Al día siguiente la vida aburrida de Lesley continúa, es la misma rutina para ella todos los días; realizar reuniones, firmar contratos, revisar libros de nuevos autores, y lo más difícil conseguir ser la primera en el rankin editorial.
Sé que suena exagerado, pero ya no lo soporto más, tengo que encontrar una solución para ayudar a esta mujer, se me parte el alma de verla así de mal. Me destroza el corazón verla entrar con esa cara todas las mañanas, y lo que más me fastidia es que ella no consiga olvidarse de Bryan. Ese hombre ha sido un cretino todos estos años, estoy desesperado por solucionar sus problemas, aunque..., se me está ocurriendo una genial idea.
¡Ya lo tengo! Lo será ir a casa de Aurora tengo que hablar con ella. Aurora es la madre de Lesley, y creo que ella me puede llegar ayudar bastante en mi argucia.
Tengo la esperanza de que entre los dos llegaremos a una conclusión, y podremos preparar algo a lo grande sin que Lesley se entere, así se llevará una gran sorpresa; y aunque ponga mi vida en juego, pero merecerá la pena.
—Hola, Aurora soy Abraham. Me gustaría poder hablar con usted dentro de un rato, por que tengo un ratito libre —le comento cuando descuelga el teléfono.
—Hola, mi niño, claro que sí pasa por mi casa cuando quieras, estaré aquí todo el día —me respondió enseguida, ella sabe que cuando yo la llamo es por algo relacionado con Lesley.
Cuando terminamos de hablar, termino mis quehaceres en la empresa, y después le pido permiso a Lesley para ausentarme unas cuantas horas. No tengo que deciros que por su puesto me lo da y ya sabéis todos en que lo voy a aprovechar.
Me dirijo a casa de Aurora, ella es una mujer muy sofisticada, y en realidad tampoco quiere ver que su hija lo está pasando tan mal por culpa de Bryan. Después de dos horas de charlas ya sabemos que es lo que vamos a hacer, pero Aurora ha decidido dejar que sea yo quien ayude a su hija.
Para ayudarme a que Lesley reciba la gran sorpresa inesperada, me acaba de extender un cheque con treinta mil euros, para los primeros gastos.
Salgo de la casa lleno de satisfacción, con el cheque entre las manos y muy contento por el agrado de Aurora y su comprensión. Voy derecho a una compañía de viajes, en la cual, hago la reserva del vuelo y el hotel, para nada puedo dejar que me pille el toro.
Un poco más tarde y con todo organizado, regreso a la empresa y continuo con mi trabajo, llamo a todos los distribuidores y proveedores: y me encargo de comunicarles que, por primera vez en nuestras vidas, Lesley y yo vamos a coger quince días de vacaciones, por lo cual en su empresa; solo quedarán los servicios básicos.
Espero que las navidades de este año sean muy especiales para Lesley, ya que tengo el presentimiento de que todo irá genial, y espero que por lo menos ella encuentre algún hombre que la enamore de verdad esta vez. Reconozco que siento envidia y si soy solo un poquito franco con todos vosotros, yo tengo ya una edad en la que también espero encontrar el amor; o por lo menos algún morenote, o rubio que me mime los quince días que estemos de vacaciones.
Dos días después…
Espero a Lesley sentado en su escritorio, para intentar que no me mate cuando la de parte de la noticia. Yo mismo la he preparado, un café capuchino humeante, con poca azúcar, leche desnatada, en tacita pequeña y mucha espuma. Sé que son sus preferidos, ahora me toca rezar, y esperar a que llegue.
—Buenos días, amigui —la saludo, levantándome del sillón en cuanto la veo entrar en su oficina.
—Buenos días —me responde extrañada, con cara de no querer hoy muchos amigos—. ¿Abraham qué demonios haces tú aquí? —pregunta atónita, al saber que siempre la espero en mi mesa de trabajo.
—Traqui, tranqui. Amigui—respondo con una mano extendida hacia arriba en son de paz, mientras que con la otra tomo el café, para ofrecérsele—. Solo tengo que decirte… Que tengo una sorpresa super importante para ti —afirmo poniéndome en pie, para
poder comenzar a dar saltitos de alegría. Tratando de dar más emoción al asunto, y que alegre esa cara.
—En verdad, no quiero saberlo —comenta con poco entusiasmo.
Reconozco que, para mí cualquier cosa por muy pequeña que sea, es una buena noticia. Pero esta chica ya está pasándose, me tiene cansado, no se alegra con nada. Me acerco a ella, la abrazo muy fuerte, y cuando termino la pregunto con ironía:
—¡Hay amigui! ¿Cuándo vas a dejar de tener esa cara de lechuga mustia?
—No puedo dejar de pensar en él.
—Tienes que buscarte otro hombre, estoy seguro de que Bryan no te merecía. Ese hombre solo se ha reído de ti —comento, limpiándola una lágrima de su mejilla.
—Tienes que reconocer que estaba bueno. Y me enamoré de él perdidamente —me reclama suspirando, intentando serenarse para que su rímel no se corra.
Trato de sacar a Lesley de sus pensamientos, levanto su barbilla y digo:
—Esta noche tengo una sorpresa para ti.
—¿Cuál sorpresa? —pregunta sin ganas, al saber que no hay nada que celebrar—. Sabes que no tengo ganas, llevo casi dos meses sin dar bolo con pie.
—Pie con bolo —la corrijo enseguida.
—Bueno pues como se diga, no estoy en condiciones para pensar.
—Ya sé por dónde vas, y no aceptaré un no por respuesta. Viene un taxi a recogernos después de trabajar, y más te vale que me obedezcas y hagas todo lo que yo te diga.
—¿Me estás amenazando?
—No es una amenaza amigui —insisto frunciendo el ceño—. Por otro lado, tampoco te diría que no, pero sí que quiero que te lo tomes como una advertencia, o si no tendré que tomar medidas al respecto.
—¿Medidas al respecto? —me pregunta, un poco preocupada.
—Sí —afirmo, saliendo del despacho, para volver a mi trabajo.
—No puedo dar crédito a lo que mis oídos acaban de escuchar —la escucho decir señalando la puerta, con la palma de la mano extendida.
♥♥♥♥♥♥♥
Al cabo de unos segundos, sacude su cabeza, intentando dejar de pensar en la advertencia de su amigo. ¿Qué es lo que puede llegar a saber Abraham que ella no sepa? ¿Con qué la estará amenazando? Después de unos minutos, cuando enciende su ordenador, abre la carpeta de los e-mails y escucha los mensajes de su contestador automático, de ese modo la chica vuelve a la normalidad de su día a día.
Un día más su tremenda agenda está más apretada que nunca, hay varios escritores nóveles que intentan ponerse en contacto con ella.
—¡Mierda! Estoy colapsada por el trabajo —dice al darse cuenta, de que en Washington tiene otra conferencia a primeros de año, y todavía no la tiene preparada.
La mañana ha pasado y ni siquiera se ha dado cuenta. Una vez que regresaron de comer Abraham y ella, después de su mucho esmero en intentar sonsacar a su amigo; llegó a la conclusión de que es mejor esperar para ver qué es lo que tiene que pasar en la noche.
Con el paso de las horas la incertidumbre de Lesley va en aumento. Ella se pone en pie, y mira por la ventana. Puede apreciar que el sol ya se está escondiendo, y la incertidumbre de saber qué es lo que puede pasar está noche, no la ha dejado pensar en Bryan ni un solo segundo.
Una vez más intenta refugiarse en sí misma, recordando la última y desastrosa cena que mantuvo con su ex-novio.
—Bryan cariño, necesito hablar contigo, tengo que salir de viaje unos días —le dijo al sentarse en la mesa para cenar.
—¡Es odioso! Desde que has heredado esa dichosa editorial, no tenemos tiempo libre para nosotros —reclamó Bryan al instante.
—Cariño, no me digas eso —dijo Lesley, en un intento desesperado por convencerle, de que las cosas no eran así. Para ella todo seguía siendo como el primer día.
—No sé a qué estás jugando. Estoy cansado de llegar a casa, y ver que no estás... De tener que esperar a que llegues para poder cenar contigo. ¡Esa m*****a empresa terminará con lo nuestro!
Esas acusaciones llegaron al alma de Lesley, cada día era más pesado para ella escuchar y soportar a su novio. No tardaron en llegar sus lágrimas y en empantanar sus bonitos ojos grises.
Cuando terminó de limpiarse las lágrimas que rodaban por su cara se atrevió a preguntar:
—¿Bryan, por qué dices eso?
—Olvídalo, lo mejor será que me vaya de aquí —respondió poniéndose en pie.
Lesley enseguida le acompañó en su empeño por buscar la americana, pero; ella la vio primero y se abalanzó sobre ella.
—Pero... ¿Qué haces? ¿Estás loca? —preguntó Bryan, al verla tan desesperada.
—Bryan no quiero que te vayas, no puedes dejarme sola —le reprochó, mientras tiraba de la chaqueta.
Bryan esperó hasta que soltó la chaqueta, después se la puso y se acercó a la puerta. Tras ver la cara de desesperación, sus ojos llorosos y presentir que la chica tenía mucho miedo al quedarse sola; antes de salir de la casa, con el pomo de la puerta entre las manos, decidió decir su última palabra:
—Lo siento Lesley. Pero esto se ha terminado.
El ruido de la puerta de su oficina hace que Lesley pierda la concentración de golpe, y al darse la vuelta se da cuenta de que se trata de Abraham.
♥♥♥♥♥♥
—¿Estás preparada para esta noche? Espero que hayas terminado ya por hoy. Queda menos de una hora para empezar a pasarlo bien —irrumpo sin llamar a la puerta.
—Dime de qué se trata, te lo suplico —me insiste, llena de intriga, con sus manos entrelazadas.
—¡Amiguiiii! Soy un chico con mucha suerte —la digo saliendo de la oficina, cuando escucho que el teléfono de mi mesa está sonando.
Sé que acabo de dejarla con la palabra en la boca, he tenido mucha suerte así no me podrá reclamar nada, y estoy seguro que para cuando lo haga, ya se la habrá pasado el cabreo que seguramente debe de tener por mi culpa.
Lesley le ve marchar, se ha dado cuenta de que su amigo no tiene remedio, y está vez se ha salvado por la campana como se suele decir. —Está claro que hoy no es mi mejor día —comenta decepcionada al no haber obtenido ningún tipo de información—. Editorial bella letra. Dígame que desea —responde viendo a su amigo marchar de la oficina. —Hola, pocholita mía. —Mamááá. Haz el favor de no llamarme así, estoy en la oficina —responde avergonzada, mirando hacia los lados por si a alguien le da por entrar. —De acuerdo Lesley. Perdóname hija, solo quería saber cómo te encuentras —explica su madre, siguiéndola la corriente para que se la pase el cabreo. —Pues no muy bien, ya sabes… —responde pensativa—. No puedo dejar de pensar en Bryan mamá —termina por reconocer. —Hija tienes que pasar página, no puedes hundirte en tus recuerdos. Mientras Lesley y su madre continúan hablando sin cesar, Abraham adelanta su trabajo y confirma que ha anulado todas las citas de los siguientes días de
Que felicidad siento, cuando veo que ya estamos subidos al avión con destino a Hawái. Sentados cada uno en su asiento, presiento que Lesley está un poco más relajada, ella mira por la pequeña ventanilla tratando de entretenerse un rato. La conozco muy bien y sé que piensa que esto no será una buena idea, pero como cuento con el apoyo de su madre no hay vuelta atrás, y se va a tener que aguantar. Llevamos tres largas horas de viaje, y no hemos cruzado ni una sola palabra, supongo que está muy enfadada conmigo por que no ha dejado de mirar su móvil en todo el trayecto que llevamos menos mal que ya llevamos la mitad del viaje. Lo sé porque hay dos señoritas repartiendo bebida y comida con unos carritos por mitad del avión, cuando una de ellas llega a nuestra altura, nos pregunta si deseamos tomar algo, aunque sea un aperitivo. —No, muchas gracias —responde Lesley, devolviendo la mirada a su teléfono. —Dos sándwiches mixtos, y dos botellitas de agua; una normal y la otra con gas, p
Al entrar en el salón, se encuentra con un montón de personas que seguramente ellos también estén hospedados, en el hotel. Sin dejar de mirar el salón de fiestas, camina despacio observando la decoración navideña que para ella es maravillosa. Salta a la vista que los decoradores han tenido un gusto exquisito y muy elegante. Ahí adentro hay millones de luces de colores que no dejan de parpadear, parecen luciérnagas iluminando la sala por todos los rincones. A su derecha hay un pino de navidad que es enorme, mide casi los dos metros de altura. Es tan grande que lleva muchos metros de lazo rojo y verde enrollados en él con delicadeza, para decorarle, aparte de pequeñas bolas de cristal, y otra clase de adornos pequeñitos que cuelgan de sus ramas. Lesley comprende que es indiferente en esa sala, nadie la reconoce y por una vez en su vida, siente que se ha desprendido de su trabajo. A pesar del alcohol que la acompaña corriendo por sus venas, se siente libre. Desde un pequeño escena
Robert la mira sorprendido por su descuido, ni siquiera sabe cómo han llegado hasta el séptimo piso. Pero de lo que sí se ha dado cuenta, es de que Lesley se está partiendo de la risa. —¡Hay mi madre!, esto es de locos —comenta Robert, pulsando el botón número cinco, para bajar las dos plantas. La puerta vuelve a abrirse, y Robert vuelve a tirar de la cintura de Lesley para que camine. Cuando la puerta se cierra, ella intenta caminar en línea recta, pero no lo consigue; le pesa tanto su propio cuerpo que comienza a dar traspiés, hasta que se para en seco sujetándose contra la pared. Unos segundos después, intenta caminar y consigue dar unos cuantos pasitos, hasta que sus ojos se llenan de lágrimas, y los recuerdos con Bryan la hacen desplomarse de nuevo al suelo. «¡Ay mi Dios! Esto ya no es normal» piensa Robert, mientras se sienta a su lado en el suelo. —Venga no se ponga así. Señorita deje de llorar, solo necesita descansar. Lesley se limpia la cara, y acomoda su cabeza
La puerta suena, Lesley va y la abre enseguida, pensando que se puede tratar de Abraham. —Buenos días, aquí tiene su desayuno —dice el camarero, entrando con el carrito sin dejar de mirar al suelo, para no parecer indiscreto. Lesley se queda petrificada, al ver quién es el camarero. Al pronto no sabe de quien se trata, pero en solo unos segundos ya sabe quién es. No puede creerlo que sea él, y que lo esté recibiendo con tan solo una toalla enrollada en su cuerpo. —Muchas gracias… —responde avergonzada, apretando sus manos a ella para que no se le caiga al suelo. —Se lo dejo aquí. Será mejor que me vaya —contesta el chico, al recordarla en el escenario, en el ascensor, en el pasillo. Robert lo está pasando fatal, verla anoche tan indefensa, frágil y perdida consigo misma, no fue un plato de buen gusto, pero lo de hoy supera su fuerza de voluntad. Está increíblemente sexy con el cabello mojado, y esas pequeñas gotas de agua que adornan sus hombros y su escote. —Buenos días caball
Veo como Lesley regresa a la mesa, mi curiosidad se hace muy extrema, al ver que se ha dado la vuelta dos veces para mirar a Robert. Y no me extraña que le guste ese hombre, aparte de ser muy guapo, está tremendamente muy bueno, se ve que se machaca cada día en el gimnasio. Y para el colmo de todos los males, la rescató de su soledad anoche mismito. Si no hubiese sido por él, mi amiga no hubiese llegado a la habitación. Ya no puedo más con está intriga estoy deseando enterarme de todo, pero prefiero no hacer muchas preguntas, ya bastante tuve anoche con tener que abrirla la puerta. Lesley se confundió de número de habitación, y no me quedó otra que tener que despertarme, puesto que no la iba a dejar tirada en ese pasillo. Pedimos algo de cena, y no sé qué más maravillas tenga este hotel, pero os juro que todos los camareros son guapísimos, quizás sea que los morenos me ponen, pero jobar es que están... “De toma pan y moja”. Después de haber cenado casi en silencio, cuando ya estamo
Lesley primero se da una ducha y después también se pone el pijama y se mete en la cama; está tan cansada que cierra sus ojos y se queda dormida. A la mañana siguiente, se despierta más animada que nunca, hasta el punto de que se da una ducha muy rápida, para retirar de su cuerpo ese olor mañanero que nos acompaña cuando estamos recién despiertos. Después se viste, y va en busca de su amigo Abraham.—Buenos díassss. Venga, ¿qué haces todavía dormido? Pensé que ya estarías despierto —insiste Lesley entrando en la habitación de Abraham, con la esperanza de que se espabile y vuelvan a irse de compras. —Estoy tan cansado de la caminata de ayer, que se me pegaron las sábanas —responde Abraham adormilado, estirando su cuerpo.—¡Pues despierta!, que se supone que me has secuestrado para estar por ahí todo el día, no para estar encerrada en un hotel —comenta mientras le ve entrar al baño.Mientras tanto ella se asoma por el balcón de la ha
A la mañana siguiente un rayito pequeño de sol que entra por la ventana, calienta suavemente la mejilla de Lesley, al ver que el sol ya se cuela por su ventana, cuando abre un poco más sus ojos, y se estira dentro de la cama. Espabilándose un poquito llama a su madre, está tan contenta en Hawái, que quiere darle las gracias y desearle que tenga felices pascuas, pues esta noche es la noche de santa Claus. En su casa todos los años se ha celebrado, se reunían toda la familia, y como de costumbre siempre se asaba un pavo en el horno. Cuando terminan de hablar por teléfono mira la hora y, para una ejecutiva como ella ya es demasiado tarde. Son casi las diez de la mañana, se levanta de la cama y se da una ducha muy rápida y va a buscar a Abraham. ♥♥♥♥♥♥ Escucho que alguien me golpea la puerta, soñoliento y con los ojos medio cerrados por la claridad del día, me levanto de la cama a duras penas y voy a abrir la puerta. —Amigui, no estoy de humor hoy. Estoy muy cansado tengo mucho