En lugar de llevar a Cloe de regreso a casa, Fabrizio se dirigió a otro lugar. Ella lucía algo nerviosa y quería distraerla. Aunque también tenía motivos más egoístas. Quería pasar algo de tiempo a solas con ella.En cuanto Cloe se dio cuenta, como era de esperarse, no se mantuvo callada. —¿Creí que iríamos a casa de mis padres?—Quiero que conozcas un lugar primero.—¿En este momento?—¿Solo por una vez podríamos no pelear? —preguntó dándole una sonrisa—. Hace un día lindo y podemos ir más tarde con tus padres.—No puedo prometerte nadaLa miró de reojo y sonrió al verla de brazos cruzados. Le divertía verla hacer sus rabietas.—Debí suponerlo.—¿Qué tratas de decir?—Eres obstinada, no te gusta ceder ni siquiera un poco.—¿Así que ahora estamos hablando de defectos?Casi soltó una carcajada al saber lo que se venía. La había provocado y ella no se iba a quedar tranquila. No esperaba menos de ella. Le encantaba que siempre lo retara. Nadie además de su familia, lo hacía.—Porque de
Cloe se preguntó si Fabrizio se había olvidado de que la estaba sujetando de la mano. No la había soltado en ningún momento y no parecía darse cuenta de ello. No es que ella se lo fuera a decir, estaba disfrutando del momento, tal vez más de lo que debía. Era solo un simple contacto, pero la hacía sentirse como si estuviera caminando sobre algodones.Estaba tan distraída que no se dio cuenta a donde estaban yendo hasta que algunos minutos después se detuvieron frente a un restaurante en un callejón de esos que parecían sacados de películas antiguas.—Es aquí, espero te guste —Fabrizio le abrió la puerta con su mano libre y la dejó pasar primero.Los diferentes aromas se podían oler en el ambiente. Era un lugar bastante pequeño y sencillo. Jamás se habría imaginado a Fabrizio en un lugar como aquel. Aunque ese día estaba usando una camiseta de mangas cortas y unos jeans, todavía se veía imponente.—¡Fabrizio! —saludó un hombre robusto acercándose a ellos con los brazos abiertos. Jaló a
A Fabrizio no le agradó ni un poco Emanuele. Podría ser solo un amigo para Cloe, pero fue tan fácil darse cuenta de que estaba enamorado de ella. Lo había visto en sus ojos —como se iluminaban mientras la miraba— y en cada uno de sus movimientos. Era demasiado obvio, aunque por alguna razón Cloe no parecía darse cuenta.La sola idea de pensar que ella lo vería al día siguiente, no le hacía ninguna gracia. Lo único que lo tranquilizaba un poco era que Emanuele jamás iba a tener una oportunidad, Fabrizio se iba a asegurar de ello.—¿Al menos me permitirás decírselo a mis padres? —preguntó Cloe con ironía sacándolo de sus cavilaciones.—Si es eso lo que quieres.—Por supuesto que sí.—Está bien por mí.—No te estaba pidiendo permiso.—Me di cuenta.Al parecer la tregua se había acabado. Solo esperaba que cuando se reunieran con los padres de Cloe, ella no luciera como si quisiera matarlo.Durante el resto del viaje ninguno de los dos volvió a decir nada más. Cloe se acomodó con la cabeza
Cloe no sabía si temer por la vida de Fabrizio. La primera vez que había traído un novio a casa, el pobre había terminado desapareciendo de su vida poco tiempo después. En lugar de tomárselo a mal, había decidido que esa era una buena manera de deshacerse de algún pretendiente demasiado insistente.Por las historias que su padre y su tío Valentino contaban durante las reuniones familiares, se hacía una idea de las cosas tenebrosas que ambos eran capaces de decir y hacer. Difícil de creer de dos de los hombres más carismáticos de su familia.Se preguntó si su padre podría hacer que Fabrizio huyera. Y de ser así, no estaba segura de cómo se sentiría al respecto.—¿Crees que él estará bien? —le preguntó a su madre.Ella le dio una sonrisa reconfortante.—Por supuesto que sí. Quizás es uno de los pocos hombres que está preparado para lo que se viene.Su madre estaba en lo cierto, pero no podía dejar de preocuparse.—¿Por qué no me acompañas a la cocina a preparar algo de beber y aprovech
Las cosas habían resultado mejor de lo esperado. Aunque convencer al padre de Cloe no había sido nada fácil, Fabrizio todavía estaba allí y eso era bastante decir. Todavía recordaba algunas de las historias de cómo los gemelos Morelli habían espantado a más de uno de los pretendientes de Lia. Tal vez había tenido suerte de que Valentino no hubiera estado presente.—Creo que es hora de que me vaya —dijo poniéndose de pie—. Todavía debo pasar a ver a papá y a Ava.Cloe se levantó de un salto y apenas esperó que se despidiera de sus padres antes de empujarlo hacia la salida. A sus espaldas escuchó la risa de Leonardo y tuvo que esforzarse mucho en no hacer lo mismo.—¡Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión! —grito el padre de Cloe, aun riendo.«Imposible —pensó». Hace tiempo había pasado la línea de no retorno, había esperado el tiempo suficiente, incluso cuando todo lo que quería era hacer lo contrario.Salieron de la casa y se detuvieron en las escaleras de ingreso.—¿Qué fue lo
Cloe al fin podía respirar tranquila. Una sola cosa estaba en su cabeza ahora que había dado su último examen: dormir. Necesitaba unas horas de sueño reparador.El examen de mecánica cuántica, no había estado tan difícil como había esperado. Aunque seguro no todos compartirían su misma opinión. Había visto a más de uno cerca de una crisis existencial mientras trataban de resolver el examen.—Siempre eres la primera en terminar —comentó Emmanuele alcanzándola en el pasillo.—Eso dice que aún soy mejor que tu —dijo con una sonrisa presumida.—Solo me ganaste por un par de minutos y eso fue porque te di algo de ventaja.Sacudió la cabeza sin perder la sonrisa en el rostro.Emmanuele y ella llevaban compitiendo desde que se habían conocido, aunque se trataba más de un juego.—Vamos no seas mal perdedor. No es tu estilo.Su amigo echó la cabeza atrás y soltó una carcajada.—Está bien, pero aún tenemos que ver los promedios finales para saber quién ganó.—No dudo de que fui yo —replicó de i
Fabrizio deseó poder leer lo que Cloe estaba pensando. Ella no había dicho nada desde que le dijo que estaba celoso. Tal vez había sido algo precipitado soltarle aquello, pero no se arrepentía.—¿Qué tal te fue en tu examen? —preguntó cambiando de tema.Se giró al mismo tiempo que ella y cuando sus ojos se encontraron, Cloe se sonrojo. Comenzaba a darse cuenta que eso no era algo que sucediera a menudo con otras personas. Ella no era de las personas que se avergonzara con facilidad.—Bastante bien —respondió Cloe esquivando su mirada.Fabrizio regresó la mirada al frente y sonrió.—Entonces sigues siendo la mejor de la clase —afirmó.Esperó que eso no revelara demasiado sobre todo lo que sabía de ella. Desde hace mucho tiempo había estado más que pendiente de su vida. —Sí, aunque Emmanuele… —Cloe se detuvo a mitad de lo que iba a decir.—¿Qué sucede con él? —preguntó tratando de comportarse como un ser civilizado. Lo menos que quería era hablar del amigo de su novia.—Él no está muy
—Te deseo como nunca he deseado a ninguna mujer —murmuró Fabrizio sobre los labios de Cloe—. No puedo esperar para tenerte.—Eso no va pasar —respondió a la defensiva. Fabrizio sonrió. —Pareces demasiado segura. Sería tan fácil demostrarte lo equivocada que estás, pero estoy seguro que disfrutaré cuando supliques por mí. —Él subió su mano desde sus caderas hasta debajo de sus senos y acercó los labios a su oído—. Cuando supliques para que entre en ti y te tome sin piedad.Se mordió el labio inferior antes de hacer algo tonto como soltar un gemido. Sus palabras la habían excitado.—Hasta entonces —continuó él— los besos y caricias tendrán que bastar. —Fabrizio dio un paso hacia atrás.—O podrías limitarte a mantener tus manos para ti —su voz salió en apenas un susurro.—¿Es así como quieres? No, pero no pensaba decirlo en voz alta.Cloe salió de su trance al escuchar las puertas del ascensor abrirse. Se giró, tomó una inhalación profunda para recuperar la compostura y salió de aqu