Cloe no sabía si temer por la vida de Fabrizio. La primera vez que había traído un novio a casa, el pobre había terminado desapareciendo de su vida poco tiempo después. En lugar de tomárselo a mal, había decidido que esa era una buena manera de deshacerse de algún pretendiente demasiado insistente.Por las historias que su padre y su tío Valentino contaban durante las reuniones familiares, se hacía una idea de las cosas tenebrosas que ambos eran capaces de decir y hacer. Difícil de creer de dos de los hombres más carismáticos de su familia.Se preguntó si su padre podría hacer que Fabrizio huyera. Y de ser así, no estaba segura de cómo se sentiría al respecto.—¿Crees que él estará bien? —le preguntó a su madre.Ella le dio una sonrisa reconfortante.—Por supuesto que sí. Quizás es uno de los pocos hombres que está preparado para lo que se viene.Su madre estaba en lo cierto, pero no podía dejar de preocuparse.—¿Por qué no me acompañas a la cocina a preparar algo de beber y aprovech
Las cosas habían resultado mejor de lo esperado. Aunque convencer al padre de Cloe no había sido nada fácil, Fabrizio todavía estaba allí y eso era bastante decir. Todavía recordaba algunas de las historias de cómo los gemelos Morelli habían espantado a más de uno de los pretendientes de Lia. Tal vez había tenido suerte de que Valentino no hubiera estado presente.—Creo que es hora de que me vaya —dijo poniéndose de pie—. Todavía debo pasar a ver a papá y a Ava.Cloe se levantó de un salto y apenas esperó que se despidiera de sus padres antes de empujarlo hacia la salida. A sus espaldas escuchó la risa de Leonardo y tuvo que esforzarse mucho en no hacer lo mismo.—¡Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión! —grito el padre de Cloe, aun riendo.«Imposible —pensó». Hace tiempo había pasado la línea de no retorno, había esperado el tiempo suficiente, incluso cuando todo lo que quería era hacer lo contrario.Salieron de la casa y se detuvieron en las escaleras de ingreso.—¿Qué fue lo
Cloe al fin podía respirar tranquila. Una sola cosa estaba en su cabeza ahora que había dado su último examen: dormir. Necesitaba unas horas de sueño reparador.El examen de mecánica cuántica, no había estado tan difícil como había esperado. Aunque seguro no todos compartirían su misma opinión. Había visto a más de uno cerca de una crisis existencial mientras trataban de resolver el examen.—Siempre eres la primera en terminar —comentó Emmanuele alcanzándola en el pasillo.—Eso dice que aún soy mejor que tu —dijo con una sonrisa presumida.—Solo me ganaste por un par de minutos y eso fue porque te di algo de ventaja.Sacudió la cabeza sin perder la sonrisa en el rostro.Emmanuele y ella llevaban compitiendo desde que se habían conocido, aunque se trataba más de un juego.—Vamos no seas mal perdedor. No es tu estilo.Su amigo echó la cabeza atrás y soltó una carcajada.—Está bien, pero aún tenemos que ver los promedios finales para saber quién ganó.—No dudo de que fui yo —replicó de i
Fabrizio deseó poder leer lo que Cloe estaba pensando. Ella no había dicho nada desde que le dijo que estaba celoso. Tal vez había sido algo precipitado soltarle aquello, pero no se arrepentía.—¿Qué tal te fue en tu examen? —preguntó cambiando de tema.Se giró al mismo tiempo que ella y cuando sus ojos se encontraron, Cloe se sonrojo. Comenzaba a darse cuenta que eso no era algo que sucediera a menudo con otras personas. Ella no era de las personas que se avergonzara con facilidad.—Bastante bien —respondió Cloe esquivando su mirada.Fabrizio regresó la mirada al frente y sonrió.—Entonces sigues siendo la mejor de la clase —afirmó.Esperó que eso no revelara demasiado sobre todo lo que sabía de ella. Desde hace mucho tiempo había estado más que pendiente de su vida. —Sí, aunque Emmanuele… —Cloe se detuvo a mitad de lo que iba a decir.—¿Qué sucede con él? —preguntó tratando de comportarse como un ser civilizado. Lo menos que quería era hablar del amigo de su novia.—Él no está muy
—Te deseo como nunca he deseado a ninguna mujer —murmuró Fabrizio sobre los labios de Cloe—. No puedo esperar para tenerte.—Eso no va pasar —respondió a la defensiva. Fabrizio sonrió. —Pareces demasiado segura. Sería tan fácil demostrarte lo equivocada que estás, pero estoy seguro que disfrutaré cuando supliques por mí. —Él subió su mano desde sus caderas hasta debajo de sus senos y acercó los labios a su oído—. Cuando supliques para que entre en ti y te tome sin piedad.Se mordió el labio inferior antes de hacer algo tonto como soltar un gemido. Sus palabras la habían excitado.—Hasta entonces —continuó él— los besos y caricias tendrán que bastar. —Fabrizio dio un paso hacia atrás.—O podrías limitarte a mantener tus manos para ti —su voz salió en apenas un susurro.—¿Es así como quieres? No, pero no pensaba decirlo en voz alta.Cloe salió de su trance al escuchar las puertas del ascensor abrirse. Se giró, tomó una inhalación profunda para recuperar la compostura y salió de aqu
Cloe se dio un último vistazo en el espejo, luego tomó su bolso y salió de su habitación rumbo a la sala. Sus padres aparecieron al mismo tiempo que ella. Su madre traía los labios hinchados y el cabello algo desordenado. No necesitaba preguntar que habían estado haciendo, era más que claro. Su padre sonrió como un niño al ser atrapado haciendo alguna travesura. —¿No son demasiado viejos para escabullirse en algún rincón de la casa para meterse mano? —preguntó con sorna. —Vigila como nos hablas, aún somos tus padres. —Pese a que trataba de ser una advertencia, su padre seguía sonriendo—. ¿Saldrás con Fabrizio? —No, me veré con Isabella y Laila. No me esperen despiertos. Su padre soltó una carcajada. —Extraño cuando eras una niña —dijo él—. Bueno, al menos tendremos la casa para nosotros solos por las próximas horas —acotó besando la mejilla de su esposa—, seguro que se nos ocurrirá algo divertido que hacer mientras tanto. Levantó la mano y se tapó los oídos. —No necesitaba escu
«Así como él le pertenecía a ella —pensó Fabrizio, pero no lo dijo en voz alta». No sabía si Cloe estaba preparada para escuchar su confesión. Todavía había muchas cosas que arreglar antes de eso.—Te equivocas —dijo ella tratando de escapar de su agarre.—Si sigues moviéndote así, no me haré responsable de las consecuencias.Sonrió al sentir que Cloe se quedaba quieta en ese mismo instante. Tuvieron que pasar algunos segundos para que ella dejara de estar tan tensa.Fabrizio la meció al ritmo de la música. Casi se le escapó un gemido al sentir cada curva de su cuerpo pegada contra él. Lo único en lo que podía pensar era en llevarla al rincón más cercano, lejos de cualquier persona que los estuviera observando, y soltar las riendas de su control.Las músicas pasaron de una a otra, pero para ambos parecía ser como si estuvieran en su propio mundo. Sus labios encontraron los de ella mientras se seguían balanceando. Una de sus manos se acomodó en su espalda al descubierto y la arrastró d
Cloe se abrazó a su almohada y acomodó la cabeza hacia el otro lado dispuesta a continuar durmiendo. Entonces notó algo extraño. Su almohada se estaba moviendo. Abrió los ojos y levantó la cabeza asustada. Lo primero que vio fue un torso desnudo y tonificado. Lo que restaba de su sueño desapareció de golpe. Sus ojos subieron por el pecho del desconocido, que dejó de serlo en cuanto vio su rostro. Fabrizio la estaba mirando con una sonrisa divertida. Incluso con el cabello alborotado lucía perfecto. —¿Qué… qué haces en mi habitación? —preguntó en voz aguda. Tenía demasiadas preguntas y no estaba segura de sí le gustaría las respuestas. —Deberías mirar a tu alrededor, hermosa. Observó alrededor y no pudo reconocer donde se encontraba, aunque por él diseño casi podía adivinarlo. —¿Dónde estamos? —Incluso si tenía la respuesta, necesitaba que él se lo confirmara. —En mi habitación. Cloe apoyó las manos en su pecho para alejarlo, pero se quedó petrificada al sentir su piel desnuda.