Cloe despertó algunas horas después. El día había dado paso a la noche y su habitación estaba iluminada por la luz tenue de una de las lámparas. No recordaba haberla encendido antes de quedarse dormida, pero había estado tan cansada que quizás lo había hecho.
Se removió prolongando los segundos para levantarse. Pese al enredo que había sido su mente, había logrado dormirse más rápido de lo esperado, pero aún se sentía algo agotada. Y si era sincera, no estaba lista para enfrentarse a Fabrizio.
Él era el ser más extraño que conocía y a veces le era tan difícil entender que pasaba por su mente. Solo él podía presentarse en su habitación como si fueran amigos y no hubiera nada extraño en su presencia allí.
—Estás despierta.
Se sentó de golpe al escuchar la misma voz que estaba en muchas de sus fantasías. Giró la cabeza hacia Fabrizio deseando que todo fuera producto de su vívida imaginación. Por supuesto, eso era pedir mucho.
Fabrizio estaba en uno de los rincones de la habitación sobre el sillón y era obvio que era real.
Reparó en el hecho de que, mientras él se veía como un anuncio de revista, ella debía lucir como un completo desastre, con sus cabellos desordenados y, probablemente, rastro de baba en sus mejillas.
«¡Cloe, concéntrate! —se regañó».
Fabrizio estaba en su habitación y lo primero que le preocupaba era si veía bien, estaba claro que había algo malo con ella.
—¿Por qué estás aquí otra vez? —preguntó sacando los pies por un costado de la cama.
—Bonito pijama —comentó él.
Sabía que solo trataba de distraerla, no le siguió el juego.
—¿Fabrizio?
—Nunca me fui —dijo él con total tranquilidad como si no habría nada de extraño en lo que había hecho.
—¿Estuviste aquí todo este tiempo, observándome dormir?
—No, también aproveché para revisar algunos correos desde mi celular. —Él se levantó y caminó hasta ella—. Prefería quedarme aquí. Las fiestas no son lo mío.
—En lo que a mí respecta puedes continuar escondiéndote todo el tiempo que desees, pero deberías buscar otro lugar. No me agrada tenerte en mi espacio personal, suficiente tengo con tener que soportarte cada vez que decides venir.
—Soy consciente que no soy de tu agrado. —Una emoción atravesó los ojos de Fabrizio, fue demasiado fugaz y no pudo ponerle un nombre.
—Al parecer no lo suficiente, porque de ser así, no estarías en mi habitación.
—Cloe, sobre aquella noche…
Alzó una mano al aire para silenciarlo.
—Si era eso de lo que querías hablar, será mejor que no continúes. No estoy interesada en escucharte, ya no.
Las siguientes semanas al beso, había esperado que él hablara con ella, pero Fabrizio había desaparecido por completo. No había explicación más clara que esa. Había llorado durante noches al sentir su corazón destrozado. Por un instante, había pensado que sus sentimientos eran correspondidos, solo para estrellarse en la cruda realidad.
Fabrizio la observó en silencio unos segundos y luego sacudió la cabeza.
—No, no se trata de eso. —Fabrizio dio unos pasos más y quedaron separados apenas por unos centímetros. Luego se inclinó.
Se mordió la mejilla interior y le sostuvo su mirada.
—No soy tan tonto como para creer que me dejarías explicarte algo —continuó el casi en un susurro.
Su voz era como una invitación al pecado.
—Supongo que lo que sea puede esperar un poco más. —Lo esquivó antes de hacer algo tan estúpido como ponerse de puntillas y besarlo—. Me reuniré contigo en el estudio de mi padre. Él no estará muy contento de verte aquí.
Se dirigió al baño tratando de no correr mientras lo hacía. Cerró la puerta con suavidad, le colocó el seguro y solo entonces se permitió soltar un suspiro.
Encendió la ducha y se metió debajo del agua, dejando que se llevara todas sus preocupaciones y alejara de su mente al hombre de ojos cautivadores.
Cuando salió después de un buen rato, con una toalla envuelta en el cuerpo y otra en manos con la que estaba secando su cabello, Fabrizio todavía seguía allí. Estaba junto a la ventana de espaldas a ella.
—¿Creí haberte dicho que te marcharas?
Él se giró hacia ella y la miró de pies a cabeza. Sus ojos se tomaron su tiempo para recorrerla. Cloe sintió la respuesta inmediata de su cuerpo.
—Tengo que pedirte algo —dijo él por fin, ignorando sus palabras.
—No piensas rendirte ¿verdad?
—Deberías saber ya, que no soy esa clase de hombre.
—A veces ni siquiera sé quién eres —soltó sin pensar—. Bueno, date prisa. No pienso quedarme aquí por el resto de la noche. A diferencia de ti, adoro pasar tiempo con mi familia.
Estaba siendo cruel a propósito, pero no podía evitarlo cuando se trataba de él.
—Puedes vestirte, primero. —Pese a que era una petición a Cloe le pareció más una orden. Típico de Fabrizio, esperar que el resto cumpliera sus deseos sin poner ninguna queja.
—Estoy seguro de que has visto mujeres con menos que lo que traigo encima. — Sonrió y lo miró con diversión pese a que los celos la carcomían. No quería pensar en él junto a otra mujer. Tampoco era tan estúpida como para fingir que él era célibe. Pero no se iba a torturar de esa manera.
—Ninguna de ellas eres tú.
Fabrizio sonó molestó, así que descartó que se tratara de un halago. Él parecía disfrutar lastimándola, pero no iba a darle el gusto de dejarle ver cuanto le afectaban sus palabras.
—El reloj está corriendo —comentó sin moverse.
Fabrizio acomodó las manos en los bolsillos de su pantalón y adoptó una postura falsamente relajada. No la engañó ni por un instante, podía ser muy bueno camuflando sus emociones, pero lo había observado durante tanto tiempo y conocía algunas cosas de él.
—Necesito una novia —dijo él de pronto.
Cloe inclinó la cabeza hacia un lado intentando comprender que tenía que ver eso con ella.
—¿Bien por ti?
—Déjame decirlo otra vez. Quiero que seas mi novia.
Cloe miró a Fabrizio como si le hubiera salido otra cabeza. Seguro se trataba de una broma, una cruel. Cloe miró alrededor tratando de encontrar donde estaba la cámara escondida.—No estoy de humor para juegos —dijo a la defensiva.—Cloe, hablo muy en serio.Se quedó en silencio aun sin creerle por completo y entonces una idea se le vino a la mente.—¿Acaso estás enfermo? —preguntó, no pudo evitar sonar preocupada—. ¿Se trata de algo terminal?Fabrizio sonrió de lado.—No es nada de eso, pero es bueno saber que todavía te preocupas por mí.—No te hagas ideas equivocadas, soy de las que se preocupan por los perros callejeros. —¿Acabas de compararme con un perro?—¿Hice eso? —preguntó llevándose la mano al pecho y sonriendo con inocencia.Caminó hasta su armario y comenzó a buscar algo que ponerse.—No me has dado una respuesta.—No me agradas —dijo sin girarse a verlo.—Lo has dejado más que claro, pero no era eso lo que te pregunté.—Estoy segura que nunca has preguntado por nada e
Cloe se unió a su familia casi media hora después, aun sintiéndose aturdida por lo que había sucedido. Esperaba que Fabrizio se hubiera marchado, pero tan pronto salió al jardín de atrás sus esperanzas se desvanecieron y su rostro comenzó a calentarse al recordar el beso. Él estaba relajado como si no acabara de poner su mundo cabeza abajo. —¿Humana otra vez? —preguntó Ava con una sonrisa. Su voz le recordó —Eso se podría decir. —Bueno, me alegra saberlo —dijo Laila colgándose en sus hombros—. Esta noche saldremos a bailar, invité a un par de amigos. —¿Qué amigos? —preguntó Fabrizio. —Unos que conocí por allí. —No creo que sea buena idea. —Fabrizio le dio a su hermana una mirada severa. —Fabrizio tiene razón —intervino Piero, el otro hermano de Laila. Laila no pareció ni un poco intimidada. —Papá, está de acuerdo. —Todos ustedes dejen de pelear —intervino Ava—. Es hora de la cena. La esposa de Alessandro era una de las mujeres más dulces que conocía, pero no había nadie en
El frio de la noche espabiló a Cloe. El ruido quedó atrás conforme se alejaban del club. —¿Estás loco? —preguntó tratando de no alzar la voz, no quería llamar más atención de la que ya atraían—. Eres un neandertal. ¿Cómo se te ocurre sacarme así? —Pataleó intentando que Fabrizio la bajara. Él le dio una nalgada en lugar de eso y su indignación creció. —Estate quieta. —¡Maldito imbécil! En cuanto te ponga las manos encima, te aseguró que… —¿Es esa una invitación? Porque estoy más que dispuesto a aceptar. Sus pezones se endurecieron y el lugar entre sus muslos se humedeció. Culpo al alcohol por eso. —Te digo que me bajes. —Esta vez no sonó tan decidida. Fabrizio la colocó en el suelo a un lado de su coche. Cloe no esperó ni un segundo antes de comenzar a despotricar contra él. —No tenías ningún derecho a hacer eso, estaba pasándola bien hasta que tu interferiste. —¿Te divertías bailando con un extraño solo para tratar de molestarme? —Noticia de última hora, el mundo no gira e
—¿Hay algo que quieras compartir con nosotros? —preguntó su padre la mañana siguiente.Todos los ojos estaban puestos en Cloe. Su hermano había recuperado su habitual tranquilidad para esa mañana y tenía una sonrisa de diversión pintada en el rostro. —¿A qué te refieres? —La mejor manera de salir de aquello era fingir no saber de lo que hablaba.Su padre alzó una ceja.—Vamos, cariño. Eres mi hija, está en el manual que no puedes ocultarme nada. Creí que ya lo sabrías a estas alturas.Su madre soltó una carcajada.—Déjala en paz, ella decidirá cuándo hablar con nosotros sobre lo que está sucediendo.—Nada está sucediendo —dijo de inmediato y a sus propios oídos sonó demasiado a la defensiva.Sus padres y su hermano asintieron, pero ninguno de ellos parecía convencido.—En serio —insistió.—Nadie dijo lo contrario —comentó su padre sin perder la sonrisa—. Solo quería saber que está sucediendo entre tú y Fabrizio.—Estás perdiendo el tiempo, papá —intervino Horatio—. Ella dice que no t
Cloe se demoró lo más que pudo antes de salir al encuentro de Fabrizio. Él estaba dentro de su auto y se bajó tan pronto la vio. Horatio, probablemente a propósito, lo había dejado esperando afuera. Algo que no debería haberle hecho mucha gracia a Fabrizio.Su hermano podía apreciar a Fabrizio, pero cuando se trataba de ella, no dudaba de que siempre la apoyaría.—Creí que te esconderías de mí para siempre —dijo él.Se acercó a él hasta que no hubo demasiado espacio entre sus cuerpos, luego sonrió.—No me estaba escondiendo.—¿Así que solo te tardaste por simple placer?—¡Exacto! Y si somos sinceros, esperaba que te aburrieras en algún momento y te marcharas. Tengo que reconocer que tienes determinación.—Gracias.—Entonces, ¿de qué querías hablar?Fabrizio acercó su rostro y Cloe pensó que la iba a besar.Antes de poderlo evitar miró sus labios. Al regresar los ojos a los de él, vio un brillo de diversión en ellos.—Sube —ordenó Fabrizio y le abrió la puerta del copiloto.Ese hombre
Era difícil saber lo que Cloe pensaba sobre su departamento. Por su rostro pasaban demasiadas emociones y todas demasiado fugaces como para que Fabrizio pudiera analizarlas. Su departamento era uno de los pocos lugares donde se sentía cómodo. La decoración era excelente. Por supuesto, eso era algo de lo que no podía llevarse el crédito. Ava, la esposa de su padre, se había tomado las cosas bastante en serio cuando le pidió ayuda. Habría buscado la de su madre, de no ser porque su relación con ella era bastante distante. Además, su madre, aunque tenía un gusto exquisito, era también frívolo. Cloe siguió explorando la sala de su casa, sin dirigirle la mirada una sola vez. Era claro que no se sentía cómoda allí y esperó que ella corriera hacia la salida en algún momento. Pero debió saber que era demasiado orgullosa para hacer algo parecido. Se preguntó si siempre estaría tan a la defensiva. Era como un pequeño chihuahua dispuesto a atacar en cualquier momento. —¿Quieres algo de beber
Cloe no estaba segura de lo que la había llevado a aceptar el loco plan de Fabrizio, en especial cuando apenas una hora atrás se había jurado no ceder. Quizás aún estaba a tiempo de echarse para atrás. Solo tenía que recordar cómo hablar. Fabrizio estaba demasiado cerca y nublaba todo su juicio.—Deberíamos establecer límites —dijo. No era exactamente lo que había estado pensando, otro claro ejemplo que no era ella misma.Pasó por debajo de uno de los brazos de Fabrizio y puso distancia entre ellos.—¿Límites? —preguntó él y se dio la vuelta para mirarla.—Sí. No creo que se buena idea que nos enrollemos mientras tenemos una relación falsa. —Se dio un golpe mental. ¿Por qué seguía hablando como si fuera a continuar con lo del acuerdo?—¿Por qué no? Ambos nos deseamos. —Fabrizio no parecía darse cuenta del debate interno que se estaba dando dentro de ella.—El sexo siempre complica todo.Otra vez. ¡¿Qué demonios estaba haciendo continuando con aquella charla sin sentido?!—También hace
En lugar de llevar a Cloe de regreso a casa, Fabrizio se dirigió a otro lugar. Ella lucía algo nerviosa y quería distraerla. Aunque también tenía motivos más egoístas. Quería pasar algo de tiempo a solas con ella.En cuanto Cloe se dio cuenta, como era de esperarse, no se mantuvo callada. —¿Creí que iríamos a casa de mis padres?—Quiero que conozcas un lugar primero.—¿En este momento?—¿Solo por una vez podríamos no pelear? —preguntó dándole una sonrisa—. Hace un día lindo y podemos ir más tarde con tus padres.—No puedo prometerte nadaLa miró de reojo y sonrió al verla de brazos cruzados. Le divertía verla hacer sus rabietas.—Debí suponerlo.—¿Qué tratas de decir?—Eres obstinada, no te gusta ceder ni siquiera un poco.—¿Así que ahora estamos hablando de defectos?Casi soltó una carcajada al saber lo que se venía. La había provocado y ella no se iba a quedar tranquila. No esperaba menos de ella. Le encantaba que siempre lo retara. Nadie además de su familia, lo hacía.—Porque de