CAPÍTULO 41

—Esto no es justo, no puede ser —mencionó Carla mientras los vehículos pertenecientes a Maximiliano Bastidas y su gente entraban a los terrenos del castillo y el museo que ahora le pertenecía.

Se colocaba los guantes con molestia y preparaba su chaqueta para salir a enfrentar el templado clima. Maximiliano la observó todo lo que pudo sin crear mayor incomodidad entre ambos. Ella parecía molesta con él, pero a la vez consigo misma. En las únicas veces que le dirigió la palabra, ella terminaba dándose pequeños golpes con alguna cosa, la tarjeta, los guantes…, más allá de enojada o nerviosa, parecía ansiosa.

—¿De qué estás hablando? —preguntó él, ya listo para salir del vehículo, el cual se había detenido frente a una antigua edificación que su fachada mostraba magnificencia, pero a la vez, ruina.

—Soy de aquí, nací en esta ciudad, viví la mitad de mi vida en ella y me está costando acostumbrarme al clima, en cambio tú pareciera que estuvieses en esta ciudad desde antes de nacer.

Max emi
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