Cloe se dio un último vistazo en el espejo, luego tomó su bolso y salió de su habitación rumbo a la sala. Sus padres aparecieron al mismo tiempo que ella. Su madre traía los labios hinchados y el cabello algo desordenado. No necesitaba preguntar que habían estado haciendo, era más que claro. Su padre sonrió como un niño al ser atrapado haciendo alguna travesura. —¿No son demasiado viejos para escabullirse en algún rincón de la casa para meterse mano? —preguntó con sorna. —Vigila como nos hablas, aún somos tus padres. —Pese a que trataba de ser una advertencia, su padre seguía sonriendo—. ¿Saldrás con Fabrizio? —No, me veré con Isabella y Laila. No me esperen despiertos. Su padre soltó una carcajada. —Extraño cuando eras una niña —dijo él—. Bueno, al menos tendremos la casa para nosotros solos por las próximas horas —acotó besando la mejilla de su esposa—, seguro que se nos ocurrirá algo divertido que hacer mientras tanto. Levantó la mano y se tapó los oídos. —No necesitaba escu
«Así como él le pertenecía a ella —pensó Fabrizio, pero no lo dijo en voz alta». No sabía si Cloe estaba preparada para escuchar su confesión. Todavía había muchas cosas que arreglar antes de eso.—Te equivocas —dijo ella tratando de escapar de su agarre.—Si sigues moviéndote así, no me haré responsable de las consecuencias.Sonrió al sentir que Cloe se quedaba quieta en ese mismo instante. Tuvieron que pasar algunos segundos para que ella dejara de estar tan tensa.Fabrizio la meció al ritmo de la música. Casi se le escapó un gemido al sentir cada curva de su cuerpo pegada contra él. Lo único en lo que podía pensar era en llevarla al rincón más cercano, lejos de cualquier persona que los estuviera observando, y soltar las riendas de su control.Las músicas pasaron de una a otra, pero para ambos parecía ser como si estuvieran en su propio mundo. Sus labios encontraron los de ella mientras se seguían balanceando. Una de sus manos se acomodó en su espalda al descubierto y la arrastró d
Cloe se abrazó a su almohada y acomodó la cabeza hacia el otro lado dispuesta a continuar durmiendo. Entonces notó algo extraño. Su almohada se estaba moviendo. Abrió los ojos y levantó la cabeza asustada. Lo primero que vio fue un torso desnudo y tonificado. Lo que restaba de su sueño desapareció de golpe. Sus ojos subieron por el pecho del desconocido, que dejó de serlo en cuanto vio su rostro. Fabrizio la estaba mirando con una sonrisa divertida. Incluso con el cabello alborotado lucía perfecto. —¿Qué… qué haces en mi habitación? —preguntó en voz aguda. Tenía demasiadas preguntas y no estaba segura de sí le gustaría las respuestas. —Deberías mirar a tu alrededor, hermosa. Observó alrededor y no pudo reconocer donde se encontraba, aunque por él diseño casi podía adivinarlo. —¿Dónde estamos? —Incluso si tenía la respuesta, necesitaba que él se lo confirmara. —En mi habitación. Cloe apoyó las manos en su pecho para alejarlo, pero se quedó petrificada al sentir su piel desnuda.
Cloe soltó un gemido cuando los labios de Fabrizio bajaron hacia sus senos. Primero depositó un beso en cada uno y luego se llevó a la boca uno de ellos. Se aferró a las sábanas debajo de ella y arqueó la espalda para darle mayor acceso.—Basta que estés cerca y mi cuerpo reconoce tu presencia —musitó él alejándose por un instante antes de pasar al otro pezón. Sacó su lengua y la lamió como si fuera un postre.Un grito salió de sus labios ante la calidez y humedad de ese gesto. Él tenía la capacidad de quemarla con solo un toque.Levantó las manos y arrastró las uñas por su espalda para ver si podía producir el mismo efecto en él.Fabrizio la soltó y dejó salir un sonido torturado. Él la tomó de ambas manos y la sujetó por las muñecas por encima de sus cuerpos.—Quédate quieta o me obligarás a atarte.La idea, en lugar de resultarle ofensiva, le pareció excitante.—¿Es que acaso solo tú puedes tocarme? —preguntó de todas formas, dejando salir a relucir su rebeldía.—Sí, a menos que
Fabrizio había tenido claro desde el principio que ganarse el perdón de Cloe no sería nada fácil. Lo mejor que podría hacer era dar un paso al costado y dejarla continuar con su vida, pero no era así de caballero y no pensaba rendirse. Había visto la mirada en sus ojos, sabía que ella aún sentía algo por él y se iba a aferrar a eso como si su vida dependiera de ello. Tal vez el momento de ser honesto había llegado.Abrió el grifo de la bañera y regresó a la habitación con la decisión renovada. Alzó a Cloe en brazos mientras ella soltaba un grito de sorpresa.—¿Qué haces?—Necesitas un baño, ambos la necesitamos.Cloe se removió, pero él solo afianzó su agarre.—Puedo encargarme por mi cuenta.—¿Dónde estaría lo divertido en eso?Él la depositó en el suelo.—A menos que quieras entrar con las sábanas, deberías dejar de sujetarlas tan fuerte. No creí que aun te quedara timidez después de lo que hicimos.Cloe se miró y pareció caer en cuenta que se estaba aferrando a las sábanas, luego l
Su corazón latía con fuerza y por un instante fue lo único que pudo escuchar.Cloe había esperado durante tanto tiempo escuchar esas palabras. Después de que Fabrizio la rechazó se hizo a la idea de que era un sueño que nunca pasaría y se esforzó tanto en olvidarlo. Era claro que no había tenido éxito con eso, pero tampoco era la misma de unos años atrás.Se alejó de él hasta que su espalda tocó el otro borde. Mantuvo su cuerpo sumergido hasta el pecho. Se había olvidado mientras escuchaba su confesión donde estaban. —Sabes lo difícil que fue para mí intentar superarte. Cada noche me recordaba que no había manera de que alguna vez te fijaras en mí. —Cloe lo miró directo a los ojos—. Entonces llegaron aquellas vacaciones y me diste esperanza. Comencé a creer que tal vez no era una locura del todo. Cuando me besaste sentí que por fin las cosas cambiarían entre nosotros. —Apretó los labios en una fina línea antes de continuar—. Y sí que lo hicieron. Rompiste mi corazón.El dolor estaba
—Nunca te había visto tan serio —comentó con una sonrisa, pero Emmanuele le devolvió el gesto—. ¿Sucede algo malo?—Estoy enamorado de ti —soltó Emmanuele—. Esperé por mucho tiempo tener el valor de decírtelo y ahora que terminaste con Fabrizio, decidí atreverme a decírtelo antes de que alguien más se me adelanté otra vez.Escogió con cuidado sus siguientes palabras. Emmanuele era su mejor amigo y lo menos que quería era causarle daño.—No esperaba escuchar eso, nunca imaginé no siquiera que esos fueran tus sentimientos. Yo… lamento no poder corresponderte.—Podríamos intentarlo. Sé que funcionaría, nos conocemos bien.—Emmanuele, Fabrizio y yo no hemos terminado —decidió aclarar antes de que él continuara, las cosas se pondrían más incómodas para ellos si no lo detenía—. Hemos estado distanciados porque tenía cosas que aclarar, pero eso no cambian mis sentimientos por él y no creo que nada lo haga.Su amigo dio un paso adelante y la sujetó de la mano. Su toque no la hacía sentir como
—No trates de distraerme. Necesito saber qué es lo que te fastidia para ponerle fin.Ahora que estaban yendo a un lado, no iba a dejar que ella lo dejara fuera.—Yo… estuve con otros hombres.Fabrizio no necesitaba que ella se lo dijera. Cosas como esas no podían mantenerse en secreto por mucho tiempo si hacías las preguntas correctas a las personas indicadas.Recordaba haber actuado como un loco desquiciado cuando se enteró que ella había estado con alguien, su oficina en casa había quedado patas arriba y él había bebido hasta quedar inconsciente. Su hermano lo había encontrado durmiendo en el suelo, la mañana siguiente.Todavía no le gustaba imaginar las manos de alguien más sobre Cloe, pero con el tiempo había aprendido a vivir con eso. Y no le gustaba que se sintiera culpable por cómo había decidido llevar su vida hasta ese momento.—Es algo que sabía que podía pasar. No me hace feliz, pero tampoco tengo ningún derecho a reclamarte nada. —Esbozó una sonrisa de lado—. Lo único que