Veo como Lesley regresa a la mesa, mi curiosidad se hace muy extrema, al ver que se ha dado la vuelta dos veces para mirar a Robert. Y no me extraña que le guste ese hombre, aparte de ser muy guapo, está tremendamente muy bueno, se ve que se machaca cada día en el gimnasio. Y para el colmo de todos los males, la rescató de su soledad anoche mismito. Si no hubiese sido por él, mi amiga no hubiese llegado a la habitación. Ya no puedo más con está intriga estoy deseando enterarme de todo, pero prefiero no hacer muchas preguntas, ya bastante tuve anoche con tener que abrirla la puerta. Lesley se confundió de número de habitación, y no me quedó otra que tener que despertarme, puesto que no la iba a dejar tirada en ese pasillo. Pedimos algo de cena, y no sé qué más maravillas tenga este hotel, pero os juro que todos los camareros son guapísimos, quizás sea que los morenos me ponen, pero jobar es que están... “De toma pan y moja”. Después de haber cenado casi en silencio, cuando ya estamo
Lesley primero se da una ducha y después también se pone el pijama y se mete en la cama; está tan cansada que cierra sus ojos y se queda dormida. A la mañana siguiente, se despierta más animada que nunca, hasta el punto de que se da una ducha muy rápida, para retirar de su cuerpo ese olor mañanero que nos acompaña cuando estamos recién despiertos. Después se viste, y va en busca de su amigo Abraham.—Buenos díassss. Venga, ¿qué haces todavía dormido? Pensé que ya estarías despierto —insiste Lesley entrando en la habitación de Abraham, con la esperanza de que se espabile y vuelvan a irse de compras. —Estoy tan cansado de la caminata de ayer, que se me pegaron las sábanas —responde Abraham adormilado, estirando su cuerpo.—¡Pues despierta!, que se supone que me has secuestrado para estar por ahí todo el día, no para estar encerrada en un hotel —comenta mientras le ve entrar al baño.Mientras tanto ella se asoma por el balcón de la ha
A la mañana siguiente un rayito pequeño de sol que entra por la ventana, calienta suavemente la mejilla de Lesley, al ver que el sol ya se cuela por su ventana, cuando abre un poco más sus ojos, y se estira dentro de la cama. Espabilándose un poquito llama a su madre, está tan contenta en Hawái, que quiere darle las gracias y desearle que tenga felices pascuas, pues esta noche es la noche de santa Claus. En su casa todos los años se ha celebrado, se reunían toda la familia, y como de costumbre siempre se asaba un pavo en el horno. Cuando terminan de hablar por teléfono mira la hora y, para una ejecutiva como ella ya es demasiado tarde. Son casi las diez de la mañana, se levanta de la cama y se da una ducha muy rápida y va a buscar a Abraham. ♥♥♥♥♥♥ Escucho que alguien me golpea la puerta, soñoliento y con los ojos medio cerrados por la claridad del día, me levanto de la cama a duras penas y voy a abrir la puerta. —Amigui, no estoy de humor hoy. Estoy muy cansado tengo mucho
El ascensor, se para de golpe y Lesley comienza a ponerse muy nerviosa. Su corazón no puede dejar de acelerarse con cada uno de sus latidos, con la mano puesta en el pecho tratando de que se calme, al ver que no lo consigue su respiración se vuelve agitada, provocándola un ataque de pánico y ansiedad al mismo tiempo. Robert no puede dejar de mirarla, ella parece perder toda su autoestima, volviéndose una persona indefensa. —Por favor ponga esto en marcha, déjeme salir de aquí —suplica con la respiración entrecortada, tratando de buscar la forma de mantener la calma. Robert se da cuenta de la ansiedad que la entra de golpe al verse encerrada en un espacio tan pequeño, y mientras que busca su tarjeta para volver a poner en marcha el ascensor, dice: —Lesley no me dejó otra opción, no se callaba. —Por favor, le escucharé, pero abra esta m*****a puerta —responde jadeante y muy sofocada, tratando de contener su respiración. —¡UPSS! Tenemos un problema —comenta Robert, forzando
«Vaya discusión que traen estos dos» pienso para mí al verlos llegar de esas maneras. Cruzo el pasillo y llamo con suavidad a la puerta de Lesley, está tan cabreada que no quiero ser yo quien pague los platos rotos. —¡Vete! No quiero verte más —la escucho gritar, desde el pasillo. —Lesley, querida... ¿Quieres abrirme? Por favor —Estoy tan preocupado por ella que, casi le suplico desde el otro lado de la puerta. —Dame un segundo, solo eso. No quiero que me veas así —responde, creo que desde el baño, supongo que estará lavándose la cara, para refrescarse un poco. —Cariño soy gay, no voy a fijarme en ti por muy mona que estés. —Pasa y siéntate —me pide, tirando de mí para poder cerrar la puerta. —¿Qué ha sucedido? Ya puedes empezar a contarme lo que te haya hecho ese hombre. —le digo, cuestionando si debo o no, llamarle animal a Robert, aunque conociendo a Lesley puede que solo se trate de uno de sus berrinches. Yo la quiero mucho, pero hay veces que se comporta como una niña peq
A medida que va transcurriendo la noche la tensión que existía entre ellos se va esfumando. La pareja va pasando del odio al amor entre broma y broma, para conocerse mejor. Lesley no para de sonreír, y Robert parece que está hipnotizado, no puede dejar de mirarla, le están volviendo loco sus ojos grises, y ese cabello rubio a media melena con los rizos descolocados; le está dejando sin aliento. Cuando terminan de cenar, Robert invita a Lesley a dar un paseo. Llegan a uno de los jardines del hotel, y ella queda impresionada, en él hay más de cien clases de flores diferentes y todas exóticas. El entusiasmo navideño de Robert, se nota mucho cada vez que le enseña a Lesley, alguno de los detalles que adornan el lugar. Le pone todas las ganas del mundo, por explicarla el significado que tienen para él, todas las cosas que hay en su hotel. Desde los jardines, hasta la última piedra que hay instalada. —Es todo muy bonito, quién lo haya decorado lo hizo genial —comenta Lesley, mirando un
Sin decir nada a nadie, Robert se alejó por un momento de Lesley e hizo una llamada telefónica, cuando terminó guardó su teléfono en la chaqueta de su traje y fue a buscar a Lesley de nuevo. Cogida por la mano, Lesley se dejó llevar hasta la puerta del hotel, y allí les esperaba un coche. Había un hombre mayor esperándoles a los dos, el señor abrió la puerta enseguida, para que Lesley y Robert subieran y al cabo de unos veinticinco minutos paró. Robert se bajó, y corriendo se dirigió a la puerta de Lesley para ayudarla a salir. El chofer les había llevado a un edificio no muy grande pero muy coqueto, Robert la volvió a rodear por la cintura y tiró de ella hasta que llegaron a la puerta. —¿Dónde estamos? —pregunta Lesley, boquiabierta, mirando a su alrededor. En realidad, todo es tan bonito que la encanta. —En mi casa, hoy tomaremos la última copa aquí asegura Robert muy decidido, cogiéndola por la mano para que esté más segura. Robert abre la puerta, pasa el primero y enciende
Robert la baja de sus hombros, la coloca en el suelo, y la sostiene entre sus brazos, para que no caiga por la debilidad que tiene. Lesley entierra su cara en el pecho, mientras siente que las yemas de los dedos de Robert rozar su espalda con delicadeza. —Vamos —asegura Robert, acunándola entre sus brazos para echarla en su cama. Lesley asiente, y se deja llevar. Parece que al final Robert se ha hecho el dueño de la situación, y vuelve a besar a Lesley. Pareciera que él lleva el control de todo, hasta que ella se da la vuelta y se coloca a horcajadas encima de Robert. Comienza a rozar su sexo contra el de Robert. Sus caderas se mueven al mismo ritmo, y sus respiraciones se vuelven aceleradas, hasta que consiguen que sus gemidos se alternen entre sí. Lesley se coloca y hace que Robert entre en ella, con las manos puestas en su trasero la hace acelerar el ritmo. Con el contoneo tan efusivo que tienen sus caderas, consiguen llegar al clímax en solo unos pocos minutos. Cuando termin