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CAPÍTULO II NO SE PUEDE HUIR DEL DESTINO

El abogado subió al vehículo tal y como Itzam se lo había pedido, lamentándose por haber sido descubierto, mientras tanto Itzam clavó su mirada en Milen, quien caminaba de regreso a su dormitorio, ajena a lo que sucedía.

Una oleada de dolor cubrió su ya adolorido corazón como miles de aguas filosas clavándose en él. Solo lograba ver su espalda, sin embargo, de inmediato notó cambios en ella, su cabello era más largo, un poco más abajo de la cintura, se notaba más delgada, y no pudo evitar culpase de eso también.

La impotencia aumentaba en él.

Estaba tan cerca de ella, unos pasos y podría envolverla en sus brazos para no dejarla ir nunca más, sin embargo, un inmenso mar de traiciones y verdades dolorosas se interponía entre los dos.

Itzam no podía olvidar ese detalle, no debía dejar de lado la razón de porque sacrificó su amor por el bienestar y felicidad de ella. Luchaba contra su propio egoísmo, cada segundo.

Aunque significaba la agonía eterna para él, deseaba que ella siguiera con su vida y fuera feliz, solo así valdría la pena tanto dolor. Esperaba que algún día Milenka pudiera perdonarlo, porque él jamás lo haría, jamás se perdonaría por hacerla sufrir así.

—¿Fue idea tuya o de Noah? — La voz de Itzam sonó como una brisa fría y espeluznante dentro del auto.

— Esperaba tener más tiempo — se excusó el abogado — De verdad creí que no estabas buscando — miro a Itzam con un poco de decepción.

— No lo hice — dijo el pelinegro secamente, dejando claro que no pretendía dar aplicaciones.

Rigo suspiro derrotado, no tenía sentido continuar ocultando las razones de por qué Milen no estaba estudiando en Londres como todo mundo lo creía.

— Ella no quiso irse… la conoces… Me lo suplicó y francamente al ver como se encontraba no pude negarme — explicó Rigo.

— Sabes el riesgo que ella corre — reclamó Itzam — sacrifique todo, por esto y tú … Pedazo de imbécil lo tiras a la basura — los ojos negros de Itzam estaban inyectados de furia.

— No es así, no sabes cuantos admiro el valor que tuviste para hacer lo que hiciste, de verdad, te has ganado mi respeto, has dejado muy claro que tu amor por ella es verdadero y me siento mal por tu sufrimiento y el de ella, sin embargo, no consideraste que Milen, tiene voz y voto en todo esto, Itzam, no podemos llegar y decirle que hacer, ya no es una niña.

Itzam se aferró al volante con amables manos y descansó su frente sobre el mismo, suspirando de frustración, sabía que Rigo decía la verdad. Milen era capaz de tomar sus propias decisiones.

— No pude convencerla de irse a Londres o cualquier otro lugar e incluso le propuse tomarse un año sabático, viajando por el mundo y no lo acepto. Paso todo el verano …

— Con Samuel Doecchi — espetó Itzam con amargura.

— En la villa de su familia en Roma, para ser exactos, sumida en una gran depresión, sé que el muchacho no te agrada; pero fue quien la cuido todo ese tiempo.

— No lo hizo porque sea un gran hombre, lo hizo por joderme — resoplo Itzam.

— Aun así, lo hizo, cuando no tenía ninguna obligación, de hecho, él fue hizo hasta lo imposible para convencerla de que volver no era la mejor idea; pero no hubo poder humano que lo lograra — aseguró el abogado — No te lo dijimos por qué ella pidió que te lo ocultaremos a ti y a todos, sabía que no podía hacerlo solo, así que le pedí ayuda a Noah, de igual forma necesitábamos cubrir sus rastros por si Nerón la está buscando.

— Lo hace — de pronto todo el cuerpo de Itzam se tensó — La ha buscado por todo Londres, ahora veo por qué no la encontró.

— Entonces no fue tan mala idea después de todo — Itzam lo fulminó con la mirada.

— No tardaría en encontrarla aquí — contracto Itzam.

— Hemos cubierto su rastro, todos sus registros están con su nuevo nombre, el cual Nerón no conoce, Milenka Sorni, no existe y para prevenir cualquier situación ocultamos sus apellidos. Yo soy su representante, cualquier asunto se debe tratar conmigo primero, ella no aparece en ningún lado — explicó Rigo con vehemencia.

Aunque consideraba revisará su estrategia, si Itzam pudo encontrarla cualquier otro también lo haría.

— Hay aspectos que no consideramos — alegó Itzam, parecía sumergido en sus pensamientos — la vida misma, el destino — agregó en medio de un suspiro — yo no tuve que buscarla, ella misma vino a mí — se burló de él mismo por atribuirle su encuentro con Milenka a algo tan incierto como el destino, más cuando él nunca creyó en eso.

— ¿Cómo fue? — preguntó Rigo intrigado y curioso.

— Hace unas semanas fui a un evento corporativo, desde que ella se fue, no volví a estar interesado en esas cosas, pero por alguna razón ese día, tenía una sensación extraña, algo me llamaba a ese lugar — relató Itzam. Su mirada se fijó en la nada, rememorando aquel día — en el dichoso evento sirvieron un sin fin de bocadillos, está de más decir que jamás pruebo algo, no obstante, la comida tenía un olor singular… fue como un imán atrayéndome — lo dijo como si hubiese sido inevitable — no sé si fue por curiosidad o instinto; pero me atrevía a probar a uno… y ahí lo supe.

— ¿Descubriste a Milen, por un bocadillo? — inquirió Rigo anonadado e incrédulo.

— El tiempo que estuvimos juntos, cocino para mí todo el tiempo, conozco su sazón … Era como su catador personal, cada platillo que se le ocurría me lo daba a probar — una especie de brillo mezclado con nostalgia, iluminó su mirada por unos instantes.

— El destino es impresionante.

— Es un desgraciado cruel — contracto Itzam — me costó la vida entera alejarme de ella para protegerla y al final nuestros caminos parecen empeñados a cruzarse.

— Tal vez significa que es mejor que estén juntos — afirmó con optimismo el abogado.

— Sabes lo que significa para ella estar cerca de mí, Rigo, tú mejor que nadie lo sabe, sería como ponérsela en bandeja de plata a Nerón.

— Sin embargo, estarías tú al frente de la fila para protegerla, yo e incluso Noah, no estás solo en esta lucha.

— Supondría decirle la verdad — Rigo no lograba contagiar a Itzam con su optimismo.

— Entonces continuará como hasta ahora — reclamo Rigo.

— No hay mucho que pueda hacer, excepto que esa vez me encargaré yo mismo de que se aleje de este lugar definitivamente — afirmó endureciendo su voz.

— No puedes hacerle más daño — advirtió Rigo — ella no lo soportaría.

— Lo sé — tampoco él podía tolerarlo — Lo haré sin tener que acercarme a ella.

— Estoy seguro de que con algo de paciencia y si no la presionamos, ella cederá.

— Por lo que veo no te ha funcionado bien esa táctica — alegó Itzam.

— Lo hará, con el tiempo, te superará y comenzará una nueva vida. Y perdón por decírtelo tan directo, pero así es, la cuestión es si tú, ahora que sabes que está cerca, podrás mantenerte firme y no aparecer en su vida de nuevo, por ninguna circunstancia, eso es clave para que podamos conseguir lo que queremos.

El mandamás de los Balcab se llevó las manos a la cabeza, hundiendo sus dedos entre sus largos cabellos con exasperación, sin estar seguro de que responderle al abogado.

— Vez, no puedes hacerlo, lo que sientes por ella es más fuerte que cualquier cosa, hasta la misma vida lo sabe, tanto que te trajo a ella sin buscarlo y tampoco podemos secuestrarla, meterla en un avión y enviarla lejos.

— No es tan mala idea — una sonrisa perversa se dibujaba en los labios de Itzam. No sonaba tan mal encerrar a Milenka en un lugar donde solo él pudiera verla — ¿qué tal una isla desierta? — agregó con picardía.

— ¿En serio?, ahora recuperas tu sentido del humor — algo indignado Rigo — porque eso suena como una muy mala broma, sabes que ella no lo consentiría jamás.

— Me mantendré alejado — aseguró — No puedo asegurarte que no vigilar sus movimientos y que si en un caso extremo no intervendré; pero solo si resulta muy necesario.

— ¿Estarás bien con eso?

— Tendré que hacerlo — Itzam se encogió de hombros. No era la forma en que le gustaría estar cerca de ella; pero por lo menos podría verla desde lejos y aliviar un poco los rastros de corazón que quedaban en él.

— Por cierto, la tía de Miel ha presentado alguna mejoría — inquirió de pronto Itzam. Después de su visita, sospechosamente sufrió un accidente que la mantiene en coma.

Itzam y Rigo estaban seguros de que Nerón era el responsable de que casi perdiera la vida, no obstante, por más que había buscado pruebas de aquello, no lograban encontrar nada, su única esperanza estaba puesta en que ella despertara y lo denunciara así podrían librarse de él, refundiendo en la cárcel de por vida.

— Nada, todo igual — informó Rigo.

— Confirmar con el doctor su traslado, no es bueno mantenerla en el mismo lugar. Nerón podría encontrarla y terminar lo que empezó.

— He conseguido un buen lugar cerca de aquí, me encargaré de todo.

— Bien, ya puedes irte.

— Lo haré después de ti — alegó el abogado.

Itzam rodó los ojos — No haré ninguna locura — aseguró.

— Por favor Itzam no me tomes por tonto, vi como la mirabas, casi sales corriendo tras de ella — señaló

— Bien, bien, me iré… después de unos minutos — el abogado no tuvo más remedios que confiar en su palabra y resignado bajo del auto de Itzam y se puso en marcha del suyo.

Itzam permaneció un par de horas más en el estacionamiento, mirando atentamente los edificios con los dormitorios, preguntando en cuál de ellos se encontraba la chiquilla que le robó el corazón.

Su vigilancia se volvió una actividad constante en su vida, pasaba horas rondando la universidad hasta conseguir verla, aunque sea unos minutos.

Seguirla desde su departamento hasta la universidad por las mañanas y de regreso, cuando las clases terminaban, se había convertido en parte de su rutina diaria.

Afortunadamente, Milen parecía no tener mucho interés en su vida social, de hacerlo Itzam, ya se había presentado frente a ella. Estuvo a punto de hacerlo cuando un compañero de clase apareció junto a ella en el estacionamiento, y se mostraba muy animado por acompañarla hasta su auto.

En esa ocasión Itzam, tuvo que aferrarse al volante con todas sus fuerzas para no correr a arrancarle la cabeza.

Bastó con observar algunos días para darse cuenta de que más allá de su escasa vida social, también noto que Milen llevaba una vida algo apagada, rutinaria, la joven se percibía a lo lejos sumida en sus pensamientos, como si prefiriera estar ahí que en el mundo exterior.

Las entrañas de Itzam se revolvieron por la culpa, la luz que rodeaba a la joven, que iluminaba su sonrisa y aquella profunda mirada, ya no estaba. Seguía siendo igual de hermosa; pero ahora la nostalgia y la tristeza era lo que le daba brillo a sus ojos.

Balcab, se repetía como un mantra que tanto dolor había sido necesario, ella jamás había aceptado separarse de él y definitivamente ella no podía quedarse a su lado, estaría en demasiado peligro.

Ahora que estaba tan cerca de ella, el ardor que invadía su pecho desde que se habían separado, lo llevaba a dudar, en esos momentos tenía más claro en su mente que seguirá como lo hacía, no era lo correcto; pero qué más podía hacer cuando era su único consuelo, verla, aunque sea de lejos.

Siempre la acompañaba una chica morena, alta, de modos estrafalarios y extrovertidos, suponía que era su amiga más cercana y afortunadamente para sus nervios, solo tenía amigas y no existía ningún chico cercano a ella.

También era consciente que algún día eso iba a cambiar. La idea de que en cualquier momento un hombre apareciera a su lado y ella le dedicara las mismas miradas cargadas de amor que alguna vez fueron suyas, era un tormento más a su ya larga lista.

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