Se fueron caminando hacia el museo, el cual quedaba a pocos kilómetros de allí. En sí misma, toda la estructura, la que antes pertenecía a Fred Davison (ahora siendo de Maximiliano Bastidas), solía conocerse como “El Castillo”, que aparte de serlo, no era más que la muestra de exhibiciones de obras locales, un lugar donde se suponía debían exponerse obras de artistas de renombre, pero mayormente de Gran Bretaña. Sin embargo, Maximiliano desconocía datos importantes. Una de las cosas que no sabía, de lo que no fue informado previamente a esa visita, era que aún quedaban objetos dentro de aquel lugar, el cual debía estar completamente vacío. El empresario fue notificado de otra cosa muy distinta y a Carla, siendo dueña del porcentaje accionar de la fundación que hacía vida en la estructura. Estaba sorprendido de que a ella simplemente no le notificaron absolutamente nada, algo que apenas en ese momento Maximiliano corroboraba: a su esposa nunca le llegó el mismo documento o folio que a
—Merezco una explicación, ¿a dónde me estás llevando?—¿A dónde crees que te estoy llevando? ¿Ni siquiera te duele esa herida? Al hospital —explicó y aproechó para que esa contestación sirviera para indicarle al chofer hacia donde tenía que ir.Ella bufó, pero un dolor de cabeza atravesó su cráneo. Max negó, exasperado. Sacó su teléfono móvil y marcó el número de Peter, quien le contestó en menos de tres repiques.—¡Estoy harto de esta mierda! —ladró Max al teléfono, ya no le importaba que su chofer escuchara todo—. Hay demasiada desinformación aquí ¡y Carla está sangrando! Sí, Carla está herida, ¡sí! ¡Joder! Unos imbéciles robando cosas del museo que ni siquiera sabía que teníamos, hicieron todo como unos vil delincuentes y ese tal Brandon… —Miró a Carla—. Investiga, hagan los suyo. Ese idiota me contó lo que estaba pasando ya cuando estábamos a punto de descubrirlo.Escuchó a Peter decirle que temía que el periodista intentó escaquearse del asunto queriendo confesar, pero que claram
Daniel Glint vivía en un apartamento del tamaño de una gran casa. El lugar poseía una terraza adornada con flores y hasta un espacio conceptual a la izquierda, con sillas de jardín armado allí, dando la sensación de no estar en las alturas, sino al ras del suelo. Por supuesto, él era dueño de mucho más, pero adoraba ese apartamento. Siempre abrazó la idea de estar cerca del bar GLINT original, de su oficina y lugar de trabajo. Poseer vehículos de varios tamaños y colores, y un personal que le trabajase a toda hora, gente que pudiese traerlo y llevarlo para dónde quisiera, para él no era importante mientras pudiese dirigirse caminando hasta la discoteca, mientras pudiese disfrutar del paisaje de la ciudad que amaba.Daniel era el epítome de sencillez y opulencia, de trabajo arduo e inexorable ocio, de poseer una actitud agradable y a la vez pedante, un compendio de todo, él era un personaje muy curioso. Reía a rabiar, hacía bromas, echaba los mejores chistes, tenía ideas extravagantes
Maximiliano salió del restaurante escoltado por un par de sus guardaespaldas. La salida fue realizada desde la parte de atrás.El protocolo cambió, puesto que dentro de aquel lugar, el cual conocía muy bien, se había encontrado casualmente con una vieja amiga. Cenó con ella, compartió un par de tragos, pero no podía quitarse de encima esa desazón de la discusión con su esposa.Max no era un sujeto que le gustase discutir y le parecía extraño que lo hiciera constantemente con ella, quien, al parecer, tampoco le gustaban mucho los conflictos. Pero juntos eran explosivos, parecían no aguantarse la mayor parte del tiempo. El hecho de haberse casado por un compromiso muy distinto al amor fue la peor decisión tomada. «Imposición», se corregía él mismo cuando lo pensaba. Y lo peor era saber que se gustaban. No podía obviar ni olvidar todos los besos (para él, demasiado pocos), ese toque de sus manos sobre su cuerpo, sus palabras jadeadas, su rostro resignado a comprender que bien podían segu
Carla dejó la ropa interior metida entre los pantalones de Max en el suelo. Gruñó, se dio media vuelta y se devolvió por donde había venido, caminando de prisa hacia el área de ascensores, pasando frente al botones, quien elevó sus cejas al notar la enervación de la inquilina.Maximiliano entonces se dedicó a recoger el resto de las cosas aún muerto de risa, tratando de calmarse y siguiendo adelante. Cuando estuvo a punto de cruzar hacia la derecha, vio a B.J, quien se levantaba de una de las bancas del gimnasio.—Señor, buenas noches nuevamente, disculpe la interrupción.Maximiliano se preguntó cuánto tiempo había estado el guardaespaldas en ese lugar. ¿Lo habría escuchado todo? ¿Se habría divertido al igual que él de la tonta discusión?—¿Qué es eso? —preguntó al ver una caja en las manos del escolta, envuelta en papel marrón y con detalles en dorado.El guardaespaldas carraspeó con su garganta antes de explicar.—Ha llegado este paquete desde España, señor. Lo hemos escaneado y des
—Fui testigo de una violación.Silencio total.—¿Eh? —La voz de Maximiliano salió tras un par de segundos de escuchar esa confesión.Carla inhaló aire y exhaló, con sus ojos puestos en él, sin embargo, no lo veía, su mente ya no estaba allí, se transportó hacia esa noche en el gimnasio, a ese lugar que no olvidaba, el mismo que visitaba de vez en cuando, aunque no tanto desde que empezó todo el asunto de su padre.—Tu amigo Peter es un buen investigador, en verdad me gusta nadar y lo hago bien. Aprendí desde muy pequeña, mi madre me enseñó. Aprendí en esta ciudad y ya de grande comencé a inscribirme en gimnasios que tuviesen piscina para no perder la costumbre ni la práctica. Dejé de asistir a mi gimnasio habitual poco después de lo que sucedió en el consorcio. Recuerda que viajé a las montañas a visitar a mi tía aprovechando esos días libres en la empresa porque tenía tiempo sin verla, pero en cuanto regresé a La Ciudad, unos días después, más o menos, la verdad no lo tengo fresco en
La música estridente dentro del club Glint se debía, no solo al volumen que el DJ empleaba con los equipos de mezcla y sonidos de última generación, sino además de la increíble algarabía que desataban las curvas de Claudia montada en el escenario, sacudiendo sus caderas por las acrobacias espectaculares, sensuales y divertidas, atrayentes a la vista de cualquiera como la experta bailarina que era.La noche del Día de Reyes siempre era apoteósica en esa disco, sobre todo en esa sede. Magna, loca celebración, donde las almas y los cuerpos se solían desatar dentro de las inmediaciones Glint.Daniel miraba todo desde su reino, como él usualmente llamaba cuando se celebraba ese día tan especial post navideño. Siempre se felicitaba a sí mismo por el fichaje de la rubia, quien cada año parecía mejorar en sus performances: la mujer era buena en lo que hacía.Aros, telas, tubos, sola, junto a compañeros y compañeras, con una silla o alguna mesa, con espectáculo de luces o no, Claudia podía h
Brandon Hial era custodiado en su propia casa. En parte se sentía tranquilo, porque comprendía que más allá de ser testigo de un robo y de mucho más, era normal que el nuevo dueño de la empresa para la que trabajaba y su gente no confiaran en su versión, lo mínimo era ser llevado a una comisaría y así no había sido, hasta ahora.Con los nervios de punta por también haberlo estropeado frente a Carla, su ex, aunado a lo que podría sucederle con todo lo ocurrido, estaba seguro que si le ponían una máquina detectora de mentiras y decía la verdad, saldría culpable.Él vivía en un modesto barrio londinense, en un sencillo apartamento ubicado en el centro de la ciudad, cercano al periódico donde trabajó hace algunos años. Maximiliano llegó, junto con uno de los escoltas, a la puerta del piso. Saludó a los dos agentes que ya cuidaban el lugar. Uno de ellos abrió las puertas del apartamento y dejó pasar a un Max vestido casual, con sobretodo encima del abrigo grueso, jean grueso, botas de mon