Cloe se miró en el espejo por segunda vez consecutiva para asegurarse que llevaba la ropa adecuada. Cuanto más tiempo se miraba, más se sentía tentada a usar otra cosa.Fabrizio se acercó por detrás y la sujetó por las caderas mientras depositaba un beso en su cuello. Como siempre, solo ese gesto bastó para derretirse en sus brazos. Inclinó la cabeza a un costado y él arrastró la nariz a lo largo de su cuello.—Estás preciosa. —Fabrizio le dio la vuelta y la besó—. No tienes por qué estar tan tensa —susurró él cerca de sus labios—, todo saldrá bien.Cloe quería sentirse igual de segura, pero la idea de conocer a la madre de Fabrizio era atemorizante. Solo la conocía a través de fotos y todo lo que sabía de ella era gracias a Fabrizio. Alessandro y Ava rara vez la mencionaban en sus reuniones.—¿A qué hora dijo que llegaría? —preguntó.—A las siete, pero es muy probable que aparezca un poco antes o quizás después. Con ella nunca se sabe. Tal vez podemos…Lo que Fabrizio iba a decir se
Fabrizio le dio una mirada severa a su madre al ver sus claras intenciones de decir otro comentario mal intencionado. Él estaba más que acostumbrado a su forma de ser y hace mucho tiempo había dejado de afectarlo, pero no por eso iba a permitir que incomodara a Cloe.—¿Y cómo estuvo su viaje? —preguntó Cloe con una sonrisa amable.Nadie se atrevería a negar que ella estaba haciendo su mejor esfuerzo. No solo se había tomado la molestia de interrogarlo hasta el cansancio para preparar lo que a su madre le gustaba, sino que también estaba siendo cortes pese a todas las provocaciones.Cloe rara vez callaba lo que pensaba y tenía el ligero presentimiento de que en algún momento su madre lo iba a descubrir. —Algo aburrido, aunque me encontré con algunos amigos —Su madre empezó a hablar sin parar sobre su viaje mientras Cloe la escuchaba con atención. Algo que su madre adoraba era hablar sin parar sobre sí misma. Siempre le había gustado ser el centro de atención.—Por cierto, el día q
—¿A qué hora debes salir? —preguntó Cloe sentada a los pies de la cama mientras observaba a Fabrizio terminar de alistarse.—A las cuatro.Soltó un suspiro de resignación.—Odio que tengas que irte —se quejó consciente de que parecía una chiquilla haciendo un berrinche.Fabrizio se iba a ir a un viaje de negocios. Estaría fuera del país por una semana y para ella sería como una eternidad. Ni siquiera se había ido aun y ya lo estaba extrañando.—Y a mí no me agrada la idea de dejarte. Me gustaría más si fueras conmigo.Cloe se sentía tan tentada a aceptar su oferta y olvidarse de todo lo demás.«Maldito sentido de responsabilidad —pensó».—No puedo, apenas voy a la mitad del proyecto que me encargo mi profesor y no puedo abandonarlo. Alguien me retrasó bastante el día de ayer.—Estoy seguro que fuiste tú quién me saltó encima.Se llevó una mano al pecho y fingió indignación.—No sé de lo que hablas.Fabrizio se acercó a ella con una sonrisa lobuna, acomodó las manos sobre la cama a amb
Fabrizio miró la hora en su reloj, desesperado por llegar a su hotel. Era las ocho de la noche, por lo que debía ser las nueve en casa. Se había tardado más de lo esperado en el aeropuerto. Y por cómo estaba el tráfico en las calles de Madrid, todavía tardaría al menos media hora más antes de llegar a su hotel.Recostó la cabeza en el espaldar de su asiento e intentó pensar en algo más que en sus ansias de hablar con Cloe. Pero eso era algo difícil cuando lo único que venía a su mente eran imágenes suyas. No estaba seguro de si era normal extrañarla con tanta intensidad, pero lo normal estaba sobrevalorado.Cuando por fin entró a su habitación de hotel, soltó un suspiro. Lanzó su equipaje a un costado y marcó a Cloe. Trató de no entrar en pánico cuando ella tardó en contestar, dejaba de ser alguien racional cuando de ella se trataba.La pantalla se encendió y vio lo que pareció ser la cama. Un golpe se escuchó seguido de una maldición.—¡Auch! Eso dolió —se quejó Cloe—. Hola —saludó e
Cloe se aclaró la garganta mientras se acercaba a sus padres. Ambos estaban en el jardín trasero en una silla colgante y se besaban como dos adolescentes. No la sorprendió ni un poco verlos así, pero no desaprovechó la oportunidad para jugar con ellos.—Un día de estos me dejarán verdaderamente traumada —dijo con una sonrisa.Sus padres se separaron, aunque su padre mantuvo una mano rodeando la cintura de su esposa.—Pero miren quien es. Creí que estabas desaparecida o algo así. Ha pasado una eternidad desde la última vez que te vi. Debió suponer que su padre también vería la oportunidad de decir algún comentario de los suyos. —Papá, deja de ser tan exagerado. Fabrizio y yo estuvimos aquí el fin de semana.—¿Es así? No lo recuerdo, ¿tú sí, cariño? —preguntó él volviéndose hacia su esposa.La aludida se limitó a sacudir la cabeza y darle un suave codazo.—Hola, cariño —saludó su madre y se puso de pie. Ella envolvió los brazos alrededor de ella—. Es bueno tenerte aquí. Entre tu papá
La semana siguiente resultó ser bastante agotadora y frustrante. Fabrizio revisó un sinfín de documentos y entrevistó a algunos empleados. Para no despertar las sospechas de nadie, se aseguró de hacer las preguntas correctas. No era necesario ser demasiado directo, se podía averiguar bastante con un par de comentarios lanzados aquí y allá de vez en cuando mientras ellos hablaban de lo bien que estaba todo.Su estancia terminó prolongándose un par de días más y Fabrizio no veía la hora de regresar a Italia, de regresar con Cloe. Ese día por fin había encontrado lo que podía ser una de las piezas claves para descubrir lo que estaba sucediendo. No era suficiente, pero debía ser algo.Estaba saliendo de la oficina que había ocupado en su tiempo allí, cuando Daniel se acercó a él.—Señor De Luca, fue un verdadero placer tenerlo aquí. Espero que haya quedado satisfecho con nuestro trabajo.—Así fue. Veo que tienen todo bajo control.La sonrisa de Daniel se extendió aún más. Era difícil sabe
Cloe supo que algo malo estaba pasando en cuanto vio a Piero esperándola a la salida de la universidad. No solo porque era extraño verlo allí, sino también porque aún en la distancia podía ver la tensión en su cuerpo. —¿Todo bien? —preguntó Emmanuel recordándole que no estaba sola.Los dos estaban tratando de reconstruir su amistad y era la primera vez en un tiempo que parecía que estaban en buen camino.—Lo siento, tengo que irme —dijo acelerando los pasos hasta llegar a Piero.—Cloe —saludó el con un escueto movimiento de cabeza. No hubo sonrisas, ni bromas y eso la puso incluso más tensa.—¿Qué sucede? —preguntó sin rodeos. —Sube al auto. —Piero, ¿qué está sucediendo?—Te lo contaré todo en cuanto lleguemos a casa de mis padres.Cloe no entendía nada y pensó en insistir hasta obtener respuestas, pero Piero no parecía que fuera a ceder. Decidió entonces que lo mejor era hacer lo que le pedía, esa parecía la forma más rápida de conseguir respuestas.Durante el viaje Piero la di
Escuchó un suave golpe en la puerta principal. Con cuidado de no despertar a Laila, se levantó y fue a abrir. Isabella estaba del otro lado con una bandeja en mano.—Isabella —saludó—. ¿Cuándo llegaste?Se hizo a un lado para dejarla pasar.—Hace unos minutos. Vine tan pronto me enteré. —Ella dejó la bandeja en la pequeña mesa de la sala y se acercó a abrazarla—. Tu mamá me mandó tu almuerzo, dijo que no comiste nada aún —continuó dando un paso atrás.Su amiga fue hasta uno de los asientos. Se sentó y destapó el plato de comida.—No tengo mucha hambre.—Matarte de hambre no ayudará a nadie, por el contrario, te enfermarás y Fabrizio nunca nos dejará escuchar el final si eso sucede.Sonrió con melancolía. Su amiga estaba en lo cierto.Se sentó en el otro sofá vacío y tomó su plato.—¿Laila? —preguntó Isabella.—Se quedó dormida.Terminó de comer mientras Isabella hablaba sobre cosas sin mucha relevancia. Era bueno tenerla allí para distraerla. Lo menos que necesitaba en ese momento era