—Fui testigo de una violación.Silencio total.—¿Eh? —La voz de Maximiliano salió tras un par de segundos de escuchar esa confesión.Carla inhaló aire y exhaló, con sus ojos puestos en él, sin embargo, no lo veía, su mente ya no estaba allí, se transportó hacia esa noche en el gimnasio, a ese lugar que no olvidaba, el mismo que visitaba de vez en cuando, aunque no tanto desde que empezó todo el asunto de su padre.—Tu amigo Peter es un buen investigador, en verdad me gusta nadar y lo hago bien. Aprendí desde muy pequeña, mi madre me enseñó. Aprendí en esta ciudad y ya de grande comencé a inscribirme en gimnasios que tuviesen piscina para no perder la costumbre ni la práctica. Dejé de asistir a mi gimnasio habitual poco después de lo que sucedió en el consorcio. Recuerda que viajé a las montañas a visitar a mi tía aprovechando esos días libres en la empresa porque tenía tiempo sin verla, pero en cuanto regresé a La Ciudad, unos días después, más o menos, la verdad no lo tengo fresco en
La música estridente dentro del club Glint se debía, no solo al volumen que el DJ empleaba con los equipos de mezcla y sonidos de última generación, sino además de la increíble algarabía que desataban las curvas de Claudia montada en el escenario, sacudiendo sus caderas por las acrobacias espectaculares, sensuales y divertidas, atrayentes a la vista de cualquiera como la experta bailarina que era.La noche del Día de Reyes siempre era apoteósica en esa disco, sobre todo en esa sede. Magna, loca celebración, donde las almas y los cuerpos se solían desatar dentro de las inmediaciones Glint.Daniel miraba todo desde su reino, como él usualmente llamaba cuando se celebraba ese día tan especial post navideño. Siempre se felicitaba a sí mismo por el fichaje de la rubia, quien cada año parecía mejorar en sus performances: la mujer era buena en lo que hacía.Aros, telas, tubos, sola, junto a compañeros y compañeras, con una silla o alguna mesa, con espectáculo de luces o no, Claudia podía h
Brandon Hial era custodiado en su propia casa. En parte se sentía tranquilo, porque comprendía que más allá de ser testigo de un robo y de mucho más, era normal que el nuevo dueño de la empresa para la que trabajaba y su gente no confiaran en su versión, lo mínimo era ser llevado a una comisaría y así no había sido, hasta ahora.Con los nervios de punta por también haberlo estropeado frente a Carla, su ex, aunado a lo que podría sucederle con todo lo ocurrido, estaba seguro que si le ponían una máquina detectora de mentiras y decía la verdad, saldría culpable.Él vivía en un modesto barrio londinense, en un sencillo apartamento ubicado en el centro de la ciudad, cercano al periódico donde trabajó hace algunos años. Maximiliano llegó, junto con uno de los escoltas, a la puerta del piso. Saludó a los dos agentes que ya cuidaban el lugar. Uno de ellos abrió las puertas del apartamento y dejó pasar a un Max vestido casual, con sobretodo encima del abrigo grueso, jean grueso, botas de mon
Ambos hombres se apuñalaron con sus miradas. Brandon sonrió, acertando en su cabeza.—Me alegra que Carla haya encontrado el amor en alguien exitoso y con dinero —mencionó el periodista—, pero lamento mucho que haya sido con alguien que la mantiene dominada.Maximiliano suspiró y casi revira sus ojos con ese absurdo comentario, si Brandon supiera lo mucho que le fascinaría dominar del mundo de Carla...—El roHabla. —Para el CEO, ya era hora de que conversaran sobre ese asunto.—Fiztgerald siempre quiso la presidencia de la corporación D&A, imagino que se molestó porque Fred no le dejara nada y que además le otorgara porcentajes de las acciones a una hija que ni siquiera el abogado conocía.—Sí la conocía y lo sabes —atajó Max.—Claro que sí, pero hablo en el sentido real de conocer e interactuar. Para nadie es un secreto que padre e hija nunca se vieron las caras, de eso estoy hablando. Fiztgerald se hubiese conformado con ese porcentaje, el de ella, con la fundación, al menos, pero
Daniel le dio a Claudia unas coordenadas y los datos de unas personas con quien debía comunicarse. La rubia ya tenía pagada la reserva de un bonito hotel de la gran y fría ciudad de Londres, con dinero en el bolsillo para poder gastar en lo que quisiera.Su hermosura no pasaba desapercibida, llamaba mucho la atención, por eso, Daniel le dijo que intentara mantenerse fuera de las miradas, aunque posiblemente al momento de entrar en contacto con Maximiliano, serían muchos los ojos que las que la verían.El hotel quedaba muy cerca de la nueva residencia del empresario, por lo que se bajó del taxi antes de llegar a su destino para contemplar el edifico desde la distancia, además de la zona y todos sus atractivos.Caminó feliz por las calles de Londres, a pesar del frío. A Claudia no le importaba la nieve, se sentía maravillada con todo lo que veía y no era por la nieve, ya conocía el invierno, sino por la magnificencia del lugar. En definitiva, adelantaría sus vacaciones porque si el mund
Ella no pensaba responderle, quería hacerle entender que su molestia gracias el trato que le confería seguía en pie. Por lógica, el escolta se podía preguntar por qué ella se comportaba tan terca, cuando después de estar tantos años saliendo con Max debía saber que la gente que rodeaba al CEO era impenetrable, por lo que tanto fingir y tanto comportarse mal tampoco era bueno, él seguiría sospechando de ella. Tenía que ser muy convincente con el agente de seguridad, jugar sus cartas de seducción o de amistad, la que fuese, para que él la dejara tranquila. Daniel tenía razón en algo: él parecía ser el peor de todos y ahora ella lo entendía, la palabra «peor» hablaba del más profesional en lo que hacía.—Vine por un evento de Pole Dance —contó Claudia—. Es una academia de acá que recibe alumnos internacionales. —Él no mostró señal alguna de creerle—. Es en serio, tengo pruebas. Me inscribí apenas ayer, porque me costó conseguir cupo, pero mis vacaciones empezaban luego del Día de Reyes,
CAPÍTULO 53.—¿Ya terminaste de tomar tu café?Él asintió y se levantó, haciéndole seña a ella para que saliera primero de las mesas.Claudia no dijo nada, pero le parecía extraño que la dejara ir. Se levantó a tientas, salió cambiando luego totalmente su versión cuando él empezó a seguirla. La rubia se giró hacia él con maleta en mano.—¿Qué estás haciendo?—Te seguiré hacia el hotel.—Ahora sí que te volviste loco, no te lo voy a permitir.—Claudia, así lo pongas difícil, de igual manera sabré en qué hotel te hospedas, así que camina. —Gesticuló con las manos hacia adelante.Ella le miró, lo hizo justo al rostro. Ese tal Benjamín era alto, bastante alto, su rostro era el de un bebé sensual y madurado. Llevaba una barba de varios días que se veía un poco clara, pero no lo era. Su cabello estaba cortado al ras de su cabeza y tenía una pequeña cicatriz muy cerca de la oreja izquierda donde no le había nacido cabello, pero la misma marca era tan pequeña, que ella no se explicó cómo logr
Una de las cosas que más odiaba Carla de todo lo que le estaba pasando, de estar casada con un hombre por obligación, era no tener un lugar suyo, autonomía, decisión propia y aún no podía creer que esa fuese su actual vida.Tenía trabajo, pero no trabajaba. Ni siquiera se había empezado a encargar de la fantasmagórica fundación culpable de casi toda su situación. Además, estaba sola, íngrima y sola en la ciudad que la vio nacer y era irónico.Pero existía algo peor que estar aburrida: Maximiliano Bastidas, su marido, casi no compartía con ella. El empresario, ahora su esposo, se encerraba en el despacho casi todo el tiempo, recibiendo a sus escoltas, hablando por teléfono, utilizando su laptop, bebiendo whisky con hielo… Casi ni comían juntos, él “tenía” que hacerlo fuera, o al menos eso le decía, ¿pero con quién? ¿Con quién se reunía todo el tiempo?, se preguntaba ella. Max alegaba “tener” que salir todas las veces. En el desayuno ya él había comido y mandaba a pedir platos para ella