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CAPÍTULO III NO SE PUEDE ENGAÑAR AL DESTINO

— Por favor, por favor, juro que seré tu esclava un mes, si así me lo pides, haré todas tus tareas; pero di que sí — suplicaba la joven morena juntando sus manos a la altura de su rostro para reforzar su súplica.

— No es necesario que hagas nada por mí; pero no puedo, ya te lo he dicho — respondió Milen con calma.

— No me lo tomes a mal, Katy; pero sé que no tienes planes y estoy segura de eso porque yo siempre te pido que salgas — señaló su amiga.

— ¿Quién dice que no? — reclamó la joven — voy a preparar bocadillos para llevar a la casa de ancianos.

— Me dejas de lado por una bola de vejestorios — su amiga torció el gesto, indignada.

— No digas eso, se los prometí, los pobres ya tienen bastante con ser abandonados en ese lugar por su propia familia, como para que venga yo y les mienta — Milen habló con toda seguridad.

— Oye, te prometo que te acompañaré y llevaremos pastelitos para que coman hasta que entren en coma diabético; pero por favor ayúdame — el gesto de la morena se volvió más serio — Fue una suerte que consiguiera un evento como este. Miguel se enfermó y no podrá ayudarme — dejo salir con fuerza el aire por la nariz, la desesperación se abrió espacio en su rostro — me está superando, estoy asustada, es un evento muy importante.

— ¿De qué se trata? — Milen mostró interesante el repentino deje de desesperación de su amiga. Ella era siempre tan despreocupada, jovial, alegre, parecía que nada podía descomponer su vivaz personalidad, que al verla tan estresada no pudo dejar de sentir preocupación por ella.

— Es el cumpleaños de uno de los hombres más poderosos e influyentes del mundo, bueno, no, ese es su sobrino, ese señor digamos que de un cuarto del mundo — explicó con pícara diversión.

— ¿Un cumpleaños? — inquirió Milen recelosa — ¿te pones así por un simple cumpleaños? — para ella esa festividad había perdido toda emoción, el único cumpleaños que había festejado en su vida fue junto a Itzam y eso fue suficiente para que repudiara los cumpleaños, no volvería a festejar su cumpleaños nunca más en la vida, estaba determinada, a decir verdad, ninguna de las experiencias que compartió con Itzam, eran atractivas para ella ahora. No podía evitar que se lo recordaran y recordarlo, no había más que la daga que cargaba enterrada en su corazón se hundiera cada vez más, provocando un dolor indescriptible que la dejaba hasta sin aliento, así que no, definitivamente, no quería revivir aquellos momentos junto a él.

Lo odiaba, por engañarla y burlarse de ella; pero lo odiaba aún más por hacerle repudiar todas las cosas que para ella alguna vez significaron ilusión, alegría, emoción y se odiaba aún más a ella misma por permitírselo, por no ser capaz de superarlo y sacar de su corazón esa chispa apenas tenue de amor que aún sentía por él.

<< ¿Cómo se puede amar a alguien que te ha hecho tanto daño?>> se preguntaba una y mil veces. Sin obtener respuesta.

— Por favor — suplicó una vez más su amiga — Si todo va bien, con suerte podré conseguir más eventos como este, dejan bastante ganancia y sabes que lo necesito — Milen frunció el ceño ante el evidente chantaje de su amiga; pero no podía negar que era verdad. Tenía que costear sus gastos y mantener buenas notas para conservar su beca, era todo un desafío.

— Está bien, te ayudaré, solo a decorar, es tu evento, tus platillos, ¿estamos? — la morena saltó de alegría.

— Gracias, gracias, compartiré el botín contigo — afirmo con complicidad.

— No es necesario, no necesito el dinero, además recuerda que prometiste ayudarme con el hogar de ancianos — sentenció Milen asegurándose que no olvidará su promesa.

— Sí, sí lo haré — aseguró haciendo un ademán con la mano, aligerando seriedad a su compromiso.

— Bien y dónde será esa dichosa fiesta — interrogó Milen.

— Pasaré por ti mañana y lo sabrás — respondió su amiga haciéndose la misteriosa. Milen rodó los ojos por su dramatismo.

— Sabes que no me gustan las sorpresas Miranda — sentenció Milen.

— Es en el centro de la ciudad, la verdad es que no recuerdo bien la dirección, además quiero asegurarme de que no huyas, pasaré por ti temprano, así que no te desveles leyendo, por favor.

— Está bien — suspiro Milen resignada — Te veré mañana — se despidió de su amiga con un par de besos en la mejilla.

— No te ves nada bien — Cuando Milen vio a su amiga al ir a recogerla, creyó que la mueca y el color verdoso pálido de su rostro se debía a que la chica tuvo que madrugar ese día, no era fan de levantarse temprano; pero ya pasaba de medio día y lo único que había hecho era empeorar.

Una capa de sudor cubría su frente, respiraba con dificultad y constantemente se sostenía de la mesa de trabajo para no derrumbarse.

— No debí comerme esos camarones anoche — dijo la joven con dificultad.

— Necesitas ir al doctor — sentenció Milen.

—— No puedo dejar todo tirado, con lo que me pagan podré comenzar mi negocio de …

—Nada, nada — la interrumpió súbitamente Milen — el evento es hasta la tarde, yo me encargaré de todo, ve al médico, que te dé medicamento, reposas un par de horas y regresas — aseguró.

— No puedo dejarte sola con todo.

— Y hemos hecho lo más complicado, lo demás es pan comido — Milen habló con toda seguridad.

— Regreso enseguida, te lo prometo.

Una vez que Miranda se fue, Milen se apresuró a acomodar cargas, vestir y mezclar ingredientes, dejar reposar lo que estaba en los hornos y decorar con minuciosa elegancia algunos de los postres. Aunque el festejo sería para un grupo reducido de personas, todo debía estar impecable, según le comentó Miranda, eran los personajes más influyentes de la sociedad actualmente.

La noción del tiempo desapareció para la joven, concentrada absolutamente en cocinar los exquisitos manjares que engalanarían la cena.

Ya entrada la tarde, Miranda apareció con un semblante menos demacrado, pero aun conservando palidez en el rostro. Con sus delgados brazos enrollaba varias botellas de suero oral, la joven no concebía llevarse a la boca nada sólida, así que optó por mantenerse hidratada a toda costa.

Dejó caer sus hombros relajados al notar que su amiga ya había terminado prácticamente todo el trabajo por sí sola. Sintió algo de vergüenza por agradecer que Milen ya hubiera terminado todo, no tenía la fuerza para mover ni un solo dedo en aquel momento. Definitivamente, se lo compensa sin duda alguna, sería honesta y le daría todo el mérito y reconocimiento por su apoyo.

— ¿Estás mejor? — pregunto Milen, alejando su rostro del platillo que decoraba con dedicación.

— No también como quisiera; pero ya es algo — dijo en medio de una mueca, las náuseas se hicieron presentes con tan solo pronunciar unas pocas palabras — Definitivamente la vida se empeña en ponerme obstáculos. Espero que me depare algo muy grande, porque literalmente estoy dejando mi vida en ello — dejó escapar un bufido exhalando por la nariz.

— No te preocupes, está todo listo — la tranquilizó Milen con voz amable — y no creo que comerse unos camarones de olor sospechoso sea un obstáculo que la vida te haya puesto; tú decidiste comerlos a pesar de su aspecto — señaló Milen con diversión.

— No, por favor, hoy no me des sermones — dijo en tono de súplica Miranda mientras se dejaba caer sobre una de las sillas en aquella inmensa cocina que dispusieron para desempeñar su trabajo —. Mañana, con gusto y sin queja, aceptaré todo lo que quieras decirme, me lo merezco.

— No hay diversión en ello — Milen le guiño un ojo junto a una sonrisa burlona.

— Eres una bruja astuta — respondió su amiga.

— Los meseros no tardan en llegar, puedes descansar un poco más. ¿Te sientes bien como para darles las indicaciones de los tiempos? — quiso saber Milen, su amiga parecía haber recobrado algo de fuerza; pero no estaba segura hasta qué punto podría hacerse cargo de todo aquello.

— Querida, dar órdenes es lo mío, puedo hacerlo hasta muerta — rezongó Miranda con altivez.

— Dije indicaciones, no ordenes — aclaro Milen, comprobando que Miranda podría hacerlo – De igual forma me quedaré hasta que todo termine — agregó con determinación.

— No pienso entretenerte más, ya has hecho suficiente, tienes que ir a adelantar todo para tus ancianos.

— Nada, nada — se negó Milen — realmente te ves de la m****a. No te voy a dejar sola.

— Qué linda — ironizó Miranda.

— Comprobaré los platillos antes de que el mesero los tome y ya — le informó Milen.

— De verdad te debo una Katerina, no había podido sin ti — suspiro y hablo con mayor seriedad — de esto depende mi futuro, tengo una deuda de vida contigo, que no sé cuándo pagaré; pero lo haré, te lo juro.

— No me asustes, ¿acaso estás muriendo?, a qué viene tanto sentimentalismo — Milen sonrió divertida.

— Eres una tonta — Miranda le saco la lengua antes de cerrar los ojos y tomar un sueño reparador de cinco minutos que se volvieron una hora más. Para cuando despertó, ya el evento había comenzado.

Milen entregaba algunas charolas de bocadillos a los meseros y les daba indicaciones.

— M****a, lo siento, lo siento — exclamó medio adormilada.

— Acaba de comenzar, tranquila, son las primeras cargas que envió. Puedes hacerte cargo desde aquí, tengo que ordenar los postres.

— Claro, claro, — Miranda se desperezó mientras se ponía de pie, dirigiéndose a los meseros.

El duelo de chicas libraba una batalla monumental dentro de aquella cocina e iban ganando, gracias a su extrema coordinación. Milen revisaba y daba los últimos teques a cada platillo y Miranda organizaba a los meseros de forma excepcional, toda la comida salió en el momento correcto.

Logró observar cómo los invitados degustaron los bocadillos y platillos en medio de expresiones de deleite mientras conversaban entre ellos.

<< Eso es buen augurio, todo les ha encantado>> la emoción la invadió.

En medio de la degustación del plato fuerte, un mesero le informó que los presentes aclamaron la presencia de la creadora de tan exquisitos manjares; dejando a Milen entretenida con los postres, desapareció unos instantes de la cocina.

— Katy, ven acompáñame, el festejado quiere agradecerte en persona — sin esperar respuesta de su amiga, la tomó por el abrazo arrastrándola hasta el salón.

— ¿A mí?, no claro que no, yo solo soy tu ayudante, el chef responsable eres tú— alegó con el ceño ligeramente fruncido. Le incomodaba recibir halagos, sobre todo cuando era su trabajo.

— Tonterías, tú hiciste todo, yo solo me dediqué a echar las tripas junto a todos mis órganos — Mirando se paró un instante y la miró directamente —. No soy tan desvergonzada, el mérito de todo y se los he dicho, así que ve ahí y recibe las gracias tú misma — dijo con determinación.

Le sonrió ampliamente a Milen y una vez más no espero réplica de ella, continuó con su arrastre.

Un poco encandilada por las luces tenues de color naranja opaco que iluminaban el lugar, Milen junto a Mirando a camino a grandes pasos hasta la mesa central.

— Ella, es Katerina, la creadora de todo esto — exclamó Miranda con ánimo, como si hubiera presentado a la misma Beyoncé.

Milen rodó los ojos hacia su amiga por la exageración; las exclamaciones de sorpresa y el repentino y tajante silencio que le siguieron, obligaron a Milen a girar su rostro hacia los invitados y el mundo se abrió a sus pies, arrojándose al vacío sin piedad.

Nunca pensé que podía dejar de respirar, perder una habilidad tan natural e indispensable; pero así fue, perdió toda facultad al ver los rostros de Ramona, Nerón, Noah, la madre de Itzam y al propio Itzam rodeando aquella mesa.

Estaba segura de que no era la única que se sentía así, ellos parecían haber perdido la habilidad de respirar, lo notaba en sus rostros llenos de sorpresa, de pronto aquellos rostros dejaron de mirarla para trasladarse a Itzam.

El hombre parecía un desquiciado, su gesto ya no era de sorpresa, era de consternación, pánico, ira. Desecho la mirada de todos, por lo tensa de su mandíbula, seguramente estaba apretando los dientes con fuerza.

Rodeó la mesa y se dirigió con paso decidido hacia ella.

<< No, no>> el pánico la invadió. Quería gritarle a su amiga que corriera, que huyeran de ahí toda prisa; pero no era capaza de hacerlo, además de respirar, tampoco podía hablar.

Noto como Noah tomaba por el brazo a Itzam y le decía algo que no logró escuchar, en sus oídos solo había un zumbido, Itzam movió los labios en respuesta y de forma brusca se soltó de su agarre.

La mirada llena de sombras de Itzam, se clavó en ella y se acercaba cada vez más.

<< Por favor, no, no lo hagas>> gritó en su interior; pero él no pareció escucharla, una vez más sus súplicas se quedaron dentro de ella.

Un fuego abrasador recorrió su brazo libre, tardó en darse cuenta de que Itzam la había tomado por él. Miranda detuvo su intento por llevársela; pero sucumbió ante la mirada asesina que le debía Itzam y soltó el brazo de su amiga.

A punta de despiadados tirones la obligó a moverse. Invadida por un pesado aturdimiento, la joven no fue capaz de luchar contra él, se dejó arrastrar, perdida en el horror, preguntándose, como era capaz de moverse, si no sentía ninguna de sus extremidades. Nunca se imaginó encontrarse de aquella manera.

El viento golpeó sus rostros al llegar afuera, camino por un largo jardín hasta llegar al estacionamiento, Itzam abrió la puerta de su auto y movió los labios y hacía gestos hacia él, que Milen no alcanzaba a entender.

Él se detuvo a mirarla y su la furia en su rostro fue reemplazada por algo más, preocupación.

El zumbido dejó de escucharse, no obstante, el aire no llegaba a ella y su mirada se oscureció, desapareciendo todo a su alrededor; pero antes de dejarse arrastrar por la oscuridad, un fuerte dolor invadió su cabeza y parte de su rostro.

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