ANA.
Dirigí mi vista al frente, justo en la entrada del elegante edificio veo a mi elegante padre, está molesto, lo veo en su mirada. Estiro mi pequeña mano y tomó la de Martín, entrelazó nuestros dedos y soy consciente de que se acaba de dar cuenta que estoy tensionada.
—Ana.
—Padre. —Dijo sin un ápice de sentimientos en su voz, es como si hubiese pasado de estar viva a muerta en un segundo.
—Nos quedamos esperando por ti.
—Bueno, tenía planes, lamento no avisar. —su voz era demasiado fría. Y mi mano comenzaba a doler, pues cada vez que hablaba, yo apretaba con más y más fuerza la de Martín.
—Nunca has faltado a las cena semanales, tu madre no se sintió muy feliz. —Esta vez, mi padre mira fijamente a Martín.
—¿Mi madre o tu?. ¿Cuando entenderás que a nadie le gusta tu “cena familiar del viernes” y que todos vamos por obligación?. —Hablo fuerte y decidida, tal como lo hace mi padre.
Se hace un silencio realmente incómodo, pero tampoco quiero ser la que lo rompa. Martín se mantiene de pie junto a mi y la veo cada vez más tensionado. Siento como suavemente empieza a acariciar mi mano con sus dedos, no tengo idea de como lo está logrando, pues se que están tan apretadas que siento que en cualquier momento voy a partir sus dedos.
De alguna manera su agarre y la manera en la que intenta tranquilizarme, me calman, espero que sea suficiente. Aunque la tensión se siente en el aire.
—¿Quién es?.
Papá por fin rompe el silencio que se había hecho entre los tres y lo que realmente me fastidia es que lo rompió con la pregunta que no quería que me hiciera justo ahora.
Martín decide seguir la conversación, supongo que para evitar regresar a ese incómodo silencio de hace poco.
—Mucho gusto señor, soy Martin Collins. El novio de Ana. —Me giro y lo miro, con ganas de matarlo, papá no me va a dejar en paz.
—El hijo del matrimonio Collins, recuerdo que fallecieron en un trágico accidente, —Martín baja su mirada por un instante— billonario y por lo que se, estás próximo a heredar las empresas de tus dos tíos también.
—Si, soy ese Martín Collins, pero prefiero que me reconozcan por mi trabajo como médico. —La voz molesta de Martín es perceptible en el aire, además de que se enderezo y es obvio que se puso a la defensiva.
—Sí claro, pero a un hombre también se le conoce por sus logros y su pasado.
—El pasado de nadie, dicta su futuro. —Por fin logró alzar mi voz. — No entiendo porque siempre quieres indagar en el pasado de todos. —Ya estoy empezando a molestarme.
—Porque para mi lo mas importante es que tu estés bien, así que no indago en el pasado de nadie que no me interese. Además, no necesito indagar en el pasado de Martín, es obvio que es un hombre conocido. —Finalmente doy un resoplido molesta.
—Eso no es verdad, tu quieres que yo esté, como tu crees que significa estar bien. Yo no necesito estar bien a tu modo papá. —Lo miro y tiene esa sonrisa socarrona de siempre.
—Deberías acompañarnos a la cena del próximo viernes. —Cambia de tema rápidamente y ahora está mirando a Martín con una sonrisa de esas que suele usar en sus campañas políticas. —Todos los viernes mi esposa ofrece una cena familiar y asistimos todos, serás bienvenido Martín. Ana faltó hoy, porque por lo visto eres más importante que nosotros y eso nunca ha pasado, nunca ha faltado desde que se fue de casa.
—Papá no lo hagas. —Ya sé a qué está jugando este hombre.
—Con gusto, el próximo viernes los acompañaré. —Y se pinta una enorme sonrisa en la cara de Martín.
Creo y estoy segura de que Martín sabe que esa no era la respuesta que yo esperaba, pero al mismo tiempo estoy algo agradecida por su apoyo.
—Adiós Ana. Martín. —Inclina un poco su cabeza, despidiéndose de Martín.
—Adiós Papá.
—Hasta luego señor.
Así sin más, mi padre se giró sin decir nada más, ni siquiera un fraternal abrazo de padre e hija de despedida, pero supongo que con eso fue más que suficiente por un buen rato.
—¿Por qué hiciste eso?. —No tengo idea si Martín sabe a qué me refiero.
—Porque somos novios. —Bueno, si lo sabe.
—No lo somos. —Le digo ahora con una mini sonrisa y dándole un sorbo a mi cereza.
—Entonces deja de decir que somos novios. —Por alguna razón, que no sé cual es, él sigue acariciando mis dedos.
—Yo no lo dije, fuiste tú quien le dijo eso a mi padre. —Pataleo con mis pies, como una niña pequeña.
—Pero fuiste tú quien anunció primero nuestro noviazgo, en el hospital. ¿Recuerdas?.
No puedo evitar reírme y me doy cuenta de que no tengo ganas de soltar su cálida mano.
—Vamos, en mi apartamento tengo más cervezas.
Camino por delante, pero sin soltar su mano, casi que lo estoy halando para que me siga, no se si estoy haciendo bien, pero se siente bien, me siento tranquila y feliz, como hace muchos años no me sentía.
El viaje en el ascensor es realmente simple, vamos tomados de la mano, permanecer tomados de la mano me hace sentir como si estuviésemos atados de alguna forma, pero libres al mismo tiempo y sin embargo ninguno quiere soltarse. Eso creo yo, la duda me ataca y lo hago saber enseguida.
—Lo siento, —le digo señalando nuestras manos entrelazadas y hago el intento de liberarlo, pero él me sujeta con fuerza evitando que lo suelte.
—Me gusta, se siente bien. —Me sonríe como si fuese un niño pequeño. —Podemos quedarnos así, después de todo somos novios.
Su mirada va al frente y yo estoy como hipnotizada por su perfil, que no es un perfil griego o de un Dios perfecto, es solo el perfil de un hombre lindo y amable, se que debe tener sus secretos o partes oscuras, yo las tengo y no puedo negar la existencia de esas cosas que consideramos feas en cada uno de nosotros, después de todo somos humanos, pero por alguna razón estoy dispuesta a conocerlas.
MARTÍN.Las puertas del ascensor se abren y Ana sale adelante buscando las llaves de su apartamento. Pero antes de poner la llave en la cerradura, la detengo.—¿Estás segura?. —Le pregunto con una media sonrisa.—¿A qué te refieres?. —Su mirada tiene una expresión de confusión.—Nos conocemos hace prácticamente nada y tu quieres que yo entre a tu hogar, a tu espacio privado, quiero saber si estás segura de dejar entrar a un extraño así.—Sabes que no eres el primer hombre que entra por primera vez a mi casa, ¿verdad?.Esta vez
ANASonrío mirando al techo, luego de despertar con este hombre a mi lado, había sido una noche increíble, hace mucho tiempo no me sentía tan tranquila o más bien relajada.—Buenos días. —Escucho su voz, pero mi mirada sigue fija al techo. —¿En que piensas?.—Que desde hace mucho tiempo no me sentía como una persona de mi edad, la verdad es que nunca me había sentido como una persona de mi edad. —Guardó silencio, suspiro y lo miro. — Siempre he tenido que estar perfecta para todo, para todos. —Me doy cuenta de que Martín hizo que eso cambiará en solo una noche. Me gusta la sensación de no tener tanta presión sobre mis hombros. Aunque a veces la presión la po
ANA.—Del afán, solo queda el cansancio hija. —Las palabras de mi madre tallaban hoy en mi mente.Pero tampoco puedo decir que tengo precisamente afán por estar con Martín, solamente hemos dejado que las cosas fluyan y tomen su curso de manera natural.Comprendo que las cosas rápidas no siempre funcionan bien, no se que clase de persona puedo llegar a ser a veces, pero se que no siempre soy gentil, intento descubrir quién soy día a día, pero no siempre es fácil.De un día para el otro recibí un golpe en la cabeza, llegué a un hospital y conocí a un médico torpe, hermoso, atento, divertido, tierno, pero torpe. ANA.Nuevamente es viernes y por más que quiero, no puedo volver a faltar a la cena con mis padres, falté dos veces, la primera noche salí con Martín a cenar esa rica pizza y una segunda vez, porque decidimos que era mejor pasar la noche juntos viendo películas.Bueno eso no es del todo cierto.—Martín, no quiero salir hoy. ¿Por qué es tan difícil de entender?.Realmente se opuso a que nos quedáramos en casa, peleó, hizo un mini berrinche, pero solo tuve que decir unas cuantas palabras, muy sencillas por cierto, para lograr convencerlo.—Mira no quiero ir a donde mis padres, pero no por las razones que tu crees Martín.<12. POR UNA BOTELLA DE VINO
ANA. Aquí estoy entrando de nuevo a la ciudad, sola, sin haber hablado con Martín, el día de ayer, no me llamó ni por equivocación. —Peter, por favor, déjame en la casa de mis padres. —Lo miro a través del retrovisor. No tengo ganas de parar en mi apartamento, prefiero acabar con está noche más pronto que tarde. No puedo ocultar mi rostro de decepción, lo que me frustra bastante, por que no creí que llegara a afectarme de esta manera, de verdad creí que la cena iba a ser diferente, tal vez mi padre me vería diferente si se diera cuenta que puedo estar con un hombre con estatus social “definido”. Se que suena terriblemente mal que diga eso, ya que siempre me he caracterizado por ser una mujer tan indepen
ANA. Sigo el camino que tomó mi hermano, dejando en el recibidor mis pensamientos sobre Martín. Voy dando pasos muy despacio y me detengo en medio del pasillo frente a una fotografía mía de niña junto a mi padre, me quedo mirándola y la analizo por un breve instante, miles de recuerdos y anécdotas regresan a mi cabeza, que se sienten como disparos directos al corazón. —¿Es extraño no?. —Mi hermano interrumpe mis pensamientos. —¿El que?. —Le respondo con la mirada fija en las fotografías. —Que ustedes dos se hayan distanciado tanto. Nadie encuentra una explicación razonable para Ana. —Suspiro y quito mi mirada de las fotografías. Me doy cuenta que Wilson se
MARTÍN. —Bueno, la noche pasada, no logramos salir de la habitación, así que lamento mucho haber fallado, pero espero que entiendan, que tanto Ana como yo estamos en una etapa en la que separarnos no es una opción. Mis palabras hacen que Ana se sonroje, pero al mismo tiempo se ríe y estoy seguro de que daría mi vida porque esa sonrisa no se borrara nunca, estoy seguro de que no se esperaban tal nivel de insolencia de mi parte pero no pude evitarlo, aunque en realidad no siempre soy así. Sólo cuando debo serlo. La madre de Ana, es quién más me sorprende en medio de toda esta inesperada conversación, pues ella que según entiendo habla poco, decide seguir el ritmo de la conversación, a pesar de la expresiva desaprobación de su esposo y explica lo mucho que le agrada recordar aq
MARTÍN. Quería volverme loco, cuando recibí esa llamada del hospital, pues mis pantalones apretaban demasiado, pero sabía que esa llamada era importante. —¿Qué sucede?. —Contestó de mala gana a mi asistente. —Jefe, lo requieren para una junta médica y yo… —¿Y yo qué?. —sabía que tenía demasiado trabajo acumulado en el hospital. Pasar las noches con Ana, me estaba pasando la factura y no era económica. Mi asistente estaba desesperada y con el estrés al cien por ciento. —Jefe, tenemos demasiados pendientes y yo no puedo continuar dejándolos para después, porque de su firma dependen muchas cosas. —En seguida voy. —Resoplo por lo bajo, pero sé que debo organizar mi tiempo, para poder pasar más tiempo con Ana. Así que me puse un propósito firme y era cumplir con las tareas que tenía pendientes, organizar mi horario de trabajo y dejar las noches para esa mujer que me tenía hipnotizado, esa mujer que aú