Lesley le ve marchar, se ha dado cuenta de que su amigo no tiene remedio, y está vez se ha salvado por la campana como se suele decir.
—Está claro que hoy no es mi mejor día —comenta decepcionada al no haber obtenido ningún tipo de información—. Editorial bella letra. Dígame que desea —responde viendo a su amigo marchar de la oficina.
—Hola, pocholita mía.
—Mamááá. Haz el favor de no llamarme así, estoy en la oficina —responde avergonzada, mirando hacia los lados por si a alguien le da por entrar.
—De acuerdo Lesley. Perdóname hija, solo quería saber cómo te encuentras —explica su madre, siguiéndola la corriente para que se la pase el cabreo.
—Pues no muy bien, ya sabes… —responde pensativa—. No puedo dejar de pensar en Bryan mamá —termina por reconocer.
—Hija tienes que pasar página, no puedes hundirte en tus recuerdos.
Mientras Lesley y su madre continúan hablando sin cesar, Abraham adelanta su trabajo y confirma que ha anulado todas las citas de los siguientes días de la agenda de su jefa. Cuando ya lo tiene todo realizado, deja una nota en la mesa y sale de la gran editorial, para organizar los detalles de última hora.
Dos horas después …
—Mamá te quiero mucho, no te preocupes estaré bien —argumenta al ver que Aurora está muy preocupada por ella.
—Eso espero hija, no lo pienses más y sal a conocer mundo…
—Mami, esta noche saldré, sé que Abraham está tramando algo, me ha dicho que tiene una sorpresa para mí —responde antes de que termine de darla la charla, para que no se preocupe más por ella.
—Lo sé, yo sí estoy al tanto de todo —comenta su madre para que se relaje.
—¿De verdad? Y… ¿me puedes decir de qué se trata? —pregunta llena de curiosidad.
—No —responde rotundamente—, solo puedo decirte que hagas caso a tu amigo en todos los aspectos.
—Pero mamá… ya sabes que yo le quiero con locura, pero hay veces que sus locuras son extremas.
—Lesleyyyy no hay más que hablar, ese chico es buena persona y yo confió en él al cien por cien —la dice antes de colgar el teléfono de golpe, para que no la sonsaque más información.
—Mamá, mamááá —intenta llamarla hasta que escucha el pi, pii pii del teléfono.
A pesar de sus diferencias Lesley es la niña de sus ojos y su única hija mujer. Y por eso entre su madre y su amigo ya lo tienen todo listo y planeado, para hacer realidad uno de los sueños de Lesley, ya que desde que era adolescente ese era uno de sus sueños.
Al finalizar la llamada y no saber qué es lo que esté pasando, Lesley sale del despacho y se acerca a la mesa de Abraham.
Enfurecida con ella misa golpea la mesa, y de repente la nota que dejó su amigo para ella, cae al suelo.
—¡Le odio, le odio! Encima me deja notitas en su escritorio —comenta mientras se agacha para cogerla del suelo.
«Te quiero: Sé que en este momento me estarás odiando, pero ahora vuelvo, solo fui a por lo necesario para pasar nuestra noche. Muack muack»
—Arggg, que asco le estoy cogiendo, espero poder perdonarle algún día —va relatando, con el papel en sus manos hasta llegar a su despacho.
Sin saber que más hacer, al ver que ya no queda nadie en la editorial por la hora que es, decide relajarse un rato; se sienta en su silla, se quita los zapatos, y se recuesta hacia atrás cerrando sus ojos.
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Ya lo solucioné todo, y me voy para la empresa. Esa llamada que recibí hace una hora fue de Rosse, esta mañana me aseguré de llamarla y pedirla que empacara algunas cosas de Lesley. La comenté sobre el viaje, y le pedí que guardase la ropa que mejor la pareciese a ella, para pasar los quince días bien a donde vamos.
Entro en la empresa, y está todo en silencio, la verdad que ya es tan tarde que esto se ha quedado vacío, así que voy derecho al despacho de Lesley. Al ver que la luz está encendida, y la puerta entre abierta, entro sin llamar a la puerta.
—¡Vámonossss! ¡amiguiiiii! ¡YA ESTÁ TODO LISTOOOO!
Lesley me recibe dando un brinco en su silla, no me puedo creer que esté tan pacha, ahí sentada como si no pasara nada. Yo, no sé cómo puede tener esa calma, yo me encuentro lleno de euforia, la sangre de mis venas se volvió más liquida, por que el corazón me va a cien por hora. De hecho, estoy deseando llegar ya al aeropuerto, quiero que una nueva aventura, comience ya.
—Cállate por favor, sabes que no soporto tus gritos —me dice, con una mirada de esas qué si lanzasen cuchillos, yo ya no estaría en este mundo.
Al ver que no me hace caso, me arrodilla ante ella, y la vuelvo a poner sus zapatos, para que se levante de su trono. Como si de un torbellino se tratara, y sin darla tiempo a pensar, tiro de ella con fuerza y la llevo hasta la puerta en la cual tengo un taxi esperándonos.
Después de más de media hora de hablar sin parar, para desviar la atención de Lesley, ella se da cuenta de que algo pasa y termina por preguntarme:
—¿A dónde nos dirigimos si se puede saber?
—Amigui, te queda mucho por descubrir esta noche —afirmo, sin dejar que descubra mi sorpresa de momento—. Lo mejor será que dejes de hacer preguntas, pronto lo sabrás. Ten paciencia, enseguida te enterarás de todo —explico rápido, evadiendo su pregunta.
Si no la sigo el royo, terminará por ceder y se dejará llevar. Cada vez que la miro, se me crispan los nervios, la veo tan, tan tranquila que ya no aguanto más, menos mal que ya hemos llegado al aeropuerto. Me bajo del coche y ella me sigue, el chofer también se ha bajado con nosotros. Abre el maletero del vehículo y nos da las dos pequeñas maletitas de mano.
Al principio pensé en coger más cosas, pero luego se me cambió el chip y cambié de opinión, prefiero ir con pocas cosas y ya compraremos allí lo que nos haga falta.
—¡Oh no!, espero que no sea lo que estoy pensando —la escucho comentar horrorizada, mientras se pasa las manos por la cara, cuando ve su maleta de flores.
—¡Oh sí! Nos vamos de viaje querida —afirmo cogiendo su mano para tirar de ella, solo necesito que se dé prisa, que no piense y sobre todo que no se arrepienta.
—Espera, para, para. Por favor —me dice Lesley soltándose de mí para coger su maleta, la verdad que un poco más y me olvido de su maleta.
—Perdón amigui, estoy tan emocionado con este viaje que se me olvidaba que tú tienes que llevar tu equipaje.
Cuando ya tiene la maleta en sus manos, vuelvo a tirar de ella, hasta que llegamos al aeropuerto y entramos en él. No se ha ocurrido soltar su mano hasta que no hemos entrado bien adentro. Y esto si es mi culpa, os confieso que vamos con la hora justa, no quise salir antes de la oficina, para que a ella no le diese tiempo de anular los billetes. Y ahora la he hecho de sentarse en una silla y la he dejado las dos maletas para que no se me pueda escapar.
—Espérame aquí cielo, ahora vengo —la digo para que se espere.
Sin decir ni una sola palabra, me obedece sin rechistar, no me deja de mirar, pero sé que por una parte, también está tan emocionada como yo. Y también sé que su madre ha hablado con ella y creo que, reconoce que necesita un par de días para descansar.
En cierto modo sabe, sabe que se encuentra en buenas manos, y todo lo hemos preparado su mejor y su madre. Lo que no sé es si debe tener la esperanza de que todo esto será relajado, por que aunque todo lo hago para que pueda descansar, soy una cabra muy loca.
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—Holi, holi —digo moviendo los dedos de la mano, para saludar a la chica de la taquilla—. Tenga aquí tiene nuestros billetes.
—Muchas gracias caballero, espere un momento por favor.
Cuando termina de hacerme los registros de los billetes, vuelvo a donde he dejado a Lesley y me siento a su lado, poco después de unos minutos Lesley rompe el silencio.
—Amigui tengo hambre, ¿por qué no cenamos antes de embarcar?
Señores pasajeros, el vuelo con destino a Hawái está a punto salir, vayan a la cola y comiencen a embarcar.
—No hay tiempo, vamos —le digo lleno de emoción, poniéndome en pie.
—¿Estás de coña? —me pregunta sorprendida.
—Noo —la respondo dando saltitos—. ¿A qué es perfecto?, dale las gracias a tu maravillosa madre.
—Estáis locos. Los dos —afirma cogiendo la maleta.
Que felicidad siento, cuando veo que ya estamos subidos al avión con destino a Hawái. Sentados cada uno en su asiento, presiento que Lesley está un poco más relajada, ella mira por la pequeña ventanilla tratando de entretenerse un rato. La conozco muy bien y sé que piensa que esto no será una buena idea, pero como cuento con el apoyo de su madre no hay vuelta atrás, y se va a tener que aguantar. Llevamos tres largas horas de viaje, y no hemos cruzado ni una sola palabra, supongo que está muy enfadada conmigo por que no ha dejado de mirar su móvil en todo el trayecto que llevamos menos mal que ya llevamos la mitad del viaje. Lo sé porque hay dos señoritas repartiendo bebida y comida con unos carritos por mitad del avión, cuando una de ellas llega a nuestra altura, nos pregunta si deseamos tomar algo, aunque sea un aperitivo. —No, muchas gracias —responde Lesley, devolviendo la mirada a su teléfono. —Dos sándwiches mixtos, y dos botellitas de agua; una normal y la otra con gas, p
Al entrar en el salón, se encuentra con un montón de personas que seguramente ellos también estén hospedados, en el hotel. Sin dejar de mirar el salón de fiestas, camina despacio observando la decoración navideña que para ella es maravillosa. Salta a la vista que los decoradores han tenido un gusto exquisito y muy elegante. Ahí adentro hay millones de luces de colores que no dejan de parpadear, parecen luciérnagas iluminando la sala por todos los rincones. A su derecha hay un pino de navidad que es enorme, mide casi los dos metros de altura. Es tan grande que lleva muchos metros de lazo rojo y verde enrollados en él con delicadeza, para decorarle, aparte de pequeñas bolas de cristal, y otra clase de adornos pequeñitos que cuelgan de sus ramas. Lesley comprende que es indiferente en esa sala, nadie la reconoce y por una vez en su vida, siente que se ha desprendido de su trabajo. A pesar del alcohol que la acompaña corriendo por sus venas, se siente libre. Desde un pequeño escena
Robert la mira sorprendido por su descuido, ni siquiera sabe cómo han llegado hasta el séptimo piso. Pero de lo que sí se ha dado cuenta, es de que Lesley se está partiendo de la risa. —¡Hay mi madre!, esto es de locos —comenta Robert, pulsando el botón número cinco, para bajar las dos plantas. La puerta vuelve a abrirse, y Robert vuelve a tirar de la cintura de Lesley para que camine. Cuando la puerta se cierra, ella intenta caminar en línea recta, pero no lo consigue; le pesa tanto su propio cuerpo que comienza a dar traspiés, hasta que se para en seco sujetándose contra la pared. Unos segundos después, intenta caminar y consigue dar unos cuantos pasitos, hasta que sus ojos se llenan de lágrimas, y los recuerdos con Bryan la hacen desplomarse de nuevo al suelo. «¡Ay mi Dios! Esto ya no es normal» piensa Robert, mientras se sienta a su lado en el suelo. —Venga no se ponga así. Señorita deje de llorar, solo necesita descansar. Lesley se limpia la cara, y acomoda su cabeza
La puerta suena, Lesley va y la abre enseguida, pensando que se puede tratar de Abraham. —Buenos días, aquí tiene su desayuno —dice el camarero, entrando con el carrito sin dejar de mirar al suelo, para no parecer indiscreto. Lesley se queda petrificada, al ver quién es el camarero. Al pronto no sabe de quien se trata, pero en solo unos segundos ya sabe quién es. No puede creerlo que sea él, y que lo esté recibiendo con tan solo una toalla enrollada en su cuerpo. —Muchas gracias… —responde avergonzada, apretando sus manos a ella para que no se le caiga al suelo. —Se lo dejo aquí. Será mejor que me vaya —contesta el chico, al recordarla en el escenario, en el ascensor, en el pasillo. Robert lo está pasando fatal, verla anoche tan indefensa, frágil y perdida consigo misma, no fue un plato de buen gusto, pero lo de hoy supera su fuerza de voluntad. Está increíblemente sexy con el cabello mojado, y esas pequeñas gotas de agua que adornan sus hombros y su escote. —Buenos días caball
Veo como Lesley regresa a la mesa, mi curiosidad se hace muy extrema, al ver que se ha dado la vuelta dos veces para mirar a Robert. Y no me extraña que le guste ese hombre, aparte de ser muy guapo, está tremendamente muy bueno, se ve que se machaca cada día en el gimnasio. Y para el colmo de todos los males, la rescató de su soledad anoche mismito. Si no hubiese sido por él, mi amiga no hubiese llegado a la habitación. Ya no puedo más con está intriga estoy deseando enterarme de todo, pero prefiero no hacer muchas preguntas, ya bastante tuve anoche con tener que abrirla la puerta. Lesley se confundió de número de habitación, y no me quedó otra que tener que despertarme, puesto que no la iba a dejar tirada en ese pasillo. Pedimos algo de cena, y no sé qué más maravillas tenga este hotel, pero os juro que todos los camareros son guapísimos, quizás sea que los morenos me ponen, pero jobar es que están... “De toma pan y moja”. Después de haber cenado casi en silencio, cuando ya estamo
Lesley primero se da una ducha y después también se pone el pijama y se mete en la cama; está tan cansada que cierra sus ojos y se queda dormida. A la mañana siguiente, se despierta más animada que nunca, hasta el punto de que se da una ducha muy rápida, para retirar de su cuerpo ese olor mañanero que nos acompaña cuando estamos recién despiertos. Después se viste, y va en busca de su amigo Abraham.—Buenos díassss. Venga, ¿qué haces todavía dormido? Pensé que ya estarías despierto —insiste Lesley entrando en la habitación de Abraham, con la esperanza de que se espabile y vuelvan a irse de compras. —Estoy tan cansado de la caminata de ayer, que se me pegaron las sábanas —responde Abraham adormilado, estirando su cuerpo.—¡Pues despierta!, que se supone que me has secuestrado para estar por ahí todo el día, no para estar encerrada en un hotel —comenta mientras le ve entrar al baño.Mientras tanto ella se asoma por el balcón de la ha
A la mañana siguiente un rayito pequeño de sol que entra por la ventana, calienta suavemente la mejilla de Lesley, al ver que el sol ya se cuela por su ventana, cuando abre un poco más sus ojos, y se estira dentro de la cama. Espabilándose un poquito llama a su madre, está tan contenta en Hawái, que quiere darle las gracias y desearle que tenga felices pascuas, pues esta noche es la noche de santa Claus. En su casa todos los años se ha celebrado, se reunían toda la familia, y como de costumbre siempre se asaba un pavo en el horno. Cuando terminan de hablar por teléfono mira la hora y, para una ejecutiva como ella ya es demasiado tarde. Son casi las diez de la mañana, se levanta de la cama y se da una ducha muy rápida y va a buscar a Abraham. ♥♥♥♥♥♥ Escucho que alguien me golpea la puerta, soñoliento y con los ojos medio cerrados por la claridad del día, me levanto de la cama a duras penas y voy a abrir la puerta. —Amigui, no estoy de humor hoy. Estoy muy cansado tengo mucho
El ascensor, se para de golpe y Lesley comienza a ponerse muy nerviosa. Su corazón no puede dejar de acelerarse con cada uno de sus latidos, con la mano puesta en el pecho tratando de que se calme, al ver que no lo consigue su respiración se vuelve agitada, provocándola un ataque de pánico y ansiedad al mismo tiempo. Robert no puede dejar de mirarla, ella parece perder toda su autoestima, volviéndose una persona indefensa. —Por favor ponga esto en marcha, déjeme salir de aquí —suplica con la respiración entrecortada, tratando de buscar la forma de mantener la calma. Robert se da cuenta de la ansiedad que la entra de golpe al verse encerrada en un espacio tan pequeño, y mientras que busca su tarjeta para volver a poner en marcha el ascensor, dice: —Lesley no me dejó otra opción, no se callaba. —Por favor, le escucharé, pero abra esta m*****a puerta —responde jadeante y muy sofocada, tratando de contener su respiración. —¡UPSS! Tenemos un problema —comenta Robert, forzando