Cloe se demoró lo más que pudo antes de salir al encuentro de Fabrizio. Él estaba dentro de su auto y se bajó tan pronto la vio. Horatio, probablemente a propósito, lo había dejado esperando afuera. Algo que no debería haberle hecho mucha gracia a Fabrizio.Su hermano podía apreciar a Fabrizio, pero cuando se trataba de ella, no dudaba de que siempre la apoyaría.—Creí que te esconderías de mí para siempre —dijo él.Se acercó a él hasta que no hubo demasiado espacio entre sus cuerpos, luego sonrió.—No me estaba escondiendo.—¿Así que solo te tardaste por simple placer?—¡Exacto! Y si somos sinceros, esperaba que te aburrieras en algún momento y te marcharas. Tengo que reconocer que tienes determinación.—Gracias.—Entonces, ¿de qué querías hablar?Fabrizio acercó su rostro y Cloe pensó que la iba a besar.Antes de poderlo evitar miró sus labios. Al regresar los ojos a los de él, vio un brillo de diversión en ellos.—Sube —ordenó Fabrizio y le abrió la puerta del copiloto.Ese hombre
Era difícil saber lo que Cloe pensaba sobre su departamento. Por su rostro pasaban demasiadas emociones y todas demasiado fugaces como para que Fabrizio pudiera analizarlas. Su departamento era uno de los pocos lugares donde se sentía cómodo. La decoración era excelente. Por supuesto, eso era algo de lo que no podía llevarse el crédito. Ava, la esposa de su padre, se había tomado las cosas bastante en serio cuando le pidió ayuda. Habría buscado la de su madre, de no ser porque su relación con ella era bastante distante. Además, su madre, aunque tenía un gusto exquisito, era también frívolo. Cloe siguió explorando la sala de su casa, sin dirigirle la mirada una sola vez. Era claro que no se sentía cómoda allí y esperó que ella corriera hacia la salida en algún momento. Pero debió saber que era demasiado orgullosa para hacer algo parecido. Se preguntó si siempre estaría tan a la defensiva. Era como un pequeño chihuahua dispuesto a atacar en cualquier momento. —¿Quieres algo de beber
Cloe no estaba segura de lo que la había llevado a aceptar el loco plan de Fabrizio, en especial cuando apenas una hora atrás se había jurado no ceder. Quizás aún estaba a tiempo de echarse para atrás. Solo tenía que recordar cómo hablar. Fabrizio estaba demasiado cerca y nublaba todo su juicio.—Deberíamos establecer límites —dijo. No era exactamente lo que había estado pensando, otro claro ejemplo que no era ella misma.Pasó por debajo de uno de los brazos de Fabrizio y puso distancia entre ellos.—¿Límites? —preguntó él y se dio la vuelta para mirarla.—Sí. No creo que se buena idea que nos enrollemos mientras tenemos una relación falsa. —Se dio un golpe mental. ¿Por qué seguía hablando como si fuera a continuar con lo del acuerdo?—¿Por qué no? Ambos nos deseamos. —Fabrizio no parecía darse cuenta del debate interno que se estaba dando dentro de ella.—El sexo siempre complica todo.Otra vez. ¡¿Qué demonios estaba haciendo continuando con aquella charla sin sentido?!—También hace
En lugar de llevar a Cloe de regreso a casa, Fabrizio se dirigió a otro lugar. Ella lucía algo nerviosa y quería distraerla. Aunque también tenía motivos más egoístas. Quería pasar algo de tiempo a solas con ella.En cuanto Cloe se dio cuenta, como era de esperarse, no se mantuvo callada. —¿Creí que iríamos a casa de mis padres?—Quiero que conozcas un lugar primero.—¿En este momento?—¿Solo por una vez podríamos no pelear? —preguntó dándole una sonrisa—. Hace un día lindo y podemos ir más tarde con tus padres.—No puedo prometerte nadaLa miró de reojo y sonrió al verla de brazos cruzados. Le divertía verla hacer sus rabietas.—Debí suponerlo.—¿Qué tratas de decir?—Eres obstinada, no te gusta ceder ni siquiera un poco.—¿Así que ahora estamos hablando de defectos?Casi soltó una carcajada al saber lo que se venía. La había provocado y ella no se iba a quedar tranquila. No esperaba menos de ella. Le encantaba que siempre lo retara. Nadie además de su familia, lo hacía.—Porque de
Cloe se preguntó si Fabrizio se había olvidado de que la estaba sujetando de la mano. No la había soltado en ningún momento y no parecía darse cuenta de ello. No es que ella se lo fuera a decir, estaba disfrutando del momento, tal vez más de lo que debía. Era solo un simple contacto, pero la hacía sentirse como si estuviera caminando sobre algodones.Estaba tan distraída que no se dio cuenta a donde estaban yendo hasta que algunos minutos después se detuvieron frente a un restaurante en un callejón de esos que parecían sacados de películas antiguas.—Es aquí, espero te guste —Fabrizio le abrió la puerta con su mano libre y la dejó pasar primero.Los diferentes aromas se podían oler en el ambiente. Era un lugar bastante pequeño y sencillo. Jamás se habría imaginado a Fabrizio en un lugar como aquel. Aunque ese día estaba usando una camiseta de mangas cortas y unos jeans, todavía se veía imponente.—¡Fabrizio! —saludó un hombre robusto acercándose a ellos con los brazos abiertos. Jaló a
A Fabrizio no le agradó ni un poco Emanuele. Podría ser solo un amigo para Cloe, pero fue tan fácil darse cuenta de que estaba enamorado de ella. Lo había visto en sus ojos —como se iluminaban mientras la miraba— y en cada uno de sus movimientos. Era demasiado obvio, aunque por alguna razón Cloe no parecía darse cuenta.La sola idea de pensar que ella lo vería al día siguiente, no le hacía ninguna gracia. Lo único que lo tranquilizaba un poco era que Emanuele jamás iba a tener una oportunidad, Fabrizio se iba a asegurar de ello.—¿Al menos me permitirás decírselo a mis padres? —preguntó Cloe con ironía sacándolo de sus cavilaciones.—Si es eso lo que quieres.—Por supuesto que sí.—Está bien por mí.—No te estaba pidiendo permiso.—Me di cuenta.Al parecer la tregua se había acabado. Solo esperaba que cuando se reunieran con los padres de Cloe, ella no luciera como si quisiera matarlo.Durante el resto del viaje ninguno de los dos volvió a decir nada más. Cloe se acomodó con la cabeza
Cloe no sabía si temer por la vida de Fabrizio. La primera vez que había traído un novio a casa, el pobre había terminado desapareciendo de su vida poco tiempo después. En lugar de tomárselo a mal, había decidido que esa era una buena manera de deshacerse de algún pretendiente demasiado insistente.Por las historias que su padre y su tío Valentino contaban durante las reuniones familiares, se hacía una idea de las cosas tenebrosas que ambos eran capaces de decir y hacer. Difícil de creer de dos de los hombres más carismáticos de su familia.Se preguntó si su padre podría hacer que Fabrizio huyera. Y de ser así, no estaba segura de cómo se sentiría al respecto.—¿Crees que él estará bien? —le preguntó a su madre.Ella le dio una sonrisa reconfortante.—Por supuesto que sí. Quizás es uno de los pocos hombres que está preparado para lo que se viene.Su madre estaba en lo cierto, pero no podía dejar de preocuparse.—¿Por qué no me acompañas a la cocina a preparar algo de beber y aprovech
Las cosas habían resultado mejor de lo esperado. Aunque convencer al padre de Cloe no había sido nada fácil, Fabrizio todavía estaba allí y eso era bastante decir. Todavía recordaba algunas de las historias de cómo los gemelos Morelli habían espantado a más de uno de los pretendientes de Lia. Tal vez había tenido suerte de que Valentino no hubiera estado presente.—Creo que es hora de que me vaya —dijo poniéndose de pie—. Todavía debo pasar a ver a papá y a Ava.Cloe se levantó de un salto y apenas esperó que se despidiera de sus padres antes de empujarlo hacia la salida. A sus espaldas escuchó la risa de Leonardo y tuvo que esforzarse mucho en no hacer lo mismo.—¡Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión! —grito el padre de Cloe, aun riendo.«Imposible —pensó». Hace tiempo había pasado la línea de no retorno, había esperado el tiempo suficiente, incluso cuando todo lo que quería era hacer lo contrario.Salieron de la casa y se detuvieron en las escaleras de ingreso.—¿Qué fue lo