado de brazos con la espalda recargada en la puerta.
Fabrizio parecía el dueño de todo y de pronto su habitación se sintió bastante pequeña.
Mientras por dentro se sentía débil al tenerlo en su habitación, se aseguró de mantener la compostura.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó un poco más calmada.
—Quería hablar contigo.
—Y no pudiste encontrar mejor momento que este. Por si no es obvio estaba a punto de dormir.
—No tomará mucho tiempo. Esto es…
Fabrizio se quedó callado cuando, Cloe se dio la vuelta y destapó las cobijas de su cama ignorando por completo lo que él estaba diciendo.
Si la conociera mejor, se habría dado cuenta que su cerebro estaba funcionando a la mitad de su capacidad y no pensaba hablar de nada con él hasta que sus defensas estuvieran todas en su lugar.
—¿Qué haces? —Él sonaba extrañado.
Bueno, nadie lo había invitado a entrar a su habitación.
—Creo que ya te lo dije, prepararme para ir a la cama. Lo que sea que tengas que decir puede esperar hasta la noche. Además, no eres bienvenido aquí. —Se recostó en la cama y se cubrió—. Hasta luego —dijo y le dio la espalda.
Segundos después escuchó el sonido de la puerta al cerrarse. Esperó poder dormirse de inmediato, pero ahora estaba intrigada gracias a Fabrizio.
Cloe despertó algunas horas después. El día había dado paso a la noche y su habitación estaba iluminada por la luz tenue de una de las lámparas. No recordaba haberla encendido antes de quedarse dormida, pero había estado tan cansada que quizás lo había hecho.Se removió prolongando los segundos para levantarse. Pese al enredo que había sido su mente, había logrado dormirse más rápido de lo esperado, pero aún se sentía algo agotada. Y si era sincera, no estaba lista para enfrentarse a Fabrizio.Él era el ser más extraño que conocía y a veces le era tan difícil entender que pasaba por su mente. Solo él podía presentarse en su habitación como si fueran amigos y no hubiera nada extraño en su presencia allí.—Estás despierta.Se sentó de golpe al escuchar la misma voz que estaba en muchas de sus fantasías. Giró la cabeza hacia Fabrizio deseando que todo fuera producto de su vívida imaginación. Por supuesto, eso era pedir mucho.Fabrizio estaba en uno de los rincones de la habitación sobre
Cloe miró a Fabrizio como si le hubiera salido otra cabeza. Seguro se trataba de una broma, una cruel. Cloe miró alrededor tratando de encontrar donde estaba la cámara escondida.—No estoy de humor para juegos —dijo a la defensiva.—Cloe, hablo muy en serio.Se quedó en silencio aun sin creerle por completo y entonces una idea se le vino a la mente.—¿Acaso estás enfermo? —preguntó, no pudo evitar sonar preocupada—. ¿Se trata de algo terminal?Fabrizio sonrió de lado.—No es nada de eso, pero es bueno saber que todavía te preocupas por mí.—No te hagas ideas equivocadas, soy de las que se preocupan por los perros callejeros. —¿Acabas de compararme con un perro?—¿Hice eso? —preguntó llevándose la mano al pecho y sonriendo con inocencia.Caminó hasta su armario y comenzó a buscar algo que ponerse.—No me has dado una respuesta.—No me agradas —dijo sin girarse a verlo.—Lo has dejado más que claro, pero no era eso lo que te pregunté.—Estoy segura que nunca has preguntado por nada e
Cloe se unió a su familia casi media hora después, aun sintiéndose aturdida por lo que había sucedido. Esperaba que Fabrizio se hubiera marchado, pero tan pronto salió al jardín de atrás sus esperanzas se desvanecieron y su rostro comenzó a calentarse al recordar el beso. Él estaba relajado como si no acabara de poner su mundo cabeza abajo. —¿Humana otra vez? —preguntó Ava con una sonrisa. Su voz le recordó —Eso se podría decir. —Bueno, me alegra saberlo —dijo Laila colgándose en sus hombros—. Esta noche saldremos a bailar, invité a un par de amigos. —¿Qué amigos? —preguntó Fabrizio. —Unos que conocí por allí. —No creo que sea buena idea. —Fabrizio le dio a su hermana una mirada severa. —Fabrizio tiene razón —intervino Piero, el otro hermano de Laila. Laila no pareció ni un poco intimidada. —Papá, está de acuerdo. —Todos ustedes dejen de pelear —intervino Ava—. Es hora de la cena. La esposa de Alessandro era una de las mujeres más dulces que conocía, pero no había nadie en
El frio de la noche espabiló a Cloe. El ruido quedó atrás conforme se alejaban del club. —¿Estás loco? —preguntó tratando de no alzar la voz, no quería llamar más atención de la que ya atraían—. Eres un neandertal. ¿Cómo se te ocurre sacarme así? —Pataleó intentando que Fabrizio la bajara. Él le dio una nalgada en lugar de eso y su indignación creció. —Estate quieta. —¡Maldito imbécil! En cuanto te ponga las manos encima, te aseguró que… —¿Es esa una invitación? Porque estoy más que dispuesto a aceptar. Sus pezones se endurecieron y el lugar entre sus muslos se humedeció. Culpo al alcohol por eso. —Te digo que me bajes. —Esta vez no sonó tan decidida. Fabrizio la colocó en el suelo a un lado de su coche. Cloe no esperó ni un segundo antes de comenzar a despotricar contra él. —No tenías ningún derecho a hacer eso, estaba pasándola bien hasta que tu interferiste. —¿Te divertías bailando con un extraño solo para tratar de molestarme? —Noticia de última hora, el mundo no gira e
—¿Hay algo que quieras compartir con nosotros? —preguntó su padre la mañana siguiente.Todos los ojos estaban puestos en Cloe. Su hermano había recuperado su habitual tranquilidad para esa mañana y tenía una sonrisa de diversión pintada en el rostro. —¿A qué te refieres? —La mejor manera de salir de aquello era fingir no saber de lo que hablaba.Su padre alzó una ceja.—Vamos, cariño. Eres mi hija, está en el manual que no puedes ocultarme nada. Creí que ya lo sabrías a estas alturas.Su madre soltó una carcajada.—Déjala en paz, ella decidirá cuándo hablar con nosotros sobre lo que está sucediendo.—Nada está sucediendo —dijo de inmediato y a sus propios oídos sonó demasiado a la defensiva.Sus padres y su hermano asintieron, pero ninguno de ellos parecía convencido.—En serio —insistió.—Nadie dijo lo contrario —comentó su padre sin perder la sonrisa—. Solo quería saber que está sucediendo entre tú y Fabrizio.—Estás perdiendo el tiempo, papá —intervino Horatio—. Ella dice que no t
Cloe se demoró lo más que pudo antes de salir al encuentro de Fabrizio. Él estaba dentro de su auto y se bajó tan pronto la vio. Horatio, probablemente a propósito, lo había dejado esperando afuera. Algo que no debería haberle hecho mucha gracia a Fabrizio.Su hermano podía apreciar a Fabrizio, pero cuando se trataba de ella, no dudaba de que siempre la apoyaría.—Creí que te esconderías de mí para siempre —dijo él.Se acercó a él hasta que no hubo demasiado espacio entre sus cuerpos, luego sonrió.—No me estaba escondiendo.—¿Así que solo te tardaste por simple placer?—¡Exacto! Y si somos sinceros, esperaba que te aburrieras en algún momento y te marcharas. Tengo que reconocer que tienes determinación.—Gracias.—Entonces, ¿de qué querías hablar?Fabrizio acercó su rostro y Cloe pensó que la iba a besar.Antes de poderlo evitar miró sus labios. Al regresar los ojos a los de él, vio un brillo de diversión en ellos.—Sube —ordenó Fabrizio y le abrió la puerta del copiloto.Ese hombre
Era difícil saber lo que Cloe pensaba sobre su departamento. Por su rostro pasaban demasiadas emociones y todas demasiado fugaces como para que Fabrizio pudiera analizarlas. Su departamento era uno de los pocos lugares donde se sentía cómodo. La decoración era excelente. Por supuesto, eso era algo de lo que no podía llevarse el crédito. Ava, la esposa de su padre, se había tomado las cosas bastante en serio cuando le pidió ayuda. Habría buscado la de su madre, de no ser porque su relación con ella era bastante distante. Además, su madre, aunque tenía un gusto exquisito, era también frívolo. Cloe siguió explorando la sala de su casa, sin dirigirle la mirada una sola vez. Era claro que no se sentía cómoda allí y esperó que ella corriera hacia la salida en algún momento. Pero debió saber que era demasiado orgullosa para hacer algo parecido. Se preguntó si siempre estaría tan a la defensiva. Era como un pequeño chihuahua dispuesto a atacar en cualquier momento. —¿Quieres algo de beber
Cloe no estaba segura de lo que la había llevado a aceptar el loco plan de Fabrizio, en especial cuando apenas una hora atrás se había jurado no ceder. Quizás aún estaba a tiempo de echarse para atrás. Solo tenía que recordar cómo hablar. Fabrizio estaba demasiado cerca y nublaba todo su juicio.—Deberíamos establecer límites —dijo. No era exactamente lo que había estado pensando, otro claro ejemplo que no era ella misma.Pasó por debajo de uno de los brazos de Fabrizio y puso distancia entre ellos.—¿Límites? —preguntó él y se dio la vuelta para mirarla.—Sí. No creo que se buena idea que nos enrollemos mientras tenemos una relación falsa. —Se dio un golpe mental. ¿Por qué seguía hablando como si fuera a continuar con lo del acuerdo?—¿Por qué no? Ambos nos deseamos. —Fabrizio no parecía darse cuenta del debate interno que se estaba dando dentro de ella.—El sexo siempre complica todo.Otra vez. ¡¿Qué demonios estaba haciendo continuando con aquella charla sin sentido?!—También hace