La vida de Lesley no ha mejorado mucho, desde la muerte de su pobre padre.
Hace un año exacto de su fallecimiento, para ella no ha sido nada fácil haber heredado la gran editorial. Pero poco a poco, y con el tiempo ha conseguido hacerse con el manejo de la empresa, y por el momento ha logrado llevar al primer lugar la editorial, y a día de hoy es la mejor que hay.
Hace poco más de un mes tenía una relación amorosa con Bryan, (su novio). Ellos dos llevaban juntos desde que tenían quince años, se conocieron en clase y, desde entonces habían sido inseparables el uno del otro. Hasta que, por cuestiones de trabajo, la cosa empezó a empeorar entre ellos y a Bryan se lo ocurrió la genial idea de terminar su relación con Lesley.
Y así está esta chica ahora, llorando por los rincones. Aunque, Bryan no hacía mucho por Lesley, para ella era un apoyo; con el que poder soportar todo lo que estaba viviendo. Desde que la dejó, su vida se ha vuelto realmente complicada, llevar una empresa de tanto nivel, no la deja casi nada de tiempo libre; ni para ella, ni para el amor.
—Lesley. —Escucha, al descolgar su teléfono, adormilada.
—¿Qué quieres ahora? —pregunta, con los ojos pegados, pensando que es domingo.
—Querida, queridaaaa. Despierta hoy es lunes y tienes una reunión muy importante, de eso depende nuestro futuro.
—¡Ooooh, noo, noo, noo! No puede ser, ¡maldita sea! —espeta, saliendo de la cama—. Otra vez se me olvidó que tenía una conferencia con Estados unidos —comenta, cabreada con ella misma colgando el teléfono, mientras se desprende del pijama.
Rosse, la chica filipina que tiene para que desempeñe las tareas del hogar, la escucha quejarse desde la sala de estar. Rosse, mira la hora en su reloj y corre para ayudarla.
—Otra vez la señora se quedó dormida —va murmurando por el pasillo.
—Ayúdame a encontrar algo que ponerme en condiciones —comenta Lesley muy nerviosa rebuscando dentro de su vestidor—. Rosse por favor date prisa —insiste, al verla parada de pie en su cuarto, y mirándola con las manos colocadas en las caderas.
—Señora. No puede seguir con este ritmo de vida, tiene que descansar —dice entrando en el vestidor, para ayudarla a encontrar un buen traje.
Cuando ya lo tiene se lo entrega, y Lesley se viste con el. Se trata de una falda color morada, y su chaqueta de mangas francesas a juego, combinada con una blusa de seda, de color turquesa y unos zapatos a juego del mismo color.
Ya sé que todos os estaréis preguntando cómo será Lesley. ¡Ya voy…! ¡Ya voy! En primer lugar, quiero presentarme: me llamo Abraham, he sido su mano derecha desde siempre, pero cuando Bryan la dejó abandonada; las cosas empeoraron y desde entonces yo tampoco he tenido descanso, no hago otra cosa más que cuidar de ella.
Y otra cosilla que se me viene a la mente, si os preguntáis que cómo sé que se ha quedado dormida y por qué la he llamado para que se despierte; en una noche de confesiones en contra de su novio, la instalé una camarita en su cuarto, solo para verla dormir.
A ver curiosos, antes de que me reclaméis por ello, he de decir que la puse en su mesita de noche, directita a su carita angelical, no quiero que penséis que soy un depravado sexual; ni que mis intenciones con ella van más allá. De hecho, soy gay y mi instinto femenino, ha sido el que me ha ayudado a instalar esa cámara. Y nos está ayudando un montón a los dos, a ella para no quedarse dormida, y a mí para poder ayudarla.
Y... ahora sí, comencemos. Lesley es la persona más maravillosa que conozco, y mi mejor amigui desde hace muchos años. Es una chica un tanto peculiar, muy reservada, tímida, y un poco excéntrica. Y... Sí os digo la verdad, ya me gustaría a mí que me gustaran las chicas, por qué entonces ella sería mi razón de vivir. Su cabello es dorado, tiene una silueta perfecta y sus ojos son completamente grises, ¡es guapa a rabiar!
Con esos ojazos que tiene es capaz de desconcentrar a todos los hombres de la oficina, desde mi mesa puedo verla llegar. La muy perra es super sexy, todos los días cuando camina, va hasta su despacho moviendo su pequeña cinturita de avispa. Menea tanto ese pequeño traserito respingón, que ni yo la quito el ojo de encima, hasta que cierra la puerta.
Aunque os confieso, que hay días que también espero que baje las persianas de sus cristaleras, para aislarse en ella. Definitivamente si fuese mujer quisiera ser igualita que ella.
—Abraham deja ya de soñar, quiero que me traigas todos los informes de los libros vendidos de este mes —escucho al descolgar el teléfono.
—Dame cinco minutos, y estoy contigo jefecita.
—No me llames jefecita, eso daría la voz de alarma en la empresa, y quiero que todos mis empleados me sigan respetando —me reclama, con su dulce vocecilla.
Después de colgar el teléfono, me pongo manos a la obra en mi trabajo; busco todos los informes que me solicitó Lesley, y me aproximo a la puerta de su oficina.
—¡Quieres pasar! Por favor, puedo ver la sombra de tus pies por debajo de la puerta —escucho que me grita, antes de que, ni siquiera hubiese tocado la puerta.
—¡Oh sí!, por supuesto —respondo con el pomo entre mis manos, a la vez que miro su carita de angustia.
—Venga termina de cerrar y siéntate. Hoy tengo muchas prisas. ¿Acaso has olvidado mi conferencia?
—No Lesley, aquí tienes tus papeles, sabes que siempre estaré aquí para ayudarte.
—Perdona Abraham. No es mi mejor día, esta noche no pude descansar casi nada, y encima hoy me quedé dormida.
—Jefecita… Perdón Lesley —corrijo al ver su ceño fruncido—. Yo creo que debes relajarte y salir un poco de este trabajo —trato de explicarla, para que sepa que estoy ahí y qué sé lo que está sufriendo.
—¿Y qué pretendes que haga? —me pregunta ella extrañada.
La miro y por la forma de su cara me da a entender que no se siente para nada bien, me da demasiada lástima ver así a mi amiga. Al no saber que hacer me pongo en pie y camino para colocarme por detrás de ella, con las manos en sus hombros comienzo a masajeárselos, con la esperanza de que se relaje, aunque solo sea un poco.
—Estás demasiado tensa, y seamos aún más sinceros, me preocupa tu estado de ánimo. Desde hace algún tiempo se te ve muy desmejorada, sé que estás muy cansada, y creo que necesitas unas vacaciones —termino por decirla, intentando que comprenda que debe desconectar de su trabajo.
Lesley gira la cabeza, mira hacia atrás y, busca mis ojos. Creo que sabe que todo lo que hago, lo hago por su bien, pero la muy incrédula se está riendo de mí, es tan consciente de ello que se pone de pie, me da un abrazo y me susurra al oído:
—Por Dios, ¿quieres terminar de despertarte hoy?
No la aguanto más, su desconfianza en mí, y sus pocas ganas de vivir me cabrean tanto que lo único que hago es callarme. Sin dejar de mirarla a la cara, me agarro de los pelos de la cabeza, y termino por contestarla:
—¿En serio? Sabes que te mereces unas vacaciones, ¿Qué te parece si nos vamos juntos?
—De eso nada, es navidad y quiero pasarlas con toda mi familia, quítate esas ideas de la cabeza.
—Sé que tu hermosa madre no dirá nada, y estoy seguro que tus hermanos podrán acompañarla en todo momento —la suplico de rodillas en el suelo, intentando que me dé su aprobación.
—¡Qué te he dicho que no!
—Please, please, please… ¡Ayy…! Amigui, ¡eres… Una amarga vacaciones!
—Te he dicho que no, deja ya este jueguecito —me replica descruzando los dedos de mis manos para que no siga suplicándola.
Lesley, empieza a recoger sus carpetas con toda la documentación sobre sus libros, a pesar de sus prisas sé que no será capaz de pasar por alto, mi cara de enfado contra ella. Una vez que tiene toda la pila de documentos entre sus manos, me mira y pongo mi mejor cara de animalillo desvalido. Sin poder resistirlo, por qué lo sé, que a esa cara no se resiste, se acerca a mí, se acuclilla a mi lado y me dice:
—¡Me encantas mariquita! Ya sabes que eres mi mejor amigo, y no tengo a nadie más a quien llorar mis desdichas, pero también sabes qué, aunque te quiera, no puedo pasar por alto esa tremenda locura tuya.
Al día siguiente la vida aburrida de Lesley continúa, es la misma rutina para ella todos los días; realizar reuniones, firmar contratos, revisar libros de nuevos autores, y lo más difícil conseguir ser la primera en el rankin editorial. Sé que suena exagerado, pero ya no lo soporto más, tengo que encontrar una solución para ayudar a esta mujer, se me parte el alma de verla así de mal. Me destroza el corazón verla entrar con esa cara todas las mañanas, y lo que más me fastidia es que ella no consiga olvidarse de Bryan. Ese hombre ha sido un cretino todos estos años, estoy desesperado por solucionar sus problemas, aunque..., se me está ocurriendo una genial idea. ¡Ya lo tengo! Lo será ir a casa de Aurora tengo que hablar con ella. Aurora es la madre de Lesley, y creo que ella me puede llegar ayudar bastante en mi argucia. Tengo la esperanza de que entre los dos llegaremos a una conclusión, y podremos preparar algo a lo grande sin que Lesley se entere, así se llevará una gran sorpr
Lesley le ve marchar, se ha dado cuenta de que su amigo no tiene remedio, y está vez se ha salvado por la campana como se suele decir. —Está claro que hoy no es mi mejor día —comenta decepcionada al no haber obtenido ningún tipo de información—. Editorial bella letra. Dígame que desea —responde viendo a su amigo marchar de la oficina. —Hola, pocholita mía. —Mamááá. Haz el favor de no llamarme así, estoy en la oficina —responde avergonzada, mirando hacia los lados por si a alguien le da por entrar. —De acuerdo Lesley. Perdóname hija, solo quería saber cómo te encuentras —explica su madre, siguiéndola la corriente para que se la pase el cabreo. —Pues no muy bien, ya sabes… —responde pensativa—. No puedo dejar de pensar en Bryan mamá —termina por reconocer. —Hija tienes que pasar página, no puedes hundirte en tus recuerdos. Mientras Lesley y su madre continúan hablando sin cesar, Abraham adelanta su trabajo y confirma que ha anulado todas las citas de los siguientes días de
Que felicidad siento, cuando veo que ya estamos subidos al avión con destino a Hawái. Sentados cada uno en su asiento, presiento que Lesley está un poco más relajada, ella mira por la pequeña ventanilla tratando de entretenerse un rato. La conozco muy bien y sé que piensa que esto no será una buena idea, pero como cuento con el apoyo de su madre no hay vuelta atrás, y se va a tener que aguantar. Llevamos tres largas horas de viaje, y no hemos cruzado ni una sola palabra, supongo que está muy enfadada conmigo por que no ha dejado de mirar su móvil en todo el trayecto que llevamos menos mal que ya llevamos la mitad del viaje. Lo sé porque hay dos señoritas repartiendo bebida y comida con unos carritos por mitad del avión, cuando una de ellas llega a nuestra altura, nos pregunta si deseamos tomar algo, aunque sea un aperitivo. —No, muchas gracias —responde Lesley, devolviendo la mirada a su teléfono. —Dos sándwiches mixtos, y dos botellitas de agua; una normal y la otra con gas, p
Al entrar en el salón, se encuentra con un montón de personas que seguramente ellos también estén hospedados, en el hotel. Sin dejar de mirar el salón de fiestas, camina despacio observando la decoración navideña que para ella es maravillosa. Salta a la vista que los decoradores han tenido un gusto exquisito y muy elegante. Ahí adentro hay millones de luces de colores que no dejan de parpadear, parecen luciérnagas iluminando la sala por todos los rincones. A su derecha hay un pino de navidad que es enorme, mide casi los dos metros de altura. Es tan grande que lleva muchos metros de lazo rojo y verde enrollados en él con delicadeza, para decorarle, aparte de pequeñas bolas de cristal, y otra clase de adornos pequeñitos que cuelgan de sus ramas. Lesley comprende que es indiferente en esa sala, nadie la reconoce y por una vez en su vida, siente que se ha desprendido de su trabajo. A pesar del alcohol que la acompaña corriendo por sus venas, se siente libre. Desde un pequeño escena
Robert la mira sorprendido por su descuido, ni siquiera sabe cómo han llegado hasta el séptimo piso. Pero de lo que sí se ha dado cuenta, es de que Lesley se está partiendo de la risa. —¡Hay mi madre!, esto es de locos —comenta Robert, pulsando el botón número cinco, para bajar las dos plantas. La puerta vuelve a abrirse, y Robert vuelve a tirar de la cintura de Lesley para que camine. Cuando la puerta se cierra, ella intenta caminar en línea recta, pero no lo consigue; le pesa tanto su propio cuerpo que comienza a dar traspiés, hasta que se para en seco sujetándose contra la pared. Unos segundos después, intenta caminar y consigue dar unos cuantos pasitos, hasta que sus ojos se llenan de lágrimas, y los recuerdos con Bryan la hacen desplomarse de nuevo al suelo. «¡Ay mi Dios! Esto ya no es normal» piensa Robert, mientras se sienta a su lado en el suelo. —Venga no se ponga así. Señorita deje de llorar, solo necesita descansar. Lesley se limpia la cara, y acomoda su cabeza
La puerta suena, Lesley va y la abre enseguida, pensando que se puede tratar de Abraham. —Buenos días, aquí tiene su desayuno —dice el camarero, entrando con el carrito sin dejar de mirar al suelo, para no parecer indiscreto. Lesley se queda petrificada, al ver quién es el camarero. Al pronto no sabe de quien se trata, pero en solo unos segundos ya sabe quién es. No puede creerlo que sea él, y que lo esté recibiendo con tan solo una toalla enrollada en su cuerpo. —Muchas gracias… —responde avergonzada, apretando sus manos a ella para que no se le caiga al suelo. —Se lo dejo aquí. Será mejor que me vaya —contesta el chico, al recordarla en el escenario, en el ascensor, en el pasillo. Robert lo está pasando fatal, verla anoche tan indefensa, frágil y perdida consigo misma, no fue un plato de buen gusto, pero lo de hoy supera su fuerza de voluntad. Está increíblemente sexy con el cabello mojado, y esas pequeñas gotas de agua que adornan sus hombros y su escote. —Buenos días caball
Veo como Lesley regresa a la mesa, mi curiosidad se hace muy extrema, al ver que se ha dado la vuelta dos veces para mirar a Robert. Y no me extraña que le guste ese hombre, aparte de ser muy guapo, está tremendamente muy bueno, se ve que se machaca cada día en el gimnasio. Y para el colmo de todos los males, la rescató de su soledad anoche mismito. Si no hubiese sido por él, mi amiga no hubiese llegado a la habitación. Ya no puedo más con está intriga estoy deseando enterarme de todo, pero prefiero no hacer muchas preguntas, ya bastante tuve anoche con tener que abrirla la puerta. Lesley se confundió de número de habitación, y no me quedó otra que tener que despertarme, puesto que no la iba a dejar tirada en ese pasillo. Pedimos algo de cena, y no sé qué más maravillas tenga este hotel, pero os juro que todos los camareros son guapísimos, quizás sea que los morenos me ponen, pero jobar es que están... “De toma pan y moja”. Después de haber cenado casi en silencio, cuando ya estamo
Lesley primero se da una ducha y después también se pone el pijama y se mete en la cama; está tan cansada que cierra sus ojos y se queda dormida. A la mañana siguiente, se despierta más animada que nunca, hasta el punto de que se da una ducha muy rápida, para retirar de su cuerpo ese olor mañanero que nos acompaña cuando estamos recién despiertos. Después se viste, y va en busca de su amigo Abraham.—Buenos díassss. Venga, ¿qué haces todavía dormido? Pensé que ya estarías despierto —insiste Lesley entrando en la habitación de Abraham, con la esperanza de que se espabile y vuelvan a irse de compras. —Estoy tan cansado de la caminata de ayer, que se me pegaron las sábanas —responde Abraham adormilado, estirando su cuerpo.—¡Pues despierta!, que se supone que me has secuestrado para estar por ahí todo el día, no para estar encerrada en un hotel —comenta mientras le ve entrar al baño.Mientras tanto ella se asoma por el balcón de la ha