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Capítulo 4 – La apuesta.

Ya estábamos muy cerca de mi casa, cuando el teléfono comenzó a sonar, lo descolgué sin tan siquiera ver de quién se trataba.

  • ¿Ana? – me llamó una voz al otro lado del teléfono, haciendo que me despertase de golpe, se trataba de él, y no tenía ni idea de por qué me llamaba - ¿dónde estás?
  • Eso no te importa, ¿no crees? – pregunté, molesta, mientras le escuchaba maldecir, furioso.
  • ¿crees que me importa una m****a dónde estás? – Preguntaba, mientras alguien le arrebataba el teléfono y ese alguien comenzaba a hablarme.
  • Hola cariño – comenzaba ese alguien al otro lado del teléfono – soy yo – explicaba, haciendo que reconociese aquella voz, que no era otra que Meryem – si aún no estás en casa podrías venir, tenemos que celebrar tu cumpleaños como es debido.
  • ¿por qué no me llamas desde tu móvil? – pregunté, sin comprender, pues en eso habíamos quedado por la tarde, en que me avisaría con una llamada cuando estuviese por la zona de los clubs y así me uniría a ella, ya que no tenía pensado pasarme toda la noche con los estirados de mis amigos.
  • Me he quedado sin batería – me explicaba – vente, estoy en la puerta del…
  • Ya estoy demasiado lejos – le informé, haciendo que mi amiga se defraudase un poco al otro lado – hay un atasco de mil demonios en el centro y me es imposible dar la vuelta y …
  • Kevin irá a recogerte – aclaró, haciendo que este le mirase con cara de pocos amigos, ya que no le apetecía en lo absoluto hacerlo – Él tiene la moto de David.
  • Vale – dije secamente, pues, aunque no me apetecía en lo absoluto que Kevin viniese a recogerme no quería dejar colgada a Meryem, y más después de que se hubiese llevado toda la semana insistiéndome de salir a tomar algo para mi cumpleaños. Colgué el teléfono y miré a mi amiga - ¿puedes parar allí? – Pregunté, haciendo que esta me mirase sin comprender.
  • ¿qué ocurre? – preguntó, deteniendo el auto en el lugar que le había indicado.
  • Había olvidado que había quedado con una amiga – comencé, haciendo que Nerea me mirase sin comprender.
  • ¿ella viene a recogerte? – Preguntó, haciendo que yo asintiese, aunque lo cierto era que no era verdad, la persona que venía a recogerme era el idiota de turno.

Me bajé del auto y esperé impaciente a que aquel estúpido viniese a por mí. Estaba en la calle Magnolia, a altas horas de la noche con aquel vestido con un corte sensual, negro con flores naranjas, con el cabello alborotado, esperando a que aquel tipo llegase.

Me toqué los hombros, echando en falta una chaqueta, que había olvidado en el coche de mi amiga.

Cuando Kevin llegó le miré boquiabierta, no a él, en realidad, estaba perpleja por la moto en la que había llegado, era toda una belleza, y lo cierto es que entiendo de motos más de lo que imagináis.

Me lanzó el casco de media cabeza sin tan siquiera mirarme. Lo cogí al vuelo y lo acomodé sobre mi cabeza, para luego quitarme los tacones y agarrarlos en una mano.

Me subí a la moto, escuchando como él le metía las marchas, provocando un maravilloso sonido en ella. Aquello era como música para mis oídos, realmente amaba aquel sonido.

Agarré su chaqueta, con ambas manos, bastante separada de él, ya que no quería volver a tocarle, estaba demasiado enfadada con él para hacerlo. Él sonrío al notar lo que estaba haciendo, y aceleró aún más, haciendo que me aferrase a su espalda, con fuerza, temiendo caer de aquella motaza.

  • Agárrate – me gritó, corriendo un poco más, metiéndose entre los coches por el centro, evitando aquella caravana de coches que había allí, incluso evitaba los semáforos con aquella maravilla.

Cuando ya me había acostumbrado al sonido de la moto, al calor de su espalda sobre mi pecho, aminoró la marcha, frenando suavemente, frente a mi amiga Meryem.

Dejé de abrazarle tan pronto como sentí la mirada de mi amiga sobre la mía, y me dispuse a bajar de la moto.

  • Gracias Key – agradeció mi compañera, mientras yo, descalza, en el suelo, intentaba quitarme el casco.
  • Ya lo hago yo – me decía él, mientras agarraba la correa del casco, intentando soltarla. Miré hacia su rostro, percatándome de que se había acercado al mío más de lo que debía, cuando escuché que la correa acababa de desabrocharse, y sentía como él me quitaba el casco y se apartaba de mí.
  • ¿te habías olvidado de mí? – preguntó Meryem hacia mí, haciendo que despertase de mi hipnotismo y le prestase atención.

Entré en la discoteca con mi amiga, era la que estaba justo en frente de la de Dante, cosa que me pareció bastante divertida, ahora entendía cómo es que Kevin y Meryem se habían encontrado tan rápidamente.

Llegué hasta la barra y pedí un Cosmopolitan, mientras mi amiga se pedía un Martini. Me agarré el pelo con dos dedos, y comencé a bailar junto a ella, de camino hacia la pista, mientras sentía la mirada de Kevin, que parecía hallarse allí, junto a Jonas, Paul, David, Marcus y Diego.

Sonreí divertida, al ver la cara de incredulidad de Kevin cuando nuestras miradas se cruzaron.

  • Están todos aquí – me explicaba mi compañera – Quería invitarlos a todos, pero no conocíamos a la mayoría así que …
  • ¿y Diego? – Pregunté, pues no entendía que era lo que él hacía allí.
  • Se auto invitó en cuanto se enteró de que era tu cumpleaños.

Enmudecí tan pronto como me percaté de que los chicos se acercaban hacia nosotras. Y casi me caigo del susto cuando Diego me agarró de la cintura y me dio un par de besos.

  • Felicidades, Aina – me dijo, haciendo que Kevin le mirase con cara de pocos amigos, pero yo estaba tranquila, pues sabía que jamás habría nada entre él y yo de nuevo, así que me daba igual que estuviese celoso.
  • No nos esperábamos que fuese tu cumpleaños… - comenzaba David – cuando Meryem nos lo dijo esta tarde, después del entrenamiento …
  • Felicidades – comenzó Jonas, mientras levantaba una pequeña bolsa al mismo tiempo que sonreía hacia mí.
  • ¡Jonas! – exclamé, emocionada, haciendo que todos mirasen hacia él con cara de pocos amigos, pues ninguno parecía haber traído regalos, excepto él.
  • Sólo es un detalle tonto – comenzó, mientras abría la bolsa y observaba atónita un suéter en tono rosa pastel, era realmente de mi estilo y parecía ser muy abrigadito – siento haber roto el tuyo el otro día – me decía, dejando claro a los presentes que había pasado algo entre nosotros, aunque lo cierto era que no había sido así, tan sólo lo había roto en un operativo, pues había cogido el auto con él y cuando tiró de él para liberarme se rasgó.
  • Gracias – le dije, agradecida.
  • ¿él es tu nuevo compañero? – Preguntó Diego hacia mí - ¿es por eso por lo que no te veo ahora en las sesiones de entrenamiento?
  • Así es – aclaré – él y yo no solemos hacer trabajos de acción.
  • Deberíamos bailar – comenzó Kevin – la gente está empezando a mirarnos.
  • Buena idea – decía Diego, tirando de mí hacia él para que bailase con él, pero antes de que lo hubiese hecho sentí la mano de alguien sobre la mía, entrelazándose.

Miré hacia aquella mano y luego hacia su dueño, percatándome de que era Kevin, quien seguía aferrándose a mí de aquella manera.

Diego miró hacia nosotros, sin comprender que era lo que ocurría, sin entender por qué no quería bailar con él, pero tan pronto como vio la mano de Kevin sujetando la mía, comprendió que era lo que sucedía.

  • ¿estáis saliendo? – Preguntó, haciendo que todos pusiesen su atención en nosotros, al mismo tiempo que Kevin soltaba mi mano y ambos respondíamos al unísono “No”
  • Jamás me involucraría con alguien como él – aseguré, haciendo que él me mirase dolido – él no es un hombre de una sola mujer, y yo soy mujer de un solo hombre.

Kevin miró hacia mí, sorprendido por mis palabras, volviendo a coger mi mano, haciendo que le mirase sin entender, ya que nuestros amigos seguían mirándonos.

Tiró de mí, colocándome frente a él, agarrándome de la cintura para bailar aquella hermosa canción de Christina Aguilera, pegado a mí. Haciendo que nuestros amigos se separasen un poco para dejarnos un poco de intimidad, y espacio para bailar.

  • No hay nada entre nosotros – comencé, mientras echaba mis brazos a su cuello, para seguir bailando con él – así que deja de comportarte como si lo hubiese, frente a …
  • Nunca antes he tenido que dar explicaciones – me interrumpió, con la mirada fija en mis labios – ni una sola vez me ha importado lo que una mujer con la que me he acostado pensase sobre mí – proseguía, haciendo que le prestase atención – me da igual hacer daño a las mujeres – continuaba, haciéndome comprender que él era esa clase de hombres, la clase de hombres que hiere tu corazón y se marcha, importándole bien poco lo que te ocurra – me importa una m****a si … - pero se calló al sentir mi mirada sobre la suya, con remordimientos, con culpa, con agonía - … pero… - comenzó, haciendo que nuestras miradas se mantuviesen la una sobre la otra - ¿por qué contigo no puedo hacerlo? – preguntó, haciendo que dejase de balancearme en ese justo instante, mirando hacia él, sin comprender que era lo que quería decir con aquello – Cuando me pides explicaciones, cuando malinterpretas la situación, cuando tengo que fingir que … - proseguía, al mismo tiempo que yo seguía observándole, expectante, sin poder creer lo que me estaba diciendo – provocas que quiera hacer todo lo contrario a lo que suelo hacer.
  • Kevin … - susurré, pues en aquel momento nada podía salir de mi boca, tan sólo podía pronunciar su nombre, pues él acababa de reconocerme que yo no era una más, aunque no sabía exactamente lo que era.
  • Por ejemplo, ahora, debería mantenerme al margen, dejar que bailes con Diego o con cualquiera que se acerque a ti – aclaraba – debería dejar que seas feliz con Tae Sang Shi – proseguía – debería quedarme a un lado… Pero…- se paró, y sabía que no podía seguir, sabía que ya no podía decir ni una sola palabra más, así que tan sólo mantuvo la mirada fija en mis labios.

Apoyó su cabeza sobre mi frente, haciendo que nuestros amigos nos mirasen con interés, pero él no parecía preocupado por ello.

  • Tan solo finges todo el tiempo – me percaté, al recordar lo que me había dicho en su ducha aquella vez, cuando le encontré borracho y habíamos terminado haciendo el amor – finges ser un gilipollas todo el tiempo.
  • No, Ana – aclaró – soy un gilipollas. Pero a pesar de todo yo …
  • No creas en sus palabras, Aina – comenzó Marcus, junto a nosotros, haciendo que ambos mirásemos hacia él sin comprender – dirá cualquier cosa para volver a acostarse contigo.
  • ¿Quieres que vuelta a pegarte? – preguntó Kevin hacia su amigo, haciendo que los mirase sin comprender - ¡Lárgate, Marcus!
  • No te fíes de él, Aina – me decía, haciendo que Kevin le mirase aún más enfadado.
  • ¡Lárgate de una maldita vez!
  • Ha hecho una apuesta con David – me espetó, haciendo que Kevin se separase de mí y se acercarse a él, dispuesto a golpearle la cara, pero antes de que lo hubiese hecho, le agarré del brazo, haciendo que mirase hacia mí.
  • ¿es verdad? – Pregunté hacia él, haciendo que este volviese a mirar hacia mí, asustado de que pudiese descubrirle.
  • Claro que no – dijo, aunque por alguna razón no podía mirarme a la cara, y entonces lo supe, tan sólo estaba fingiendo, Marcus tenía razón, él había hecho una apuesta con David, tan sólo quería volver a acostarse conmigo, quería besarme delante de todos, para demostrarle a su amigo que lo había conseguido.
  • ¡Dios! – comencé, con un nudo en la garganta, soltando la mano de Kevin, dándome cuenta de que era realmente patética en aquel momento, pues había estado a punto de creer todas y cada una de sus palabras.
  • No Ana – comenzó, intentando volver a agarrar mi mano – espera – rogaba, mientras yo me apartaba de él – déjame que te explique …
  • ¿crees que voy a volver a creerte? – pregunté, fuera de mí, haciendo que todos nuestros amigos nos mirasen - ¿crees que soy tan idiota de volver a caer? – proseguía, con lágrimas en los ojos, mientras él llegaba a mí y me cogía de la cintura, haciendo que le apartase y le golpease fuertemente en el pecho - ¡Dios! – proseguía, rota de dolor, haciendo que mis lágrimas saliesen al exterior en ese justo instante – he vuelto a creerte como una idiota, soy tan idiota – le espetaba, mientras le golpeaba el pecho, una y otra vez, intentando apartarle de mí.
  • Ana, escúchame – me rogaba, agarrando mi mano, para que dejase de golpearle.
  • Soy tan sumamente idiota, owww me odio a mí misma en este momento – proseguía, mientras, enfada conmigo misma, seguía llorando con rabia, con impotencia – soy tan idiota…
  • Ana… - me llamaba, intentando retenerme a su lado, mientras caminaba a paso ligero hacia la salida, pues no quería estar allí ni un segundo más, no después de saber lo que él estaba haciéndome, no después de saber que tan sólo quería volver a burlarse de mí. No era nada serio para él.
  • ¡Dios! – le espeté, cuando él me cogió del brazo, a medio camino de la puerta del garito - ¡Eres un monstruo! – le grité, haciendo que me soltase en ese justo instante y me mirase lastimado - ¿cómo he podido enamorarme de alguien como tú?

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